Arcelor ha desenchufado la fábrica dejando a 1600 trabajadores apagados. La acería es un monstruo gótico que expulsa fuego por la boca de su chimenea como un dragón que se abraza a la primavera esparciendo su letargo. Al mismo tiempo, Barbón adelantará el 90% de las ayudas al campo y cubrirá un 50% del bono social de la luz. El Gobierno del Principado quiere combatir la crisis inflacionista con otro escudo social. Empieza a comprender la lógica de la guerra dentro de sus fronteras, la misma que había aplicado contra el coronavirus. Es curioso como entonces regalaba los sintagmas de la guerra a su alrededor y hoy se expresa más comedido ante la batalla de Putin.
Ayer, en el sótano de Fruela, le reconoció a Mallada que las autonomías no tienen margen para decidir sobre impuestos. Salvo que el adrianismo declare la ley marcial, estamos en manos de Pedro Sánchez. Barbón está por apartar el gas del sistema eléctrico, topar los precios, poner en marcha la regasificadora. Pero son todos cantares de amigo que como vienen se van. No están de su mano. Aun así, le reprochó a los diputados que no puede modificar las tasas y los tributos de un día para otro porque no cuenta con armas ni munición legislativa. Con la reforma del estatuto, dispondría de un decreto ley que habría dado más poder y agilidad a su gobierno. Lástima que entonces sólo centraran el debate en la llingua.

Todos se miran en el espejo de Alberto Nuñez Feijóo para demostrar su fortaleza. Mallada le recordó al hemiciclo lo que el presidente del PP explicó a los suyos la semana pasada en el Campoamor. Pero su verbo se estrella en la Junta contra la corpulencia de Barbón, que es un fiel seguidor de su colega y aspira a construir eso por lo que todos se van a pelear en los próximos meses: la centralidad.
Ayer la SEAT anunció una nueva planta de baterias en Sagunto. En poco tiempo, la Ford instalará otra en la cuenca del Mediterraneo. Se lo digo a Daniel Ripa en el cafetón del Parlamento. Si trazamos una línea desde Navarra hasta Sevilla, nos sale el dibujo de las dos Españas. Enseguida me muestra un mapa sobre el crecimiento demográfico del país. Al este, una lengua de fuego roja recorre la costa española, populosa y fenicia. Al oeste, la España vacía, como un páramo que se hubiera tragado la ruta de la plata. Hubo un tiempo en el que Europa miraba hacia el Atlántico y en Finisterra las sirenas anunciaban el Nuevo Mundo. Hoy Ximo Puig es el centinela del Mediterráneo. La centralidad también busca un mapa que se deforma hacia el Oriente.
Pero la centralidad también es el pacto de las rentas que abrirá una autopista al bipartidismo. Que se preparen los sindicatos, Ione Belarra y Yolanda Díaz. La reforma laboral y la subida del salario mínimo se van a quedar en un canto de sirena si no reajustan su discurso y vuelcan su proyecto en el cuenco vacío de la centralidad, amarradas al mástil del mismo barco. Alberto ganará las elecciones el día que esto se hunda o cuando más se necesita el consenso para salir de la insolvencia. Sabe que la gira europea de Pedro Sánchez no es suficiente para ganar las siguientes elecciones. El colapso del país busca mesías a los que les salgan las cuentan y manejen con soltura el presupuesto. Mientras Pedro Sánchez se gusta más en la política internacional, España queda en manos de sus ministros y Núñez Feijoo, si los de Podemos no hacen algo. El gallego se los va a comer uno a uno. El presidente del PP suele ser de esos tipos capaces convertir la política en el cuadrilátero donde los doctrinarios andan siempre a garrotazos.