Fue hace ya 20 años. Las universidades españolas despedían 2001 en pie de guerra. Asambleas, huelgas, ocupaciones de rectorados, manifestaciones y una gran movilización en diciembre en Madrid con autobuses venidos de todo el país. Hacía años que no se veía nada igual. La Ley Orgánica de Universidades, la LOU, levantó en la España del aznarismo la mayor movilización estudiantil desde los años 80. Las protestas no lograron frenar la aprobación de la Ley, pero supusieron la ruptura de la paz social en aquella España de la burbuja inmobiliaria, de cuya prosperidad presumía su presidente en los foros internacionales. Poco tiempo después llegarían las protestas contra la gestión de la catástrofe del Prestige, las movilizaciones frente a la presidencia española de la UE, la huelga general de 2002, el movimiento contra la guerra de Irak y finalmente la noche del ¡Pásalo! y las protestas contra las sedes del PP contra las mentiras del Gobierno con respecto a la matanza yihadista del 11M.


Ramón López era en 2001 estudiante de Informática y uno de los portavoces del movimiento estudiantil en la Universidad de Oviedo/Uviéu. Hijo de migrantes gallegos que habían sido obreros en Francia antes de asentarse en Asturies, Ramón, como la mayoría de sus compañeros de la Plataforma Universitaria Abierta, era el primero de su familia en llegar a la Universidad. Limpiar de Obreros la Universidad era precisamente el nombre extraoficial que algunos le daban a la LOU. “La cuestión de sustituir las becas por préstamos bancarios o la subida de las tasas ya se dejaba caer en el Informe Bricall, que precedió a la LOU y que tuvo cierta contestación estudiantil” recuerda López tomando una cerveza en la terraza de La Belmontina, a los pies de la catedral de la capital asturiana.




Convocados por Borja Llorente, secretario general del sindicato de enseñanza de CCOO de Asturies, y uno de los impulsores del movimiento contra la LOU en la facultad de pedagogía de la Universidad de Oviedo/Uviéu, un grupo de veteranos del movimiento estudiantil hemos quedado para celebrar los 20 años de aquel 2001 en el que no pudimos parar la LOU. Lejos del ambiente de una de esas películas sobre aburguesados ex izquierdistas de los años 60, ninguno de los veteranos anti-LOU que asisten a la reunión ha tenido tiempo para montarse en el dólar o cambiar de ideología. Casi todos seguimos ligados a organizaciones sociales y partidos de izquierdas. Procedentes de las clases trabajadoras y medias, formamos parte de la generación que ya sabía que un título universitario no le supondría un pasaporte seguro al ascenso social. Quizá también una de las últimas que disfrutó de una experiencia universitaria más libre que la que hoy experimentan los que tienen 20 años y están en las aulas. “Las clases son obligatorias y viven amarrados al banco”, explica Diego Álvarez, el único dentro del grupo que se ha quedado en la Universidad trabajando como profesor.


La universidad asturiana jugó un papel destacado, para su tamaño, en aquel otoño caliente de los universitarios. Pedagogía y Psicología fueron algunos de los principales focos del movimiento, la primera experiencia política para muchos chavales recién salidos del instituto. Las facultades asturianas se llenaron de asambleas, encierros y pancartas para popularizar el contenido de la LOU. Con la Ley Mordaza en la mano algunas de las acciones del movimiento podrían haber sido hoy objeto de multas y sanciones. Durante una visita a Oviedo/Uviéu de la ministra de Educación, una lluvia de bolas de papel sorprendió a Pilar del Castillo y su comitiva a la salida del Museo Arqueológico. Rodeada, la ministra y sus guardaespaldas tendrían que salir huyendo para evitar tan bochornosa situación, ya que desde todas partes caían las bolas de papel. No contentos, los estudiantes echarían a correr detrás de su coche oficial para abuchearle y gritarle Pilar del Castillo eres hija del Caudillo. También sorprende con la mirada retrospectiva algunas de las consignas que entonces se coreaban, hoy impensables, “Si somos el futuro, ¿por qué nos dan por el culo?”, o la escasa presencia femenina en las portavocías del movimiento, copadas generalmente por hombres. Ramón López, uno de los organizadores del movimiento, señala que desde la Plataforma Universitaria se empeñaron en dar coherencia a las protestas y que aquello fuera algo más que una “pataleta juvenil”. El movimiento universitario, en un periodo todavía sin redes sociales y con un internet muy incipiente, haría una campaña de charlas informativas por todas las facultades. Ramón López y Nacho Loy trataron de explicar la relación entre la LOU, la globalización neoliberal y la privatización de los servicios públicas. Militante de las Juventudes Comunistas, López, como muchos otros estudiantes participaba al mismo tiempo en el movimiento estudiantil y en el incipiente movimiento antiglobalización. El lema de los anti LOU replicaba precísamente el Otro Mundo es Posible de los altermundistas: Otra Universidad es Posible.



Algo flotaba en el ambiente. La fuerza que adquirió el movimiento anti-LOU en las universidades españolas sorprendió a propios y extraños. Pocos esperaban que aquel farragoso texto pudiera desencandenar una movilización que hizo de la socióloga Pilar del Castillo, una ex militante de la izquierda radical reconvertida en intelectual orgánica de la derecha neoliberal, en la ministra peor valorada del Gobierno de José María Aznar. “Pilar del Castillo es hija del Caudillo” se convertiría entonces en una de las consignas más coreadas en las manifestaciones. El PSOE de Zapatero y sus medios afines entendieron el potencial del movimiento y apostaron fuertemente por él. El Grupo PRISA y Telecinco, en aquel entonces un medio muy crítico con el PP, amplificaron las protestas y ayudaron a la masividad del movimiento. Era el inicio de un ciclo de movilización protagonizado por los jóvenes, que tendría su máxima expresión en las protestas contra la participación de España en la Guerra de Irak, y sin el que no se explica el vuelco electoral que llevó a Zapatero a La Moncloa en 2004.


La LOU fue aprobada el 20 de diciembre de 2001, sin apenas cambios, gracias a la mayoría absoluta del PP. El PSOE anunció que la derogaría si ganaba las elecciones. En 2004, tras la llegada de Zapatero al Gobierno, se producirían algunos cambios en el texto aprobado, pero de escasa profundidad. El posterior Plan Bolonia, objeto de una contestación menor, y sobre todo sin el apoyo de ningún gran medio, ha profundizado en la misma línea de gestión universitaria. Un profesorado peor pagado, unos estudios más caros y una investigación muy dependiente de la financiación privada. A eso se añade una fuerte división entre grandes universidades y pequeñas universidades de provincias. Nacho Loy, sindicalista de CCOO en la Universidad de Oviedo/Uviéu, explica que con la apuesta por los rankings para medir la calidad universitaria “cualquiera que tuviera dos dedos de frente sabía que sería la forma de justificar grandes diferencias en la financiación entre unas y otras universidades”. Frente a la idea de la Universidad pública como un servicio de calidad homogénea, la apuesta del Estado se ha concentrado en potenciar unas pocas grandes universidades que atraigan estudiantes de toda España y del resto del mundo. Todo esto al mismo tiempo que se ponía alfombra roja al despliegue de las universidades privadas, sin apenas control por parte de las autoridades académicas. El nuevo ministro de Universidad, Manuel Castells, ha anunciado el final de los privilegios para la proliferación de universidades privadas. Está pendiente que se concreten las medidas. Lo que por ahora ha logrado el ministerio es pactar con las comunidades autónomas no gobernadas por el PP una bajada de tasas para 2022. Asturies es una de las pocas comunidades que lleva años congelando los precios de la Universidad. El precio no es un tema menor. A día de hoy un 19% de los estudiantes tienen que trabajar para poder estudiar sus grados y solo un 18% pueden sostenerse con becas. El porcentaje de estudiantes-trabajadores crece cuando llegamos a los posgrados.
¿Ha limpiado la LOU las universidades españolas de estudiantes de clase obrera? Según el informe de 2020 Ser estudiante universitario hoy, de la Xarxa Vives d’Universitats, únicamente el 10,6% de los estudiantes es hijo o hija de la clase trabajadora. Sumado al 34,7% procedente de las clases medias nos encontramos con una universidad en la que los hijos de las clases medias y trabajadoras están en minoría. El 45,3% frente al 54,7% de alumnos procedentes de las clases altas. Es decir, la presencia de las clases populares en la Universidad ha retrocedido a los niveles del tardofranquismo. En 1970 los estudiantes procedentes de la clase obrera eran el 13% en las universidades españolas. ¿Hay una causa-efecto entre la LOU y esta elitización de los estudios universitarios? Nuestros panfletos pronosticaban esto. Ramón López no lo duda: “Desgraciadamente se cumplió todo lo que habíamos anunciado”.