Tras la huelga de la Canadiense en la Barcelona de 1919, que duró 44 días y en la que participaron 100.000 obreros, se implanta en España la jornada laboral de 40 horas. En 1930, el economista británico Keynes predice que, según el constante aumento de la productividad, en 2030 tendríamos que vivir en sociedades en las que no fuera necesario trabajar más de 15 horas semanales. Está claro que su predicción no se convirtió en una realidad, pero su estudio si era acertado; el enorme aumento de la productividad en estos últimos 100 años posibilitaría una reducción de la jornada laboral.
Manifestación durante la huelga de La Canadiense, en Barcelona.
Tras la aprobación en el congreso del plan piloto presentado por Más País, la jornada laboral de cuatro días se colocó en la agenda política y en el debate público. Hoy en día, en la mayor parte de los países del Norte global y el occidente europeo se trabaja unas 40 horas semanales. En los últimos 70 años el tiempo medio de trabajo apenas se redujo dos horas, y concretamente, España es el país europeo en el que más tarde terminamos la jornada laboral. La razón por la que en los últimos 100 años no se haya producido una disminución de las horas trabajadas sería largo y complejo de explicar en pocas líneas, pero de forma resumida, cabría mencionar la acumulación constante del capital como razón de ser de nuestro sistema económico actual, y las cuestiones culturales construidas en las que entendemos el trabajo como eje central que nos ya no solo como ciudadanos con derechos, también como personas. Aunque el objeto de este texto no es este, sino intentar explicar los posibles beneficios que podría tener la reducción de la jornada laboral para trabajadores y trabajadoras, pero también para empresas y la sociedad en su conjunto.
En Asturies no nos queda otra que ser audaces
La pandemia ha evidenciado aún más lo que el feminismo ya señalaba: la profunda crisis de los cuidados y la incompatibilidad del sistema de mercado laboral con la vida, en el sentido más amplio de la palabra. Aterrizando en nuestra Asturias patria querida, una periferia envejecida con un dramático éxodo juvenil, no nos queda otra que ser audaces y aplicar el pensamiento lateral para repensar la Asturies que necesitamos, porque ya lo decía el periodista Xuan Cándano: Asturies no solo se salva luchando, también pensando.
Hay muchos motivos para justificar su implementación paulatina: mejora en la conciliación familiar, mejora de la salud física y mental o, como han demostrado varios estudios, un aumento de la productividad. Recordemos que la Organización Internacional del trabajo tiene varios estudios que confirman que la semana laboral de 4 días fomentan por un lado la productividad, por otro, reducen problemas de salud y costes en atención médica.
Motivo prioritario también es hacer frente con inteligencia a una crisis climática que pone en peligro nuestra existencia en este planeta. Esta medida tiene una dimensión ecológica que no podemos obviar al producir un impacto importante en la reducción del consumo energético y la reducción de emisiones. Por otro lado, la economista feminista Amaria Perez Orozco ya recogía hace años la reducción de la jornada laboral como una reivindicación urgente y clave para redistribuir los trabajos remunerados y no remunerados, y poder democratizar los cuidados y garantizar también, el derecho a no cuidar de las mujeres. Esta perspectiva es fundamental para una comprensión feminista tanto de la medida como de vida, que entienda, de una vez, el estrecho hilo que une el trabajo, los cuidados, el tiempo personal y los recursos y servicios públicos como elementos básicos para garantizar vidas dignas de ser vividas.
Reducir las horas de trabajo es la opción más responsable socialmente
En Podemos Asturies y Xixón lo tuvimos claro: incluimos en las negociaciones presupuestarias autonómicas del pasado año una partida específica para incentivar que las empresas implementen jornadas laborales de cuatro días en Asturies con el objetivo de aumentar la productividad y mejorar la calidad de vida; aunando las condiciones sociales, los cuidados, la conciliación y el ocio, tal y como se está haciendo en otros países y regiones de nuestro país. Es momento de pelear con mucha pedagogía por esta iniciativa y ofrecer un horizonte compartido de vidas mejores para todas en nuestra tierra.
El sentido común nos dicta que avancemos en todo aquello que pueda mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Además, esta medida, como decía anteriormente, repercute también en la productividad laboral y el rendimiento empresarial, y deberíamos de conseguir con ello desactivar las reticencias de un gran empresariado anclado en fórmulas laborales que corresponden a otras épocas. Por eso, Adrian Barbón como presidente del Principado, junto a las organizaciones sociales y empresariales de nuestra tierra, deberían apostar por un gran pacto de modernización social y situar Asturias como pionera en la implantación paulatina de la semana laboral de cuatro días. Queramos o no, va a ser una realidad en un futuro próximo. Es evidente que los avances tecnológicos van a reducir y reestructurar la cantidad de trabajo que los humanos necesitan hacer y, en última instancia, vamos a tener que elegir entre más paro o menos horas de trabajo. Reducir las horas de trabajo es la opción más responsable socialmente. Como dicen los jóvenes integrantes del movimiento ecologista Fridays For Future: hay que trabajar menos, trabajar todas y todos, producir lo necesario y redistribuir todo.