La elevada inflación, las encuestas que dan ganador a Feijoo y la irrupción de Sumar han conseguido que el gobierno de Pedro Sánchez reaccione como un boxeador al que le están dando la paliza de su vida pero logra despertar su mejor movimiento tras recibir el golpe más duro. Sánchez se mueve con aparente ligereza pero un rotunda eficacia en los momentos críticos, cuando faltan pocos segundos para que suene la campana. Tras la ronda de la OTAN, donde España sale fortalecida en sus relaciones internacionales, el giro a la izquierda se veía venir, si no quería que la siguiente encuesta o, peor aún, la siguiente votación, terminaran por hacerle morder la lona.
Las medidas anunciadas durante el debate del Estado de la nación marcan una agenda hasta el final de la legislatura, determinada por un concepto: la justicia fiscal. El mero hecho de presentarlas en este formato dotan al giro a la izquierda del gobierno de la suficiente solemnidad como para que Yolanda Díaz y Ione Belarra se sientan correspondidas en cada una de ellas. Que la coalición tenga una agenda y la lleven a cabo todos los miembros del Consejo como un solo hombre refuerza el acuerdo entre PSOE e IU/Podemos y abre una puerta a la esperanza a las clases trabajadoras. Por fin se manejan con certezas, acciones políticas que tratan de contener el caos económico y pretenden respaldar a las familias más vulnerables de nuestro país. Sánchez actúa acompasando el discurso de Díaz y Díaz el de Sánchez. Comparten un mismo objetivo: evitar que los próximos 10 años triunfen las políticas neoliberales en España y nuestro país amanezca roto y empobrecido.

A diferencia del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que cayó en Davos, cuando aceptó los recortes que se le impusieron desde la Comisión Europea, Sánchez y Díaz han decidido apostar por un acercamiento en sus respectivos discursos y plantarle cara a los poderes económicos. El croché principal ha sido una reforma fiscal: la creación de un impuesto excepcional para bancos y grandes eléctricas que revertirá en una mayor inversión social. No es la reforma fiscal que pedía el pasado viernes Yolanda Díaz, pero sí integra su misma voluntad. El gobierno envía así un doble mensaje a dos destinatarios distintos. A la ciudadanía le transmite valentía, responsabilidad y cercanía ante uno de los momentos económicos más difíciles de la historia de Europa, cuando Alemania prevé el racionamiento del gas y de la luz el próximo otoño. A la UE le traslada otro mensaje: su apuesta decidida a seguir ejecutando políticas económicas expansivas, a pesar de las advertencias que ha recibido en forma de subidas del precio del dinero y del riesgo.
La situación española, arrastrada por la crisis argelina y la dependencia energética, comienza a despejarse esta semana y se vislumbra ventajosa. La península ibérica es una plataforma gasística para el resto del continente europeo. Y así se lo ha hecho saber a Sánchez Ursula Von der Leyen. La vieja piel de toro dispone de 8 plantas regasificadoras orientadas hacia el Atlántico y el Mediterráneo. La última que se pondrá en funcionamiento está ubicada en el puerto de El Musel de Gijón y almacenará 300.000 metros cúbicos de gas natural procedentes de los buques metaneros procedentes de los EEUU. Es más que probable que partan después desde Gijón con destino hacia los puertos de Reino Unido y de Rotterdam. Hemos perdido el carbón, pero el proyecto de Vicente Álvarez Areces, denunciado por vecinos y ecologistas en diferentes ocasiones, ha renacido con la invasión rusa a Ucrania y las sanciones a Putin. La regasificadora ha logrado imponerse siguiendo el viejo axioma de Spinoza: libertad como conciencia de la necesidad. La racionalidad europea ilumina al gobierno más conectado con las instituciones comunitarias.
El resto de medidas anunciadas desde la corte de los leones por el presidente del gobierno se expresan como una réplica a los últimos disparates que se han escuchado desde el gobierno de Díaz Ayuso en materia de distribución de becas. La gratuidad del transporte público de cercanías acentúan un discurso que gira hacia la izquierda, cuando todo hacía prever que se inclinaría hacia el lado contrario. Los reflejos de Sánchez son ágiles y sus palabras logran impactar en los digitales hasta el punto de que el IBEX ha caído 8 puntos mientras Pedro Sánchez hablaba esta mañana. Se preveía un debate aburrido y nos ha sorprendido el resurgimiento de un político que se ha forjado siempre en estado de crisis. La de hoy ha sido una jornada propicia para el optimismo. Tenemos gobierno, tenemos agenda y se diría que hoy, los jinetes del apocalipsis parece que están un poco más lejos.