Cambalache, editorial, local, librería y colectivo social de dilatada trayectoria, quizá una de las pocas instituciones generadas por el ciclo del movimiento antiglobalización en Asturies, acaba de editar “La nueva normalidad”, un pequeño libro de Eduardo Romero que recoge los artículos publicados en Nortes por el escritor y activista ovetense desde el inicio de la pandemia. Romero lo presentó ayer, Día del Libro, en el local Camabalache, este opúsculo que pretende invitar a una reflexión crítica sobre los orígenes y la gestión de la crisis del coronavirus. Romero ha dejado claro que no se trate de un texto negacionista, si bien considera necesario contextualizar el drama de la pandemia en un planeta marcado por la desigualdad y en el que millones de seres humanos llevan décadas sufriendo y muriendo a causa de enfermedades generadas por un modelo económico que en opinión del autor “cada vez muestra más claro sus límites objetivos, sobre todo ecológicos”.
Eduardo Romero. Foto: David Aguilar Sánchez.
Para Romero la pandemia es inseparable de la situación de un “capitalismo terminal” en el que las crisis se suceden de forma cada vez más corta. “El coronavirus se solapa y es un episodio más de la crisis ecológica que vivimos” señaló en la presentación de “La nueva normalidad”, recordando que la deforestación de los bosques y selvas a causa de las economías extractivistas y neocoloniales es una de las posibles causas que algunos científicos apuntan con respecto a la aparición de nuevas enfermedades como la Covid19. “Las pandemias no han emergido de la nada” subrrayó el autor, que criticó la invisibilización por los grandes medios de las causas estructurales de un virus que ya tiene vacuna, pero cuya distribución a los países empobrecidos no parece garantizada “más allá de algunas donaciones”.
Presentación en el Local Cambalache. Foto: David Aguilar Sánchez.
Romero también se mostró crítico con la gestión de la pandemia por parte de “el gobierno más progresista de la historia”. El activista apuntó a las deportaciones de migrantes, al control social por parte del Estado y a algunas medidas disciplinares que calificó de brutales y poco lógicas como el encierro de niños y niñas o la imposibilidad de visitar a familiares y seres queridos enfermos, moribundos o ingresados en residencias de mayores. También a la obsesión por regresar tras el confinamiento al turismo de masas y a un modelo económico que intensifica la crisis ecológica y la globalización de las enfermedades en un mundo en el que “ya no hay lugares recónditos y ya nada se produce en un solo lugar”. Romero señaló que esta fase terminal del capitalismo no tiene que suponer por sí sola la llegada de una sociedad más justa y ecológica, sino que puede ser el preámbulo de formas de dominio más brutales, así como de una intensificación de los padecimientos producidos por la crisis ecológica. Frente a ese escenario animó a resistir el discurso hegemónico que tilda cualquier disidencia de negacionista, y “recomponer un sentido comunitario”.