Elogio de la protesta

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Diego Díaz Alonso
Diego Díaz Alonso
Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.

El “Elogio del Horizonte” cumple tres décadas. Tres décadas que han visto la evolución de un Xixón de fábricas y astilleros, a una ciudad mucho más turística y terciaria, destino predilecto de las despedidas de solteros y solteras. Una ciudad también más envejecida, en la que la industria ocupa un lugar progresivamente secundario en su estructura económica. 30 años en los que la obra de Chillida se ha convertido en icono de la ciudad, y por qué no, también de Asturies. Escenario también de innumerables protestas. Se atribuye a Mark Twain la frase de que la historia no se repite, pero rima, y algo de eso hubo ayer en el acto institucional celebrado en el Cerro de Santa Catalina con la alcaldesa Ana González. Si en 1990 unas 80 mujeres de la fábrica textil IKE acudían a la inauguración del monumento para pedir una solución para su empresa, ayer fueron varios trabajadores de EBHI los que recordaron a la alcaldesa que como integrante de la Autoridad Portuaria de Xixón es corresponsable de la suerte de esta empresa semi pública de estiba, en ERTE y con varios trabajadores a punto de ser despedidos.

Protestas en el acto de aniversario del Elogio del Horizonte. Foto: Fran Alonso.

Recuperado para la ciudad por el primer alcalde democrático de Xixón, el socialista José Manuel Palacio, el Cerro de Santa Catalina pasaría de terreno militar a parque y espacio público a principios de los años 90 en un contexto de “digestión de la reconversión industrial, cierres de fábricas y de astilleros, pero también de reconversión de Cimavilla en un barrio de moda, asociado a un ocio menos lumpen que el de antaño” señala el profesor de historia contemporánea de la Universidad de Oviedo/Uviéu, Rubén Vega.

“Mientras Gabino llenaba Oviedo de esculturas costumbrista, aquí sel arecismo apostaría por el arte de vanguardia” explica Vega, para quien el rechazo inicial de una parte de los gijoneses hacia la obra de Chillida, rebautizada con todo tipo de nombres jocosos, estaba relacionado sobre todo con el alto coste de una obra que no se entendía demasiado. Sin embargo, apunta, “la ciudad digirió pronto el monumento y terminó convirtiéndolo en un símbolo”.

Febrero de 1993, los insumisos en el Elogio del Horizonte.

Uno de los primeros colectivos en intuir la potencialidad simbólico del Elogio para su lucha, serían los insumisos al servicio militar. Solo tres años después de su inauguración, en febrero de 1993, un grupo de insumisos escalaba al “Elogio del horizonte” para llevar allí su protesta contra el militarismo y los ejércitos. Falo Marcos sería uno de aquellos jóvenes que participaron en la acción. “Fue un fin de semana a la hora del vermú, convocamos una concentración para despistar a la policía y mientras tanto un grupo fuimos al “Elogio”. Había varios escaladores en el grupo, pero les costó bastante subir hasta allá arriba”, recuerda Marcos. Una vez conseguido el objetivo, los insumisos desplegarían la pancarta “N´el horizonte de Xixón, insumisión”, los concentrados llegaron y la fiesta siguió entre culetes de sidra, cánticos y risas. “La policía vio que bajar a aquellos era muy complicado y nos dejó estar” recuerda este veterano del activismo social de Xixón.

No solo las trabajadoras de la fábrica de camisas IKE han llevado sus protestas laborales a los pies de la escultura del artista vasco Eduardo Chillida. En fechas más recientes la plantilla de Suzuki o de Vesuvius han hecho del monumento escenario de sus reivindicaciones. La protesta de EBHI ayer es por ahora la última de una larga historia.

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