C Tangana y Bizarrap se disputan en el caos el cetro del postureo

El debut del Boombastic trajo la nueva estética californiana, la buena música y el desorden organizativo a Llanera

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Andrés Illescas
Andrés Illescas
Es periodista.

Donde habitualmente mugen vacas de manera ordenada y los concejales se visten de templarios, varias decenas de miles de jóvenes posturearon de manera caótica durante tres días. Sonó, entre looks de festival californiano, la música de C Tangana, de Bizarrap, de Willy Barcenas y su Taburete o de Nathy Peluso, entre otros. No fueron capaz esos ritmos de amansar a las fieras festivaleras del Boombastic, que no guardaron sus teléfonos móviles en un fin de semana intenso en el recinto ferial de Llanera.

Comenzó la cosa tranquila el jueves. Algunos habían llegado antes, pero la mayoría lo hicieron de la que empezó a sonar la música (más o menos) no grabada previamente. Buen humor, muchas “eses” entre vallas para entrar, botellitas requisadas a la puerta y los bocatas contados: “Solo se puede pasar uno por persona, ¡eh!, advertían los guardias de seguridad”.

Una vez dentro, la línea general de estilo quedaba clara sin apenas cruzar el primer escenario. Las pretensiones de Coachella estaban por todos lados, incluso allí, en Llanera, concejo poco dado a conjuntos arriesgados.

Móviles fuera, fotos en el cartelito, primer uso de los baños, en condiciones buenas por entonces y a por una cervecilla. Primero cargar la pulsera, los cuarenta centilitros a cuatro euros: “Va, ni tan caro”.

Publico en el Boombastic. Foto: Juan Mosquera

La frontera entre milenials tardíos y generación zeta se disolvía con los acordes de Taburete y el concurso de beber Jaggermeister a pocos metros. Cada uno disfrutaba con lo que quería.

La cosa se fue complicando con el paso de las horas, tanto, que las “eses” para entrar a través de las vallas acabaron cambiando por carrera a la fuerza y un rodillo de más de mil personas arrasó para adentro sin pudor. Por entonces, el uso de los baños ya era accesorio y con cada canción de C Tangana, lo fue aún más.

Aumentó también exponencialmente el uso de los móviles. Casi todos grababan o fotografiaban, los ojos tampoco eran lo fundamental en el asunto.

Aunque “Pucho” empezó con un clásico de la Mix Tape 10/15, su espectacular puesta en escena, al estilo de su célebre Tiny Desk, se centró en desgranar “El Madrileño”, ese disco que es a los nacidos entre 1990 y 2005 lo que Mediterráneo de Serrat a los Baby Boomer.

Un momento del concierto de C Tangana en el Boombastic. Foto: Juan Mosquera

Durante su hora en el escenario, todo fue énfasis. Unos cuantos hasta se pusieron las gafas de sol y tensaron las facciones. Cogió su testigo Ana Mena, que mantuvo el nivel. No así, a última hora Don Patricio, que no tuvo su mejor madrugada.

Quién iba a decir que la intensidad de la noche iba a volver a subir fuera del recinto. Horas de espera bajo la lluvia por un taxi o un bus lanzadera para alcanzar los camping, evidenciaron que hay cosas que mejorar de cara a la próxima edición. Debutaba el Boombastic en un espacio complicado, el recinto ferial de un concejo, que, si bien situado en el centro de Asturias, no tiene las ventajas a nivel de comunicación o espacios, de otros próximos.

El público se incrementó de viernes, cuando buena parte de los que aún trabajan avanzando julio llegaron a las santas jornadas de libranza y se desmelenaron. La tarde y la noche repitieron el patrón del día anterior, con más gafas de sol y retoques disimulando las pocas horas de sueño.

Un momento del concierto de Nicki Nicole en el Boombastic. Foto: Juan Mosquera

Nathy Peluso fue a la noche del viernes, lo que C Tangana a la del jueves. Puso sobre las tablas un espectáculo muy digno, que gustó y, para muchos justificó ya de por sí la excursión.

Con menos personal en las barras que el primer día, la noche pasó entre excursiones a por cerveza y, ahora ya si, su evacuación a discreción, armonizada por la música que siguió hasta avanzada la madrugada, cuando las esperas de horas para salir del recinto ferial, se repitieron, incrementando, si cabía, el enfado de muchos.

Actuación de Bizarrap en el Boombastic. Foto: Juan Mosquera

Acababa la cosa el sábado y, desde por la mañana, la gente se mostró muy dispuesta a exprimir el abono y gastarse esos eurillos que había cargado en la pulsera de pagos.

El día fue corriendo y llegó el momento esperado. Más de 50.000 personas se aglomeraron para ver a Bizarrap, que obligó a vaciar el foso de fotógrafos. No quería que le vieran de cerca. Los ritmos de su ordenador gustaron mucho. Brazos arriba, bailaban caderas y mandíbulas, con la luna, como una rodaja de limón cobriza, posándose justo sobre el pico central del escenario.

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