Esto no es una noticia. Tampoco un reportaje. No son versiones de hechos que me hayan contado otras personas. Es la crónica personal que debía a Nortes de algo de lo que fui testigo la madrugada del domingo pasado en Xixón, cuando tras más de media hora atendiendo a Marce, un joven que se había desplomado en la calle de El Comercio, varios policías nacionales generaron una tensa situación que acabó con otros dos jóvenes en comisaría y otros tres identificados. Uno de ellos, Jorge, el mismo médico que auxilió al muchacho inconsciente mientras la UVI móvil llegaba al lugar para socorrerlo.
Medianoche del domingo. Nacho, Jorge y Jara, vecinos de Oviedo/Uviéu, se dirigen al lugar en el que tienen aparcado el coche, en las inmediaciones del albergue Covadonga, el centro para las personas sin hogar de Xixón. Yo llego un poco más tarde. Cuando me los encuentro están nerviosos. Marce está en el suelo, inconsciente. Sus amigos Isma y Diana en pleno ataque de ansiedad. Jorge, Médico Interno Residente en el HUCA, auxilia a Marce. Nacho y Jara tratan de calmar a Isma y Dani. No sabemos lo que le pasa, pero la cosa pinta mal. Incluso deja de respirar durante unos segundos, que nos parecen siglos. Jorge hace lo que puede. Ha llamado al 112, pero la UVI móvil tarda un buen rato en llegar. Más tarde nos enteramos de que solo hay una para todo Xixón, la ciudad más poblada de Asturies. Luego hablaremos de recortes.
Un momento de la intervención policial. Foto: Nortes
Cuando los sanitarios llegan no vienen solos. La zona del Albergue Covadonga tiene fama de problemática y les acompaña la policía nacional. Los agentes bajan del coche. Los sanitarios suben a Marce a una camilla. Isma quiere despegarse de su amigo inconsciente. La policía le ordena que despeje: no puede permanecer allí. Isma dice que no se quiere separar de su amigo. Los policías intervienen entonces como un resorte automático. No damos crédito a la tormenta que acaba de generarse en un vaso de agua. Sin pestañerar le empotran contra la pared, le tiran al suelo y le reducen en la acera. Isma grita que le suelten mientras le inmovilizan. Son 20 minutos de angustia en los que la ansiedad de Diana se agrava. Jara, Jorge y Nacho suplican a los agentes que dejen en paz al chaval. Nacho graba con su móvil la actuación policial. Quiere que quede constancia de que la intervención está siendo a todas luces excesiva y desproporcionada. Uno de los policías nos responde grabándonos a nosotros. El objetivo es intimidarnos. Luego piden los DNI. También a Jorge, el médico. Quizá no haya gustado que lleve una sudadera de la marca Top Manta. Quizá tampoco que diga que le han ninguneado como autoridad sanitaria o que las cosas no se habrían hecho de esta manera de haberse producido esta situación en un chalet de Somió, el barrio más rico de Xixón y de todo el Principado.
“Sin pestañear empotran a Isma contra la pared, le tiran al suelo y le reducen”
He dejado deliberadamente para el final un pequeño y previsible detalle. Marce, Isma y Diana viven en la calle. Isma además es de origen marroquí, y aunque ha vivivido desde niño en España y es español, sus rasgos físicos no cotizan al alza. Tal vez sean viejos conocidos de la policía. O no. Isma y Diana sí conocen en todo caso a la policía. La han tratado demasiado para ser muy jóvenes. Cuando finalmente sueltan a Isma no nos vamos. Tenemos miedo de lo que pueda pasar. Tratamos de que la cosa se calma y se reconduzca. No lo conseguimos. Siguen nerviosos. Demasiada tensión acumulada. La noche acaba con Isma y Diana en la comisaría del Natahoyo. A Isma lo sueltan rápido, pero Diana pasa la noche en el calabozo. Está por ver que pasará con ella.
Un momento de la intervención policial. Foto: Nortes
Nos quedamos a esperar a Marce, que finalmente sale de la UVI. Nos cuenta que es marmolista y que tiene una enfermedad cardiaca: “Los médicos me dicen que no puedo comer comida grasa ni beber bedidas azucaradas, pero viviendo en la calle, ¿qué esperan que coma?”. Lo que más le preocupa es perder su perro y perder su trabajo. Y es que en la España de las sucesivas reformas laborales, de la generalización del contrato temporal, con un poco de mala suerte personal y familiar se puede tener empleo y ser muy pobre, incluso no tener casa, como le pasa a Marce, uno de esos 2,5 millones de trabajadores pobres que tiene España. El segundo de la UE con más pobreza laboral después de Rumanía. Isma, Marce y Diana habitan en la peor cara de un país que recortaba en derechos laborales, sanidad, educación, empleo y vivienda, mientras aumentaba el poder de la policía a través de una Ley Mordaza que ha impuesto un millón de multas desde su entrada en vigor. Una Ley de Vagos y Maleantes del siglo XXI que sigue sin ser derogada. El papel de medios como Nortes debe ser denunciar que en 2021 se sigue repitiendo algo tan viejo como amnistiar a los ricos, criminalizar a los pobres y convertir la desigualdad social en un simple problema de orden público.