Mario Obrero (Getafe, 2003) acaba de empezar la universidad, pero ya ha recibido algunos de los premios más prestigiosos de la poesía en español: el Premio Loewe de Poesía a la Creación Joven por “Peachtre City” (Visor, 2021) y el Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande, con solo 17 años, por “Carpintería de armónicos”. El poeta madrileño acaba de publicar “Cerezas sobre la muerte” (La Bella Varsovia, 2022), un poemario sobre la fosa común de Pernafeites, en Tarragona, escrito en castellano, asturiano, gallego, euskera y catalán: “Sucede que mi juventud se erige sobre la albura de los fémures y el empaste de oro. Sucede que el alambre de espino no es una flor”. Dice Obrero que “rumiamos como el hueso de la cereza un silencio en mil lenguas. Toa esa muerte ocúpanos y ye’l furacu azul de les nubes domingueres”.
El poeta madrileño participó este pasado fin de semana en el festival Poesía en Xixón con un recital en el Toma 3: “Tal y como estamos, con las cosas que tenemos en el mundo y con lo atroz que es todo hoy en día, venir a un recital me parece siempre algo de agradecer. Podríamos estar vendiendo armas, defraudando dinero a Hacienda o en Arabia Saudí”.
“Cerezas sobre la muerte” tiene un componente tal vez místico o panteísta, con esa idea de la vida que nace de la muerte
Sí, además de la vida que nace de la muerte y de esa pulsión de la que hablaba Walter Benjamin cuando decía aquello de ese resquemor, ese zumbido o resonar que queda en el aire y va pasando a lo largo de la historia, y que son los sueños pendientes de ser soñados. Son las revoluciones irmandiñas, la revolución de Ochobre, las cigarreiras de Coruña y son también las que hoy en el Guggenheim de Bilbao acaban de conseguir una subida salarial. Que todas esas cosas se repitan creo que tiene mucho que ver con la idea de vida y de muerte, de lo orgánico y de ciclos que, de no ser entendidos, nos dejan un poco huérfanos. Si no se comprende la procedencia y la dirección simbiótica que produce la humanidad, que estar comprendido dentro de un conjunto implica que tú eres antes y que eres después, que antes eras tú y que después también serás tú, si eso no se entiende te quedas huérfano, ausente, falto de una canción pendiente de ser cantada, que es un verso de Lupe Gomez. Y yo creo en esa idea de buscar el canto ya cantado y el canto del porvenir, que no deja de ser el mismo; desconfiar de esa concepción tan capitalista del pasado como algo arqueológico, el futuro como algo distópico hacia el que correr como pollos sin cabeza y un presente baldío. Acabar con eso es tarea de la poesía, creo yo.
Al leer tu libro recordé un verso de Miguel d’Ors que dice algo así como que el poeta es quien oye crecer la espiga de trigo al partir el pan
Y en el pan, fíjate. La cuestión del pan, las verdades del trigo, como aquel verso de García Lorca en Poeta en Nueva York. Y yo creo que sí, que no buscamos otra cosa que pan. Mi mayor referencia poética, Juan Carlos Mestre, es el hijo de un panadero. Y cree que tiene mucha significación estar del lado del pan y de lo que alimenta, porque al final hablamos de ser compañeras, de que la poesía genera una compañía. Y compañía no es otra cosa que compartir el pan.
En euskera trabajo se puede decir lanbideak, pero oficio se dice ogibideak. Ogibide es el bidea, el camino, del ogi, del pan. Y estar en el camino del pan, entender que hablas de cosas nutricias, y sobre todo de cosas que van a ir hacia otra persona y van a volver, porque el pan es algo que se hace para ser compartido, para ser comido, es muy importante. Es quizás lo que mantiene ese camín de la poesía en el lugar periférico que merece estar. Si uno no entendiera que comparte el pan, que crea cosas para otra gente, y que esa gente crea otras cosas de vuelta para uno mismo, difícil es quizás estar en el lado de la poesía. Porque es un lado duro, como son duras todas las cosas buenas y hermosas.
“De ubicarme en algún sitio, me ubico felizmente en la periferia”
Pese a lo trágico del tema me parece un libro esperanzado: de la muerte brota la belleza; las lenguas silenciadas y reprimidas se cruzan en un mestizaje desordenado
Mi madre, poeta y maestra de la escuela pública, tiene un poemario pensando en la fosa de Grao, en la fosa de El Rellán, que ahora mismo está excavándose. En esa fosa pedían ADN para encontrar familiares, y entonces mi madre hizo un poemario que venía a decir sois mi familia. Hay que hacerse familiar de quien ha luchado por ti, hay que hacerse familiar de quien ha tenido alguna vez los mismos anhelos y las mismas esperanzas que tú estás teniendo hoy. El primer poema dice algo así como no llores, no les des ese gusto. Yo creo que si además del lugar del olvido, del lugar impuesto del débil y del vencido, encima fundamos el sacrosanto sindicato nacional de plañideros y plañideras, no tendremos quizás esa legítima defensa que es la poesía. Creo que la poesía se defiende con la alegría, Pienso en José Hierro, que es ahora su centenario, y en aquel llegué por el dolor a la alegría. Eso lo escribe en la cárcel, en los años que pasa desde que tiene mi edad, 17, hasta casi finales del 40. En todos esos años escribe un poemario que se llama “Alegría”. Cuando uno recuerda que los gendarmes franceses en los campos de concentración de Rivesaltes o de Saint-Cyprien decían el “Allez, allez”, tiene que ser un “Allez, allez rêver”; allez allez soñad, avanzad. Creo que la alegría es algo muy subversivo, y que precisamente la alegría de entender las cosas estando en el lado no correcto, porque correcto y recto creo que son cosas muy de conservatorio, pero sí la orilla pertinente, tal vez. Estar en esa orilla y entender que la risa verdaderamente hace libre y pone alas.

¿Piensas que las lenguas de la Península Ibérica viven de espaldas las unas a las otras?
Yo veo una urdimbre muy clara entre poesía, memoria y lengua, y en cómo se denosta a esos tres campos del pensamiento y de la identidad humana. La poesía no puede morir nunca. La poesía no ha muerto cuando Anna Ajmátova estaba esperando en una cárcel y escribía aquellos versos que aprendía de memoria y se los pasaba a sus amigos. La poesía no ha muerto tampoco cuando se fusila a García Lorca y no ha muerto en tantas y tantas ocasiones. Llevan exiliándose poetas desde Ovidio hasta el presente. Por tanto, si la poesía no ha muerto la lengua tampoco.
Cuanto menos, hay que entender que de facto somos un estado plurilingüe, y entendernos plurilingües es algo que ya es irrevocable. Los siglos de opresión que llevan existiendo frente al euskera, frente al galego, o lo del asturianu que es una cosa feroz y voraz, que después de eso haya quien quiera seguir levantando la mecha y la cerilla legítima de la lengua, significa que no va a morir nunca. Podrá estar moribunda, pero nunca muerta. Quien quiera seguir pensando en una España unitaria en lo lingüístico no solo es un carca, sino que además es un soñador más que un poeta. Los poetas sueñan, pero soñar con una España monolingüe es soñar sin cabeza. Una pesadilla irracional que no va existir nunca. Han sido siglos de opresión, de cambiarse el nombre, de salir a la plaza con la cabeza rapada, siglos de rechistar de los gramáticos. Creo que ya no hay vuelta atrás, que hay que comprender la naturalidad y el patrimonio colectivo que es tener lenguas.
¿Por qué este poemario intercalando castellano, euskera, galego, catalán y asturiano?
Pues precisamente por ese vínculo que yo veía. Pienso en el Conceyu de Uviéu. Cuando entran al gobierno, ¿qué es lo que hace la nueva corporación municipal? Quitan la cai Federico García Lorca y ponen la cai Calvo Sotelo. ¿Qué hacen en noviembre de 2021 PP, Cs y Vox? Votan a favor de una moción de censura contra la oficialidá. Pienso en Paloma García, la diputada nacional del PP. Cuando sale el boceto de la Ley de Memoria Democrática hace un tuit en el que dice cosas que resuenan a Fraga: esto no vale para nada, es abrir heridas, no le interesa a los españoles…Esa misma mujer subió unos meses después a la tribuna del Congreso de los Diputados y a la filóloga que es Sofía Castañón le dijo “Gijón y no Xixón, señora Castañón”.
Por tanto, hay un vínculo muy fuerte entre denostar una lengua, denostar la memoria histórica y denostar la poesía. En entender que esas tres puertas a la inteligencia son inútiles. Creo que hay que ser consecuente y ayudarse entre sí. Si están sufriendo el mismo estigma, será precisamente estando juntas donde sean más felices y donde broten mejor. Al final hablo de cuestiones muy orgánicas y muy naturales, y creo que lo que brota tiene que venir ayudado. Y que la llingua está con la poesía, y la poesía está con la memoria frente a la ignorancia, que no la inocencia, de quien se cree que el servicio ha de ser servidumbre. Hay todavía mucho señorito Iván, mucho indiano que piensa que el servicio de las cosas es servidumbre. Y no. Yo busco un servicio a la lengua, pero no busco que la lengua me sirva como si fuese un esclavo. Quien no entiende que las cosas tienen servicio y no servidumbre; que las cosas tienen utilidad , pero que no están subordinadas a tu voluntad, quien no entiende eso quizás en el siglo XVIII habría estado más feliz.
“La poesía está siempre en el lugar del vencido”
Pervive aún eso de asociar ciertas lenguas con lo aldeano usado en un sentido despectivo
Se intenta muchas veces poner un cliché de aldeano en la literatura euskaldún o galega, y no, no hay nada de aldeano en Lois Pereiro, en Xela Arias, o en Sarrionandia. ¿Qué hay de aldeano en Rodrigo Cuevas? Nada. Y de aldeano no hay nada, pero si hubiera algo sería maravilloso. Creo que la idea de cómo se concibe lo aldeano, entendido como lo periférico, es una cosa de los centros neurálgicos del pensamiento. Geográficamente de las capitales e intelectualmente de las capitales del pensamiento, de la hegemonía que impone lo que es y lo que deja de ser la aldea. Creo que la aldea es una periferia muy necesaria. Además, cómo se trabaja y cómo se colectiviza en la aldea, cómo es el trabajo entendido desde el vieiro o desde el camín es algo muy pertinente para la poesía. La poesía anda más en la aldea que en la megalópolis. Está en el camín pequeñín y no en la autopista.

Lo del centro, entendido en todos los sentidos, es una falacia. Los centros siempre van centrándose más y más y más hasta acabar en una oligarquía de cuatro. Y es que tampoco existe el centro: yo vivo en Getafe, y tardo una hora y cuarto en llegar a Moncloa. La idea de centro engaña mucho. Yo creo que, de ubicarme en algún sitio, me ubico felizmente en la periferia. Porque no me queda otro camino, y no querría que me quedase otro.
Cuentas que el libro nació de la Ruta al Exilio organizada por el Ministerio de Derechos Sociales, ¿en qué consiste esta ruta?
El de la memoria es un derecho constitucional, también el de la cultura, y es un deber de cualquier estado democrático cerciorarse de que nadie tiene la capacidad de ser ignorante. La ignorancia, en una sociedad que convive democráticamente, no es una opción legítima. Y los servicios públicos deben blindar un derecho que es propio de la ciudadanía, como es el derecho a la memoria. Es el derecho a entender que un país con 3000 fosas comunes y con 114216 desaparecidas es un país que está organizado y urdido por los organizadores del olvido, como llamaba Juan Gelman a aquellos que después de acabar las dictaduras llegan e implantan el silencio. Cuando se restaña ese lugar y cuando el servicio público ofrece lo que debería ofrecer surgen cosas maravillosas como es Ruta al Exilio. Es un proyecto que junta a 30 jóvenes de todo el estado de 16 y 17 años en torno a la memoria histórica.
Cuando se habla y se generaliza sobre la juventud habría que recordar que una primera edición de un proyecto con ciertos problemas para publicitarse tuvo doscientos y pico candidatos. Cuando doscientos y pico jóvenes quieren estar del lado de la memoria creo que hay que repensar el discurso generacional que se emite contra la juventud. No que se hace sobre, sino que se emite contra.
Hay ciertos discursos muy preocupados por la supuesta ignorancia o indiferencia de los jóvenes hacia el pasado y la memoria histórica
Creo que a quien no le es dada la oportunidad, a quien no le es concedido el derecho a tener una memoria no se le puede culpabilizar de no tener memoria. La culpa, o la responsabilidad mejor dicho, no depende en ningún caso del inocente, de quien tiene los ojos abiertos pero no ha llegado al envés de la lluvia, que no ha encontrado ese camino que nadie señala, como decía Ernestina de Champourcin. La responsabilidad está en quien impone un silencio. Creo que toda postura frente a algo tan grave como son nuestras desaparecidas en los 40 años de dictadura siempre beneficia a unas ideas y siempre va amparada por unos intereses y, sobre todo, por unos privilegios. Va amparada por unos intereses la memoria y el mantener viva el fuego de nuestras ancestras, pero también va amparada por unos intereses muy claros la ignorancia, la indiferencia y por supuesto la oposición.
Me hace mucha gracia cuando se dice que a los jóvenes eso no les interesa, o que la memoria es algo de izquierdas. En Madrid quien quita la calle Justa Freira no es un ayuntamiento de izquierdas. La Junta de Castilla y León que quiere suprimir la Ley de Memoria Histórica y de Democrática no está gobernada por un partido de izquierdas. La memoria atañe a toda la sociedad. Toda postura sobre la memoria ampara y apoya ciertos intereses. Pero creo que a la juventud no se le puede achacar no estar interesada por la memoria cuando estructuralmente ni en las escuelas ni en los colegios, ni en el debate público está presente. Cuando puede salir una presidenta de la Comunidad de Madrid diciendo que ella es libre e independiente porque no le hablan de memoria histórica. Cuando todo eso es el pan de cada día la responsabilidad no es en ningún caso de las jóvenes, sino de las que mantienen el discurso hegemónico del silencio.
Creo que también se entra en una falacia que no da puntada sin hilo, y que es muy intencionada, que es retroceder siempre al 36. Es un debate hist́órico muy interesante y la historiografía debe ser crítica, es algo que podríamos hablar perfectamente. Pero igual de importante que eso es de la memoria en 2022. Yo estoy hablando de una persona que se levanta, sale de Getafe, ve el Cerro de los Ángeles donde hay una placa franquista, llega a la avenida de Moncloa donde hay un arco de la victoria franquista y se mete en una facultad con un cartel franquista. Esa es la memoria de la que yo hablo: cómo en 2022, yo, como cualquier compañera de viaje, sigue llevando a las espaldas las postrimerías del franquismo. Frente a eso hace falta un debate, pero hace falta sobre todo entender que la responsabilidad nunca parte de la víctima. La responsabilidad es del victimario.
“El futuro no puede crecer sobre 114226 desaparecidas o 3000 fosas comunes”
¿Qué tal crees que casan la poesía y el compromiso social o político?
Pienso en “Museo de la clase obrera”, cuando dice Juan Carlos Mestre ¿sabes tú de quién aprendí yo a cantar? Del gorrión y del grillo aprendí yo a cantar. Y del humillado y del vencido aprendí yo a cantar. Y del pan blanco y del pan negro aprendí yo a cantar. Eso es equiparable y tiene la misma fuerza que un arriba parias de la tierra, en pie famélica legión. Pero el compromiso en la poesía, siendo importante, no viene fundado por una voluntad. Creo que no es como yo he trabajado. No se puede poner diques y orden en el maravilloso desorden de las cosas, que decía José Hierro. Y a la poesía no se puede ir con la intención de domar, con la intención de domesticar el poema porque “quiero hablar de”. Si quieres hablar de hay folletos, hay posters y hay octavillas para repartir en la calle. Todas cosas necesarias e interesantes. Sin embargo la poesía creo que tiene un compromiso que llega a través de lo necesario, de lo que no puede ser dicho de otra manera. Es la historia de calcetines rojos de la que habla Marta Agudo. Pienso en aquel poema de Olga Novo del “Tantán republicano” que alguien escoitaba xogandose a vida. Cuando uno escucha esto se destila de la ideología un poso que queda en la poética, pero creo que no, que el compromiso no viene impuesto por la necesidad de la autora, sino que viene necesariamente del lugar ético y geográfico que ocupa la autora. Antonio Gamonda cuando escribe el “Blues castellano” no es porque quiera hablar del franquismo, es porque escribe el “Blues castellano”. Y cuando la desgracia de los otros entró en mi carne, que es una frase de Simone Weil con la que comienza el “Blues castellano”, lo hace por la pura necesidad de estar en el lugar poético y político. Que el lugar político y poética converjan, que no estén supeditados el uno al otro sino que convivan, que lleguen de manera natural como estuario y que se destile del compromiso vital el compromiso poético. Creo que son disquisiciones muy mentirosas estas de separar vida de poesía. Todo confluye en esa naturalidad con la que se mezclan las cosas, con la naturalidad con la que las olas entran y salen de una ría. Esa relación entre la poesía y la política, y el compromiso y la belleza, que es un lugar adonde no van a parar los cobardes, como dice Gamoneda, es mucho más natural y orgánica de lo que a veces se hace entender.
Hace unos días estuviste en un recital organizado por Amnistía Internacional contra la guerra de Ucrania. Mucha gente podrá pensar que qué carajo les importa a los ucranianos que están escondidos en los búnkeres de Kiev que haya unos poetas leyendo sus obras a miles de kilómetros de distancia de allí
Leímos poemas contra la guerra y entendiendo algo que la poesía siempre ha cumplido, y es que frente a la simplificación de las cosas, frente a la tendencia capitalista de hacer discursos cada vez más sencillos, más asequibles, más radicales y dogmáticos de los muy muy buenos y los muy muy malos, frente a esos binomios la poesía ha de estar en el lugar complejo que asume que las cosas son poliédricas y múltiples. Se recitra contra la guerra y se recita a favor de quien hay que estar siempre, que es de la población civil, del asediado o del desplazado, pero también de la opositora, de la activista, del que hace la resistencia desde dentro de un pueblo que no es nunca un gobierno. Decía la poeta rusa Anna Ajmátova que sin verdugo y sin cadalso no se es poeta en la tierra. Yo querría pensar que hay quizás una pequeña posibilidad de ser poeta sin verdugo y sin cadalso, pero creo que cuando Ajmátova habla hay que prestarle atención, y que sin duda el lugar de la poesía es el lugar del vencido, y en las guerras la poesía se sabe rápidamente y sin dudas de qué bando está. Y no lleva armas, lleva bombones, como dice Xaime Martínez en un poema.

Creo que hay una necesidad poética de defender y de amparar, y que además es muy lúcida en un momento donde tendemos a simplificaciones y a abaratar el discurso social hasta el punto de que no haya capacidad crítica de pensar. La poesía entiende las cosas de otra manera, y cuando hablamos de un conflicto geopolítico de este calibre la poesía entiende dónde está y cómo se puede estar en muchos lugares y desde muchas posturas, pero siempre de un lado muy claro, y es del lado del humilde, del que está en el humus, el que está en la tierra. Sí, creo que es completamente pertinente recitar contra las guerras y a favor de los derechos a la felicidad y al pacifismo. Después de haber tenido a Pico della Mirandola, después de haber tenido a una María Teresa León con sus sueños de exilio, nos podemos permitir hablar hoy de los derechos a la felicidad, que es pacífica.
¿Y es también la poesía un arma contra el olvido y contra el silencio?
Guadalupe Grande decía que la poesía era la necesaria esperanza imposible de los desheredados. Dice también que le gusta pensar que, entre muchas otras cosas, la poesía es el arte de abolir el olvido, es decir, de hacer posible lo imposible. Quien no tiene más que las palabras, quien no tiene más que la memoria, sabe la importancia vital de defender estos patrimonios que no son para nada individuales. No hay nada más colectivo que cómo nace una lengua o una etimología, nada más colectivo que cómo se urde la memoria, que cómo el canto de una es el canto de otra, que cómo la Cárcel Modelo de Uviéu por la que Dolores Ibárruri corría en febrero del 36 diciendo “camaradas, salgan a la calle” es el penal de Carabanchel donde rapaban a mi abuelo y le echaban agua fría. Cuando uno empieza a comprender esas resonancias, esas pulsiones del lugar del vencido, entonces descubre que tiene una gran capacidad, que es la de crear y ser consecuente con la raíz. Y esto es un verso es Olga Nova: As raíces non te atan, si non te elevan as gallas de un árbol. Arantxa Urretabizkaia habla en “Lecciones del camino” de aquella tradición que puede ser inspiración, pero nunca restricción y menos cárcel. La tradición, la memoria no es una cárcel, un ancla o un estancamiento. Es precisamente la manera más radical de mirar el futuro, la manera más futura de estar en las cosas, que es la de la memoria y la de la construcción del porvenir. No puede haber cerezas que crezcan sobre la muerte. Yo estoy hablando de futuro, y el futuro no puede crecer sobre 114226 desaparecidas o 3000 fosas comunes.
Dices que la poesía se gesta desde una “radical diferenciación de los proyectos institucionales de la desidia y la mansedumbre”, que “desconfía de los aletargamientos inducidos” ¿La poesía no puede ser en ningún caso un estupefaciente para adormilar la conciencia?
Creo que hay una diferencia pertinente entre la poesía y hacer calceta con el lenguaje. Creo que hay grandes calcetistas y grandes tejedores de esa bufanda que se le pone a los cisnes y que se ha llamado poesía. Y pienso en Ridruejo, pienso en Pemán…Yo no soy quién para dar definiciones de poesía, porque no soy una academia ni mucho menos una real academia. La definición de diccionario yo no la puedo dar y tampoco me interesa, porque si supiera lo que es quizás dejaría de tener gracia.
Sin embargo, sí que me atrevo a decir que la poesía no es calceta del lenguaje, que por poner palabras a rimar como si estuvieran desfilando no se está haciendo poesía. La poesía es anterior al poeta y es anterior al poema. Creo que la poesía está cuando no hay poeta y cuando no hay poema, y que la sensibilidad poética la tiene todo el mundo. Desde el momento en que miras un toxo y te agrada hasta el momento en que ves el mar y la gente se queda callada, como en una conversación que es aún ignota y desconocida. En ese momento descubres que la inteligencia y la sensibilidad poética, son universales y que no tienen nada ver con hacer calceta con el lenguaje ni con los opiáceos que adormecen y cantan una nana para que los cisnes vayan comiendo las migajas de pan de los ricos.
“La ignorancia, en una sociedad democrática, no es una opción legítima”
¿El poema entonces es algo más que el lugar en el que se expresa el poeta, algo más que una mera expresión del yo y lo que yo siento y lo que yo soy?
Aquí hay que recordar aquello del yo es otro de Rimbaud. Cuando yo es otro, cuando se hace el pertinente ejercicio de identificación que es una de las bases de la poesía, cuando entiendes, como decía Pasolini, no podemos vivir sin identificarnos con alguien, pues empiezas a expandir un yo que está despojado, que está en orfandad. Hay que tener cuidado con ese intento de comprender el yo como algo puro. La pureza no es otra cosa que la racialización de sentimientos, preceptos, ideas y nociones. No creo para nada en la pureza. Creo que el yo es aquello que está en mí y en todos, como decía Rosalía.
Creo que el yo es otro, y que consecuentemente el yo poético será tal vez una de las mayores asambleas que haya tenido la humanidad desde la Viena Roja, desde la revolución de ochobre o desde las colectivizaciones anarquistas en Membrilla, el pueblo de mi abuela paterna. Quizás no haya habido otra asamblea mayor que la del yo en la poesía, que es mucho y que es múltiple y que es plural y por supuesto plurilingüe.
Dices también que la poesía debe defender “todo lo pequeño y minorizado”
Por supuesto, y además creo que estando en lo pequeño hay que ser consciente de que los poetas hace tiempo que bajamos del Olimpo, como decía Nicanor Parra. El lugar del poeta es un lugar pequeño, minorizado, y es un lugar de derrota. Pero esta derrota no es sino una manera de estar en el mundo y de asumir que es el único lugar posible. No es una elección o una decisión, no es que el poeta quiera estar del lado de lo que no existe, es que no es posible estar en otro sitio. Cuanto antes entiende una poeta esto antes comienza a encontrar esas felicidades y esas alegrías que son los pichones de nieve que José Hierro abrazaba para que no se muriesen de frío. Me parece que en lo pequeño y en la diversidad está lo que quizás sea nuestra gran plusvalía, la acumulación primitiva que tenemos en la poesía: lo pequeño y los divergentes camino que abre lo pequeño. Si no supiésemos que un suañu no es un sueñu, seríamos personas más básicas. Si no supiésemos que a choiva no e o mesmo que orballo, seríamos persoas máis simples. El lenguaje como brazo de la poesía demuestra que lo pequeño tiene mucha diversidad y que siempre empodera la tendencia a pensar más y más lejos. Y si el lenguaje mejora con lo pequeño, la acción va a ser mejor. Se hace lo que se piensa y se piensa lo que se dice, por tanto si uno está del lado de lo pequeño desde lo múltiple va a pensar más y a hacer más cosas.
Se dice también de los jóvenes que no aprecian la poesía, que no leen, que escriban poemas malos o que solo escriben sobre frivolidades
Como decía antes, la tradición es algo que abrazo y que me parece importante. Me parece precisamente que la tradición ha de ser aquello que no te ata. Ha de ser un principio, un germen, una simiente de lo que puede llegar. Pero que la poesía asuma un discurso reaccionario es muy preocupante. Que desde la poesía, que es aquello que anda siempre chocando en el rompeolas del pensamiento hegemónico, pase a tener un discurso viejuno que piense que lo anterior es lo bueno y lo actual es lo malo, es muy contraproducente y radicalmente opuesto a lo que es la poesía en sí, que es precisamente estar en el rompeolas dando la batalla de lo que todavía no ha sido pensado. La poesía es estar en el futuro. En consecuencia, creo que esos discursos no caben, y me parece que hay que tener la confianza de que la poesía no ha muerto. ¿Hilda dago poesía?, que se pregunta Sarrionandia, ¿la poesía está muerta? Yo creo que no, y que no va a morir nunca. Si no ha muerto en los campos de concentración, con Anna Ajmátova, con Cernuda o en el exilio de Concha Méndez, no va a ser ahora cuando muera. Si la poesía es aquella necesaria esperanza imposible de los desheredados va a estar en la juventud y va a estar siempre en el lugar de lo necesario. Poesía va a seguir habiendo, con o sin poetas, y por tanto no es el poeta el que ha de acordar lo que es bueno o es malo. Como decía Cuerda: “Alcalde, todos somos contingentes, pero usted es necesario”. Los poetas somos contingentes, pero la poesía es siempre necesaria.