Detrás de La Benéfica de Piloña hay una historia muy guapa que habla de una sociedad de socorro mutuo en una época en la que no existía la Seguridad Social pero sí la solidaridad comunitaria. Allá hacia 1906 surge esta especie de mutua que presta asistencia: viudedad, liquidez, enfermedades… Hay documentos que recogen algunas de estas acciones, apurridas por la poca memoria que queda de ello. Con la prosperidad se construye el edificio que será la sede, datado en 1926, y delante de él posan aquellos paisanos ilustrados y trajeados a la moda de la época “que no tienen ninguna pinta de ser de pueblo”, dice Rodrigo Cuevas, este agitador folklórico y cultural instalado en el concejo piloñés y uno de los promotores de la nueva Benéfica.
La sede funcionó veinte años, hasta 1946, aunque cree que la guerra ya comenzó a marcar su declive. El edificio de La Benéfica vivió varios usos posteriores como fábrica de dulces o garaje en su última época.
“Yo tenía ganas de un espacio escénico en Piloña, que no hay porque la Casa de Cultura es pequeña. Al volver de un viaje a Menorca lo tuve claro, me puse a buscar pensando en el recinto ferial que llaman lo de Cardín, que está ahí abajo, muy guapo, con mucho valor patrimonial, dentro tiene una máquina de esbillar ablanes, pero había que destrozarlo entero porque tiene pisos y demás y yo busco un espacio diáfano. Y al mirar para acá vi este tejado tan guapo y se lo dije a Nacho (Somovilla). Conseguimos el número de los dueños, Alfonso y Cristina, y por la tarde ya estábamos hablando con el paisano, que no me conoce de nada y le conté la idea”, cuenta Cuevas, uno de los tres socios junto con Somovilla y Sergi Martí.
Recuerda con la emoción del momento que la nave “no estaba ni en venta ni nada, aunque ellos esperaban una llamada de este tipo. Les encantó el planteamiento que les hicimos y nos dijeron que no iban a poner ningún impedimento para que todo esto fuera una realidad, que buscaríamos la mejor manera de mercarla y ya la tenemos en propiedad nosotros tres, ¡no es ni del banco! Lo más difícil ya está hecho”.
Comenzaba a cerrarse un círculo del que ni siquiera eran conscientes de que se estaba trazando. El cierre vino cuando consultaron en el Ayuntamiento el cambio de uso para montar un teatro y les dijeron que no había nada que cambiar, que ya había sido teatro y sala de fiestas. La cara de Cuevas es de ilusión total cuando lo cuenta; habría que verle en el momento de la noticia: “¡Es que encajaba todo!”.


Y ahí comienza un proceso de documentación para conocer más del edificio, de La Benéfica. “Hoy en día no hay mucha memoria porque gente que lo viviera entre 1926-1946 ya falleció”, pero algo sí que pudieron ir encontrando. La Benéfica fue algo comunitario, social, y eso es lo que quieren volver a hacer: revertirlo no sólo en el propio concejo, sino que acoja a otras partes de las Asturies e incluso con proyección más allá de fronteras. “Con La Benéfica queremos recuperar aquel espíritu comunitario de la antigua Sociedad y devolver al concejo un espacio en el que impulsar toda la actividad cultural que ya existe, porque Piloña es muy folixera, y a su vez conectarla con otros lugares a nivel nacional e internacional”.
“En la mayoría de los pueblos del concejo no había carreteras, pero L’Infiestu funcionaba como una capital cultural y social”
Así no sólo sería un espacio escénico, sino también expositivo, que acogiera residencias artísticas, cursos y formaciones más o menos regulares, y una programación propia además de “bailes para jubilaos y gente con ganas de jubilase”.
Ahora falta poner el edificio a punto y para eso hay que cambiar el tejado y reacondicionar el espacio principal de 400 metros cuadrados y el anexo de 100. Hay que meter instalación eléctrica y sanitaria, los camerinos, un muelle de carga… Y para eso arrancan hoy, jueves 28, una campaña de crowdfunding que permanecerá abierta hasta el 30 de diciembre en la plataforma de Goteo, bajo el nombre de #tíranoslostejos.
“Queremos garrar ese espíritu de La Benéfica con el micromecenazgo y que la gente lo sienta suyo, comunitario, y estar a tope para 2026, ¡y celebrar el centenario!”, explica Cuevas.

En 1926 Piloña contaba con una población que suponía casi el tercio de la de Xixón: 18.000 habitantes frente a 60.000. En la mayoría de los pueblos del concejo no había carreteras, pero L’Infiestu funcionaba como una capital cultural y social. Casi un siglo después hay 7.000 personas censadas en el concejo piloñés por casi 300.000 en el playu. En 1880 Asturies era la cuarta provincia de España, con unos 700.000 habitantes relata este dinamizador cultural que no da parada.
El sueño de tener en L’Infiestu un espacio que dinamice el entorno se basa en cuatro inquietudes: la expresión artístico cultural, la acción comunitaria, la lucha contra el abandono y la despoblación de las zonas rurales y la transmisión de conocimientos.

“Me gusta mucho trabajar con gente mayor frente a todo esto que suponen las redes sociales. Diferente a cómo se generan las relaciones en la ciudad. Se trata de hacer contrapeso y fomentar esta otra manera de hacer. Hay mucha desconexión de muchos años, y ahora nos damos cuenta y empezamos a valorar la autoestima colectiva”, relata Cuevas mientras sostiene una de las tejas que necesita para la reconstrucción del tejado. “No juzgamos si es mejor o peor, ni con nostalgia. Cada época tiene sus cosas y es importante tener memoria. ¡Y tengo a los vieyos de enfrente emocionados!”, refiere con cariño en relación a la residencia de personas mayores que hay enfrente de La Benéfica, en lo que eran las antiguas Escuelas Municipales.
En algún momento de la conversación aparece Javier, el director de la residencia, para comentar con él el amagüestu programado para el 7 de noviembre, con folixa de gaita y tambor para todas aquellas personas que se quieran acercar.

“Hay proyectos que se hacen en lo rural y a veces se llenan la boca diciendo en lo rural. A veces son auténticas marcianadas. Hay que hacer cosas relacionadas con el entorno en el que está y que éste se entregue”, reflexiona.
Se confiesa nada folixero frente a la idea que se pueda tener de él en ese alter ego que llena teatros. “Todo lo que haces tiene que ser para involucrar a la gente, como hacemos con el festival Una señora fiesta, que llevamos cinco años y los paisanos nos ayudan a limpiar el río y las paisanas cocinan para todo el voluntariado, o nos tejen, como hace dos años, 18 metros de ganchillo a modo de colaboración”.
Y comenta una charla que tuvo el otro día donde se discutía sobre la fiesta en Asturies, que “la única manera de disfrutar de algo festivo, y no digo de la borrachera, sino de algo teatral, del acto social de celebración de la gente… que disfruta muchísimo más si cuesta o pone un trabajo de su parte para ello. Y Una señora fiesta¸ que organizo con Nacho, Sergi, María y Ceci, es un ejemplo de ello: haces la tortilla, los filetes empanados, estrenas el traje que te hizo tu güela… disfrutas por la implicación emocional que supone. Hay unas expectativas que se trabajan a lo largo del año, al contrario de lo que pasa en las fiestas de prao, donde la comisión son cuatro o cinco, trabajan todo el año, nadie aplaude o baila el día de la romería, pero al siguiente todo el mundo critica porque si la orquesta era mala o los bollos preñaos estaban secos”.
“Todo es diferente cuando se hace desde el tejido asociativo, desde lo social”
Quizás algo de culpa tiene todo esto de la inmediatez, esa satisfacción inmediata que producen las redes sociales virtuales que comentaba antes. “Pasa igual cuando el proyecto surge de la administración. ¡Y hay tal desafección por lo que hacen las administraciones…! No te motiva nada y es muy fácil criticar, poner pegas. Pero cuando lo construimos entre todas, eso cambia. Te involucras, hay un trabajo en el que implicas a la gente, aunque sea cobrando una entrada. Estamos mal acostumbradas porque pensamos que todo es regalado. Pero todo es diferente cuando se hace desde el tejido asociativo, desde lo social. Está guay que las administraciones den amparo y ayuden económicamente, pero lo importante es desde el punto de vista del trabajo comunitario, si no la gente no lo siente como suyo”.
Cuevas afirma que no quiere que el ayuntamiento le arregle la nave, sino que quiere llevar a cabo “un llabor comunitario, que una parte del engranaje sea el esfuerzo de la gente” porque cuando no hay una cultura del esfuerzo no se aprecia el trabajo realizado: “es igual que cuando a un guaje le regalas todo lo que le sale por la boca”.

Mientras hablamos recorremos las naves y explica el proyecto de obra que les diseñaron los arquitectos. Mucho trabajo por delante, pero ciertamente ilusionante. La nave grande, la que tiene los elementos arquitectónicos más identitarios del edificio, se llamará La Benéfica. Aquí se desarrollará toda la parte escénica, expositiva y festiva. En el anexo instalarán el chigre bajo el nombre de La Maléfica, “me encanta ese nombre”, ríe con picardía. Y salimos al trozo de finca que rodea la mitad del edificio, que también necesita ser acondicionada, y a la que ya bautizaron como La Plaza.
La asociación sin ánimo de lucro La Benéfica ya está constituida oficialmente desde marzo de este año. Y ya han realizado una primera actividad “a modo de paneo para ver qué hay en la zona: el Escaparate / Gabinete Maraviyes”, como las Cámaras de las Maravillas que se celebraban con éxito en el centro de Europa, y que implicó el uso de varios escaparates de locales cerrados de la villa con exposiciones maravillosas en las que participó gente de la zona.
Cuevas, un apasionado de lo rural, del paisanaje, del folklore y las tradiciones, pretende recuperar junto con Somovilla y Sergi el lustre de La Benéfica y todo lo que pudo suponer en una época para relanzarlo un siglo después “para que podamos socorrernos a través de las artes y de la cultura”.