¡Pero si solo es un piquito!

¡Pero si solo es un piquito! ¿Por qué causa tanto revuelo? ¿Dónde está la polémica?

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Silvia Fernández García
Silvia Fernández García
Técnica en Igualdad de Género. Compañera de la Mesa Nacional de Aína Asturies.

Durante estas dos últimas semanas el “beso robado” de Luis Rubiales a una jugadora
de la Selección Española Femenina de Fútbol monopoliza las conversaciones en las
redes sociales, en los chigres, en los medios de comunicación y en las calles. La victoria
del Mundial de Fútbol Femenino queda en un segundo plano tras las imágenes de esta
“acción polémica”, como lo denominan diferentes medios. ¡Pero si solo es un piquito!
¿Por qué causa tanto revuelo? ¿Dónde está la polémica?

Pienso en los piquitos que di y recibí, en los picos como demostración mutua de cariño
o deseo entre iguales. Pero también en los momentos donde accedieron a mi cuerpo
bajo presión o chantaje, es decir, sin consentimiento. “No me gustó”, dijo Jenni
Hermoso
sobre el piquito. A mí tampoco me gustaron esas experiencias porque nada
tienen que ver con el deseo o el cariño, sino con el ejercicio del poder masculino y la
reafirmación de la masculinidad hegemónica a través del dominio del cuerpo de las
mujeres, es decir, a través de la violencia sexual.

“El beso no fue consentido” explica Jenni Hermoso en un comunicado, desafiando los
mandatos de género femeninos, situándose como sujeto del relato y no como
objeto, poniendo voz a todas las mujeres que alguna vez vimos cómo nuestro cuerpo
fue violentado. Y el castigo no tardó en llegar porque, ¿cómo se atreve una mujer a
denunciar públicamente una agresión? ¿Cómo se atreve una mujer a denunciar a su
superior?

El momento de Rubiales.

Así, comienza el cuestionamiento sobre el hecho en sí y sobre la víctima. ¿Fue o no
fue consentido? ¿Por qué no dijo que no? ¿Por qué se rio? ¿Por qué no gritó? ¿Por qué
no le dio un empujón? ¿Por qué no se defendió? A las mujeres se nos exige que nos
defendamos hasta la muerte, cuando estamos educadas para ser serviciales,
complacientes, para agradar y para creer que no nos podemos defender.

Pero la duda no termina cuando termina la agresión: ¿por qué después siguió de
fiesta? ¿Por qué no se fue a su casa a llorar? ¿Por qué bromeó sobre el piquito? La
cultura de la violación, término acuñado por el feminismo en los años 70, construye
en el imaginario colectivo la imagen de la víctima perfecta: la mujer que no duda, la
mujer que no se recupera del trauma, la mujer que no puede seguir su vida normal
tras la agresión, la mujer-estigma, la víctima que no existe…

Las feministas conocemos los mecanismos del patriarcado y de la cultura de la
violación para perpetuar la dominación masculina. Por eso salimos en masa a las calles
en 2017, por eso ocupamos el espacio público cada 8M y cada 25N, por eso volvimos a
salir a la calle esta semana. Para recordar a todas las mujeres violentadas que nunca
fue culpa suya, que no están solas. Para recordar que nunca fue solo un piquito.

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