Tarcísio Motta es diputado brasileño del PSOL, Partido Socialismo y Libertad, formación política que nació de la escisión del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva en 2005. Motta ha iniciado una gira por diversos países, entre ellos España, y este pasado lunes participó en la conferencia ‘Brasil: desafíos pa la esquierda después de la derrota de Bolsonaro’, junto a Janaina Strozake, del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra. La mesa fue organizada por Viento Sur y el Ateneo Obrero en la Antigua Escuela de Comercio de Gijón. Hemos hablado con Tarcísio Motta sobre actual situación en Brasil y qué retos tienen por delante las izquierdas brasileñas.

Hace un mes estábamos viendo el asalto a las instituciones de Brasilia por parte de los bolsonaristas. ¿Cómo está la situación actualmente?
El intento de golpe fue un acontecimiento muy grave que logró el apoyo de parte de las Fuerzas Armadas y de parte de la sociedad brasileña, pero hubo también una gran reacción desde las instituciones brasileñas que consiguió contener el asalto a los palacios de los tres poderes. Como partido de izquierdas, nos hubiese gustado que hubiera habido una mayor respuesta social contra este intento de asalto, y por ello estamos intentando organizar movilizaciones para que los responsables y dirigentes sean juzgados sin amnistía.
¿Creen que puede volver a repetirse?
La polarización política seguirá existiendo, y las posibles crisis del Gobierno de Lula podrían ser respondidos con nuevos intentos de golpe que podrían tener mayor apoyo social, y especialmente de las Fuerzas Armadas, que es el gran problema en estos momentos. El apoyo de las Fuerzas Armadas y del Ejército en este intento de golpe se dio mucho más en los bastidores que de forma efectiva y explícita. Hay un juego de fuerzas en curso en Brasil, y nosotros apoyamos las movilizaciones sociales y populares. Es preciso rechazar toda la lógica política bolsonarista que es profundamente autoritaria, militarista, antidemocrática, conspiracionista y conectada con la extrema derecha global, que no está comprometida con la democracia y con la superación de los problemas que el pueblo brasileño vive hoy.

Las extremas derechas están organizándose a nivel global. ¿Qué estrategias deben seguir las izquierdas, tanto desde las instituciones como desde las movilizaciones?
La derecha está hoy día más organizada globalmente que la izquierda anticapitalista, y este es un desafío muy grande. Instituciones como Vía Campesina, que articula a trabajadores rurales en varios lugares del mundo, es esencial para que ampliemos conexiones internacionales, compartamos ideas y experiencias que puedan fortalecer nuestros movimientos. Debemos aprovechar este ciclo de avance de la izquierda en América Latina para construir mayores conexiones con Europa, EEUU y otros lugares. El gran problema es que vivimos un tiempo en que la perspectiva de superación del capitalismo parece tan distante que dificulta que haya organizaciones más masivas para lograr una alternativa. Estamos ante una paradoja: por un lado, la necesidad de una organización mundial para transformar las estructuras capitalistas y hacer frente a la crisis ecológica, y por otro lado, somos pequeños y frágiles para esta respuesta. Para superar esta paradoja, necesitamos una mayor ampliación con los ecologistas, las feministas, los pueblos originarios, los pueblos negros y todos los movimientos sociales para que tomen conciencia de una articulación mundial.
“El apoyo de las Fuerzas Armadas y el Ejército al intento de golpe se dio entre bastidores”
Has comentado que vivimos un nuevo ciclo político de auge de las izquierdas en América Latina, donde destacan proyectos de frentes amplios en diversos territorios.
En América Latina, los frentes amplios muchas veces han sido proyectos aislados debido al crecimiento de las extremas derechas, por lo que surgen como respuesta a una necesidad. Desde nuestro punto de vista, nuestras banderas y nuestros valores y principios deben mantenerse presentes dentro de un frente amplio para evitar que se disuelvan o se traten como cuestiones folclóricas. Las medidas inmediatas no nos pueden hacer olvidar la urgencia de las transformaciones estructurales. Nosotros, como izquierda anticapitalista, siempre apostaremos por la organización de los trabajadores y de los movimientos sociales. La presencia en los parlamentos y las instituciones tiene que estar subordinada en todo momento a la pregunta de si se está contribuyendo a la ampliación de la organización de los trabajadores o no. Los parlamentos son tribunas del pueblo. Esto es lo que nos diferencia de una izquierda más moderada, que apuesta todo en un proceso de transformaciones lentas e institucionales.
¿Qué aprendizajes debemos tener en cuenta en España sobre los nuevos ciclos políticos en América Latina en general, y en Brasil en particular?
En España hemos visto la experiencia de un Gobierno de coalición en el que se depositó mucha esperanza y finalmente fueron tímidos en las decisiones económicas más decisivas, a pesar de haber avanzado en medidas importantes. Pero esto no ha resuelto la contradicción central, por lo que la extrema derecha ha crecido. Toda vez que la izquierda modera sus banderas, la extrema derecha reafirma las suyas con más fuerza y convence cada vez más fuerte. Es preciso revertir esto para que el pueblo trabajador, que vive la experiencia de la explotación, perciba que la lucha contra el sistema no está en la extrema derecha, sino en la izquierda anticapitalista.

Apostáis por dar la batalla ideológica contra la extrema derecha como estrategia fundamental frente al discurso de la polarización social.
En efecto. No podemos entender la polarización ideológica como dos extremos que se equivalen. La extrema derecha basa su discurso en la manutención de las estructuras económicas y las lógicas capitalistas. La extrema derecha no es antisistema, sino que perpetúan y profundizan el sistema. No hay transformación a partir de la extrema derecha. En el caso brasileño, es importante destacar que la extrema derecha es antidemocrática, no respeta las instituciones, la diversidad de ideas ni de creencias religiosas. Nosotros partimos de una lógica de aceptar y respetar la diversidad, avanzando desde la disputa.
Una de las consignas del PSOL tras el Directorio Nacional celebrado el pasado mes de diciembre es la de “desembolsonarizar” Brasil.
“Desembolsonarizar” el Estado brasileño significa principalmente retirar a los militares e ideólogos bolsonaristas de los puestos claves del Estado de Brasil. Además, identificar las formas de control y desmontar determinadas instituciones que logró construir el Gobierno de Bolsonaro, así como reconstruir parte de las instituciones. Un ejemplo claro es el del Ministerio de Educación, en el que había dos proyectos que el Gobierno bolsonarista pretendía llevar a cabo. Uno es el del homeschooling, un modelo de educación familiar y fuera de las escuelas públicas. Y otro es el de las escuelas cívico-militares, donde se transfería al Ejército y las Fuerzas Armadas el control de la disciplina de la escuela. Al mismo tiempo, se daban recursos a estas escuelas para la ampliación de horarios de clase, más profesores y mejores currículos para que estas escuelas alcanzasen buenos resultados en pruebas patrocinadas en todo el país. Así, se pretendía que los buenos resultados se mostrasen como consecuencia de la militarización de la escuela, cuando la verdad era que la mejoría venía determinada por la ampliación de los recursos. Era preciso desmontar este mecanismo por el que las fuerzas armadas tenían parte de control sobre la educación, y necesitamos reforzar una perspectiva educativa civil, laica y socialmente responsable con la democracia.

¿Con cuánto arraigo social cuenta Bolsonaro?
Hay una serie de grupos bolsonaristas convictos que están representado por quienes protagonizaron el intento de asalto a las instituciones de Brasilia. Estos grupos idolatran a Bolsonaro y lo ven como un mito, se apoyan por redes de grupos de WhatsApp y Telegram divulgando sus informaciones. Según algunos analistas, puede representar alrededor del 15% de la población brasileña a día de hoy. Por tanto, no son mayoría social ni están en condiciones de ganar elecciones generales. Sin embargo, los resultados electorales de figuras bolsonaristas importantes, como Damares Alves, que fue Ministra de la Familia con medidas antiindígenas, el ministro de Medio Ambiente Ricardo Salles o el General Pazuello, que fue ministro de Salud, indica que hay una fuerza social importante capaz de obtener senadores y diputados muy votados, por lo que ese 15% tiene capacidad de ampliación electoral.
“Las iglesias evangélicas reproducen la hegemonía de Bolsonaro”
¿A qué se debe este creciente apoyo a Bolsonaro?
En mi opinión, se debe al crecimiento de las iglesias evangélicas, que es un asunto muy importante en Brasil. Pero el problema no está en la fe del pueblo brasileño, sino en el fundamentalismo de parte de los fieles y la manipulación con fines políticos y electorales. Actualmente, hay muchos parlamentarios brasileños que son pastores evangélicos, y las únicas instituciones que están presentes en todas las periferias de las ciudades son las escuelas públicas y las iglesias evangélicas. Las iglesias evangélicas son un espacio de producción de hegemonía y reproducción de valores que son articuladas internacionalmente y que favorecen electoralmente a expresiones políticas como el bolsonarismo. Nos equivocamos si pensamos que Bolsonaro como figura individual perderá prestigio y capacidad política porque se haya fugado de Brasil o por el intento de golpe. La extrema derecha sigue contando con grandes espacios y vías de transmisión de sus ideas, proyectos y valores, por lo que sigue teniendo capacidad de obtener grandes resultados electorales y movilizaciones sociales muy poderosas. Nosotros, desde la izquierda, necesitamos romper esta capacidad y disputar estos valores de los grupos evangelistas, aunque no sea tarea fácil.

El PSOL decidió apoyar la presidencia de Lula da Silva, pero sin participar directamente del Gobierno. ¿Cómo serán las relaciones en esta legislatura?
Tenemos que construir una forma de relación inédita para nuestra fuerza política: ofrecer apoyo a un Gobierno sin recibir cargos ejecutivos a cambio. Nuestros diputados, yo incluido, somos parte de la base de apoyo parlamentario del Gobierno de Lula, pero sin tener ningún cargo en el mismo. Estamos convencidos de esta estrategia porque nos permite criticar al Gobierno a partir de las movilizaciones sociales en las posibles medidas contrarias al pueblo brasileño. Todas las cuestiones económicas, como la estabilidad fiscal, el debate sobre el agronegocio o el acuerdo de MERCOSUR-Unión Europea van a ser puntos de tensión del Gobierno de Lula que nosotros, desde el PSOL, tenemos que estar en condiciones de poder criticar y exigir que las políticas del Gobierno sirvan más a la izquierda y garanticen los derechos de los trabajadores. La única excepción ha sido respecto de la ministra de los Pueblos Indígenas, Sonia Guajajara, cuya relevancia provenía de su participación histórica en el movimiento indígena y no tanto de PSOL, donde no ocupa ningún cargo de dirección. Nosotros creemos que sería injusto negarle la posibilidad de incorporar su trayectoria en las luchas indígenas y asumir el Ministerio.