Para Jaime, en su despedida

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La pasada semana fallecía tras una larga enfermedad Jaime Lisa. Hijo de maestros, nació en Suelves, un pueblo del Alto Aragón en 1944. Aún siendo niño se trasladó con su familia a Catalunya. Estudió perito agrícola en Barcelona y Madrid, y posteriormente sociología en la Universidad de Nanterre. Allí fue testigo y participante de los sucesos de Mayo del 68, que le sorprendieron durante su estancia en París. De regreso a España se involucró en el movimiento antifranquista, en el clandestino PCE (i), escisión maoísta del PCE, que después se reconvertiría en el Partido del Trabajo de España. A Asturies llegaría a principios de los años 70 tras ganar una oposición en el servicio de extensión agraría en Navia. Allí, como trabajador público ayudaría a la organización de la Unión de Campesinos de Asturias. El PTE se disolvería en 1980 tras una fallida unificación con la Organización Revolucionaria de Trabajadores, y Lisa no volvería a la política de partido, pero se mantendría activo en el terreno de los movimientos sociales. Desde la solidaridad con América Latina al ecologismo. Jubilado de la Consejería de Medio Rural, en los últimos años dedicó sus energías al movimiento pensionista. Deja pareja, Marta, dos nietos, y un hijo, Martin, residente en Noruega, fruto de su primer matrimonio. El movimiento pensionista de Oviedo/Uviéu le ha rendido un homenaje en su concentración de los jueves. Su amigo y durante años compañero de trabajo Pepe Esteban le ha dedicado estas palabras:

Concentración de pensionistas en recuerdo a Jaime Lisa. Foto: Iván G. Fernández.

Jaime, qué duro es saber que ya nunca más volveremos a gozar de tu presencia y compañía, de tu a mistad pura e incondicional, de tu desbordante e inagotable pensamiento, siempre fructífero e inspirador; siempre dirigido a hacer más eficaz la acción en favor de la lucha por la liberación de los explotados y oprimidos… Y así sin descanso a lo largo de tus intensos setenta y seis años de vida, incluso durante los ocho últimos en que, además, también batallaste hasta la extenuación contra ese terrible linfoma/GalloNegro que, aunque no logró doblegarte y, menos aún, ponerte de rodillas, sí te mantuvo atado de pies y manos como un Prometeo encadenado.

El nombre de Jaime Lisa en un ejemplar de la prensa del PTE.


Aun siendo mucha la desolación que nos queda tras tu marcha, y a pesar de que también los de ahora son ‘malos tiempos para la lírica’ como ya dejó dicho el viejo tío Bertol en 1939, no quisiera poner punto final sin antes leerte un poema de despedida. No echaré mano de una elegía épica (¡Ay, ese atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas, de Miguel Hernandez!), ni tampoco lírica (¡Ay, ese yo quiero ser llorando el hortelano, también de Miguel!). Permíteme en cambio que te deje aquí este delicado soneto de Federico García Lorca que a mi entender expresa, como yo jamás sabría hacerlo, ese sabor amargo que se llama tristeza que envuelve mi desconsuelo por tu irreparable y definitiva ausencia.


Una viola de luz yerta y helada eres ya por las rocas de la altura. Una voz sin garganta, voz oscura que suena en todo sin sonar en nada.
Tu pensamiento es nieve resbalada en la gloria sin fin de la blancura. Tu perfil es perenne quemadura, tu corazón paloma desatada.
Canta ya por el aire sin cadena la matinal fragante melodía, monte de luz y llaga de azucena.
Que nosotros aquí de noche y día haremos en la esquina de la pena una guirnalda de melancolía.
Descansa en paz, amigo. Hasta otro día, hermano del alma.

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