“Descubrí la grandeza de Bowie a través de su pasión por el arte de los demás”

Elina Löwenson recibe el Premio de Honor del FICX y presenta sus últimos films con el director Beltrand Mandico

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Elina Löwensohn ha sido musa de Hal Harley en títulos como Simple Mind o Amateur, convirtiéndose en uno de los rostros más seductores y representativos de lo que fue el cine independiente norteamericano. También formó parte del elenco de actores que elevó a obra maestra La lista de Schindler, dirigida por Steven Spielberg, y su participación en Basquiat junto a David Bowie, Dennis Hopper y Jeffrey Wright es inolvidable. Elina Löwensohn hoy es la co-creadora y partícipe del cine de otro gran autor francés, Bertrand Mandico. El pasado viernes recibió el Premio de Honor del Festival Internacional de Cine de Gijon.

Remontémonos a los orígenes del cine indie norteamericano, donde usted, de la mano de Hal Harley, aterriza en nueva forma de contar historias y de hacer cine. ¿Qué queda de aquella experiencia hoy?

Fue la primera vez que me grababan haciendo películas. Yo venía de un teatro contemporáneo muy estilizado. Desembarcar en una película dirigida por Hal Harley como Simple Men, que tenía una escritura también muy estilizada, resultó un proceso muy natural. Hal a penas me dirigía, yo seguía la música de su escritura. Iba comprendiendo que la manera en la que yo tenía que interpretar a los personajes era muy minimalista. Esto en cuanto a la parte técnica. Después, en lo personal, me sentía maravillada de tener una cámara que me filmara. Descubrí que me gustaba estar delante de aquella cámara, su cámara. Por otra parte, el equipo con el que Harley trabajaba estaba integrado por personas que Hal había conocido en el colegio. Todos formaban una familia. Yo había entrado, en realidad, en una familia y al recordarlo ahora se me pone la piel de gallina. También tengo que reconocer que esto no suele ocurrir habitualmente y me marcó a nivel personal, determinando mi trabajo posterior. Ha sido una suerte poder haber trabajado con Hal.

Elina Lówensohn. Foto de David Aguilar Sánchez.

La industria del cine independiente hasta mediados del 2000 evoluciona de una forma muy acelerada. Irrumpe Hal Harley pero también está Tarantino, Todd Solondz, Alexander Payne, Steven Soderberg, solo por citar algunos nombres, y también Harvey Weintein. A medida que se sucedían las producciones, se iba alimentando un poder económico más feroz que ya nada tenía que ver con el poder creativo de los comienzos. ¿Cómo contempló usted esta evolución desde un punto de vista profesional y personal?

En aquella época no me podía alejar para nada de aquel tipo de cine porque yo quería continuar siendo actriz, de manera que ni siquiera me lo planteaba. Hubo dos años en los que no tuve trabajo y recuerdo aquel tiempo como una temporada realmente horrible. No sabía qué podía hacer, de manera que decidí esperar y parar un poquito. La mujer de Hal Harley, Miho Nikaido, actriz en la película Flirt y después diseñadora de vestuario, en ese momento de poco trabajo, también se planteó cambiar de profesión. Pero cuando hablábamos de esto, Miho lo tenía muy claro. Me decía entonces que yo había nacido para ser actriz, que solo podía ser actriz y que lo único que podía hacer era continuar siendo actriz. Y la verdad es que tuvo razón porque yo sólo he sabido interpretar papeles en mi vida. De la otra parte, de la mirada económica a la que te refieres, en aquel momento no era muy consciente. Ahora lo soy más. Soy más consciente de como la economía afecta a las películas de bajo presupuesto que siempre constituyeron un cine más libre y creativo. Hoy lo veo más claro que antes. Son proyectos frágiles que no solo dependen del talento. A veces también de la suerte. Entonces, Hal tenía suerte, pero ahora ya no la tiene. Los trabajos que hace proceden del dinero que saca en internet.

Una de sus participaciones en Basquiat, con David Bowie. ¿Cómo fue la experiencia de poder rodar aquella escena en la galería de arte, con un Bowie más Warhol que el propio Andy Warhol?

Mi exmarido era pintor y eso hizo que yo estuviera entonces acostumbrada a las galerías de arte y a la pintura. Conocía a Anina Rosei, la galerista a la que interpreté en ese film. Entonces yo tenía 28 o 27 años. En realidad, de Baquiat recuerdo a un joven Schnabel dirigiéndome y me veo en aquella época siendo muy cría, muy naif. Sabía quién era Bowie pero debo confesar que mi vecino era Iggy Pop y eso ni siquiera lo conocía. Ignoraba por completo quién era Iggy. Entonces sólo sabía que aquel señor me despertaba todas las mañanas cuando se ponía a tocar música. Quién me lo iba a decir. A ver, que tocase más bajo, le decía a una que después me indicó quién era. Recuerdo la escena de la galería. En aquella escena también estaba Dennis Hopper y Julian Schanabel. Y allí estaba Hopper dandole instrucciones a Schanable de cómo tenía que coger la cámara, de cómo tenía que grabar. “¡lo estás haciendo mal!”, le gritaba a Julian delante de todo el mundo. A Hopper no le daba vergüenza nada. Se creía un pequeño Griffith. Por otra parte, estaba David Bowie. Cuando estábamos en el mismo camión de maquillaje, se dirigía a mí. Me enseñó unas fotos de otro joven artista que resultó ser Damian Hirts y aquella situación me hizo comprender que en realidad, David era un gran artista porque también se interesaba por el trabajo de otros y porque se molestaba en enseñarme a mí, que no sabía quién era o sí lo sabía, lo que estaban haciendo otros artistas. En el fondo, Bowie era una persona muy normal, un gran artista, con los pies en la tierra. Descubrí su grandeza a través de su amor y pasión por el arte de los demás.

Elina Löwensohn. Foto de David Aguilar Sánchez.

Qué ha significado para usted esta última etapa con Beltrand Mandico

Como actriz, me siento más artista. Normalmente no ha sido así, pero desde que conozco a Beltrand, y ya van 12 años, me siento artista. Me he sentido interprete para el trabajo de otros, pero con él siento que el trabajo se acerca más a una construcción, después de tantos años, y por primera vez en mi vida me siento implicada completamente con el trabajo.

Conan le barbarienn se ha descrito como el próximo trabajo entre ambos, otorgando a este icono de la cultura pop un carácter feminista. ¿Cómo surge este proyecto y cómo se dota de sentido femenino a un personaje pop de la tradición del comic y el cine tan masculino?

En esa película yo no interpreto a Conan, sino al perro de los infiernos, que se llama Reiner en homenaje a Rainer Werner Fassbinder. Visto una chupa de cuero. En realidad, nunca se habla de feminismo. Lo que le interesa a Beltrand, mayormente, es trabajar con actrices. Cona tomó la figura de Conan del comic que a él no le gusta, pero sí le gusta el trabajo del artista. Un director de teatro le pidió hacer una obra de inspirada en Conan. No se pudo por el covid, pero si cabía la posibilidad de una película. Vamos a hacer La Conan. Beltrand está más bien interesado en construir personjes que no tienen género. La división entre masculino y femenino no le interesa. A Bertrand le gustaría que todo fuera como un caracol.

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