La Corriente, 40 años después

Rubén Vega publica el libro "Así que pasen 40 años", una historia del sindicato asturiano, que este fin de semana celebra su VIII Congreso en Xixón.

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Diego Díaz Alonso
Diego Díaz Alonso
Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.

Café Leonés. Centro de Xixón. Enero de 1981. Dos hombres discuten en una mesa. Son sindicalistas. Ambos trabajadores del metal. Ambos curtidos en la lucha obrera y en la oposición contra la dictadura. Comunistas. Uno militante del PCE. El otro ex militante. Fuera del bar hay un país en el que el proceso democrático vive horas bajas, los militares se revuelven y parte de la clase trabajadora siente que sobre sus espaldas está recayendo en exclusiva el peso de una crisis económica que en Xixón golpea con dureza.

Volvamos a los dos hombres de la mesa. Uno se llama Francisco Javier Suárez y es secretario de CCOO de Asturies. El otro, Luis Redondo, y lidera la díscola unión comarcal del sindicato. “Si os sancionamos no duráis ni tres meses” advierte Suárez a Redondo. La conversación entre los dos compañeros, cuya relación no pasa por su mejor momento, no frena la escalada de tensión que se vive en entre la dirección regional y la dirección local de CCCO. Unas diferencias que arrancaron con los Pactos de la Moncloa y que la respuesta a la crisis está agravando. No habrá reconciliación. Finalmente los críticos de la llamada corriente de izquierda acabarán fuera, organizando en 1982 un nuevo sindicato. Se llama la Corriente Sindical de Izquierdas. Cumple 40 años y este fin de semana celebra su Congreso.

Primera conferencia de la Corriente Sindical de Izquierdas. Octubre 1984. Foto: Luis Sevilla.
Primera conferencia de la Corriente Sindical de Izquierdas. Octubre 1984. Foto: Luis Sevilla.

“En 1981 la advertencia de Suárez a Redondo parecía razonable, porque resultaba difícil imaginar un nuevo sindicato fuera de las poderosas siglas de CCOO” explica el historiador Rubén Vega, que lleva años estudiando la evolución de la organización. “Lo que hace que esa corriente de izquierdas sobreviva como sindicato es que ahí no están los típicos críticos que solo saben decir lo mal que lo hace la dirección, pero luego no tienen ni puñetera idea de qué hacer, sino que contaba con liderazgos muy asentados y con prestigio, como el de Morala en el metal y el de Redondo en la comarcal” señala Vega, que acaba de publicar “Así que pasen cuarenta años”, continuación, 30 años más tarde, de su primer libro, “La Corriente Sindical de Izquierda, un sindicalismo de movilización”, editado en 1991. “He vuelto al escenario del crimen” señala Vega, que apunta a que el sindicato es muy diferente al que analizó en aquel entonces, cuando iniciaba su carrera como historiador, “porque también el mundo, Asturias, Gijón y la clase trabajadora son muy distintos”. Para el historiador gijonés el gran éxito de la CSI es haber logrado sobrevivir a la desindustrialización y reinventrarse más allá del metal, llegando a tener implantación en sectores tan diferentes como la administración pública, la sanidad, la limpieza, el transporte o los riders.

Manifestación contra el desmantelamiento industrial. Diciembre de 1983. Foto: Luis Sevilla.
Manifestacion y entierro del estudiante Raul Losa, asesinado en el transcurso de una huelga general en Xixón. Octubre 1984. Foto: Luis Sevilla.

Sobrevivir, reinventarse

La CSI, un sindicato principalmente gijonés, aunque siempre con vocación asturiana, nació, creció y echó raíces en el difícil contexto del desmantelamiento industrial de los 80 y 90, representando las posiciones más combativas frente a los despidos y los cierres de empresas. Su presencia en las huelgas generales del Xixón de los años 80, o en conflictos como los astilleros o la fábrica textil IKE, con una plantilla muy feminizada, fueron muy destacados. Nadie se imaginaba entonces que la Corriente llegaría a ser el sindicato más votado en la antigua Caja de Ahorros de Asturias, la RTPA o en la administración pública. Tampoco que lograría hacerse un lugar en grandes empresas como ArcelorMittal o en la sanidad, donde como señala Rubén Vega, “la presencia era testimonial”, pero se logra construir una sección sindical gracias a la llegada al sector de una ex trabajadora y ex sindicalista de IKE, Ana Carpintero, reconvertida en enfermera tras el final de la fábrica. Puntos débiles. Muchos. Paradojas. Curiosamente, un sindicato tan obrerista logró con más facilidad penetrar en oficinas que en las minas. La presencia de la CSI en los pozos mineros siempre fue testimonial, y sus intentos de penetración en las cuencas chocaron con las viejas tradiciones sindicales de las comarcas mineras.

Manifestacion y entierro del estudiante Raul Losa, asesinado en el transcurso de una huelga general en Xixón. Octubre 1984. Foto: Luis Sevilla.
Manifestación de trabajadoras de la empresa textil gijonesa IKE. Foto: Luis Sevilla.

Aunque la CSI ha seguido siendo un sindicato minoritario, incluso en comparación con otras organizaciones sindicales contemporáneas, como LAB en Euskadi o el sindicalismo nacionalista gallego, hoy agrupado en la CIG, supera a otras organizaciones del complejo mapa de la llamada izquierda sindical, cuya presencia está muy ceñida a sectores, empresas o comarcas concretas. Vega apunta que su incidencia sociopolítica en Asturies es superior a su afiliación y número de delegados sindicales, unos 250, una cifra muy por debajo de los 2.000 de CCOO y los 1.800 de UGT. Para Vega la clave de su supervivencia más allá del desmantelamiento industrial ha sido lograr convertirse en un “polo de referencia” para cierto tipo de trabajador o trabajadora que busca un tipo de sindicalismo que delega menos, y está más basado en la movilización y el asamblearismo: “identifican a la CSI con gente que pelea, es honesta y no tiene servidumbres políticas”. Eso la hace atractiva a ciertos trabajadores de sectores que nunca van a levantar una barricada de neumáticos ardiendo, pero que ven en las siglas de CSI una referencia moral, explica este profesor de la Universidad de Oviedo/Uviéu, especialista en la historia del movimiento obrero. Un dirigente de otro sindicato considera que CSI tiene en efecto capacidad para liderar “conflictos ejemplares”, pero de difícil traslación más allá de circunstancias concretas, muy excepcionales. Para este sindicalista el problema de la Corriente sigue siendo crear organización más allá de unas cuantas islas de combatividad.

La policía disuelve un piquete en la huelga general de del 27 de enero de 1994. Foto: Luis Sevilla.
Enfrentamientos en Naval Gijón en 1995. Foto: Luis Sevilla.

La CSI suele conectar mejor con empresas en crisis o situaciones difíciles, que allí donde las cosas van bien y se impone otro tipo de sindicalismo más anodino y rutinario. Un ejemplo de este sindicalismo de excepcionalidad fueron las Asambleas de Trabajadores en Lucha. Desarrolladas durante la anterior crisis de 2008, tuvieron su periodo de mayor actividad entre 2014 y 2018. Para Rubén Vega se trata de un ejemplo del tipo de coordinación “por abajo” que el sindicato ya defendía en los años 80. En opinión del historiador, con Samuel Fernández en la dirección del sindicato y Marco Antuña en este frente, las asambleas lograron agrupar a trabajadores de empresas, sectores, sindicatos y tradiciones muy dispares, logrando acompañar a plantillas muy pequeñas, que lo tenían todo perdido, y que en algunos casos gracias al apoyo mutuo lograron salir adelante. El Hotel León de Xixón fue uno de ellos.

El historiador Rubén Vega, autor de “Así que pasen 40 años”. Foto: David Aguilar Sánchez.

Además de todo eso, Vega apunta que el sindicato ha seguido teniendo un flujo de afiliados procedente de sectores críticos de CCOO. Un dirigente sindical de CCOO señala maliciosamente que la CSI solo crece “cuando Comisiones se derechiza y lo hace mal”, pero que este terreno lo pierde cuando Comisiones regresa a posiciones más combativas. En la CSI hay quien opina que una izquierda sindical fuerte es fundamental para arrastrar a Comisiones a posiciones más movilizadoras. Sea como sea, las relaciones entre el sindicato matriz y la escisión nunca ha sido fáciles, algo que también tiene que ver con rupturas no solo sindicales, sino también personales. Aunque en los 80 algunos todavían creían posible la reconciliación, 40 años después se han consolidado como dos organizaciones independientes, que han pasado por periodos de mayor colaboración y otros de enfrentamiento muy enconado, siempre con puntuales colaboraciones en conflictos, empresas y sectores concretos.

Un sindicato sociopolítico

De la tradición de CCOO la CSI se llevó también la vocación de ser un sindicato socipolítico, enraizado en el territorio, y no solo una agrupación de secciones sindicales. “La sede del sindicato tiene algo de las viejas casas del pueblo. Por allí rula mucha gente que encuentra en la Corriente apoyo y que carece de medios” apunta Vega, para quien la falta de teorización del sindicato se compensa con “un fortísimo insitinto de lucha”. Un institinto que le llevó a apoyar en su día a los insumisos al servicio militar, y años más tarde, con Cándido González Carnero en la secretaría general, al movimiento antiglobalización y los foros sociales alternativos. En un viaje a una de las contracumbres, la de Barcelona, el grupo asturiano, en el que participaban destacados dirigentes de la CSI, sufriría una infiltración policial, que posteriormente sería descubierta.

El sindicato también ha apoyado en épocas más recientes movimientos como el de parados y precarios, iniciativas solidarias como los repartos de comida o mascarillas, e incluso una asociación de hosteleros alternativa a la patronal OTEA. Esta buena sintonía con muchos movimientos sociales, contrasta, según Vega, con las problemáticas relaciones del sindicato con el movimiento feminista. Una asignatura pendiente en opinión del historiador.

Despedida a Luis Redondo, fundador de la CSI, con su ataud cubierto por las banderas comunista, republicana y del sindicato. Foto: Luis Sevilla.
Movilización en Xixón. Foto: Iván G. Fernández

Políticamente CSI siempre ha tenido militantes de partidos en su seno. En su día de los partidos comunistas prosoviéticos, del MC y la LCR. Sin embargo, Rubén Vega señala que la dirección del sindicato siempre quiso preservar el carácter independiente del sindicato. Para Vega “hay un cierto aliento anarquista o mejor dicho anarcosindicalista en la CSI, aunque algunos de sus fundadores vinieran del PCE”. Héctor González, historiador del anarquismo y militante de la CSI, autor del libro “La CNT asturiana durante la Transición española”, considera que más allá de algunos trasvases concretos de militantes, la Corriente ocupó en los años 80 el hueco dejado por la CNT con su autodestrucción. “El espacio que en otras partes llena la CGT, en Asturias lo hegemoniza la CSI” explica Rubén Vega.

Protesta contra la represión sindical en el Reconquista. Foto: Iván G. Fernández.
Concentración por la readmisión de una trabajadora de ALSA. Foto: Iván G. Fernández.

Con respecto al asturianismo, aliado natural de un sindicato cuyo ámbito geográfico se circunscribe a Asturies, Vega señala una relación curiosa. “La Corriente fue un objeto de deseo para el asturianismo político, y la Corriente se dejó querer, pero nunca quiso dar el paso a convertirse en el brazo sindical de un nacionalismo asturiano que siempre ha sido mucho más débil que el sindicato” concluye el autor de “Así que pasen 40 años”. “Quizá la única veleidad política en sus 40 años de historia ha sido Podemos” explica Vega. Mientras el encarcelamiento de Juan Manuel Martínez Morala y Candido Gonález Carnero coincidió con los gobiernos de coalición PSOE-IU, agrandando así el foso con la coalición de izquierdas, que ya tiene en CCOO a su referencia sindical, el surgimiento de Podemos fue muy bien recibido en buena parte de la CSI. Aunque sectores del sindicato sostuvieron un discurso muy anti-Podemos, con la eclosión de los círculos muchos afiliados de CSI se convirtieron en militantes, cuadros, cargos públicos y dirigentes del partido. Superados los recelos iniciales, incluso los sectores más reticentes a la formación morada fueron descubriendo los beneficios de contar con una interlocución política de la que antes nunca había gozado.

Concentración de CSI el 1 de Mayo en la Casa Sindical. Foto: Luis Sevilla.

El VIII Congreso de la CSI coincide con un momento de crisis y desorientación de los movimientos sociales, marcado en lo económico por la espiral inflacionista y las consecuencias de la guerra de Ucrania. Dos listas se medirán este fin de semana en la Casa Sindical de Xixón. Por un lado la liderada por Nacho Fuster, procedente de Vauste, trabajador del metal y actual secretario general. Por otro, la de Marta Rodil, veterana abogada del sindicato. Para Rubén Vega, gane quien gane, la CSI tendrá que hacer frente a sus debilidades organizativas, ya que a día de hoy, según el historiador, el sindicato “sale adelante de milagro”. Es decir, gracias a grandes dosis de voluntarismo y entrega por parte de “una generación para la que el sindicato es su vida”. La CSI no tiene liberados ni estructura profesional. Algo que es una seña de identidad, pero también un problema a la hora del día a día de la vida sindical. Según Rubén Vega, el sindicato además de plantearse qué quiere ser a sus cuarenta años en una Asturies tan diferente a la de 1982, tendrá que repensarse organizatívamente en tiempos en los que la cultura militante ha cambiado, la afiliación del sindicato quiere conciliar y tener vida propia, y no solo orgánica. El tiempo dirá cómo le sientan los 40 a la Corriente.

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