Quizá el nacimiento y consolidación de Humo Internacional sea una de las mejores noticias no solo musicales, sino también culturales, que ha dado la Asturies del declive demográfico. Y es que a pesar de todo, aquí hay resistentes y kamikazes que hacen que pasen cosas interesantes.
Surgido en 2015, tras siete años de Discos Humeantes, un sello que anticipó a pequeña escala lo que estaba por venir, Humo Internacional ha supuesto la consolidación de una apuesta underground pero ambiciosa, artesanal pero no chapucera, con vocación de llegar a un público cada vez mayor, y que ha vuelto a colocar a la música asturiana a un nivel de proyección que no se recordaba desde los ya lejanos tiempos del Xixón Sound, cuando la escena independiente local se puso de moda en toda España al ritmo de “Chup, chup, chup”.
Con trabajo, perseverancia, riesgo, mucha inteligencia y unas imprescindibles dosis de picardía y caradura, Pablo Fernández y su equipo han ido construyendo un sello con un estilo y una imagen propios e intransferibles, una plataforma y un catálogo que han permitido a la escena asturiana dialogar de tú a tú con otros grupos de toda España, colocando otra vez a esta pequeña y envejecida periferia del noroeste peninsular en el mapa de los sonidos más inquietos y vanguardistas. Todo ello sin renunciar a la fiesta, el jolgorio y el buen vivir. Son cosas que no pasan todos los días, y conviene recordárnoslas de vez en cuando.

Para celebrar todo esto y lo que está por venir, un año más el Humo Fest se convirtió en la fiesta navideña del sello, el escaparate de lo que la discográfica se trae entre manos, y una oportunidad para el reencuentro y la comunidad de un público hambriento de disfrutar de otros sonidos y experiencias.
Abrió fuego la madrileña Cruhda aka Paula Gómez de Caso, una de las artistas más interesantes del sello asturiano, y que en su trabajo hibrida las raíces folklóricas de la España interior y de secano, con la electrónica de vanguardia. Si no la conocen apunten su nombre. Llegó después Ernesto Avelino, ex Fasenuova, un artista carismático y sin complejos, que jugaba en casa. El público se entregó a disfrutar de su show de one man band alucinado. Cachito Turulo, su nueva personalidad musical, enamoró con temas que van camino de convertirse en anómalos himnos como “¡Qué bien vives pelusito!”. También de casa, Balcanes, taladró cerebros con su punk destructivo y a ratos autoparódico, y dejó el escenario caliente para que remataran la faena los madrileños Somos la herencia, una de las grandes apuestas del sello.

La noche se desenvolvió en una cuidada atmósfera de oscuridad, humo y luz roja, que mezcló a talluditos y jóvenes, en una sala, la Gong de Oviedo/Uviéu, con las dimensiones perfectas para lo que quiere ser y con toda probabilidad va a ser. En enero habrá sorpresas agradables que contar sobre un local llamado a convertirse en lugar de peregrinaje musical.