En la historia de las series, ha quedado arrinconada una de las joyas de la ficción de la veterana HBO. La serie, “Treme”, nos contaba la reconstrucción del viejo barrio, uno de los más idiosincráticos y artísticos, cuna del blues y del jazz en Nueva Orleans, inmediatamente después de que el huracán Katrina arrasara con todo el sur de los EEUU. La obra maestra de David Simon relataba en cuatro temporadas, la odisea de una comunidad que había resistido a las penurias de aquel anticipo desolador de los efectos del cambio climático, con una serie de personajes deliciosamente humanos y carismáticos cuyas vidas, literalmente, debían de salirse del fango de la pobreza, la miseria y la incertidumbre. Músicos, periodistas, chefs, algún profesor de literatura, una abogada social, camareros, políticos, tahures de la modernidad y maestros de las viejas tradiciones se convirtieron en la base de un relato que animaba a pensar en el papel transformador de la cultura. Temporada tras temporada, iban regresando los vecinos de “Treme”. Primero los que se quedaron porque no tenían a dónde huir, después la clase media que encontró un refugio, a continuación los gangsters y más tarde los especuladores inmobiliarios. Una ciudad son sus diferentes capas sociales. Pero lo que “Treme” acentuaba era algo mucho más esperanzador: sin música, sin gastronomía, sin literatura, sin las diferentes artes, en definitiva, sin cultura, las ciudades se convierten en cementerios.
Algo de eso sucede con Kuivi, el proyecto cultura que encabeza el periodista Carlos Bauman desde hace tres años y que ha servido para convertir un estercolero en el ovetense barrio de San Lázaro en un lugar de encuentro cultural o las calles del viejo Hospital Universitario Central de Asturias en un lugar de encuentro, música y participación ciudadana. Este año, se han trasladado al barrio del Cristo y desde hace un mes, acumula día tras día una gran acogida entre los vecinos del barrio. “La nueva ubicación funciona muy bien, responde a la idea con la que arrancamos, la de recuperar espacios. Y este es un espacio muy simbólico. Desde el 2014, con el traslado, el espacio no tenía ningún tipo de uso y hoy se va conociendo”, afirma Bauman poco antes de que tenga lugar el siguiente concierto.

En la web de Kuivi están previstos para esta semana con la que concluye el mes de julio conciertos de Akin & The Afrobeats Brothers, Los Ruidos, ADM+Octubre y Los bonzos y con a penas dos ediciones, ya han pasado por este nuevo concepto de festival grupos como Axalotes Mexcanos, Cala Vento, The Parrots, Tigre y Diamante o Pablo Und Destruktion. Y es que Kuivi resulta atractivo porque rompe con el arquetipo de festival que el capitalismo de plataforma ha extendido en las últimas dos décadas. Tiene un componente social muy acentuado, es igualitario, propicia la transformación de espacios públicos devaluados y sirve para que el público tome conciencia de la realidad del barrio desde el ludismo y la puesta en valor de la música. “De ahí parte todo, del factor transformador de la cultura”, afirma Bauman, “a nosotros nos interesaba mucho la transformación de estos sitios. Cultura y música convoca a bastante gente y pone de manifiesto su valor.

Trasladarse al Cristo y al viejo HUCA es un reto: “Significa volver a empezar. En San Lázaro, nos habíamos encontrado con muchas dificultades. Y aquí nos encontramos con otros distintos, pero eso también forma parte de su encanto”. Entre las dificultades que se ha encontrado su equipo es se ha encontrado conseguir suministro eléctrico porque la zona no estaba iluminada

Un festival no es un lugar, es la vocación de transformación lo que justifica cada edición, por eso Bauman cree que la nueva ubicación en el HUCA no es determinante para el modelo: “Kuivi no tiene porque afianzarse en un sitio ni tampoco tiene por qué moverse cada año”. La premisa con la que parte siempre a la hora de construir la propuesta musical y dibuja el cartel, es que el espacio tienen que hacerlo suyo muchos grupos distintos de personas. Una vez que somos conscientes del carácter movilizador de la música, intentamos que pasen todos los estilos y que la gente se sienta cómoda aunque no sea el suyo. Lo conseguimos el año pasado y este año también.

La organización teje complicidades con el barrio. Confiesa Bauman que “el año pasado en San Lázaro nos sentimos muy arropados por el barrio. Ahora nos echan de menos pero están aquí, en el HUCA; este año aquí en el que hemos hablado con los vecinos de El Cristo en todo momento. Es consustancial a este proyecto. Nosotros, más que un festival, con el que compartimos ciertos códigos, somos un parque, ahí nos sentimos más cómodos. Los parques son espacios abiertos a la ciudadanía, participativos, y por eso nos implicamos tanto con el entorno”.
Miles de personas acuden a Kuivi como una oferta cultural que dignifica un espacio degradado. En agosto actuará “Confeti de Odio”, pop alternativo, lírico y modernísimo. Cuenten también con “Valtiala” o el mismísimo Jerónimo Granda, al que difícilmente le podrán suspender aquí su concierto.
La programación, diaria, desde las 18h por semana, y desde las 13h los fines de semana, se alargará hasta septiembre. Es el ejemplo de que la cultura se abre camino y crea nuevas conciencias, nuevas realidades.
Larga vida a esta iniciativa que ayuda a que Vetusta se airee.
Es cierto, no es un estercolero. Es un IES derribado para construir una torre de un arquitecto/calatrava/negocioUrbanistico.
Menos mal que tuvo la gloria de alojar el Kuivi.
La zona donde estaba en San Lázaro no es un estercolero, es el solar del antiguo instituto. Estercolero es lo que quedó tras el paso del juicio porque no se han dignado a recoger palés, pacas de hierba, etc. San Lázaro no es ningún estercolero.