Maldito bollodrama es un podcast de bolleras para bolleras que también escuchan las personas heterosexuales. Cada vez más. Pretendían visibilizar las cosas que las atraviesan y han conseguido atraer a un mundo diverso de personas para las que son un referente. Algo que confiesan que las ha pillado con el pie cambiado porque no era su objetivo inicial, pero están encantadas de haberse apropiado de ese espacio en el que se han convertido en una ayuda para otras personas. “Los medios de comunicación son un arma poderosa de transformación social”, afirma Bake Gómeza. Y así lo están viviendo.
Quiénes son Bake y Terci.
Laura Terciado: Nosotras somos Terci y Bake y Bake y Terci y tenemos un podcast que se llama Maldito Bollodrama. Bake Gómez y Laura Terciado somos dos lesbianas, lo primero, y como segunda característica somos dos periodistas y comunicadoras que nos dedicamos al mundo audiovisual. Hemos estado siempre en los medios. Un día nos dimos cuenta de que no había representación lésbica en los medios, tampoco en el mainstream ni en el mundo del podcast, que ahora mismo está en auge absoluto, o las redes sociales. Decidimos que ya que no había voces que nos representasen, porqué no íbamos a hacerlo nosotras mismas. Yo contacté a Bake y le dije ¡Vamos a hacer esto ya!
Bake Gómez: Terci curraba mucho en el mundo del podcast y yo estaba haciendo contenido para IG, empresas. También tengo proyectos míos personales sobre feminismo, entrevistas a mujeres, el documental de Papá gestante. El mundo podcast me llamaba la atención pero no tenía tiempo para meterme en ello. Pensaba explorar este formato, y justo en esa semana, que estaba con esa reflexión, me escribe ella “¡Tía, nos hemos visto una vez solamente, pero creo que podría funcionar contigo, se me ha ocurrido esta idea, yo curro en el mundo del podcast, lo tengo clarísimo, un podcast de lesbianas, que no hay y funcionaría…!”. Y le digo, “te va a parecer una puta locura pero esta semana he estado reflexionando esto y a la hora de pensar en mujeres con las que currar me has venido tú a la cabeza…” Fue una especie de match mágico del universo lésbico, y a partir de ahí juntamos mi parte audiovisual de poner las cámaras, la edición, sonido… y ella, que es una animal de podcast y ha llevado las redes de programas de súper éxito, ella tenía la clave para que esto fuese un cohete con destino a la luna.
LT: La verdad es que es un cohete con destino a la luna. No pensábamos que íbamos a llegar donde hemos llegado, pensábamos que íbamos a tener repercusión en las redes sociales, no a nivel social. No nos imaginábamos en ningún momento que, de repente, íbamos a ser referentes. Me da un poco de vértigo eso de referente, pero sí es cierto que ha sido la Semana de la Visibilidad Lésbica y nos ha llamado todo el mundo. En ningún momento pensamos que le íbamos a interesar a tanta gente y que tantas personas iban a hacer cola para escucharnos en una mesa redonda con Bob Pop. ¡Yo nunca pensé que me iba a sentar en una mesa con Bob Pop!

BG: Yo siempre he pensado que la comunicación es una herramienta súper potente y transformadora, y por eso doy tanta importancia a mostrar historias distintas, porque a partir de ahí se crean los imaginarios sobre los que se basan las cosas, y lo mejor de este podcast es ver que está transformando cosas. No es algo de lo que yo tuviera constancia hasta que se nos ha acercado gente y nos ha dicho, como ayer, una señora que ha salido del armario con cuarentaypico años. ¡Qué locura!, hay gente que está tomando decisiones en su vida, que cambian su historia personal en base a que estamos ella y yo contando en el salón de mi casa nuestro último desengaño amoroso o lo que nos ha pasado con relaciones de poder… ¡y esto está transformando vidas! Es fuerte, muy fuerte.
Es la importancia de los referentes, como decís. También para gente hetero o que no tiene muy claro su orientación o que se acerca para saber de qué habláis. Y abrís mentes.
LT: No era nuestra pretensión. De primeras era hablar de las realidades que atraviesa al colectivo de las lesbianas y nos hemos dado cuenta de que hemos acabado haciendo un podcast de sociología porque las relaciones son prácticamente todas iguales. Y el puente que hemos encontrado es que la gente vea esos paralelismos y que las relaciones son patrones relacionales, que no cambia nada que tú seas lesbiana, gay, bisexual… que lo que tenemos en común el colectivo LGTBIQ+ son las violencias sociales que recibimos, pero la forma de relacionarnos la hemos copiado, igual que hemos copiado todo el mundo.
BG: Hay algo diferente, y es que las diferentes siglas del colectivo estamos ocupando espacios y tengamos trabajo, familia, amigos… Estamos en el mundo. También nos relacionamos con personas heterosexuales y al revés. Muchas veces también ha servido para que gente hetero sepa nuestra realidad y cómo relacionarnos. A mí uno de los mensajes que más me gustó es el de un chico que yo conocía a raíz de hacer deporte: “Tía, a raíz de haberos escuchado he entendido muchas cosas que le pasaban a un amigo que es gay, mi amigo de toda la vida, que no entendía por qué quería ir siempre a sitios de ambiente y, a raíz de escucharos, he podido empatizar con las violencias que sufre y sé querer mejor a mis amigos”. Y a mí esa frase me gustó muchísimo porque, si a raíz de escucharme a mí vas a querer mejor a tu gente y vas a cuidar mejor y ser mejor persona, pues de eso va todo esto.
Un efecto colateral: trabajar las nuevas masculinidades o las masculinidades disidentes, vulnerables… que no tienen por qué estar dentro de lo homo.
LT: Exacto. Y las feminidades también, que nosotras reivindicamos eso: hay lesbianas que son machistas, lesbianas que no lo saben y personas, chicas bisexuales que están encajonadas en eso. La expresión de género es compleja y los roles no son fluidos, y deberían serlo. Eso también le afecta a la gente heterosexual. Y nosotras estamos muy orgullosas en ese sentido de decir que hay peña replanteándose cosas que le pasan en su vida, en cómo se comportan o sienten, escuchando sin prejuicios a dos lesbianas: son dos personas que están hablando de cuestiones normales.
Hablabais de los miedos de vuestro entorno a que no encontrarais trabajo por vuestra condición sexual, pero sí lo tenéis y también os dedicáis al freelanceo. Estáis y ocupáis un espacio digno y haciendo activismo.
LT: He tenido que demostrar que soy exactamente igual que mis hermanos y hermanas y tener un trabajo normal, una familia, maternar si quiero hacerlo… lo único que nos diferencia del resto de las personas es nuestra orientación, y que me acuesto con mujeres en lugar de con hombres. El resto socialmente tiene que ser lo mismo, pero ha sido ese empecinamiento ideológico y de carácter comunicacional. ¿Por qué nos tenemos que esforzar en demostrar que somos gente normal? Es el derecho al trabajo digno, a la vivienda digna y a mogollón de cosas. Hay sitios donde no puedo ir de vacaciones porque soy lesbiana, donde no puedo conseguir un alquiler porque no quieren alquilárselo a dos mujeres por puro prejuicio.
BG: También seguimos compaginando trabajos con el podcast. Esto es mi fin de semana. Si tuviésemos un mensaje más amable, menos reinvidicativo, igual nos iría mejor a nivel monetario. Pero no estamos dispuestas a pasar por ese aro porque si no se perdería la esencia y es muy importante que, detrás del activismo que hacemos, no hay un objetivo monetario. Hacer activismo es más precario cuando eres freelance y tienes que compaginarlo, pagar un alquiler… pero también es parte de la esencia y si no, no sería un podcast.

LT: Parece muy naïf decir no queremos dinero ni fama, queremos ayudar a la gente, pero en realidad es que queremos ayudar a la gente. Esto es un ejercicio de desahogo y representación: que haya peña de 40 años que nos diga “ojalá os hubiese escuchado cuando tenía 16”, y gente de 16 que digan “me estáis ayudando y no me siento sola”. Porque nosotras nos hemos sentido solas: la única lesbiana de Ávila o de Cartagena.
Cuando estáis ubicadas en las periferias… ¿podríais trabajar en algo más mainstream, o los proyectos en los que trabajáis os llevan a otros proyectos periféricos?
LT: Por eso nosotras también decimos que sí a eventos como éste, no nos queremos quedar en Madrid. Es verdad que igual que hay que utilizar el capitalismo para tener voz y las redes sociales, también hay que utilizar ese centrismo de estar en Madrid para tener voz porque si me hubiera quedado en Ávila, o ella en Cartagena, igual no tendríamos este podcast. No queremos hacer un show, llenar el Wizink, que igual, pero que eso no me quite de ir a Asturias, de ir a Palencia… lugares pequeñitos donde haya gente que necesite escucharme.
BG: Todas las herramientas que pueden ser en principio contraproducentes u opresoras, también pueden ser caballo de Troya. No en todo se puede pero creo que en los medios de comunicación sí. Nosotras intentamos expandirnos fuera de Madrid, y nos mola muchísimo ir, y no nos mueve la pasta, viajamos con el ordenador en el coche, hoy tenemos que currar por la tarde, no vamos a tener puente. No nos compensa a nivel de tiempo o pasta, pero va con el podcast porque a mí me hubiese gustado que cuando tenía 12 años hubiese venido a mi ciudad dos lesbianas a hablar de cosas de lesbianas porque eso hubiese hecho que podía existir.
Hay algo importante también que es el discurso de empoderamiento, de poder salirse del marco, instalar en esas periferias, sean lo que sean, y eso no es malo. ¿Creéis que hay un cambio generacional en cuanto a la enculturización judeo-católica de la culpa?
BG: En las redes sociales hay mucho hater, mucho odio, pero también muchos referentes positivos que igual en cantidad no son lo mismo, pero porque a la disidencia se nos ha enseñado a no ocupar el espacio político y a que todo quede para dentro. Somos incómodas para la sociedad, y a las mujeres más todavía.
LT: Y ese hate en las redes sociales es más a las mujeres todavía.
BG: Se nos ha enseñado que lo que tenemos que decir no es importante y que calladitas estamos más guapas. Cuesta mucho más salir a la palestra y visibilizar cosas pero cuando pasa una, pasan todas. Cada vez hay más referentes porque Internet nos ha dado eso, está democratizado, aunque tiene la parte mala de que cualquier persona puede lanzar un discurso de odio. Pero también se puede reivindicar el brillo, la purpurina, la pluma, ser bollera, que te rapas la cabeza… y eso es un balón de oxígeno. Yo no sé cómo hubiera sido mi adolescencia sin Internet porque era mi escape. En esta generación hay un salto imparable.
LT: Yo iba a un colegio de curas y a mí me han dicho que las lesbianas no existen y los mariquitas son una lacra de las sociedades avanzadas. Cuando escuchas ese tipo de discursos no piensas que no existes. Lo que piensas es que existes solo tú, y estás sola, y tienes algo que está mal, y que no vas a ser feliz… Nosotras hacemos una labor importante de decirle a la gente lo que nos hubiese gustado escuchar. Me hubiese gustado escuchar antes de los 18 años que me fui a Madrid, no pasa nada, está bien y hay más gente como tú, lo que te están diciendo es por un motivo muy determinado: que no pongas en duda sus estamentos, su educación y lo que quieren que sea la sociedad. Tú no tienes el problema, lo tienen ellos porque no quieren que existas porque les das miedo. A mí me hace pensar mucho por qué les parecemos peligrosas las lesbianas, no tiene sentido. O sí lo tiene: porque te estoy haciendo plantearte cosas y te estoy haciendo pensar todo el rato; y a lo mejor el que no lo haces bien eres tú.
BG: El hecho de ser LGTBIQ+ rompe con el concepto de familia tradicional. En el momento en el que rompes eso, te estás cargando los moldes del capitalismo, de las sociedades de consumo. Como lo de que no lo llamen matrimonio porque es entre un hombre y una mujer. Hay una reacción absolutamente violenta a eso que el PP la tenía como “bueno, si nos dan dinero…”. Y Vox sale con esa violencia que tienen dentro de que “vienen a destruir el modelo”. Pues sí, venimos a destruirlo y a abrirlo porque hay familias de todo tipo.
LT: Y gente de todo tipo. Hemos estado en un oasis de inclusión, pero giras la cabeza y mira lo que está pasando en EE.UU., en Hungría, con Meloni… En Europa ahora mismo hay un movimiento reaccionario contra lo LGTBIQ+. Quieren prohibir la existencia de las personas trans, el matrimonio, que podamos adoptar; y luego hay gente comprando niños y niñas y saliendo en el Hola por mucho mucho dinero. Pero ¿por qué centralizan que el mal lo hacemos las personas LGTBIQ+? Nosotras tenemos derecho a tener familia, a que nos quieran y a querer; o a no querer a nadie y follar con otra gente porque sí. Ellos pueden decirnos lo que tenemos que ser y cómo hacer las cosas, pero es a nosotras a las que se les acusa de estar adoctrinando a las demás personas de lo que tienen que ser y cómo cuando lo único que decimos es puedes ser lo que quieras, hacer lo que quieras y vivir como quieras porque eso es la vida en realidad: ser libre.
Si nos quedamos con la descripción de un podcast de bolleras para bolleras… ¿De qué hablan las bolleras? Porque hay temas transversales, independientemente de la orientación o identidad.
BG: Sí, lo que hablamos de la cuota que se nos reserva a lo LGTB. No somos una parte del catálogo. La aspiración debería ser que nuestras historias se entremezclen porque están entremezcladas, porque el hecho de que haya una etiqueta LGTBIQ+ en Netflix es como ¿qué somos, otro tipo de narración? Yo quiero estar dentro de la sociedad.
LT: Y esa banderita la quiero en un hotel para darme cuenta de que aquí si me pasa algo se van a tomar medidas. Y lo que pasa en Netflix está muy bien, pero no me pongas como categoría, inclúyeme en las series, que existo. ¡Estamos en todas las puñeteras partes!
BG: El estilo de violencia que recibo en Instagram es diferente cuando me leen como chico a cuando me leen como chica. Y eso es muy revelador porque la manera en que se dirige el patriarcado a las mujeres es desde el terror sexual, sobre todo. Si te leen como chico es distinto.
LT: Entre ella y yo también pasa. A ella le suelen decir eres una planchabragas, y a mí la frase más recurrente es que mi padre me abandonó. A ella le leen como hombre por la expresión de género, y es muy fuerte. Con ella se meten sobre todo con sus ideas políticas y a mí cuando hablo desde lo sentimental. Yo no soy lesbiana porque mi padre me abandonase. Yo tuve una reacción contra la feminidad por lo que nos suelen decir de crías, que me costó mucho volverme a relacionar con esa feminidad, pintarme el ojo, ponerme ciertos vestidos… reaccioné a lo contrario, voy a ir como un chico… Te encajonan en esa feminidad. Las lesbianas son machorros, y si eres lesbiana y tienes cosas femeninas, está mal también. ¿Qué quieres que sea entonces?
BG: En cambio las lesbianas con estilo femenino a las marcas les mola.

Lo que marca la expresión de género.
LT: La expresión de género es una cosa ultra mega compleja. A mí muchas veces me dicen pareces otra persona cuando te sueltas el pelo. Es que todo es género fluido, todo es parte de mí misma. Yo no soy el tipo de ropa que me pongo, la ropa no tiene género, por mucho que lo queramos.
BG: Igual que cuando una persona hetero puede tener pluma, y no tiene por qué ser lesbiana. Siempre he sido muy masculina de pequeña y cuando se lo dije a mi madre, le pregunté “¿No te habías dado cuenta?”. “No, porque yo no asociaba que llevar la gorra patrás, camisa de cuadros y tal era ser lesbiana”. Y al principio yo decía, “¡pues claro que sí!”, pero ahora digo “no tiene porqué”. Tú puedes tener una hija que juega al fútbol y salte y corra y que se sienta atraída por hombres.
LT: O un hijo que llore, se pinte las uñas y le gusten las muñecas no tiene porqué ser, como dicen, un maricón.
BG: Yo que estoy híper deconstruida pero me acuerdo una vez que vi una sudadera en la sección de chicos y no la compré, y me dijo mi novia “¿y por qué no?”. Y a partir de ahí… ¿qué es de chico o chica? Pero a día de hoy aún hay tabús.
LT: Yo en ese sentido tengo la cabeza muy dura y desde pequeña ya empecé a reivindicar que no quiero llevar vestiditos, no quería muñecas y tuve la suerte de que mi madre me dejó libertad absoluta. Hay gente que traga, pero a mí si me traes una muñeca, no voy a jugar. Tuve esa determinación: obligué a mi madre a tener esa libertad. Pero siempre he escuchado ¡ay, si fueras más femenina, qué guapa estás con el pelo suelto! Porque el género es performativo y desde que nacemos nos asignan un género, y ahí es cuando lo estamos performando, porque el género no tiene porqué ser como nos han dicho hasta ahora.
BG: Yo de pequeña no tenía problema en llevar ropa de niño, pero en la adolescencia me cambié para ser un cuerpo que encajara con el patriarcado y no me hiciesen bullying. Ahí escondí toda mi pluma. Los niños de pequeños no tienen prejuicios, se los metemos los adultos.
Habláis mucho de lo matrimonios bostonianos, señoras que se empotraron hace tiempo.
LT: La palabra lesbiana da miedo. Igual que nosotras nos hemos tenido que apropiar de eso porque siempre nos ha parecido un insulto, a la gente heterosexual les da miedo esa palabra y cómo tratarnos porque lo han utilizado como insulto mucho tiempo. Y nosotras siempre lo decimos, hay una doble invisibilización de las lesbianas, por ser del colectivo LGTBIQ+ y por ser mujeres. Como que no hemos recibido violencia física, por así decirlo, por ser lesbianas, porque a un maricón le doy dos hostias y se le pasa. Históricamente han cogido una posición discreta: yo vivo con mi amiga y no le tengo que dar explicaciones a nadie. Una resistencia pasiva que no nos ha venido del todo bien porque ahora tenemos que estar reivindicando que vivimos juntas porque somos lesbianas, pareja y follamos.
BG: Lo que no se nombra no existe, que es una manera de invisibilizarnos. Todo lo que es un poco disidente de la heteronorma cisblanca, como las personas de color, las rellenitas… Ya se está empezando a nombrar a los cuerpos y las identidades disidentes. Todo lo que no consideran normal lo ven como un insulto. Reivindicamos eso, y sobre todo, más que el qué se dice, es el cómo se dice.
¿Creéis que hay más igualdad, más apertura de mente en la peña más joven? Nosotras estamos hasta el coño de aguantar determinadas cosas y estos tipos de aquí no saben ni cómo recolocarse ni cómo afrontar, lo que supone más violencia todavía. ¿Cómo lo percibís?
BG: Yo soy optimista porque hay una parte de progreso que ya hemos conseguido y que no se puede ir hacia atrás, aunque ahora hay una reacción. Pero es que en nuestra época ni siquiera había reacción porque no había nada a lo que reaccionar. No creo que haya más fascismo que antes, pero creo que ha pasado una cosa, que es lo peligroso, que han llegado a las instituciones. Ese discurso que antes les daba vergüenza decir porque se autocensuraban, ahora al ver que hay señores con traje en el Congreso de los Diputados dando esos mensajes, les envalentona para decirlo en sus casas, en los bares, y que la gente los escuche. Ante eso está el no bajar la guardia, seguir resistiendo, seguir educando, porque es la única manera de avanzar. No creo que haya más, pero es que tienen más voz. Y menos miedo.
LT: Hablamos todo el rato de la pedagogía pero también hay que romper el círculo de la violencia porque hay chavales que en los institutos son violentos porque otras personas hacen lo que a ellos no les han dejado. Si yo en mi casa me pinto las uñas siendo un chico y mi padre me dice “eres un maricón, no hagas eso”, yo no podré hacerlo y esa violencia me la guardo y cuando veo a un chaval en el colegio que lo hace, proyecto esa mierda. Y eso desde los cuerpos educacionales se tiene que tener muy en cuenta. Y a esos chavales hay que explicarles que aunque te hayan hecho eso, está mal, no lo perpetúes. Lo que está bien es que tú puedas ser como tú quieras. ¿A ti te han limitado las libertades? Cuéntamelo, que yo te ayudo, en vez de estar proyectando hacia los demás.
BG: Igual que el mundo novatadas. El novato que las aguanta es porque sabe que el año siguiente es el que las haga. Hay que acabar con esta mierda.