El catalán Francisco Pi i Margall (1824-1901) ye una figura política ya intelectual ensin la cual nun se pue entender el sieglu XIX español pero tampoco l’actual sociedá española. Non solamente foi ún de los pioneros del republicanismu democráticu sinón qu’influyó directamente na xénesis tanto del movimientu obreru como de los nacionalismos periféricos. Dende 1868 hasta’l so fallecimientu foi’l líder del Partíu Republicanu Democráticu Federal (PRDF), y en 1873 foi Presidente de la Primer República Española, pero amás la so figura algamó una referencialidá escepcional acullá de cualesquier marcu partidista, siendo respetada por personaxes tan distintos como Friedrich Engels, Sabino Arana y Federica Montseny.

Ye conocíu que Pi i Margall proponía la constitución d’una República Federal d’abaxo a enriba al traviés d’un pactu llibre y voluntariu ente les diverses naciones españoles. Por embargu les opiniones qu’en dellos momentos espresó sobro la realidá d’Asturies como país estremáu dientro d’un Estáu plurinacional nun son tan conocíes.

Pi i Margall cuando cuestionaba l’uniformismu llingüísticu del Estáu lliberal n’obres como Las nacionalidades (1877), non solamente reivindicaba’l gallegu, el euskera y el catalán, el famosu triángulu del Galeusca, sinón que reconocía la singularidá llingüística d’Asturies al mesmu nivel que les demás:
“Subsiste en España no sólo la diversidad de leyes, sino también la de lenguas. Se habla todavía en gallego, en bable, en vasco, en catalán, en mallorquín, en valenciano. Tienen estas lenguas, a excepción de la vasca, el mismo origen que la de Castilla; y ninguna, sin embargo, ha caído en desuso. Lejos de borrarse, pasan hace años por una especie de renacimiento. Eran ayer vulgares, y hoy toman el carácter de literarias. Se escriben ahora en todas esas lenguas, principalmente en las latinas, poesías brillantes de especial índole y tendencia, donde predomina sobre todos los sentimientos el de la antigua patria. Se desentierran los cantos y aún los libros en prosa que en ellas compusieron hombres de otros siglos; y no bien se los publica, se los lee y devora. En catalán hasta se escriben y se ponen en escena comedias y dramas de no escaso mérito”

“Restauró Barcelona los juegos florales de la Edad Media, y los celebró cada año con mayor lustre y pompa. Siguieron pronto el ejemplo las demás ciudades de Cataluña; después Valencia y Mallorca; y algo más tarde los pueblos al Occidente del mar de Cantabria. Despertó cada uno de estos pueblos por esas fiestas al amor a su literatura y a su lengua, el recuerdo de sus pasadas glorias y el respeto a sus instituciones de otros tiempos”
Pi i Margall nun se llindaba namás a elogiar les estremaes corrientes de renacencia lliteraria de les llingües perifériques. Tamién reclamaba’l so usu oficial. Asina nun artículu tituláu «La lengua catalana» que publicó en 1901, nel selmanariu El Nuevo Régimen, argumentaba que:
“¿Ha visto usted locura semejante? dicen los unitarios: pues ¿no pretenden los catalanistas que sea oficial su lengua? Un mal dialecto, no un idioma como el de Castilla. En primer lugar, señores unitarios, conviene que sepan ustedes que tan dialecto es el habla de Castilla como la de Cataluña, ya que las dos, y la portuguesa, y la italiana, y la francesa, y la rumana, tienen todas por madre la lengua del Lacio, la lengua en que hablaron Cicerón, Tácito, Salustio, Virgilio y el nunca viejo Horacio. (…) Uno hay que escribe en catalán y en castellano; sus Tragedias y sus Pirineos, compuestas en catalán, valen infinitamente más que sus poesías castellanas. En lengua alguna se escribe mejor que en la materna, si de muy joven no se ha abandonado la tierra en que se ha nacido. Ni ¿quién no ama la lengua que aprendió de los labios de su madre? Cuando Europa descubrió y ocupó la tierra de América, había allí lenguas madres y lenguas derivadas, algunas ya muy perfectas. Llevámosles objetos e ideas que no conocían; y en vez de adoptar las voces con que nosotros las expresábamos, buscaban en su lengua ya palabras ya frases con que traducirlas. (…) Aconseja el buen gobierno el uso oficial de las lenguas regionales. ¿Puede darse nada más ilógico que confiar la administración o la justicia a hombres que no conozcan la lengua del país en hayan de ejercerlas? En Cataluña, en las islas Baleares, en Valencia, en Galicia, en Asturias, en Navarra, en las provincias vascas, son más los que ignoran la lengua de Castilla que los que la conocen. Llamad a los que la ignoran a que, por ejemplo, declaren como testigos ante jueces o magistrados… (…) En lo oficial como en lo privado, debe emplearse la lengua que se use en la región donde vivamos”

En rellación a la realidá asturiana, Pi i Margall amás señalaba la revolución soberanista del 25 de Mayu de 1808 como un exemplu paradigmáticu del enclín hestóricu de los pueblos a organizase de manera federativa acullá de lo que decidan o dexen de decidir les élites que controlen l’Estáu en Madrid:
“Levantóse la primera Asturias, que había sido también la primera contra los árabes. Sin contar con ninguna de sus vecinas, sin consultar a nadie, sin oír otra voz que la de sus propios sentimientos, se dio y se constituyó un gobierno, declaró a Napoleón la guerra, organizó tropas, y no vaciló en despachar embajadores que fuesen a solicitar la protección de la Gran Bretaña. Acertaba a estar entonces congregada en Oviedo la Junta General del Principado, «reliquia, dice el conde de Toreno, dichosamente preservada del casi naufragio universal de los antiguos fueros». Asturias la invistió de la autoridad suprema, y en ella puso su esperanza y sus destinos”
Poro, como indica David M. Rivas («Una güeyada asturiana a Pi i Margall», en Lletres Asturianes, nº 16, Academia de la Llingua Asturiana, Uviéu, 1985, p. 80), «anque Asturies represente poco na obra de Pi i Margall, la so obra representa muncho p’Asturies» no que implica de reconocencia de los derechos d’Asturies como comunidá singular nel contestu universal de los derechos de los pueblos.