“Le dicen la casa de las locas”, comenta Georgina Bueso. Aparentemente no es más que una cabaña de madera en medio de una manzana (7.000 metros cuadrados) de campo y bosque. Pero eso es solo “un concepto”, añade Beatriz López. La Escuela para la Igualdad y el Empoderamiento de las Mujeres Rurales en el pueblo de Cacao, en la Reserva de la Biosfera y el Hombre de Río Plátano, en Atlántida (Honduras) es mucho más que eso, es un lugar donde sentirse abrazadas, donde ir a buscar abrigo, donde sentirse reconocidas y crecer como mujeres y como personas.
Nació allá por 2018 como parte de un proyecto de cooperación internacional del Grupo de Desarrollo Rural (GDR) Camín Real de la Mesa, certificado en 2015 como ONGD por la Agencia Asturiana de Cooperación y posteriormente por la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID). Aunque en realidad lleva once años trabajando en la región de Atlántida incorporando la perspectiva de género en proyectos de cooperación y otras tareas, tras sufrir un parón durante el gobierno de Mariano Rajoy que impidió continuar con la cooperación internacional.
Georgina Bueso es la responsable del área de Emprendedurismo de la Escuela y licenciada en Ecoturismo. Junto con sus compañeras Ela López, la coordinadora de Género de la Escuela, y Mirian Castellano, una de las cinco integrantes de la cooperativa de mujeres que acaban de constituir, ha visitado varios proyectos liderados por mujeres en el medio rural relacionados tanto con el turismo o la gastronomía, como con la cultura tradicional a diferentes niveles, así como varios talleres de intercambio. Beatriz López, la gerente del GDR, les ha diseñado un completo programa de una semana para ponerlas en contacto con varios grupos de mujeres rurales del territorio del Camín Real con la idea de llevar a cabo un intercambio entre ambas donde se pusiera de relieve que los problemas, las realidades que viven, son comunes independientemente de en qué parte del mundo estén ubicadas.

Aunque ya hay un camino avanzado entre unas y otras, pero no tan lejano en el tiempo. “En Honduras hay mucho machismo, los hombres son los que mandan y las mujeres tenemos que estar a disposición”, señala Mirian. En un país de 10 millones de habitantes, el 23% de las mujeres son rurales, es decir, 2 millones de mujeres, de las que 1,3 viven en condiciones de pobreza. En 2021 fueron asesinadas en el país 318 mujeres por violencia de género. Honduras es el segundo país de América Latina con la tasa más alta de adolescentes embarazadas. Una de cada cuatro niñas ya ha sido embarazada o ha tenido un bebé, al menos una vez, con menos de 19 años.
Jóvenes que se ven con la carga de mantener a los hijos e hijas, la casa, y al compañero de hogar que, en muchas ocasiones, es más un pensionado en la casa que un proveedor colaborador. Circunstancias que las lastran en su desarrollo, con una tremenda carga, donde unas se ayudan a otras porque no encuentran otro sostén.
Así Ela López afirma que “botó a los hombres de su casa” y señala la importancia de conseguir la independencia económica. Que se sientan válidas y que encuentren el reconocimiento. “Que conozcan sus derechos”, insiste. Y éste es el trabajo que llevan a cabo: dar a conocer la Escuela y sus instalaciones, capacitarlas y ayudarlas en ese empoderamiento y en emprender.

El enfoque Leader y la perspectiva de género
“Cuando llegué a Honduras hace once años el objetivo era ver cómo se podía implementar la metodología del enfoque de los fondos europeos Leader allí. Nos fuimos liando, hicimos una valoración de género y la ONU reclamó que todos los proyectos de cooperación incluyeran esta perspectiva. Todo derivó, de manera resumida, en que nos acreditamos en 2015 como ONGD, arrancamos con este proyecto de cooperación que es Umalali, que en garífuna significa la voz de las mujeres, creamos la Escuela y ahora contamos con una cocina, un invernadero y unos alojamientos que explotan la cooperativa de cinco mujeres legalmente constituida recientemente, de la que Mirian es parte”, explica Beatriz.

Ahora afrontan una segunda parte, que es El Camino de los Sueños, un nombre evocador que se refiere a aquel presente que pudo ser futuro y no lo fue. Se trata del ferrocarril bananero que desde los años 50 transportaba los bananos entre departamentos, explotado por transnacionales, y que en 1985 dejó de funcionar, sustituido por el transporte por carretera. El recorrido contemplaba diferentes estaciones, en las que se habían ubicado diferentes comunidades. En uno de estas plantaciones nació Ela López y el tren era el modo en el que su madre, nacida en otra región, les llevaba cuando no había escuela para ver a sus abuelos. Por eso para ella tiene una parte emocional este proyecto que pretende recuperar este trazado como producto turístico, al estilo del Camino de Santiago o de la Senda del Oso, donde las mujeres, verdaderas sostenedoras de las comunidades, de sus familias y de sus casas, establezcan pequeños negocios aprovechando lo que ellas ya saben hacer y desempeñan de manera informal, normalmente en B. Así se han establecido once grupos de mujeres en otras tantas paradas en un camino que supone tres etapas y unos 150 kilómetros de recorrido.
Para desarrollar toda esta parte de cooperación Camín necesitaba una contraparte en el país que ejecutar el proyecto, y ésta es la Red de Manejo del Bosque Latifoliado de Honduras (REMBLAH). Germán Alvarado es facilitador de la Red e Iván Cruz es el administrador. Ambos también se han desplazado a Asturias en esta semana. “La idea es que vieran aquí de lo que les hablamos allí”, explica la gerente asturiana.

La reserva del Río Plátano es la más protegida del país y en ella viven siete pueblos autóctonos, uno de ellos los garífunas, como la propia Ela. Se trata de un colectivo afrohondureño, procedente de los esclavos de África que llevaban a Estados Unidos cuyos barcos naufragaban y parte de las personas transportadas acabaron en Honduras. Tienen una cultura propia, una lengua propia y unas danzas propias, explica.
Cuando hablan de lo conseguido en la Escuela, todas miran a Mirian. Es el ejemplo de lo que pretenden conseguir con el trabajo y la formación. Mirian relata que la fueron a buscar a su casa para explicarle. “Pero yo no quería ir, no quería estar allí”, dice. “Cuando llegó, Mirian no hablaba, no era ni a decir su nombre”, rememora Beatriz. Después su compañero de hogar le prohibió ir, le trataba “bien feo” cuando llegaba a casa y ella dejó de ir para no aguantar las riñas. Hasta que entendió que “gritar es violencia doméstica” y se plantó de nuevo en la Escuela porque “era allí donde quería estar”. En la Escuela encontraba el abrazo de sus iguales y ahora aprendió a poner límites y trabaja por algo que le gusta y le ayuda a sentirse realizada como mujer y como persona. Está súper orgullosa de su pequeña plantación de maíz y a toda persona que quiera escucharla saca su móvil, busca las fotos y enseña el cultivo en hidropónico, los calabacines, lechugas y cilantro, los pepinos y demás verduras que cultivan y venden.

Cuentan también con una cocina para asegurar la seguridad alimentaria, donde han recibido talleres de formación, como el impartido por Viri Fernández, guisandera del Llar de Viri, conocida casa de comidas en San Román de Candamo, quien les animó “a leer mucho, porque leyendo se aprende mucho” y a montar un catering teniendo en cuenta las casas de personas pudientes que hay alrededor. “Al segundo día de darse a conocer me dijeron que ya tenían encargos”, cuenta emocionada mientras comparten experiencias en torno a la mesa junto con otras mujeres, “todas de raza”, como Llucía Miravalles, de Ringo Rango; Natalia Suárez, de Woodic Espacio Rural Creativo, y que les impartió una taller sobre cerámica; María Monge, de Shiit-Astur; Adela Fernández, de Viveros Candamo; Laura Lucio, ex cooperanta en Honduras y que trabaja en temas de participación ciudadana; o Paz González, del telar recuperado en Les Regueres, entre otras.

También conocieron la experiencia de Laura Martínez con su complejo de Enoturismo La Cabana’l Cachicán, y de Carmen Martínez, de las Bodegas Las Danzas, ambas en Cangas del Narcea y conocieron de cerca la experiencia en política de las alcaldesas de Candamo, Yernes y Tameza, Belmonte de Miranda y Les Regueres, Marta Menéndez, María Díaz, Rosa Rodríguez y María Isabel Méndez, respectivamente, y se entrevistaron con la consejera de Presidencia, Rita Camblor, y la presidenta de las Comunidades Asturiana, María Antonia Fernández Felgueroso.
Cuentan, entre las mil anécdotas donde predomina la pregunta por parte de las asturianas cómo se lo han tomado los hombres allá, de una mujer que tiene una pulpería a la que el esposo no la dejaba ir a la Escuela de las locas, pero cuando se enteró de que había un taller de cocina, para allá la mandó “a ver qué aprendía para comer bien; la dejó ir por su propia conveniencia”. “Lo que no sabe es lo que hay detrás de ello”, ríen las tres sabiendo, como saben, lo que significa el concepto de su Escuela.

Pero que también es un espacio que aspira a formar hombres, porque el trabajo es conjunto. Y la gerente del GDR pone el ejemplo de Germán e Iván, “que han sabido dónde tienen que estar, que han respetado y han sido generosos”.
Umalali, la Escuela de Género, El Camino de los Sueños, son proyectos tan innovadores como novedosos que han despertado el interés de la Cámara de Turismo de Honduras o de la propia Ministra de Cultura, que llamó a su propio despacho a Beatriz López en su última visita “para saber de qué iba aquello”. Desde Camín aspiran a que todo esto pilote por su propia mano, el mayor reconocimiento que podría tener esta iniciativa de cooperación y sensibilización.
En estos días Ela, Georgina, Mirian, Germán e Iván han pasado frío, se han remojado bajo la lluvia de este temporal y han conocido la nieve. “Nunca soñé vivir algo así”, relataba Ela emocionada y divertida, con su imborrable sonrisa en la cara. Un viaje que se demoró por un huracán allá en octubre, unos problemas técnicos de un avión y un retraso que les supuso dormir en el aeropuerto a la espera de salir para España. Una experiencia inolvidable para ellas, pero también para las de aquí. Y la esperanza y la confianza de que salgan proyectos interesantes que las ayuden en esa independencia económica y personal. Relatan historias de vida que son ejemplo de fuerza y de resiliencia, de a quien no le queda otra que mirar hacia adelante y tomar las riendas de su vida. De luchar para que sus propias hijas tengan otras oportunidades, estudien y se independicen. Ela, Georgina y Mirian son la sonrisa en la cara de las que luchan por ser ellas. Y gracias a ellas. Es el mensaje del “sí podés, y la Escuela está para abrazarte”.
