Es ya un lugar común en los ritos celebratorios de la izquierda española, levantarse cada 25 de abril recordando la medianoche de tal día allá por 1974, cuando los soldados del MFA (Movimiento das Forzas Armadas) entraba a punta de pistola en el estudio de Radio Renasença para obligar a emitir Grândola, Vila Morena, de José ‘Zeca’ Afonso.
Era la señal que las tropas, dirigidas por los jóvenes capitanes del Ejército portugués, esperaban para alzarse contra el Estado Novo, régimen dirigido por Marcelo Caetano, sucesor de Antonio Salazar, al mando de una de las dictaduras más represivas, autoritarias y longevas de Europa.
El imprint político de José Afonso venía de lejos. En el 1963 editaba su primera canción eminentemente política, Vampiros, parte del disco Baladas de Coimbra, en el que sutilmente criticaba a las grandes fortunas de la época que controlaban el país: “eles comem tudo e não deixam nada”. El disco se chocó con la censura salazarista, y fue prohibido en Portugal.
Los años 60 fueron difíciles para la dictadura en Portugal. El inicio de la Guerra Colonial, la consiguiente emigración a Europa y América, y en territorio luso, los inicios del descontento popular, los tímidos brotes de una disidencia política en forma de encuentros académicos, grupos activistas, producciones literarias y lo que aquí nos ocupa, las primeras manifestaciones de la cançao de intervençao, denunciando abusos políticos y animando a la lucha.
La canção de intervenção tendría su génesis al otro lado del Atlántico. La Revolución Cubana abrió un nuevo marco en la disputa por el espacio de poder en el escenario mundial. Además, la Guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles en EEUU… Se abría un nuevo escenario y florecía la idea de que existía una posibilidad de cambiar la realidad. Estimulados por este contexto, los músicos latinoamericanos empezaron a ver que sus composiciones tenían algo que decir en el juego de cambios y transformaciones políticas y sociales. La música como herramienta de concienciación y propagación de ideas revolucionarias. Bienvenidos a la Nueva Canción. Víctor Jara y Violeta Parra en Chile, Atahualpa Yupanki y Mercedes Sosa en Argentina, Daniel Viglietti, Tom Jobim, Gilberto Gil, y un infinito etcétera.
Un hito fundacional alrededor del cual el movimiento cogió forma fue la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de America Latina, celebrado en Cuba en 1967, y su Encuentro de Canción Protesta celebrado en paralelo, donde la comunidad de cantores reforzó su militancia antiimperialista y su defensa de la(s) revolución(es).
Pero volviendo a Portugal y al drama migratorio que sangro al país con más de un millón de almas expatriadas durante la década de los 60, uno de entre ese millón de emigrantes que huían del servicio militar y la dictadura fue Sergio Godinho. Pasó 9 años fuera, entreSuiza y París, donde entra en contacto con otros músicos portugueses como José Mario Branco, Zeca Afonso y Luís Cília. Su primer disco grabado en Francia, Os Sobrevivintes (1972), fue disco del año para la prensa portuguesa, a pesar de estar prohibido por la censura. Luego el amor lo llevó a una comuna hippie en Vancouver, donde recibió la noticia de la Revoluçao dos Cravos, y volvió a Portugal para grabar su disco de más éxito, A queima-roupa, clásico de las manifestaciones post 25 de abril. Funk, soul y beat con letras de combate.
También vivió en París Luis Cília, nacido en Angola en 1943. Vivió en Portugal entre el 59 y el 64, donde entró en contacto con poetas y gente de la cultura. Y ya en París se cruzó en su vida Moshé Naïm, judío parisino, amigo de toda la gauche divine artística de los 50 y 60, véase Salvador Dalí, Antonio Saura, Paco Ibañez… Mecenas de jóvenes artistas exiliados en Francia, Naïm produjo los discos en los que Luis Cília denunciaba la guerra colonial y la falta de libertad en Portugal. De esa época es su himno Adelante Camarada, que se convirtió en el himno no oficial del Partido Comunista Portugués. Volvió a Portugal después de la Revolución, donde continuó grabando discos como compositor e interprete, para luego pasar a producir composiciones para teatro, ballet y cine.
Carlos Fausto Bordalo Gomes Dias, conocido como Fausto, fue otro de los cantantes portugueses más comprometidos y vinculados a los movimientos de izquierda durante la dictadura. Con un estilo que fusiona la tradición de los cantantes de abril, las músicas populares del norte del país y una cierta influencia de ritmos africanos, su disco Madrudaga dos trapeiros (1977) está lleno de himnos míticos de aquella época revolucionaria. En los 80 se dio a los discos conceptuales con cierto reconocimiento pero poca fortuna comercial.
José Mário Branco, productor de varios discos de José Afonso, entre ellos el legendario Cantigas do Maio, que suena a un devenir marxista de Van Dyke Parks, fue también compositor e interprete. Tiene en su haber quizás el disco más mítico de la postrevolución, Ser Solidário, y también una de las canciones más importantes de la música popular política portuguesa del s. XX, “FMI”.
A día de hoy, muchos de estos mensajes permanecen latentes en la sociedad portuguesa. Grándola serecuperó como himno de las manifestaciones anti Troika. Y muchas de estas canciones vuelven a ser entonadas y revestidas de un nuevo valor simbólico, rescatando el tono de denuncia pero actualizando y resemantizando su contenido.
Muito tratei o Cília em Paris, gostava da Galiza e dos Galegos. Quando surgiu Vocês Ceibes pronogsticou que havia lá um grande cantante: Miro, pensó que atinou