Roald Dahl como síntoma: ¿Qué fue de la libertad de creación?

Era antisemita, gordófobo y pesimista crónico, pero también divertido, irreverente y hablaba a la infancia de tú a tú, sin ridiculizarla.

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David Acera
David Acera
Narrador oral y activista

En la nueva edición de los libros de Roald Dahl, Matilda ya no viajará en viejos veleros con Joseph Conrad, sino que visitará el siglo XIX con Jane Austen. No conocerá la India de la mano de Kipling, sino California con el bueno de Steinbeck. Ya no hay gordos, ni feos y “ciertamente, no hay nada malo” en llevar peluca. La empresa propietaria de sus derechos ha decidido reescribir la obra del autor británico y cambiar sus textos para las nuevas generaciones. Lo hace, dice, por “buenas razones”. Para luchar en contra de la discriminación y generar una literatura más inclusiva.
La historia de la literatura, particularmente de la Infantil y Juvenil, está plagada de casos de censura y cancelación. En muchas ocasiones por parte de aquellos que buscan el mantenimiento del estatus quo y la perpetuación de privilegios. Ahí está “Con tango son tres”, uno de los libros infantiles más perseguidos de la historia de los EE.UU, que narra la historia real de dos pingüinos machos del zoo de Nueva York que incubaron y criaron con éxito a su polluelo en el año 2006. Hace ya unos años que el alcalde de Venecia prohibió en los colegios de esta localidad italiana “Pequeño azul y pequeño amarillo” de Leo Lionni y otros cuantos títulos más, de cuya atenta lectura podrían extraerse mensajes antirracistas y a favor de un mundo más diverso e inclusivo.
Lo que llama la atención en este caso – y no es el único en los últimos tiempos – es que bajo el paraguas de la lucha contra la discriminación de distintos colectivos, se atenta contra el derecho a la libre creación literaria y artística, procediendo a mutilar o cancelar distintas obras de arte.

“Bajo el paraguas de la lucha contra la discriminación de distintos colectivos, se atenta contra el derecho a la libre creación literaria y artística”

La hace, además, una empresa privada que regula, de facto, un Derecho Humano recogido como Fundamental en muchos ordenamientos jurídicos, entre ellos el nuestro. Intenta que los más pequeños y pequeñas no accedan a formas dispares de entender y ver el mundo. Aunque no nos gusten. Hoy es Roald Dahl pero a lo largo de nuestra historia reciente, y aún hoy, estas mismas empresas son las que regulan, muchas veces con carácter preventivo, los temas y los puntos de vista que pueden leer nuestros niños y nuestras niñas, sin que exista ningún debate u orientación democrática al respecto.
Muchas personas y medios de comunicación levantan hoy su voz contra la censura y la cancelación porque defienden la libertad de creación, de expresión y de pensamiento. Otros lo hacen envueltos en una bandera que no es suya, porque lo que les gustaría en realidad es que la literatura, el cine o el arte, fuesen un terreno abonado para el racismo, el machismo y la defensa de los privilegios de una minoría.
Roald Dahl era antisemita, probablemente gordófobo y en ocasiones destilaba un pesimismo crónico sobre la sociedad humana. También era irreverente, hablaba a la infancia sin ridiculizarla y de tú a tú, luchaba contra muchas injusticias, no entendía de jerarquías y te enseñaba a reírte a carcajadas justo antes de ser aplastado por una ola gigante. Muchos de los que crecimos con sus lecturas, y las de Kipling y Joseph Conrad, somos lo que somos gracias y a pesar de Roald Dahl. Crecer leyendo en libertad y en diálogo con los otros y las otras, también con nuestros mayores, es la otra cara de la moneda del Derecho a la Libertad de Creación. Una conquista tan irrenunciable como permanentemente cuestionada.

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2 COMENTARIOS

  1. Que penoso es que las valoraciones sobre un trabajo creativo queden expuestas a los vientos cambiantes de la “corrección política” en lugar de ser apreciados por sus propias virtudes o defectos. Hace algunos años leí un artículo sobre la genialidad de Roald en el que se elogiaba su irreverencia, su posición desafíante ante la autoridad, la inteligencia de sus poco convencionales historias…en fin, ahora precisamente eso es por lo que se le condena y censura. Que caprichosa es la moralina de las buenas conciencias….

  2. Empezaron con Disney, varias de cuyas películas sufrieron cambios para adecuarse a la corrección política dominante. Ahora le toca el turno a Roald Dahl, uno de los escasísimos autores de literatura infantil que no trataba a los niños como subnormales profundos a los que había que explicarles todo, todo bien masticadito y machacadito. Se atrevió a sacar su punto gamberro y un tanto macarra, y retratar a los niños como lo que eran: niños. Y ahora viene su familia y su editorial a destrozar su obra. Quémenla, casi mejor. Son ustedes unos censores, bajo sus supuestas buenas intenciones late el fascismo más descarnado.

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