El lunes 11 de febrero de 1873, el diario La Correspondencia de España daba la noticia de que el rey Amadeo de Saboya había abdicado. Inmediatamente, al correrse la noticia por la capital del reino los republicanos federales madrileños se agolparon en las calles pidiendo la inmediata proclamación de la República. El monarca italiano había durado poco más de dos años en el trono. Traído a España por los militares que habían encabezado en 1868 el derrocamiento de la corrupta Isabel II, Amadeo I había sido el intento fallido de encontrar una solución intermedia, alternativa tanto a la denostada dinastía borbónica como a esa República a la que tanto temían los sectores más moderados de la revolución democrática.
Asesinado en extrañas circunstancias su mentor, el general Prim, hostigado por carlistas, isabelinos y republicanos, Amadeo de Saboya decidiría tirar la toalla en febrero de 1873 y regresar a su cómoda vida de aristócrata en su Turín natal, no sin antes despedirse con una histórica carta en la que mostraba su desazón por las constantes riñas políticas de los españoles: “todos invocan el dulce nombre de la Patria, todos pelean”.
Caricatura sobre el trono vacante de España.
Tras la abdicación del Rey, los diputados se reunirían y por 258 votos contra 32 sería proclamada la I República española. La República que no llegaba espoleada por un grandísimo movimiento social, sino como explica el historiador Faustino Zapico en otro artículo publicado en Nortes, más bien por eliminación.
La proclamación de la República en Madrid tendría lugar a las tres y media de la tarde. A lo largo de ese día la noticia se iría extendiendo por todo el país. En la capital asturiana la proclamación de la República llegará con retraso, el 12 de febrero, a las 12 del mediodía, en el balcón del Ayuntamiento. Aunque los diputados madrileños no habían alcanzado un acuerdo con respecto al carácter centralista o federal de la República, los concejales ovetenses, obrando por su cuenta y riesgo, decidirían proclamar la República federal española. Así había sucedido en otras ciudades en las que la tendencia federal era mayoritaria, como Barcelona. Desde 1868 el federalismo había ido ganando peso en Asturias y era la corriente hegemónica en el Círculo Republicano de Oviedo, tal y como ha estudiado el historiador Sergio Sánchez Collantes, autor de “El pueblo a escena. Republicanismos y tradición democrática en la Asturias del siglo XIX”.
Caricatura de la época.
La discusión entre partidarios de la República unitaria o centralista, y la República federal, no era baladí, e iba mucho más allá de lo puramente administrativo y territorial. Mientras los primeros defendían una República de tipo más oligárquico y burgués, los segundos defendían la reforma agraría y la redistribución de la riqueza, así como unas instituciones más democráticas en las que ayuntamientos y regiones tuvieran mayor poder que el Estado central. Las divisiones políticas no se acababan ahí. A su vez los republicanos federales se dividían entre una rama más pactista, tendente a llegar compromisos con los republicanos centralistas, y un ala más radical y revolucionaria, que defendía una reconstrucción de arriba a abajo del Estado partiendo de los municipios.
En 1873 Oviedo era una pequeña ciudad de menos de 50.000 habitantes que comenzaba a industrializarse al calor de los hornos y chimerneas de las fábricas de Gas y de La Vega, y de la fundición La Amistad. El totémico Carbayón aún no había sido talado. Las crónicas de la época hablan de una manifestación de civismo ejemplar para referirse a la proclamación de la Primera República: “hubo muchos vivas, mucho orden”.
La Guardia Civil sería la gran ausente en el acto de proclamación en la plaza del Ayuntamiento, levantando con ello todo tipo de sospechas. Ante las dudas con respecto a su lealtad al nuevo régimen, el Ayuntamiento de la capital decidiría armar y organizar un cuerpo de Voluntarios de la libertad. Una práctica que también se daría en Gijón, Avilés y otras muchas ciudades, según explica Sergio Sánchez Collantes. En toda España grupos de voluntarios reclamarían armas a las autoridades para defender la República ante la amenaza de un regreso de los monárquicos. En Asturias cuerpo llegaría a contar con más de 300 milicianos, mayoritariamente obreros y artesanos, que participarían en la represión de un pequeño levantamiento carlista en Pola de Lena contra la República.
El fervor republicano de estos voluntarios no era fácil de contener. En el caso de Oviedo una masa de republicanos federales literalmente asaltaría la Fábrica de Armas de La Vega para aprovisionarse de armas en los primeros días de la República. A pesar de su extracción mayoritariamente popular, el cuerpo también reclutaría a algunos miembros de las clases medias y la pequeña burguesía. La milicia llegaría a organizarse por barrios en la capital y su actividad sería un síntoma de la eclosión republicana que viviría Oviedo en 1873 según Sánchez Collantes. Una efervescencia que a lo largo del año iría declinando y dando paso a un progresivo desencanto con la República.
En junio de 1873 la República finalmente se decantaría por la fórmula federal, pero en medio de una crisis política y económica que la había instalado en una permanente inestabilidad, acosada por izquierda y derecha. A principios de 1874 Pavía ponía fin al experimento republicano, y en diciembre de ese año un nuevo pronunciamento traería de vuelta a los borbones a España. La Restauración monárquica apenas hallaría resistencia, aunque el republicanismo carbayón sobreviviría a la resaca de 1873 y seguiría hegemonizando el ayuntamiento durante décadas, bajo los reinados de Alfonso XII y XIII, y emergiendo otra vez con fuerza el 14 de abril de 1931.