Abajo el trabajo

En la Grecia clásica, donde solo trabajaban los esclavos, a los talleres se les llamaba 'ergasteriones', 'ergástula' al pasar al latín, que significa cárcel.

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Juan Pastor
Juan Pastor
Es psicólogo social, profesor de la Universidad de Oviedo/Uviéu y autor de "Michel Foucault. Caja de herramientas contra la dominación".

El trabajo es, todos lo sabemos, una maldición bíblica. En el jardín del Edén, Adán y Eva vivían, literalmente, como Dios; pero al desobedecer, al tomar sus propias decisiones, fueron expulsados del paraíso y obligados a trabajar, a ganar el pan con el sudor de su frente. En la Grecia clásica, donde solo trabajaban los esclavos, a los talleres se les llamaba ergasteriones, ergástula al pasar al latín, que significa cárcel. La palabra trabajo procede del sustantivo latino tripalium, tres palos, que era un instrumento de tortura. Trabajar procede del verbo tripalliare, que significa torturar. En la Edad Media, laborar significaba sufrimiento y pena. El trabajo, como todos sabemos, es una condena.

No obstante, paralelamente se va desarrollando una corriente que comienza a valorar positivamente el trabajo. Hesíodo en Los trabajos y los días, canto al trabajo agrícola y crítica a zánganos y holgazanes, el estoicismo romano, más centrado en el esfuerzo que en el placer y, por supuesto, el cristianismo, con el que llegamos a la terrible sentencia de San Pablo: el que no trabaje, que no coma. No olvidemos que el cristianismo era una religión de esclavos, gente obligada a trabajar para otra gente (tampoco olvidemos que Epicteto era un esclavo).

El trabajo, como todos sabemos, es una condena

La Ilustración continua la línea cristianomedieval de valoración positiva del trabajo. El ejemplo más claro es Kant. Para este señor tan aburrido, que hacía todos los días lo mismo a la misma hora, un tipo que no salió nunca de su pueblo, la única vida que merece la pena es una vida de trabajo y esfuerzo. Para Kant, el trabajo es bueno (una virtud), algo propio de seres superiores: hombres, blancos, europeos, adultos, cultos, ricos: la burguesía ascética y puritana que está construyendo el sistema capitalista. Para Kant, también para Hegel y Marx, estamos obligados a trabajar por dos motivos: por una obligación con nosotros mismos (estamos obligados a desarrollar nuestro potencial, a llegar a ser, en acto, lo que podemos ser, en potencia) y por una obligación moral con la especie humana: estamos obligados moralmente a contribuir al desarrollo racional de la humanidad, al progreso humano, que dirán Hegel y Marx. Estamos, por tanto, obligados a ser útiles, medios (para el desarrollo racional o el progreso humano) y no fines. Vayamos por partes.

Por un lado, querido Kant, deja que sea yo quien decida mi obligación conmigo mismo. No estoy obligado a desarrollar mi potencial como si tuviese una esencia interior que he de desarrollar y sacar fuera, algo así como una semilla que ha de germinar, desarrollarse y, finalmente, florecer. Recordarle a Kant, y a los psicólogos positivos, que no es obligatorio desarrollarse y florecer (no somos plantas), no es obligatorio dar fruto (no somos árboles), no es obligatorio madurar (no somos frutas), no es obligatorio cultivarse a uno mismo (no somos tierra).

Kant también nos dice que estamos obligados moralmente a trabajar para contribuir al desarrollo racional de la humanidad, al progreso humano (Hegel y Marx). Y es que Kant, como los ilustrados y los capitalistas, venera el progreso racional, científico y económico. ¿Por qué tenemos que contribuir al desarrollo racional y no al desarrollo sentimental o al moral? Cuidar contribuye más al desarrollo moral de una sociedad que trabajar engañando a otros (la mayoría de los trabajos consisten, básicamente, en sacarle el dinero a otra persona o al Estado). Kant dice que tenemos que trabajar para ser útiles a nuestra sociedad. Pero; ¿útiles para qué?, ¿en función de qué? ¿No es más útil para la sociedad cuidar a un anciano que engañarle para que se cambie de compañía y estafarle en el recibo de la luz? ¿No es más útil cuidar a alguien que venderle algo que no necesita y apenas puede pagar? Querido Kant, deja que seamos nosotros, los seres humanos, quienes elijamos cómo queremos desarrollarnos y progresar como sociedad, que puede ser económicamente, pero también moralmente. Recordarle a Kant, y a los capitalistas, que no es obligatorio ser útiles, pues no somos cosas sino personas. Útil es una escalera o una llave inglesa.

¿Por qué tenemos que contribuir al desarrollo racional y no al desarrollo sentimental o al moral?

Hegel va un poco más lejos que Kant y nos dice que tenemos que trabajar por otras dos razones. Por un lado, por reconocimiento social, por la opinión de los otros, para adquirir nombre y prestigio. Decir al respecto tres cosas. Una, que la mayoría de los trabajos ni dan prestigio ni reconocimiento social. Dos, que el reconocimiento social se puede conseguir fuera del trabajo, siendo una buena persona o una persona alegre y divertida, por ejemplo. Tres, que se puede vivir sin someterse a la opinión y al juicio de los otros, se puede vivir al margen de la presión social. El trabajo no nos convierte en seres sociales porque ya lo somos desde niños. ¿Un desempleado o un joven no son, acaso, también seres sociales? ¿Sólo hay relaciones sociales en el trabajo? También hay relaciones sociales en una fiesta o en una cárcel.

Por otro lado, Hegel nos dice que tenemos que trabajar para contribuir a lo público (lo que es de todos). Reconozco que soy sensible a esta apreciación; pero reconozcamos también que es algo que podría valer en la época de Hegel, época de grandes industrias nacionales, no ahora. Hoy podría valer para un profesor de la educación pública o para un trabajador de la sanidad pública, incluso para un psicólogo privado que, con su trabajo, contribuye a la salud psicológica de la comunidad; pero no veo yo qué contribución a lo público hay en trabajar para Amazon, Vodafone o Iberdrola. Si al menos pagasen impuestos…

Y así llegamos al capitalismo y a Marx, que rechaza la explotación, no así el trabajo, que asocia a toda actividad humana, que es como decir que todo el monte es orégano, que toda relación es sexual o que, en el fondo, todos somos marxistas. De las cadenas de montaje de Taylor, que llegó a plantearse adiestrar gorilas para que trabajasen en ellas, y Ford, hoy perfeccionadas por Tesla y Amazon, donde el ser humano es tratado como una cosa, una máquina más dentro de un sistema de máquinas (en una vuelta de tuerca más, Ellon Musk ha conseguido en Tesla reducir, hasta casi eliminar completamente, la presencia humana), pasamos a un capitalismo postindustrial de consumo y a la Psicología de los Recursos Humanos y el Mangement, cuya misión es hacer que a los trabajadores hagan a gusto lo que no les gusta: trabajar. ¿Cómo lograrlo, cómo hacer que los trabajadores hagan a gusto lo que no les gusta, cómo hacer que los trabajadores trabajen para el empresario, pero crean que trabajan para ellos, cómo hacer que los trabajadores piensen por y para el patrón? Pues haciendo creer al trabajador que necesita realizarse y que esa realización sólo se logra a través del trabajo, es decir, haciéndole creer al trabajador que sus intereses coinciden con los de su empresa, convenciéndole de que buscando satisfacer las necesidades de la empresa, satisface también sus propias necesidades, fundamentalmente la necesidad más elevada de todas: la de autorrealizarse (Maslow). Ya no trabajas porque hay que hacerlo, al igual que pagar impuestos, sino para desarrollarte, realizarte y florecer. El terreno laboral, ayer conflictivo, es hoy el terreno perfecto para que florezca el self-made man capitalista. La empresa no sólo te paga, sino que además te da la oportunidad de desarrollarte y autorrealizarte, deberías dar gracias. De manera que estás más explotado; pero te sientes menos explotado. En una vuelta de tuerca más, en el siglo XXI, siglo de precarios y emprendedores, los trabajadores ya no son recursos humanos (partes de una empresa), sino empresas, marcas. Ya no hay que explotarlos, ya se autoexplotan ellos (eres, a la vez, tu propio jefe y tu propio esclavo).

Decir al respecto dos cosas. Una: que no es obligatorio realizarse en la vida. Dos: que si optas por realizarte (allá tú), no es obligatorio realizarte en el trabajo. De hecho, no suele ser posible, la mayoría de los trabajos son alienantes y no permiten que te realices. ¿Qué realización puede haber en trabajar en una cadena de montaje de Amazon? ¿Acaso no te realiza más cuidar un anciano, trabajar con refugiados, ayudar a migrantes o tener un grupo de música?

Sólo hay una cosa obligatoria para todo el mundo, morirse, y otra obligatoria para casi todo el mundo: conseguir algo de dinero para vivir. Esa es la razón por la que trabajamos, para tener algo de dinero con el que poder vivir en este casino en el que hemos convertido nuestro mundo. El resto son ficciones. Y es que el trabajo, o se idealiza, o nadie lo quiere. Nunca se ha conocido un Dios que trabaje; si el trabajo fuera bueno, los dioses trabajarían y los aristócratas se lo hubieran quedado para ellos; que el trabajo sea cosa de pobres, dice mucho de este. Qué cosa el trabajo, cómo será, que te pagan por hacerlo. Trabajar no es una necesidad humana; tener dinero para vivir, sí.

Quizá convendría pensar en estas cosas cuando el próximo uno de mayo salgamos a la calle a pedir más trabajo. O quizá no. Yo que sé.

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