Fentanilo y porros

El presidente del PP está políticamente narcotizado: vive en un presente impersonal.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

La Presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha vuelto a marcarle el paso a Alberto Núñez Feijóo durante la clausura de la I Academia de la Juventud organizada por la muchachada del PP, preocupada estos días con las drojas. Entre porros y fentanilos, Díaz Ayuso lanzó su diatriba libertaria y españolista contra el PSOE y los independentistas que tienen a media España drogada con una ley de amnistía. En el PP se creen que hemos ido a Waterloo a pillar jamaro a una esquina. La amnistía es un chute de heroína de esos que te dejan flotando como una nube en el limbo, piensan los populares. El socialismo de Pedro Sánchez es la morfina que nos hace a todos elevar la mirada hacia el cielo, sin darnos cuenta de que con esta derecha estamos en el infierno.

Lo cierto es que la investidura fantasma de Núñez Feijóo le está dejando al líder popular tan colocado como si se hubiera metido un fentanilo. Cabalga a lomos de un caballo llamado muerte. Por los suburbios de Washington, caminan los zombis del siglo XXI enganchados a una droga más potente, más barata y más adictiva que el caballo. Las palabras de Aznar o de IDA son también fentanilo: potentes, baratas y adictivas. Han acabado hundiendo a Feijóo. Ciertamente, su aventura había fracasado antes de comenzar. El presidente acudirá también completamente zombi al acto del día 24 sin saber muy bien qué decir al personal y llegará absolutamente aniquilado el próximo día 26. En política, no hay nada peor que convocar una marcha a favor de uno mismo, quizá para que lo beatifiquen antes de enterrarlo. Su designación como candidato, parece un mal viaje de esos que le dejan a uno colgado para siempre.

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid

Dicen los meteorólogos del tiempo político que Feijóo ha conseguido convertir su propia investidura en una moción de censura contra un presidente que no ha sido propuesto todavía. La política parlamentaria se ha convertido en una DANA, un enorme nubarrón por el que no sabe ni se puede saber por dónde descargará sus rayos. La observamos como un huracán que se acerca y se aleja sin definir exactamente su rumbo, destrozando todo lo que toca, empantanando la vida parlamentaria y emponzoñando a la opinión pública.

Mientras se va redactando la ley de amnistía, las voces de IDA y del jerife aznarí se han ido endureciendo. El encaje territorial de Cataluña se fue desvaneciendo lentamente y para este domingo Feijóo ya no dijo nada que no le permitieran decir. Ha perdido cualquier sentido del liderazgo. El gran gallego escondido en una esquina de España terminó como Hamlet, quien nunca llegó a ser, y esa es la gran tragedia de un político siempre: terminar sus días sin ser nada. El presidente del PP está políticamente narcotizado: vive en un presente impersonal, dominado por otras voces que claman por la ruptura de España. Buscar la investidura sin los 176 naipes necesarios ha sido como salir a la noche en busca del tiempo perdido, a la vez que Sánchez hace y amasa su tiempo como se amasa la harina para hacer el pan. Hacer tiempo siempre es hacer política y también saber que el horno está encendido. Por esa misma razón, el tiempo que le queda a Feijóo sólo es una prolongación innecesaria de un fantasma septembrino cuya biografía se cerró el pasado 28 de julio. Mientras el PSOE reparte pan, en la derecha sólo se habla de porros y fentanilos y se reparten chupitos.

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