La inspiración de Aníbal

En estos tiempos de desafección política parece un milagro que haya cientos de personas velando su capilla ardiente.

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Yolanda Díaz
Yolanda Díaz
Es abogada laboralista, Ministra de Trabajo y Vicepresidenta de España.

Sé que la pena es enorme estos días en Mieres. Sé que lo es porque cuando nos deja alguien como Aníbal Vázquez sólo podemos llorar y abrazarnos. Eso primero. Y después alegrarnos de que alguien como él haya sabido crear ejemplo y esperanza hasta el último suspiro. Un modelo a seguir para quienes pretendemos mejorar la vida de los y las trabajadoras luchando para crear la posibilidad de un futuro mejor siempre desde el diálogo y los acuerdos.

Él lo hizo desde siempre. Primero en su etapa sindical: tanto como dirigente en el Pozo Nicolasa como en su gran labor después al frente de Seguridad Laboral de Comisiones Obreras a nivel nacional e internacional. Su obsesión era lógica: quien conoce la mina sabe que el final siempre puede esperarte en esa oscuridad que compartes con tus compañeros. Una muerte inesperada en un accidente, sí, o más lenta, tiempo después, con la temida silicosis que tantos pulmones mineros ha destrozado. Aníbal lo sabía y, como buen minero, era determinado y no se rendía teniendo como fuerza el apoyo de los suyos, a quienes nunca olvidaba en todas y cada una de sus acciones.

Ni cuando se jubiló paró, al revés. Como uno de los fundadores de la Asociación “Santa Bárbara” tuvo un papel fundamental para conservar el patrimonio minero y su fuerza cultural. Decía que lo único que él sabía era de la mina y que, por eso, lo que hacía, era rodearse de gente lista, más joven tal vez, y dejar hacer. Son varios los ejemplos de personas brillantes de las que se supo rodear en estos años.

Como vicepresidente segundo de la FEMP peleó por la justicia en la financiación de las administraciones locales, tan importantes para el equilibro en nuestro país. Lo hizo para que esa transición justa lo fuera realmente. Desde ACOM también trabajó en esa dirección hasta lograr desbloquear los Fondos Mineros y reactivar económica y socialmente las Cuencas.

Es inspiración pura no sólo para quienes nos dedicamos a proteger el bien común, sino para toda la ciudadanía

Todo lo hacía siendo muy claro con su pueblo. Decía, de hecho, que no quería traductores: que a la gente había que decirle las cosas como eran. Lo que se podía hacer y lo que no. Su bandera era la honestidad y funcionaba, claro, porque a la ciudadanía hay que tratarla con respeto. Sencillamente quiere confianza y claridad. Y Aníbal era la síntesis de ambas cosas. Por eso cuando llegó al Ayuntamiento de Mieres en 2011 por primera vez aclaró que no había dinero para hacer nada, ni una acera. Y así fue. Lo señala Aitana Castaño en su crónica para El Diario.es : sus palabras exactas fueron “No tenemos un putu duru”, y que eso los periodistas, con sutileza, lo tradujeron como “los recursos económicos del Ayuntamiento son limitados”. Y él, con cariño, les dijo que, por favor, no le tradujeran, que la gente entendía muy bien lo que quería decir. Y debía tener razón porque revalidó su cargo como alcalde con nada menos que tres mayorías absolutas conseguidas en las elecciones municipales de 2015, 2019 y 2023. Tuve la suerte de poder estar con él en esa última etapa y abrazarle por última vez.

Es inspiración pura no sólo para quienes nos dedicamos a proteger el bien común, sino para toda la ciudadanía. En estos tiempos de desafección política parece un milagro que haya cientos de personas velando su capilla ardiente. Pero no es ningún milagro, en realidad: es el resultado de la honestidad de un hombre que vino de la mina, la vio cerrarse, clavó sus pies en la tierra y los ojos en el horizonte confiando en la comunidad que supo crear a su alrededor. Porque un hombre solo no es nada, pero sí lo es quien sabe generar alianzas suficientes para mejorar la vida de su pueblo, de su gente, y poder sostenerles la mirada y decirles, cuando no hay, que no hay nada, y cuando hay, que se luchará para repartirlo y hacer justicia donde tantas veces no la hubo. Ni en los accidentes ni en los pulmones rotos de tantos trabajadores.

Quiero compartir ese último abrazo que me dio con su familia, con su pueblo y con su partido Izquierda Unida, al que perteneció desde su fundación.

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