Xixón, 15 de agosto de 1914: capital del movimiento antitaurino

El verano del estallido de la Primera Guerra Mundial una multitud de gijoneses y asturianos se manifestaba contra el sacrificio animal.

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Diego Díaz Alonso
Diego Díaz Alonso
Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.

“Por iniciativa de la Sociedad Antiflamenquista, y patrocinada por todos los centros de cultura locales y asociaciones obreras, ayer se celebró en esta ciudad una gran fiesta antitaurina presidida por los señores Azcárate y Sela, quienes pusieron su prestigio y su autoridad al servicio de la sociedad. El acto se celebró al aire libre, a la misma hora en que tenía lugar una corrida de toros. Fue en los aledaños de Gijón, en lo alto de una colina. Acudieron cuatro mil personas al llamamiento de la Sociedad Antiflamenquista, surgida por obra de las prédicas de Eugenio Noel, que visitó esta tierra hace algún tiempo y arremetió contra la «afición»”. Así resumía el 16 de agosto de 1914 el diario La Voz de Asturias la que ha quedado para la posteridad como una de las primeras y más grandes movilizaciones antitaurinas de la historia de España.

El acto, promovido por la Sociedad Antiflamenquista Cultural y Protectora de Animales y Plantas de Gijón, pero que congregó a personas venidas de toda Asturies, se celebró en una explanada del actual barrio de El Coto. La convocatoria fue respaldada por numerosas sociedades obreras, el partido socialista y los diferentes grupos republicanos, en especial los federales, con una importante implantación en la ciudad más poblada de la provincia, y en general todo el tejido social y cultural progresista gijonés y asturiano. El rector de la Universidad de Oviedo/Uviéu, Aniceto Sela, fue uno de los oradores de la fiesta antitaurina, que pretendía demostrar que existían para la sociedad formas alternativas de divertirse más edificantes, y sin recurrir al maltrato animal. Precisamente como oposición a la corrida de toros, los antitaurinos liberarían en El Coto centenares de pájaros de sus jaulas.

Noticia de la convocatoria.

No era la primera vez que se celebraba un acto festivo para contraprogramar las corridas de toros gijonesas, el historiador Sergio Sánchez Collantes ha documentado una pionera jira campestre promovida en 1899 por los socialistas y un mitin antitaurino en el Centro Obrero de la ciudad. No se trataba de un fenómeno aislado, aunque Asturies destacara tanto por ser la cuna de un histórico antitaurino como el ilustrado Gaspar Melchor Jovellanos, así como como uno de los territorios con menos afición de España. Desde 1900 comienzan a ser cada vez más frecuentes los mítines y fiestas antitaurinas en Barcelona, A Coruña y otras ciudades del reino.

En 1914 la tauromaquia vivía una Edad de Oro en España, pero también el antitaurinismo se articulaba en un movimiento social y cultural abolicionista que superaba lo que había sido hasta entonces más una crítica de intelectuales que un movimiento civil organizado. Juan Ignacio Codina, autor de la tesis doctoral ‘El pensamiento antitaurino en España, de la Ilustración del XVIII hasta la actualidad’ señala la importancia de las asociaciones antiflamenquistas promovidas por el novelista, periodista y agitador Eugenio Noel, pero también de otros actores sociales, culturales y políticos que reclamaron la abolición de un espectáculo que gozaba de una enorme popularidad. No toda la izquierda era antitaurina, pero el antitaurinismo gozaba de mayor predicamento entre las gentes progresistas, que identifican estos espectáculos con barbarie, atraso y violencia gratuita.

Eugenio Noel disfrazado de torero.

Noel, la gran personalidad del movimiento antitaurino español de esos años, criticaría la ‘fiesta nacional’ tanto por su compasión con los animales, como por su hondo patriotismo republicano. Como otros progresistas españoles de la época sentía horror porque la imagen de España se asociara a unos espectáculos tan sangrientos. También el jurista Leopoldo Alas Argüelles, futuro rector de la Universidad ovetense, y fusilado por los franquistas en febrero de 1937, escribía en agosto de 1913 en El País que le resultaba vergonzoso que los toros fueran la fiesta nacional española, y pedía al menos alejarlos de las ciudades y villas asturianas “que tienen próspera vida y que en nada se parecen a esas pobres ciudades del interior que viven del cuartel y de la Iglesia, y por cuyas muertas calles solo vemos algunos pantalones colorados o algunas sotanas negras”.

“Los toros no encajaban con el proyecto de modernización y europeización al que aspiraban muchos de aquellos reformistas republicanos y socialistas”

Los toros no encajaban con el proyecto de modernización y europeización de España al que aspiraban muchos de aquellos reformistas republicanos y socialistas que mitificaban la palabra Europa. Sin embargo, y paradójicamente, la guerra sí. Y es que el verano de 1914 sería también el verano del estallido de la Gran Guerra entre imperios europeos. Más que la actualidad taurina, las noticias sobre los movimientos diplomáticos y maniobras militares ocupaban las primeras páginas de los periódicos asturianos y españoles. Muchos progresistas lamentaban que España, por su atraso con respecto a las naciones más industrializadas de Europa, no pudiera estar a la altura económica y militar de participar en el conflicto del lado de Francia y Gran Bretaña.

Leopoldo Alas Argüelles.

Una ola de agresivo patriotismo militar invadía las mentes y corazones de muchos europeos progresistas, que por difícil que pueda resultar de entender, encontraban motivos civilizatorios y humanitarios para lanzar a sus países a una guerra de proporciones devastadoras, inimaginables en aquel verano de 1914. Socialistas, sindicalistas, demócratas librepensadores, reformistas sociales y sufragistas de toda Europa, antes enfrentados y enfrentadas a sus respectivos gobiernos, ahora abandonaban la crítica combativa, ponían fin a las huelgas, movilizaciones y escritos críticos, y cerraban filas con sus respectivos gobiernos en una “unión sagrada” con las elites económicas y políticas del país. Sólo una minoría de las izquierdas se resistiría a secundar la explosión patriótica y militarista que se vivía en Europa. Muchos menos apoyarían la consigna de sabotear el esfuerzo bélico, apoyar las deserciones y rebeliones, y declarar desde la retaguardia la “guerra a la guerra”.

Portada de El Noroeste relativo al estallido de la Gran Guerra.

El 31 de julio de 1914, quince días antes de que los antitaurinos asturianos celebraran su gran acto en El Coto, caía asesinado en París por las balas de un fanático nacionalista francés el diputado socialista Jean Jaurés. Acérrimo defensor de la paz en Europa, su asesinato dejaría a los sectores de la izquierda más antibelicista huérfanos de un referente político de primer orden. El autor material del crimen y quienes lo instigaron no se habían equivocado con el blanco elegido. La mayoría de los partidos socialistas terminarían apoyando la guerra imperialista a la que antes se habían opuesto en nombre de la fraternidad universal y el internacionalismo obrero.

Jean Jaurés en un mitin en París.

También una gran parte de la izquierda social, cultural y política española, con los republicanos a la cabeza, pero también amplios sectores del PSOE, se irían deslizando a lo largo del conflicto de la neutralidad a la defensa del bando de los Aliados en nombre de la democracia, la libertad y los intereses de España. Las mismas plazas de toros que antes habían sido criticadas por muchos progresistas por acoger espectáculos de brutalidad y violencia que degradaban moralmente a sus participantes, se convertirían poco tiempo más tarde en el escenario, como en Madrid en mayo de 1917, de enormes mítines aliadófilos promovidos por las izquierdas liberales y republicanas para defender la participación de España en otra matanza: la de la Primera Guerra Mundial.

10 millones de personas perderían la vida en aquella guerra que comenzaba a incubarse el mismo verano en que la explanada del Coto los antitaurinos locales liberaban a los pájaros de sus jaulas invitando a los gijoneses y asturianos a disfrutar de una vida libre de violencia y de maltrato. Felices, alegres, ajenos al sacrificio humano que estaba por llegar.

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