Arte Confinado: pintura de acción y desastres de la guerra

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Luis Feás
Luis Feás
Periodista, crítico de arte y comisario de exposiciones. Ha escrito en La Voz de Asturias y Atlántica XXII entre otros medios. http://luisfeas.com/contacto/

El pintor Adrián Martínez González (Oviedo, 1989) ve el estado de alarma y el combate contra el coronavirus “como si fuese una especie de guerra, una guerra del siglo XXI, quizás la III Guerra Mundial. En las nuevas grandes guerras no creo que haya batallas épicas como el Día D, sino más bien situaciones como las que estamos viviendo: miles de muertes diarias, crack económico, adoctrinamiento de la población… (una especie de guerra silenciosa). Si analizamos estas situaciones no difieren mucho de lo que ocurrió durante las grandes guerras. Que han cambiado las formas es evidente, el mundo cambia constantemente, así que ¿por qué no iban a variar las formas de combate? En la mayoría de las guerras se reclutaba a la población para que fuese a luchar, pero además se les adoctrinaba para que creyesen que lo que hacían era normal, era lo justo para la patria y los demás ciudadanos, los compatriotas, si desertabas eras una deshonra y si luchabas eras un héroe y si morías aun lo eras más”.

La situación no le resulta extraña a un artista con un abundante repertorio iconográfico sacado de películas y fotografías en su mayoría, aunque también de obras maestras del arte como las de su admirado Francisco de Goya, cuyo mensaje antibelicista encaja tan bien con el de Dalton Trumbo, por ejemplo. A ambos ha homenajeado en su pintura. “Me pregunto si el reclutamiento se ha sustituido por esta especie de arresto domiciliario. Si se convenció a la gente para ir a matarse, convencerla para quedarse en casa y no hacer nada parece una tarea casi insignificante. El caso es que los nuevos desertores pagan casi con la misma moneda que sus predecesores, al menos ante el resto de la población quien los señala, insulta, juzga, incluso denuncian como los viles chivatos de nuestra posguerra. Pero bueno, esa es mi opinión. No obstante, lo que está claro es que es un momento duro y confuso, lleno de incertidumbre, plagado de miedos tanto por la situación sanitaria como económica ya que muchos temen más la pérdida de su negocio o de su puesto de trabajo que al mismo virus. Cierto es que están dando algunas ayudas, yo mismo estoy siendo beneficiario de una por ser autónomo y no poder ejercer mi actividad, pero ¿acaso no pagaba el Tío Sam 50 dólares mensuales a sus chicos durante la II Guerra Mundial?”.

“Entrenamientos parabellum”

Adrián Martínez González se declara esencialmente como pintor, aunque también imparta clases de talla de madera. Graduado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, donde obtuvo matrícula de honor en la especialidad de pintura, anteriormente había estudiado Grabado en la Escuela de Arte de Oviedo. Desde 2019 cuenta con su propia academia de enseñanza en Lugo de Llanera, que ha quedado afectada por el parón. “En lo personal, compagino mi trabajo de pintor con la docencia, la cual en estos momentos está congelada y con ella mi principal fuente de ingresos aunque, como ya he dicho, vengo recibiendo una ayuda por el momento. También tenía una exposición programada para mayo en el Valey Centro Cultural de Castrillón, de la que no tengo noticias pero deduzco que quedará anulada o pospuesta en el mejor de los casos”. El arresto domiciliario le ha influido en el ámbito profesional por partida doble, pero no se queja “por eso de que mal de muchos consuelo de tontos. Por otra parte esto me permite dedicarme de lleno a la producción artística”.

“Cuarentena lovers”

Tragicomedia chapliniana

El joven artista asturiano practica una pintura de acción que plasma sobre tela y tabla, en tamaños grandes que le permiten recoger todo aquello que quiere contar. Los brochazos son siempre directos y expresivos, y en general desdibujan las formas que luego son contenidas en resolutivas líneas de contorno. Las composiciones se rellenan con manchas de unos pocos colores bien valorados, que se escurren mediante goteo o se enriquecen con veladuras que dejan trasparentar las capas inferiores, como ya mostró en su primera exposición importante, celebrada este mismo año en la Sala Borrón de Oviedo.

“Paseo de perros”

En su obra son constantes las referencias al trabajo de otros: “Siempre me he interesado por artistas y también no artistas que han trabajado durante situaciones complicadas. Estos días me viene mucho a la cabeza gente como Zoran Music, que estuvo preso en los campos de concentración alemanes y a raíz de esa experiencia realizaría gran parte de su trabajo. También en esos campos se germinó el libro ‘El hombre en busca de sentido’, del psiquiatra Viktor Frankl. Y por supuesto recuerdo las fotografías de la muerte de Robert Cappa y no puedo obviar a Goya con sus ‘Desastres de la guerra’, así como el cine bélico o antibélico. Es casi imposible estos días no pensar en películas post-apocalípticas o cyberpunk, que aunque son ciencia ficción algunas de ellas no difieren mucho de la realidad actual. ‘Contagio’, de Steven Soderbergh, por ejemplo: gente con mascarillas, guantes, garrafas de lejía, huyendo los unos de los otros… es el vivo retrato de la situación actual. O, con una calidad mucho mas artística que comercial, ‘El séptimo sello’ de Ingmar Bergman, y así un largo etcétera de artistas y situaciones”.

“¡Vaya, vaya! Este verano no hay playa!”

Con estas y otras referencias en la cabeza, Adrián se puso a trabajar desde el primer instante, comenzando con unos dibujos en los que denunciaba la paradoja de ordenar confinarse a quienes estaban sin techo. “Mi obra, no demasiado realista, más próxima al naturalismo de Zola que a la representación fotográfica, con cierto romanticismo quizás más en las maneras que en los temas o resultados, se basa con frecuencia en fotogramas de cine, imágenes de revistas, literatura, obras de arte del pasado, pero son siempre excusas para trabajar, algo a lo que agarrarse. Desde que empezó el estado de alarma lo vi claro, ahora las excusas están ahí, envolviéndome. Me puse a trabajar con la imaginería popular en clave de tragicomedia chapliniana, pues trato la tragedia con un tono de sátira. Escojo excusas como gente sacando al perro, haciendo deporte en casa, encuentros furtivos de amantes, o enlazo dos temas de interés popular como la preocupación por si abrirán las playas y los museos este verano, equiparando así a los grandes museos con las atestadas playas para turistas, un choque que le da ese punto cómico a la tragedia”.

La obra resultante está de todos modos influida por el pesimismo actual: “Percibo que tiene un toque más dramático de lo habitual. Aunque suelo tratar temas dramáticos como conflictos bélicos o escenas violentas, suelen ser con el filtro de la distancia, pero en este caso ese filtro no existe, no hay esa barrera temporal, los cadáveres aún están calientes. Y creo que eso no me permite explayarme tanto en la parte cómica, aunque me obligo a hacerlo, creo que es necesario, como cuando Chaplin hizo ‘El gran dictador’ o Gila sus monólogos sobre la Guerra Civil. Ese cariz humorístico nos recuerda que tenemos capacidad de adaptación, algo tan imprescindible en estos momentos”.

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