“El hecho de que haya personas que nunca hayan visto cine forma parte de una injusticia que hay que resolver”

Humberto Mancilla Plaza es el director del Festival de Cine de Derechos Humanos de Sucre (Bolivia), que estos días visita Asturias para crear sinergias para su Cineteca de Derechos Humanos

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Elena Plaza
Elena Plaza
Periodista, formadora en género, contadora de historias y enredada entre ruralidades. En mi haber cuento experiencias maravillosas como Atlántica XXII o Rural Experimenta.

Humberto Mancilla Plaza visita estos días Asturias para dar a conocer el Festival de Cine de Derechos Humanos de Sucre (Bolivia), conocido como Puñakawi (ojo rojo en quechua) y el proyecto de la Cineteca de Derechos Humanos, pionero en el mundo porque no hay ningún centro cultural dedicado a este tipo de cine. El festival pertenece a la Human Rights Film Network, con sede en Ámsterdam, y una existencia de 17 ediciones. La siguiente edición tendrá lugar en 2023 en formato bienal.

Se trata de una evolución natural, forma parte de la reflexión del propio espacio, explica Mancilla, ya que a veces los ritmos son muy apurados y la exhibición de una película requiere de cierto posado que dé lugar a la reflexión: “Los cineastas se veían con poco espacio para desarrollar sus reflexiones. O ves la película o la discute, y un festival se tiene que dedicar al público”. Quieren también reflexionar sobre los derechos de la cultura. Comenta que “nos preocupa lo que está pasando con el arte y los artistas en medio de la pandemia, uno de los sectores más golpeados”.

Y sobre los derechos de la cultura dentro de los derechos humanos. “Hay que entender la cultura no como cuatro paredes, sino como los contenidos”, apunta. De ahí ese proyecto de Cineteca que ya cuenta con la aprobación de la municipalidad de Sucre, capital histórica de Bolivia donde se firmó la independencia del país. Perteneciente a la región de Chuquisaca, cuenta con algo más de 260.000 habitantes.

Este centro cultural, enmarcado en un gran parque de unas dos hectáreas en el que quieren recuperar especies arbóreas autóctonas, se sustenta sobre tres patas: la exhibición, la formación y el archivo. Por el festival pasan cada año unas 70 películas de las entre 250-300 que reciben. En el mundo se producen anualmente entre 500 y 600 películas de derechos humanos, de ahí la necesidad también de crear ese archivo.

Para Mancilla el cine forma parte de los derechos culturales y, por extensión, de los derechos humanos de toda persona. Foto: Iván G. Fernández.

Hasta 2019 organizaban un campamento audiovisual que dejó de celebrarse, además de por falta de fondos, por la pandemia. Se trata de una especie de laboratorio donde se trabaja la realización y la producción, y por él han pasado unos 50 jóvenes.

Bolivia no cuenta con una industria cinematográfica destacable. “Tenemos un gran problema porque falta el fomento para la producción. No tenemos fondos para impulsar una producción cinematográfica sostenida, y de ahí que haya pocas películas bolivianas. Tenemos una ley de cine que tienen que terminar de reglamentar. Esto tiene un efecto en la producción y en la forma cómo se hacen los festivales. Y ahí está la falta de industria”.

Afirma que hay personas que nunca han ido al cine ni visto una película y cuando se les pregunta explican que “nunca han escuchado cine”, como si fuera un medio radiofónico. Por eso, explica Mancilla, la importancia de los derechos culturales. Como ejemplo también pone el papel que juega en el empoderamiento de las personas, cuando consigue que las persones se formen su propia opinión y la manifiesten, como las mujeres “que callan frente al marido y cuando dan ese paso y la dicen, cuando lo hacen, se genera la democracia: el cine es un pretexto para esto“. En Bolivia, con una población de 11,67 millones de habitantes en 2020, se registraron 100 feminicidios el año pasado.

Es importante e interesante cómo reacciona la gente cuando ve cine. Porque el cine ya no es solo cine, ya va más allá y deja de ser un mero medio de comunicación. Se demuestra y se siente desde los derechos humanos y ya forma parte de la historia, tiene que ver con la pedagogía, la antropología, la sociología… Ha llenado un vacío”, señala Humberto Mancilla.

Añade que el cine es el medio privilegiado para la libertad de expresión “siempre que no te impidan la difusión porque existen diferentes tipos de censura desde la distribución. En la película está la integridad del mensaje y si eso llega al público, privilegias la libertad de expresión. Y eso tiene que defender un festival de derechos humanos”.

El hecho de que haya personas que no hayan visto nunca cine forma parte de “una injusticia que hay que resolver, que se ha dado a lo largo de estos años al no crear infraestructuras para la cultura. Cuando hablamos del proyecto de construir la Cineteca de Derechos Humanos hablamos de hacer justicia con algunos pueblos que no han tenido la oportunidad de desarrollar su cultura cinematográfica. La gente no conoce la sensación que puede causar una película: de ahí ese no he escuchado cine“.

Por eso la turné que le ha llevado a París a entrevistarse con Costa Gavras, a Madrid, Donosti y Asturias.

Y a pesar de la falta de infraestructuras existe este Festival que forma parte de una red internacional de festivales que ha conquistado espacios, que se inauguró en la Casa de la Libertad, todo un monumento para los y las bolivianas, y tienen como socios al Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia.

Humberto Mancilla pertenece al pueblo quechua, una de las 36 nacionalidades que conforman Bolivia. Foto: Iván G. Fernández.

Por ahora no cobran entrada por ver las películas que exhiben, lo que dice que ha dado lugar a debate y polémica. “El bien mayor es dar acceso a este tipo de películas y evitar más discriminación. Es el derecho humano al cine. Y cobrar se puede convertir en un obstáculo, es parte de una conquista. Si algún día decidiéramos cobrar, no podría pensarse desde el lucro, sino desde la sostenibilidad del proyecto”, explica Mancilla.

Y habla también de la relación que existe entre la cultura, el cine y el desarrollo. “Desde la Convención para la diversidad de la expresión cultural de la Unesco de 2005 la cultura se considera desarrollo, y no sólo el económico. De hecho impulsa una de las pocas herramientas internacionales que da el marco para entender los derechos humanos”. Habla de la importancia de la comunidad para garantizar la armonía, y que lo que decide la comunidad no se discute. Humberto Mancilla, abogado de formación y con una tesis sobre el audiovisual, es quechua y habla quechua. Pregunta sobre el asturiano y no entiende que siga relegado, sin reconocimiento. Lo dice un indígena que forma parte de un estado plurinacional conformado por 36 nacionalidades que en 2025 celebrará el bicentenario de su independencia. “Entonces, si en España se reconocieran las distintas nacionalidades, ¿qué pasaría?”.

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