“La autogestión debe ser una decisión ética, estética y política consciente”

La artista vasca Ainara LeGardon impartió en Lata de Zinc un taller sobre proyectos musicales autogestionados.

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David García Aristegui
David García Aristegui
Autor de "¿Por qué Marx no habló de copyright?" y "SGAE: el monopolio en decadencia" juanto a Ainara LeGardon. Trabaja como analista informático.

Ainara LeGardon (Bilbao, 1976) es guitarrista, vocalista y compositora. Se mueve como pez en el agua en las pantanosas aguas del del rock, la improvisación y la música experimental, en solitario o colectivamente (ojo a proyectos como Archipiel, colectivo maDam…). Actualmente también colabora con diversos proyectos relacionados con las artes escénicas. Este martes estuvo en Lata de Zinc hablando sobre autogestión musical dentro del ciclo Ciudad Sonora organizado por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo/Uviéu.

Ainara, vienes a Uvieu a dar un taller de autogestión, algo de lo que se habla mucho pero se practica poco. ¿Qué es lo más relevante que destacarías de este tipo de actos o cursos, en los que eres toda una referencia?

La autogestión no es que se practique poco, sino que a veces se hace por razones equivocadas y eso provoca que se desarrolle de forma poco satisfactoria. En mis talleres pretendo no solo ofrecer herramientas legales y técnicas para una autogestión eficaz, sino, sobre todo, argumentos artísticos y humanos para que las personas asistentes se cuestionen si la vía de la autogestión es la que realmente necesitan y quieren tomar para llegar a sus objetivos. Si se opta por la autogestión como última oportunidad tras intentarlo todo, pero en el fondo lo que de verdad se desea es firmar con un gran sello discográfico, entonces no va a funcionar. La autogestión debe ser una decisión ética, estética y política consciente.

¿Ha cambiado tu percepción sobre qué es y qué no es la autogestión a lo largo de tu carrera?

No demasiado. Al final se trata de labrar tu propio camino, uno hecho a tu medida y a tu ritmo. Simplemente he descubierto el elevado número de horas y energía que se ha de dedicar a la parte de la gestión, en detrimento del tiempo y esfuerzo que podemos poner en los procesos creativos. En cualquier caso, también he constatado que a mí me compensa con creces.

Ainara LeGardon en Lata de Zinc. Foto: Verónica R.

¿Crees que si no hubieses apostado tan decididamente por la independencia tu música hubiese sido igual? Por hablar de tus últimos trabajos, “Ainara LeGardon”(2017) o “Res-cue. The Archive In The Mouth” (2020) ¿hubiesen sido iguales con una compañía de discos al uso, con su entramado de editoriales y contratos 360º, que regulan casi todos los aspectos de la vida de la artista?

Ninguno de mis últimos discos hubiera podido, ya no realizarse, sino siquiera imaginarse, de haber estado vinculada a una discográfica al uso. No solo el contenido de estas obras que mencionas, sino la forma de ponerlas a disposición del público o la cantidad de proyectos paralelos en los que estoy embarcada, es imposible que hubieran sido aceptados por una discográfica. Son reflejo y fruto de la libertad total de la que gozo, desde la que me puedo permitir hacer una crítica feroz a la industria musical y a las formas de consumo cultural epidérmico e irreflexivo.

En una interesantísima entrevista en formato casi de audiolibro que realizó Xabier Erkizia das la impresión de estar mucho más en paz con las distintas etapas que has pasado a nivel musical. En un hipotético recopilatorio sobre toda tu carrera, y en el caso de que fuera posible legalmente, ¿incluirías canciones por ejemplo de Onion y las volverías a defender en directo? O en el extremo contrario, además de tu repertorio con formación clásica de banda con bajo, batería… ¿incluirías experimentaciones e improvisaciones sonoras que haces en directo, en escenarios y contextos distintos al del rock en sentido amplio?

Mi experiencia en el circuito musical de los años 90 se puede resumir en un aprendizaje: cómo no se deben hacer las cosas. En aquellos momentos carecía de la madurez suficiente como para afrontar tanto las relaciones externas con discográficas y productoras, como las internas con mis propios compañeros de grupo. Mi recuerdo de aquellos años está teñido de resentimiento y de culpa por no haber sabido gestionar esas relaciones. Todo fue muy rápido y me marcó profundamente. Poco a poco voy estando más “en paz”, como tú dices, pero lo cierto es que siento un desapego absoluto respecto a todo aquel material. Eso sí, estoy muy agradecida por el aprendizaje. En parte he podido darle la vuelta a aquellas experiencias a través de los talleres, en los que traslado las lecciones vitales y artísticas que aprendí entonces en primera persona.

“Mi experiencia de los años 90 se puede resumir en un aprendizaje: cómo no se deben hacer las cosas”

Respondiendo a tus dos preguntas, para mí no tendría ningún sentido recuperar canciones de Onion (de hecho, en “Res-cue”, que abrió la pista “arqueofónica” sobre la recuperación de materiales antiguos, no hay nada correspondiente a aquel proyecto) pero sí que lo tendría, y mucho, incorporar la experimentación sonora y la improvisación, que a día de hoy definen mi manera de concebir música. El podcast “Mixtape: relecturas de un proceso de rescate”, al que has hecho referencia antes, creo que lo refleja a la perfección: hay una declaración mía en una entrevista en Canal Sur el 11 de mayo de 1997 en la que expreso “la música va con mi vida y no me separaré de ella nunca”, y es lo único que hemos extraído de los años 90. Ese tipo de recuerdo, en forma de reflexión o querencia vital, es el único que me interesa de aquella época.

De la época actual, en cambio, por poner un ejemplo, hemos incluido fragmentos de “Conexión, modulación”, la intervención sonora y performática que realicé en septiembre de 2020 en la iglesia de San Pedro de Mera (Lugo), y por la que recibí el premio “Connexio” para proyectos de creación artística.

¿Cómo ves a la industria musical después de la pandemia? ¿”Hemos salido mejores” o tu percepción no es tan optimista?

La industria siempre utiliza los momentos de crisis y cambio para obtener el mayor beneficio posible, cueste lo que cueste. De esta pandemia la industria ha salido reforzada (se ha instaurado el streaming como vía de consumo cultural –de entretenimiento, diría yo-), pero quienes amamos la música, las artes escénicas y la cultura en general, somos ahora más vulnerables. Tanto quienes la creamos, como quienes la disfrutan siendo público de calidad.

“de esta pandemia la industria ha salido reforzada, pero quienes amamos la música somos ahora más vulnerables”

Quizás aún no tenemos datos suficientes como para llegar a conclusiones, pero un comentario que últimamente se está repitiendo entre artistas y programadoras de conciertos es que la franja de público de entre 40 y 50 años (básicamente mi público y el de otros muchos proyectos de artistas de mi edad), ha cambiado de hábitos tras el 2020. Socializan haciendo algo de deporte, actividades con sus hijos/as, terraceo, y por la noche ven una serie en Netflix o plataformas similares. Ya no contemplan la idea de hacer el esfuerzo de ir a un teatro, auditorio o sala de conciertos. Y esto creo que tiene mucho que ver con las inercias de lo vivido en el confinamiento, sumado a un cambio de hábitos que se inclina hacia la comodidad. La industria del entretenimiento siempre ha tendido a convertir a la música y otras artes en objeto de consumo con obsolescencia programada, pero ahora con la llegada de la transmisión on-line de conciertos y obras escénicas (el único reducto que nos quedaba para vivir una experiencia presencial única), se ha acelerado ese proceso. Los conciertos minoritarios serán cada vez más minoritarios. Esperemos encontrar la forma de protegerlos y que no acaben por desaparecer.

A nivel musical ¿qué nuevos proyectos tienes entre manos? ¿Qué es lo próximo que vamos a ver de Ainara LeGardon? Desde mi punto de vista “Ainara LeGardon” en 2017 fue un punto de inflexión. Da la impresión de que estás cada vez menos a gusto en los formatos del “rock”, en realidad muy conservadores, y que tu faceta experimental va cobrando más y más importancia. ¿Compartes esta visión?

Sí, totalmente. De hecho, mi próximo trabajo es una publicación (no puedo llamarlo disco porque, como tal, no lo es) junto al músico y artista sonoro Ignacio Córdoba, que reside en Copenhague. Llevará por título “Ignora” y se plasmará en un formato híbrido de música, documental audiovisual (ambos en digital) y libro de artista en formato físico en una edición limitada de 250 copias, que contendrán un código para acceder a la música, vídeos y textos extras. El contenido sonoro no estará disponible en plataformas de streaming, sino únicamente en una web creada ex profeso para este proyecto, además de en Bandcamp, donde pondremos a disposición solo algunos fragmentos escogidos. “Ignora” fue creado gracias a una “Residencia para el desarrollo de proyecto artístico en colaboración” ofrecida por Tabakalera en 2019, y su publicación se realizará gracias a una ayuda a las artes plásticas y visuales del Gobierno Vasco.

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