“Tengo un sentimiento de pertenencia al garaje que trasciende lo musical”

Jorge Muñoz presenta este viernes en la sala Gong de Oviedo su último disco "Superioridad moral"

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Esta es la entrevista de dos hombres que se hicieron amigos durante la pandemia. Todo comenzó en un café, en el mismo donde tiene lugar esta entrevista, el Toma 3, porque las mejores amistades empiezan así, con dos tipos ubicados en cada extremo de una barra. La nuestra comenzó un sábado por la mañana, a la hora del desayuno, cada uno con sus heridas y diferentes desgarraduras. Los recuerdos, la familia, los amigos, los libros, los discos, las bandas. Por el medio, en esos tres años, han pasado un disco, varios periódicos, algún video-clip, un montón de conciertos, nuevos amigos. Y hemos llegado a este punto en el que toca hablar de todo, a una semana de que Jorge Muñoz Cobo, Jorge Explosión, presente su “Superioridad moral” en la sala Gong de Oviedo, después de que el 2022 le haya permitido ser uno de los mejores grupos rock de la escena española, según Ruta 66 y su música haya sonado dentro y fuera del país.

¿Qué ha significado volver a los escenarios?

En realidad, los escenarios nunca los dejamos. Aunque Doctor Explosión no sacaba disco desde hace once años, hemos estado tocando en Latinoamérica con cierta periodicidad que la pandemia interrumpió. Durante esos once años que no sacamos disco estuvimos inactivos en España pero cada ciertos meses teníamos uno o dos bolos. Fue un periodo, en el fondo, que yo llamaría de ausencia activa y fue en América Latina donde cargué la pila para volver.

¿Qué encontraste allí?

Di con el entusiasmo de dos fans que me acompañaron al bajo y a la batería, Tatu y Juano. A mi me gusta sentirme arropado por la gente con la que estoy. Me ha pasado siempre. Recuerdo a la pandilla de la escalera 14, el club Furilo, cuando tenía 18 años. Me gustaba formar parte de aquella pandilla, con la que hacía gamberradas. Y la tengo muy presente casi cuarenta años después. Aquello formaba parte de una verdadera hermandad.

¿Por qué se llamaba la pandilla furila?

Se llamaba la pandilla furila en honor al teniente Furilo, de Canción Triste de Hill Street. Hacíamos todo tipo de barbaridades, en nombre de Furilo. Si no te atrevías a hacer algo, entonces no eras furilo.

Jorge Muñoz Cobo, durante la entrevista en el Toma 3 de Gijón. Foto de David Aguilar Sánchez.

¿Y qué hacías?

Hacíamos gilipolleces. Ir al cine con un freezbee y lanzarlo a la pantalla, comer un melón durante la proyección. Eran auténticas chorradas para guajes de 18 años. Reconozco que parte del espíritu de Doctor Explosión se generó en esa hermandad furila.

¿Hasta qué punto ese espíritu ha condicionado tu manera de entender una banda de rock?

A mi, como te decía antes, me gusta sentirme arropado, sentir que formo parte de un equipo y eso lo he sentido mucho con Félix y Varo. Cuando creamos Doctor Explosión éramos tres a una. Tres amigos muy enfocados en eso, en salir y tocar. Varo y yo nos conocimos antes de encontrarnos con Félix. Los tres tocábamos muy juramentados con el grupo y el entusiasmo constante por explorar el mundo tocando rock and roll. Luego entraron Juan Ruidos y Píblin, cuando Félix y Varo se cansaron.

¿Por qué crees que se cansaron?

Igual por agotamiento o por ese meneo que supuso tantas giras y tan intensas entre 1995 y 2000. Yo creo que habían tirado la toalla en ese sentido y se mantuvieron, al mismo tiempo, fieles a si mimos defendiendo sus trincheras como el Yeye o el Funtastic. Recuerdo que no quisieron ir a una gira europea que a mi me había costado mucho montar. Necesitaba esa gira porque yo vivía de tocar. En ningún momento me planteé desarmarla porque con ella iba a tirar todo el verano. Así que avisé a Juan y a Pibli y ahí fue como se fraguó la segunda etapa de Doctor. Juan era nuestro técnico de sonido. Habíamos compartido todo en los últimos cinco años. Después, cuando se incorporaron Kaplan, Pibli y Pablín, esa sensación de hermandad se fue atenuando y comprendí que los intereses de la gente con la que estaba iba por otros caminos, estaba enfocada en otros proyectos, no sentía que estuvieran conmigo al cien por cien. Estaban pero no estaban. Eso no ha restado un ápice mi cariño y mi afecto por todos ellos. Hay una amistad muy importante, pero la inquietud musical no estaba a la par. Pibli confió en mi pero su amor también iba por otro lado. Su idealismo, supongo, intuyo, su amor por la música se concentraba en montar otro tipo de grupos. Yo lo percibí como una desmotivación.

Y con unos fans renace.

Cuando me junto con estos fans vuelvo a sentir esa motivación y es lo que me empuja a volver a los escenarios.

De alguna manera, explota tu creatividad.

Exacto. Aquel encuentro se convierte en el resorte que hace que yo vuelva a escribir. Eso y también descubrir a todo el público de latinoamérica. Me parece un público brutal. Les encanta el rock and roll y carecen del “refalfio” de occidente.

¿Qué quieres decir con eso?

Aquí el público ha visto de todo y está un poco de vuelta. Es un publico más exigente mientras que para el de allí, nosotros somos una novedad.

Jorge Muñoz Cobo, durante la entrevista en el Toma 3 de Gijón. Foto de David Aguilar Sánchez.

Superioridad moral es el fruto de una serie de días consecutivos escribiendo canciones antes de la pandemia. No hay día sin canción. Me parece una tarea como artista por la que todos hemos pasado alguna vez. Yo me la impuse con la columna, que se parece mucho a la composición de canciones. Una columna y una canción tienen una estructura, una idea, un contexto… Me interesa que me cuentes cómo es el proceso de composición de tus letras. Siempre he dicho que eres un letrista que escribe sobre cosas muy concretas, muy materiales, muy directas, desde la materialidad de los hechos, con contextos sociales muy concretos y a los que les das la vuelta, desvelando una paradoja.

El disco estaba terminado antes de la pandemia. Y es cierto, escribo desde la materialidad. Tengo ramalazos, intuiciones, que duran unos segundos. A raíz de una frase, siempre trato de que su significado tenga que ver con el hecho de cómo soy yo y las cosas que me pasan. Escribo esas ideas desde la intuición. Son ideas que se puedan plasmar con una sola frase. Llegan como relámpagos. Suelen sucederse muy rápido. Y una vez se prende la mecha de la creatividad con una frase, tengo la necesidad de acabar el resto, de construir el resto de la canción. Es como un foco que se enciende en la oscuridad y que me invita, inmediatamente después, a iluminar el resto de la habitación. Te pongo un ejemplo. El otro día, volviendo del estudio, topé con un cartel publicitario que preguntaba “Qué quiero ser cuando sea mayor”. Ahí hay una idea motivante para escribir una letra. Y la letra es De mayor quiero ser mayor. En contra de este eterno mundo teenager que nos hemos autoimpuesto para vivir, se me ocurrió una idea que, en el fondo, derriba el deseo de la eterna juventud. Ese deseo es un tópico de nuestro tiempo y, sobre todo, una falacia absoluta porque nunca aceptamos nuestra puta edad.

¿Has aceptado ya la tuya?

Por supuesto que no. A ti no te voy a mentir.

Creo que uno de los pilares de tu concepto del rock and roll se sostiene bajo la necesidad de destruir sus tópicos, ligados a las convenciones sociales. Les das la vuelta como se le da la vuelta a un calcetín, con cierta rebeldía gamberra que alimenta una manera de ver el mundo y de componerlo musicalmente. En esos géneros, donde tu eres muy fluido, sobre todo a partir de este último disco, te encuentro mas cerca de ser catalogado como un cantautor garajero antes que como un músico garajero.

Me siento cómodo en eso que dices. Pablo de la Cruz ha sido el diseñador de las portadas de El loco mundo de los jóvenes y otros discos y también de numerosos carteles de esa época. De la Cruz es, sin lugar a dudas, uno de los garajeros más significativos de aquella escena madrileña, un tipo siempre interesante. Un día vino a decirme lo mismo que tu estás comentando en esta entrevista. Mi garaje es un garaje más introspectivo del habitual. El acuñó el concepto de garaje de autor. Creo que es una expresión muy acertada y a la vez chocante porque nunca existió un garaje de autor.

Y en el fondo, ¿qué crees que subyace bajo esa nomenclatura?

Tengo una forma de contarme a mi mismo, obviamente, muy personal, e intento que sea honesta, que haya verdad en lo que digo. Si no fuera así, no me sentiría estimulado para escribir ni impostar gilipolleces, ni mucho menos para repetir tópicos que, por supuesto, a estas alturas de la vida dejaron de ser válidos hace mucho tiempo. Yo no podría escribir ahora canciones como Eres feo chaval, por mucho que me encante interpretarla. Creo que es una canción plagada de tópicos pero que, a la vez, conserva mi personalidad y por eso me parece válida para incluirla en el repertorio.

Es una canción emblema de la banda.

Pero ahora no la escribiría. Aunque huyo de los tópicos del garaje y me siento cómodo haciéndolo, me gusta seguir utilizando el contexto del género como forma de expresión para contar la cosas que suceden y, sobre todo, y esta es la clave, cómo yo formo parte o no de esas cosas que suceden.

Jorge Muñoz Cobo, durante la entrevista en el Toma 3 de Gijón. Foto de David Aguilar Sánchez.

Es curioso que en ese formar o no formar parte de las cosas, no has sido un músico que haya escrito muchas canciones de amor.

Puede ser. Es cierto. No lo había pensado antes, pero si me apuras, te diría que Hoy una vez más debe ser la única canción de amor que he compuesto en toda mi carrera. Te voy a confesar que Vestir de mujer también esconde una canción de amor que habla de una relación que tuve con una chica, mi pareja hace años. El tema habla de su incomprensión sobre mis gustos o, en el fondo, de mi manera de ser. Aquella novia repudiaba que a mi me gustase ir a bares de travestis. Reconozco que me hubiera gustado que aquella relación hubiera durado más tiempo. Y aquello me desgarró. Me dejo K.O. Vestir de mujer es para mí una canción desgarrante, inspirada en un amor que yo viví con mucha intensidad y que no funcionó.

¿Por qué no funciono?

Era imposible que funcionase porque ella no estaba dispuesta aceptar cómo era yo.

¿A tus 52 comprendes mejor el amor?

Claro que sí. Totalmente, y pienso que dentro de otros diez años, probablemente llegaré a la conclusión de que a mis 52 no tenía ni puta idea de lo que era el amor.

Fiti, el guitarrista de los Mejillones tigre, me contaba hace unas semanas que una de las cualidades del garaje consistía en ser un buen ligamento que permítia adaptarse a otros géneros, daba igual que fuera un mambo o un boogaloo, dotándolos de un sentido nuevo.

El garaje tiene algo de amateurismo en el mejor sentido de la palabra. El garaje tiene que tener algo de chapuza. No puede ser perfecto. Una banda como Ilegales suena sin fisuras. Es un producto perfecto. En el garaje, en cambio, tiene que estar presente la imperfección. De algún modo, han de verse sus costuras. A Jorge, como tu sabes, yo le quiero muchísimo y siempre ha estado ahí para ayudarme. Creo que por el cariño que me tiene no acaba de entender que Doctor Explosión es una banda de garaje. Su visión del rock, tan sólido y sin imperfecciones, no le permite aceptar que la autenticidad del garaje radica en su imperfección. Si lo pules tanto como el hace con sus canciones, deja de ser garaje y se convierte sólo en rock. Y yo no sé si eso me gustaría. Creo que Superioridad moral es un disco garajero al que si le hubiéramos incluido una batería más perfeccionada, dejaría de serlo. Sería, probablemente, otro disco acojonante, mucho más comercial, que habría captado mucha más atención y estaría teniendo ahora más éxito o, quien sabe, a lo mejor no. En ningún caso sería un disco de garaje, sería otra cosa. Tengo esa cierta honestidad y, por lo tanto, lealtad, casi como un sentimiento de pertenencia que trasciende más allá de lo musical. Y, lo mejor de todo, es que no sé por qué tengo ese sentimiento. De la misma manera que no soy capaz de irme de la casa de mis padres, no se escaparme del garaje. Me cuesta abandonar las cosas.

A cuenta de la nostalgia y esa incapacidad de huir de los recuerdos, en Vestir de mujer, a partir del videoclip he visto yo un homenaje a tu madre.

Siempre estuve muy apegado a ella.

¿Quién era?

Fíjate que la llevo en la cartera. Aquí tengo su dni, junto al mío. Estamos juntitos. Ahí está. [Me enseña su cartera y al abrirla se observa en la faz izquierda el dni de Jorge Muñoz y en la faz derecha el último dni de Francisca González, la madre del artista]. Mi madre era una persona con un carácter muy fuerte, con muchas contradicciones, a la vez que tenía mucho gracejo y simpatía. Recuerdo una tarde en casa, con ella y con Jorge Ilegal. Sucedió, al menos, hace 20 años. De eso ha pasado muchísimo tiempo y está grabado como si hubiera sucedido ayer. Mi madre tocaba el piano. Tenía una flexibilidad extraordinaria en los dedos. Hacía verdaderas extravagancias con ellos. Y aún recuerdo aquella tarde, tocando el piano, con Jorge y conmigo. Me pareció una gran reunión, llena de afecto y cariño familiar. Mi madre imponía mucho respeto, mucha autoridad, y a mi, en ocasiones, esa autoridad me producía miedo. Prefería pasar más tiempo con mi padre, en la aldea. Mi madre era, sin lugar a dudas, una mujer particular, una persona a la que nunca había escuchado hablar en asturiano y a partir de los 80 años solo hablaba en asturiano. Qué cojones pasa aquí, pensaba, en que momento se puso a hablar así. Descubrí al poco tiempo un misterio sobre su familia que nunca había contado antes. Una rama de mi madre desciende de los principales lutiers de gaitas. Durante la pandemia descubrí que mi tatarabuelo era Manolo Cogollo, considerado el Stradivarius de la gaita asturiana. Mi madre había sacado toda esa asturianía después de 80 años, sin avisar, y me cantaba cantarinos. Yo flipaba.

Volviendo al videoclip, hay una vocación irreverente y orgullosa por romper con la masculinidad.

Está bien romper esos tópicos. Me gusta cantar Yo soy algo afeminado. Alguien como yo que representa ese machismo del garaje, de repente sale por ahí, vestido de señora. Me resulta muy transgresor. Se carga de un sablazo todo ese machismo que hay en el garaje y en el rock. Ese ejercicio de romperlo con esa frase es puro Doctor Explosión.

Jorge Muñoz Cobo, durante la entrevista en el Toma 3 de Gijón. Foto de David Aguilar Sánchez.

En El día que David Bowie murió, el garaje toma a un referente del glam, el rock y el pop y lo convierte en otra cosa. Vuelve a ver cierto rupturismo con el género que, a mi modo de entender, es una manera de expanderlo.

No es un homenaje, o si lo es resulta agridulce. Ya sabes que nunca me he considerado un fan de Bowie pero sí me ha parecido un artista interesante. Y Changes siempre me ha resultado una canción fascinante. Conservo el Ep como oro en paño. Pero por algún motivo nunca me llamó la atención investigar como en tu caso su discografía. Y siempre me tocó mucho los cojones que gente que tiene un conocimiento superficial de la música abanderase a Bowie cuando desconoce muchas cosas y se quedan en la superficialidad de su figura. Seguir a Bowie es muy fácil, porque es un icono muy accesible para cualquiera. No hace falta indagar en el garaje para encontrarse con Bowie. Tampoco es mi intención criticarlo sino morder a los que reivindican a Bowie desde la superficialidad. La canción tiene un punto de vista ácido que intenta desmontar esa mitomanía sobre las estrellas del rock. Me parece muy enfermiza y se teje en las redes sociales cada vez que se muere una estrella de rock. Y ojo, llegará el día que se muera mi estrella de rock favorita que es Dave Davis, de los Kinks y a ese que no me lo toquen porque mato.

A pesar de lo gamberro que suele ser el garaje, su sentido retromaniaco le hace ser muy respetuoso con el pasado. Pienso en los Kinks, a los que acabas de mencionar y, por trasladarlo a España, en Los Brincos.

No, Los Brincos es música para niños bien de los años sesenta. Lo contrario del garaje.

Pero tu sabes que el garaje español los ha reivindicado.

Yo creo que los ha reivindicado el yeye que es una cosa mas formal que incluye al garaje. A mi Los Brincos me parecen geniales, pero ya les ha llegado su hora de darles una buena hostia porque se la merecen. Los Brincos fue una banda permitida por el régimen. Música para niños pijos de los años sesenta durante los años del régimen. Qué bien nos vienen que no dicen nada que se salga del tiesto. Los Brincos era una coartada del régimen para sincronizar con los tiempos modernos de entonce. Creo que un grupo genuinamente garajero serían Los cheyenes o Los salvajes. Tenían su censura, no podían decir lo que les salía de los cojones, pero nadie en esa época podía permitírselo. Antes que Los brincos prefiero las letras de Micky y los Tonis porque tenían otro gracejo, se metían en otros vericuetos que esquivaban la censura. Qué duda cabe que Los Brincos son un referente, hicieron una cosa muy bien hecha, muy políticamente correcta, una obra maestra pop, pero fueron una adaptación de The Beatles. Esta mañana pensaba en esta entrevista y repensaba la escena pop en España, que ha sido una escena acomplejada, con su punto de vista depositado en el extranjero para poder justificarse. Muchas bandas se piensan que son buenas en tanto en cuanto se parecen a algo de fuera que está considerado y yo creo que esto fue un error. Uno debe buscar su propia identidad en las historias que cuenta. La mía está marcada por el garaje, el rock and roll que existía antes de que yo naciera en USA y UK.

¿Y como resuelves esta contradicción?

Creo que esta contradicción se puede resolver cuando personalizas tus historias e intentas ser tu mismo, cuando no te pareces fonéticamente cantando en inglés y te atreves a contar quién eres. Para qué vale la obra si no hay verdad. Esa pregunta me obsesiona y me alimenta. Si no fura así, entonces seria todo una impostura. Otros países se han atrevido. Pienso en Francia. La música francesa se atrevió desde un principio a adaptar toda esa cultura anglosajona de los sesenta, generando una industria propia, basada en el afrancesamiento. En España, las letras se adaptaban muy mal, se utilizaban expresiones ridículas, donde se intentaba poner con calzador unas estructuras silábicas que son horribles. Nadie hablaba como cantaban entonces, aunque en ese sentido, Los Brincos hacían unas letras asquerosamente perfectas y universales. En cambio, los franceses lo hacían con mucha soltura y esta circunstancia me sirvió de fuente de inspiración para componer letras. Yo fui víctima de ese acomplejamiento al principio. Me costaba escribir con agilidad al salirme de ciertas melodías. Comprendí que te tienes que enamorar del ritmo de las palabras. Yo me enamoraba de la melodía y, sobre ese encorsetamiento silábico que me producía, intentaba encajar las palabras. Pero en español, la composición no funciona así. Tu te enamoras del ritmo de las palabras y sobre ellas construyes todo lo demás.

Jorge Muñoz Cobo, durante la entrevista en el Toma 3 de Gijón. Foto de David Aguilar Sánchez.

Desde que te conozco has huido de cualquier intelectualismo en la música, y también fuera de ella.

No me gusta esa reivindicación que hacen de la escena algunas bandas del campus del Milán, porque creo que el rock tiene algo que es esencialmente popular y si lo intelectualizas estás cargándote esa esencia y dándole un contexto elitista que me rompe, me molesta y asquea. Me asquea la visión elitista de la música popular. La música popular hay que contarla y cantarla sin perder el punto de vista popular. Ponerse ese traje universitario para darle una explicación a una canción, no deja de ser una pedantería. No va conmigo. Me parece algo pedante.

¿Crees que la ideología es un depresivo de la ironía?

Creo que es un mal aliado de la ironía. Creo que todo artista que transmite su ideología en el arte acaba dándose demasiada importancia y no admite saber reírse de sí mismo. Yo tampoco sigo una ideología en concreto. No sabría donde posicionarme política e ideológicamente.

Pero tu sabes donde no estas^.

Claro que lo sé. No estoy en la derecha, pero no sabría decir tampoco dónde estoy. Se donde no estoy pero no dónde estoy.

Precisamente por tu familia, has conocido muy bien esa derecha.

Claro, yo vengo de una familia muy bien de Gijón, pero por otro lado, mi bisabuelo paterno transportaba milicianos en su camión. Es algo que descubrí en el álbum familiar. Y luego tuve un tío que fue militar profesional de la República. A mi me educaron en colegios del Opus como Los Robles donde yo era un rebelde absoluto. Me echaron de allí. Y en los jesuitas me sentía muy mal con seis años. Recuerdo que me llevaron al despacho del padre Gallego, toda una institución en el Gijón de la época, y me hablaron de bolas de fuego, del fin del mundo. Aquello, con seis años, imagínate, me causó una impresión enorme. También recuerdo a un cura pegando con una bola de hockey a un niño en la cabeza hasta hacerle sangrar. Intentaba pasar desapercibido para que no me cayera a mi la siguiente hostia. En segundo de EGB estuve medio pensionista. Comía allí. Recuerdo a un alumno que había llegado tarde a comer. Le colocaron los cuatro platos encima, uno sobre el otro, formando una montaña de comida, coronada con un cucurucho. Era una institución cruel. Con siete años te traumatiza esa brutalidad que existía en la enseñanza que perduraba tras la muerte de Franco.

Quizá de ahí emerge la figura de Jorge Explosión como un enfant terrible

Puede ser. Solía ir al colegio con un paraguas. En el patio, iba a una zona con el pavimento desconchado y todos los días le daba al desconchado con la idea de que si lo hacía todos los días, aquel colegio se vendría abajo. Y ese recuerdo ha pervivido. Si con tesón, sigo aquí dándole, me lo cargo. Ese es mi recuerdo de los jesuitas

Parece un recuerdo extraído de una película de la nouvelle vague, como si Jorge Explosión fuera un pequeño Antoine Donnel en los 400 golpes.

Te juro por lo mas sagrado que aun conservo el recuerdo de aquellos pensamientos: pensar en destruir aquella institución carcelaria. No estaba encerrado ni mucho menos.

¿Cómo ha sido la relación con tu padre?

Fue una relación guay. De pequeño, iba con él a la aldea los sábados y los domingos. Tenía una huertina y echábamos el día limpiando maleza y plantado hortalizas. Recuerdo que, en una ocasión, me regaló un juego de jardinería. Me gustaba aquel ambiente, en Bahones, cerca de Castiello, aldea pura. Se llegaba por una caleya. También recuerdo a Alfonso Camín, que no era el poeta, aunque a su modo también lo era, y a su hijo Joselín, que era ciego, Tenían un llagar, mayaban la sidra de todos los vecinos y después se hacía una espicha. Era un lugar con gente humilde, muy guay. También recuerdo que una tarde llegué a su casa completamente embarrado y me limpiaron. En la aldea yo iba un poco por libre. En los setenta las familias no sobreprotegían tanto. A los críos no los hacía caso ni dios. De alguna forma, nos educábamos solos. Con el paso del tiempo, tengo la sensación de haber hecho lo que me dio la puta gana. Nunca tuve una figura muy autoritaria. Mis padres me tuvieron cuando ya eran muy mayores. Mi padre me tuvo con 53 años. Cuando yo tenía 18, ya iniciaba la senectud y pasaba de todo.

¿Y tu madre?

Mi madre tampoco se ocupó mucho de nosotros. En cierta forma, echo en falta a alguien que me hubiera enderezado, que me hubiera dicho que tenía que estudiar algo.

Has sido eso que los cursis llaman un autodidacta.

Sí. Recibí algunas clases de José Campa, también esporádicamente del Ilegal. Iba a suy casa y me decía: mira, tío, se toca así.

¿Cómo ha sido tu relación con Juanito Ruidos y Jorge?

De alguna forma fueron una especie de hermanos mayores más. Mis modelos a imitar fueron mis hermanos mayores, pero hay unan disparidad de la hostia en la edad. Diego es por el que mas admiración siento.

¿Por qué?

No se. Es algo especial. Recuerdo que me tenían que pinchar una vacuna. Yo me había escondido. No me encontraban pero Diego, finalmente, lo consiguió. Recuerdo que me ofreció un trato. “Yo te dejo que me muerdas el dedo si te dejas pinchar”. Me pareció un trato justo. Le pegué un bocado del que aún conserva mi marca y eso me hizo sentirme unido a él. Después se fue a Valencia. Diego es abogado. Y aun conservo en la memoria el dolor que me causaba verle partir. Saber que mi hermano se iba era doloroso. Yo quería ir para saber qué pasaba allí, qué hacía mi hermano, cómo vivía. Recuerdo que un año convencí a mi padre para que me dejara pasar el verano en Valencia. Me vino a buscar ese mes. Y en Valencia campaba a mis anchas, siento que fui realmente feliz en la ciudad, a su lado. Siempre me sentí muy unido a él.

¿Y con Jorge y Juan?

Yo iba a casa de Jorge y Juan a jugar con los soldados de plomo. Mi familia tenía un negocio en la calle Mieres. Ese local se vendió. Y no sé como, me hice con la llave. Aquel sitio había sido mucho antes una juguetería y aún se conservaban juguetes en el almacén. Recuerdo que Jorge se llevó un toro de cartón piedra. También había unas perolas gigantescas llenas de plomo. Fuimos con esas cacerolas después a la cocina de la madre de Jorge, fundimos el plomo y, a continuación, hicimos soldaditos.

Jorge Muñoz Cobo y Víctor Guillot, durante la entrevista en el Toma 3 de Gijón. Foto de David Aguilar Sánchez.

Cuando uno está en la casa de Jorge y le ves con los soldados de plomo, es fácil darse cuenta de que su infancia está intacta. Se conserva en esos figuras de plomo. Lo sabes por su entusiasmo al explicarte de qué moldes salieron, cuando se produjeron, la historia de cada uno de ellos. Y ese entusiasmo es el mismo que transmite cuando habla de las canciones. ¿Dónde está depositada tu infancia?

En muchos momentos. Especialmente en una casa en la que vivíamos hasta que yo cumplí tres años y que se llamaba Villaconchita, en la calle Ezcurdia. Me la sé de memoria. También está en una caja de juegos que se llamaba Las mil caras del monstruo, un juego con máscaras y una calavera reducida. Aquello me flipó. Y también está en la primera batería que me regalaron y que duró en casa muy pocos días. Debía ser un crío insufrible. Enseguida me la quitaron y aquello me jodió mucho hasta el punto de que cuando fui a ver a Los locos a su local de ensayo con quince años, el instinto me puso a tocar la batería y ya la sabía tocar. Fue a partir de ese momento cuando monté un primer repertorio.

Y ahora estás buscando casa. Cuando uno se pone a buscar casa, muda muchas cosas de su cabeza. Qué se muda en la tuya.

Hay una parte de mi que se resiste a querer encontrarla. Ahora vivo en una transición, en precario, ojalá me hubiera tocado una bonoloto para no irme y dejarla tal cual. Luego no viviría ahí. Duermo mal porque está plagado de recuerdos que no te dejan dormir. En cambio, cuando voy a Madrid, me quedo en la casa de Cesar Crespo, nuestro guitarra, y duermo como un bebé. En mi casa, sin embargo, me despierto a las cinco de la mañana y me pongo a trabajar. Tengo muchos arraigos: a mi casa, mi madre. Tengo una relación masoquista con esa casa y sus recuerdos.

Es una relación espectral. Vienen los fantasmas.

Absolutamente, vivo muy arraigado a ellos. Luego de ahí salen ideas para canciones. En el fondo, no es lo que tengas, sino como lo gestionas creativamente.

Hay un mecanismo en la cabeza que lo permite procesar y convertir en canciones

Por supuesto.

¿Has sido más un músico de canciones que de discos?

Por momentos, me he puesto a intentar mejorar mi técnica y eso me aburre. Lo acabo abandonando. Realmente disfruto atrapando ideas para canciones. Me explota la cabeza, el corazón, todo viendo cómo soy capaz de armar una música con una letra, transmitir una idea. De algún modo, ya me siento realizado con eso. En cambio, tocar un punteo me entretiene y le dedico tiempo, pero con Cesar Crespo, que es un musicazo increíble, pienso que para qué voy a matarme si Cesar los hace mejor. Muchos punteos los sigo haciendo yo porque hay que tocarlos mal. Haciéndolos mal, soy mucho mejor que Cesar que toca demasiado bien y parte de la autenticidad reside en eso.

Este verano, cuando tocasteis en el Tomavistas y después en el Sonorama, ¿tuviste la sensación de que esto estaba engrasado para mucho tiempo?

Fíjate que esa sensación no la tuve tanto ahí, fue mas tarde. Se fue generando y aumentando lentamente en una semana intensa de esta gira en la que hilvanamos tres conciertos seguidos: Gijón, Zaragoza y Segovia. Ahí me di cuenta de que estábamos en el buen camino, que había cristalizado el esfuerzo de haber ensayado sin parar todo el invierno en Madrid. Y este Doctor Explosión necesitaba ser rodado, para entendernos, para que supieran que tipo de show quería hacer yo, qué tipo de estilo. Yo a Conrado no le tengo que explicar qué redoble tiene que hacer. Cuando a un batería le tienes que explicar eso, es que no está para tocar contigo. En mi caso es muy fácil, porque me gustan mucho los Kinks y con tocar como Mike Yvory ya está todo dicho. También me gustan Bobby Elliot o Charlie Watts. Creo que son los baterías que mas me gustan. Ringo es muy correcto y muy buen batería. Lo bueno de Ringo es su sencillez pero no es un batería que me haya llamado la atención tanto como Mike Yvory. Aunque toco la guitarra, me fijo mucho en los baterías, quizá por ese recuerdo de la infancia.

También tocas el bajo.

Durante una época toqué el bajo, con 18 años, paralelamente a la guitarra. Con los Cynics y con los Fleshtones, un sueño hecho realidad. Me gusta tocar el bajo. Creo que es la armazón. Con Los Beatles, hay un momento en el que Macartney graba el bajo en el último lugar y yo hice lo mismo en este disco. Primero grababa la rítmica y la batería, luego metía la voz y después el bajo. Y me tiraba unas horitas tocándolo para ver por donde debía ir la línea y no dejarme condicionar. Después dejaba hacer a Pablo por donde quería que fuera pero no le decía nada por ver si el podía aportarme algo que a mi no se me hubiera ocurrido. Pablo es un musico muy intuitivo.

¿El bajo tiene que ir por detrás de la guitarra?

Un bajista que toca el bajo tirando el tempo hacia atrás le da más peso a la canción. Y cuando un grupo me pasa una grabación por pistas para mezclar, suelo probar a tirar la pista de bajo un poco hacia atrás. Otros bajistas tienen la manía de tocarlo demasiado hacia adelante. El bajista debe tener un tempo muy anclado, darle la solidez a la canción. Tanto Conrado como Dani son muy solidos. Antes, Doctor Explosión era más atropellado y ahora hay otro empaque.

Jorge Muñoz Cobo, durante la entrevista en el Toma 3 de Gijón. Foto de David Aguilar Sánchez.

Me gustó que la promoción de Superioridad Moral comenzara con Insatisfacción. Ese redoble de timbales era ya un manifiesto del comienzo de otra nueva etapa.

A Pibli hay que echarle sus flores. Es muy intuitivo, tiene muy buenas ideas a la hora de enfocar una canción. Le propones un riff y te la viste en segundos. No todos los baterías son capaces de tener ese visión. Luego eso hay que trabajarlo, matizarlo. Pibli tiene muchos recursos. Insatisfacción era la más idónea para abrir el disco y la promoción y también era una forma de decir que estamos de vuelta en un registro que nunca nos habíais visto. Con un soplo de conexión con la música más actual sin perder su fuerza garajera. No nos hemos anclado en el retro.

Superioridad moral es uno de los discos del 2022 en España. Esa variedad de registros sin perder la identidad, canciones que hablan de contradicciones sociales, paranoias propias y compartidas, que hacen que el disco esté muy vivo, en contraposición de otros discos del años que han sido más conceptuales.

Es un disco sincero, que habla de mis propias paranoias, donde pongo el punto de mira. Está claro que ante un mismo hecho, diez personas tendrán diez puntos de vista distinto. Yo intenté expresar el mío. Es un disco sincero. En ese sentido, este disco está libre de tópicos, son mis paranoias, que he intentado contarlas de una forma asequible y compartidas.

La manera en la que nos relacionamos tan tóxica a través de las redes sociales, el individualismo convertido en una soledad demoledora, un consumismo en el que todas las relaciones son objeto de consumo. Nos invita o empuja a tirarnos por el precipicio.

Sí. Fíjate que cuando me pongo a escribir no hago toda esa reflexión, simplemente escribo sobre como me siento yo y acabo desembocando en esas frases. Yo largo por esa boca lo que se me viene a la cabeza, siento que tiene recorrido y sigo explorando un camino y cuando me doy cuenta, hilvanando frases, saco una canción. La reflexión la construí en el texto de la promo. Para eso soy mas intuitivo, y cuando me pongo más reflexivo, suelo desplazarme al lugar del oyente. Acabo encontrando las pistas.

En insatisfacción pasa lo mismo.

La grabe en 2016 con Pablo y Pibli. No tenía letra ni melodía. Yo tarareaba en wachinei. Más o menos era una melodía para guiar un poco la grabación. En la medida en que manifestaba esa intensidad, ellos sabían si tenía estrofa o estribillo. Eso se iba plasmando en la grabación. No hicimos más de tres tomas. Insatisfacción fue siempre una demo, con errores en la guitarra. Por eso suenan dos solos de guitarra a la vez, porque el primero era una mierda, con fallos, pero dos añadía un tono de confusión y hasta de psicodelia soberbio. El tema quedó ahí. De pronto, una tarde, cuando estoy mezclando varias canciones me dije, “no tengo claro el orden de los temas”. Insatisfacción no iba a estar en el disco porque todavía no tenía letra; no la contemplaba ni como posibilidad. Me fui al baño y quedó la cinta rodando, así que comenzó a sonar tal cual la tienes en el disco. Qué bien suena esto. Hay que hacerle una letra. Ese finde iba a ir a un festival y me quedé componiendo. Me perdí el Funtastic pero a cambio gané una canción.

¿Cuál es la canción perfecta?

La que sale rápido, la que te sale…no existe. Yo qué sé. Esa que sale rápido y con todas las ideas claras, llena de energía. A veces te da mucho subidón por la prontitud, pero cuando vuelves a ella, puede tener sus grietas y te decepciona. La canción perfecta es la que nunca te cansas de escuchar. Me pasa con muchas pero con Vestir de mujer, especialmente, por las connotaciones de género, el desarraigo de una relación, tiene una sensibilidad particular, me importaban mucho esos sentimientos y la canté con esa sinceridad. El puzle de guitarras que añadí me gusta mucho. Las canciones son como rompecabezas que hay que resolver unas veces más rápido que otras. Mi lista de cosas que hacer fue la canción más difícil de resolver y si no es por Sean Lennon, el hijo de John, no lo habría conseguido. La melodía la acabé de matizar el día antes de presentársela a Jake (Black Angels) y Sean. Estábamos los tres esa semana pasando unos días juntos, haciendo una jam y grabando ideas. Cada uno proponía una canción y Sean se enamoró de ésta, la estructuró y después dejó grabada la guitarra solista que yo copié tal cual, adaptándola a la nueva estructura.

¿Qué tienes pensado para los próximos meses?

Quiero editar el primer LP del que siempre renegué. No nos representaba. Estaba muy bien producido, era muy limpio, pero no era nuestro sonido. Pagamos la inexperiencia del novato, aprendimos cómo se trabaja en un estudio que no sabía o no quería producir el sonido que tu quieres. Nunca nos gustó. Hay dos canciones cantadas en un inglés de mierda que me produce sonrojo y vergüenza. Como tengo las cintas originales, he reescrito la letra de una de ellas que era una auténtica puta mierda. Las he vuelto a cantar. Y le voy a cambiar los coros a la otra. Así que he llamado a Félix y le he dicho: “Tío, estos 33 últimos años han sido un sueño, seguimos en diciembre de 1991 y tienes que venir a cantar los coros de Muerde más“. Hay demanda de Doctor Explosión y de ese disco, en particular. La gente quiere comprarlo. Y lo sé porque pagan hasta 70 o 100 euros por esa edición. Me parece más guay sacar una nueva que valga 20. Después vamos a sacar el single digital de La gente no sabe gastar, con un videoclip nuevo. Hemos grabado en un bingo, donde jugamos unos cartones, cantamos dos bingos y ganamos 500 pavos que gastamos en cenorras con pixín a la plancha para todo el equipo. Y, finalmente, he mandado a la fábrica un single con dos versiones que se plancharán en vinilo. De momento, nos espera un videoclip de una canción de Julio Iglesias, completamente descontextualizada

¿Qué supuso Julio Iglesias para la música?

Ha sido el romántico decadente, un icono que, de alguna forma, ha sido eminentemente sexual para una generación y una mezcla entre crapulismo y elegancia para muchas personas. Para mi es una figura grotesca porque forma parte de una generación de cantantes melódicos que representan un estilo de vida y unos valores que no tienen nada que ver con mi mundo. Pero escuchándole, me di cuenta también de que, extraida toda esa grasa romántica, las letras, en un contexto totalmente opuesto, adquieren una fuerza de la hostia y unos matices muy interesantes. Quise coger esos textos y darles otro contexto más salvaje, más punk y más rithm and blues, el propio de Doctor Explosión y mi sorpresa es que funcionó muy bien. Le mandé la canción a Ramón Arcusa a través de un amigo común y quedó muy sorprendido. Me autorizó a publicarla y me mandó un e-mail muy cariñoso. En breve la sacaremos.

Víctor Guillot, durante la entrevista en el Toma 3 de Gijón. Foto de David Aguilar Sánchez.

Hablemos ahora de alguno músicos que, por un motivo u otro, han sido recurrentes en nuestras charlas. Andrés Calamaro.

La cantidad de horas que le he escuchado últimamente. Tiene mucho talento en su forma de cantar. Esa sensibilidad de sus textos, su timbre de voz… me gusta mucho, sabe cómo modular la emoción

Los Planetas

Son un muro de sonido muy interesante con unas texturas increíbles en sus melodías. En sus discos se aprecia más que en sus directos. Uno de los mejores grupos, totalmente expurgados de ese complejo que tenían las bandas de los sesenta y que, definitivamente, se pierde en los grupos de la Nueva ola de los 80: Ilegales, Los pistones, Las vulpes, Alaska y los pegamoides, Siniestro total. Fue importante desprenderse de ese acomplejamiento musical en los textos respecto de la música y Los planetas fueron ese segundo paso en los 90 que dio el primer paso en el indie.

Lagartija Nick.

Lagartija es el paso previo a Los planetas, y en su momento no lo supe ver. Y fuimos compañeros de fatigas en la misma discográfíca, Romilar-D. Mi visión de la música a principios de los 90 tenía una venda en los ojos. En parte se debía a que yo quería que mi grupo fuera una parodia de los Kinks o los Stones y no sabía muy bien cómo hacerlo. Mi vida ha sido una búsqueda de eso para terminar aceptando que yo no era ninguno de los grupos que admiraba. Yo canto en otro idioma, tengo otro contexto vital y cultural. Cuando yo canto Eres feo chaval o Romper la televisión empiezo a tomar conciencia de lo que realmente soy. Todo este proceso lo he ido trabajando de un modo inconstante, porque me desperdigo haciendo otras cosa. Me faltó la constancia para hacer más y más discos. Entre El loco mundo de los jóvenes y este disco, han pasado 25 años. Superioridad moral es el trabajo con el que ya me siento yo mismo. En el Lp Hablar con frases hechas de mi ya se ve un principio, en Hoy una vez mas y la versión de Blue monday también.

Qué h significado Ilegales

Creo que para la música, para mi, muchísimo. A parte de ser amigo personal en una época en la que yo ni pensaba que me dedicaría a la música con 10 años, es una gran banda, que ha significado muchísimo para la música rock. Jorge me parece un gran escritor de canciones y con una forma de cantar muy especial. Me ha influido más como letrista que como musico y musicalmente me gusta mucho.

El es un barroco.

Tiene punk y barroquismos que yo no tengo. Yo soy más descarnado. Tiene mucho punk. Como te decía antes, es un rock sin fisuras y sin fallos y a mi me gustan los fallos, que estén presentes. Para mi ha significado mucho porque esa forma que tiene de contar las historias, casi como películas que tienen, a la vez una estructura muy introspectiva. Funcionan muy bien. Son muy potentes, con mucha poesía. Jorge consigue juntar dos palabras y que te estalle la cabeza. Condensar toda una canción en esas dos palabras y hacerte reventar, eso es la potencia absoluta del rock. Para mi ha sido un modelo a seguir. Desde el principio identifiqué que había algo muy bueno. Nunca intento imitar a nadie pero lo tengo como un referente de criterio y de buen gusto

Angel Stanich.

Lo que más me gusta de lo que se hace del indie lo hace Ángel Stanich. Es peculiar, dylanesco, tiene un mundo propio, con una voz muy peculiar que, de mano, me echó para atrás. La primera vez que lo escuché fue en tu casa, me lo pusiste tu y me sorprendió porque no supe qué opinar. Yo no sabía si Polvo de Batiatto era genial o no lo era. No sabía si me gustaba o no. Me desconcertó. Después volví a ello y me enganchó. Y muchas veces, en todas esas horas muertas de viaje entre Madrid y Gijón, que sobrellevo dignamente con unos cascos, en esas horas me pongo a Ángel.

Jorge Muñoz Cobo, durante la entrevista en el Toma 3 de Gijón. Foto de David Aguilar Sánchez.

Creo que partís de una premisa muy parecida.

Me gusta pagar por hacer el amor. Así dice un verso de la canción Paleto. Claro que cantar eso en primera persona es una barbaridad, pero en el contexto de la letra, está justificado y es entendible que yo no soy esa persona. Me gusta llevar las letras a ese punto grotesco e irreverente que podemos ver en el cine italiano, en la tragicomedia, en Fellini, en Valle-Inclán. Ahí me siento muchas veces muy cómodo. Me divierte soltar una andanada. Me lo pide el cuerpo. Creo que al haber hecho discos para otros, he absorbido lo que era bueno de todos aquellos artistas con los que he podido trabajar. Eso para mi ha sido una escuela, parte de la evolución que he tenido. Ha sido mucho más importante que escuchar a otros artistas. Verme involucrado en el proceso de hacer discos para otros ha sido una influencia brutal. Cuando hicimos el disco con Jaime Urrutia y los cientos de discos de atrás supusieron una experiencia acojonante. En el fondo era un estímulo. Sentía envidia de no poder hacer mi disco, me sentía atrapado en esa rutina de otro disco y otro disco y pensando siempre lo mismo: cuándo podría hacer yo mi puto disco. Eso generó mi necesidad de hacer Superioridad moral.

Sin nostalgia y pensando en el futuro

Sin pensar en la nostalgia, pero los años de Austin consiguieron que cuando yo grababa el disco, pensara en toda la gente que conocí allí. Las canciones siempre se hacen pensando en alguien y, de alguna forma, esa influencia estaba ahí, a la hora de buscar los sonidos y estoy convencido que estará ahí siempre. Siempre que escribo una canción no puedo evitar pensar en Jake (Black Angels), que es una influencia enorme en ese disco. Cuando lo escucho o cuando me pongo a componer pienso: les estoy haciendo estas canciones a todos esos amigos de ahí.

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