Sólo se puede regresar al futuro, si uno antes ha viajado al pasado. La moción de censura de VOX ha colocado el presente en un siniestro paréntesis, como si el tiempo se hubiese vaciado de contenido o de espacio, estrangulado por una mano que maneja otras leyes de la física. Se podría decir que las mociones de censura son como máquinas en el tiempo o pequeñas partículas Pinn que logran empequeñecer un parlamento hasta niveles subatómicos. Subirse a una moción de censura es meterse en un carro como el De Lorean capaz de trasladar a Doc y a Marti hasta los años 50 para formatear el presente, provocando serias alteraciones en el futuro.
Los viajes en el tiempo son tentadores y tiene razón Iván Redondo cuando afirma este lunes en La Vanguardia que es peligroso subestimar una moción censura y también a Ramón Tamames, nuestro Doc particular, quien llegará a la tribuna investido como una extravagancia, por unos, con una dignidad senatorial, por otros, cuando en realidad reaparece de entre las tumbas de la intelectualidad como un hombre ubicado en otra España incrustada en la actual. Los viajes en el tiempo crean siempre anomalías, distorsiones, alteraciones de la realidad y, en ocasiones o, mejor dicho, siempre, acaban transformando las reglas del espacio-tiempo.
Como hemos dicho aquí otras veces, VOX es un partido zombie, con la dudosa capacidad de resucitar a los muertos politicos. El Tamames zombi de hoy no es el Tamames que escribió La estructura económica de España, entonces, ni el que traicionó a Carrillo en las vísperas del 23-F. Los renacidos suelen ser hombres siniestros. La venerable imagen de un anciano no oculta el verdadero sentido de su presencia en el hemiciclo: ocupa un tiempo que no le pertenece. El cine ha presentado a los muertos vivientes desde Romero como seres divagantes, ajenos al tiempo y al espacio. Seres desubicados que sólo caminan y muerden. La carnalidad pútrida de un divagante se presta realmente tenebrosa cuando toma conciencia de sí misma y de los demás. Por el momento, no sabemos si Tamames ha tomado conciencia de si mismo y de su país. Probablemente no, porque de ser así, se lo habría tomado como una broma macabra. Seguro que para Tamames, la moción de censura es sólo eso.

Cuenta en sus maravillosos Daguerrotipos el maestro Manuel Vicent que “era un rojo homologado a escala europea, con un diseño tipo Berlinguer, rico, infatigable y con un guiño de modernidad”. Tamames pensaba que el comunismo español de los sesenta iba a ser como el italiano, algo no reñido con el aperitivo y el bailongo en las terrazas y las discoteques de moda. El problema de Tamames es que nunca llegó el primero a nada, por muchas matriculas de honor y muchas cátedras que hubiese reunido en la Universidad. Siempre hubo alguien por delante de él, un Carrillo, un Semprún. Había nacido sin estilo y en política eso es como haber nacido sin corbata. Por ese motivo, nunca tuvo conciencia de sí mismo, del tiempo y del lugar que que realmente ocupaba. Se sobrestimaba. Suele suceder que a estos venerables les viene un día una fiebre eremita, se retiran al monte de los Olivos y lanzan desde allí sus letanías, mientras inician su largo viaje a la derecha. O sea, que siempre en retirada hasta la victoria final.
Tanto en el cine de viajes en el tiempo como en las pelis de zombis, el presente se mantiene en suspenso. En nuestra particular cinta sobre viajes en el tiempo y de zombis, sabemos que la moción de censura está condenada al fracaso. En el derecho procesal constitucional, Dios no juega a los dados, de manera que la moción de censura cuántica que nos hace viajar al pasado no surtirá efectos después de que se vote durante en el Congreso. Sin embargo, su registro definitivo sí ha producido alguno en el propio Tamames y también en el PP.
Ramón ha vuelto a colgarse el título de viejo profesor y el PP se ha abstenido en la votación que da vía libre a la moción. Algunos barones populares lamentan que Feijóo no la ha apoyado, “si en realidad esta moción va dirigida contra Sánchez“. Quizá por esa razón el presidente popular haya preferido la abstención antes que el no rotundo expresado por Casado, en su mejor intervención parlamentaria, José Antonio Zarzalejos mediante, durante la moción de censura anterior. Aunque todos tratan de circo lo que vaya a suceder, no sabemos todavía los efectos que tendrá en el rumbo de la agenda política española, con un Tamames suspendido en el tiempo, caminando sobre el filo de sus propios deseos a la edad de 89 años.
Dios no juega a los dados. VOX y Tamames tampoco. El grado de aleatoriedad de la física cuántica se mide por su grado de desconocimiento. Asumiendo esta circunstancia, lo más probable es que la agenda política del gobierno tumbe de un sólo soplo a Tamames y todo se quede en mero entretenimiento, pero la previsión también dependerá de cómo actúen el resto de las fuerzas políticas, de si realmente creen que tienen que dar la réplica al profesor Tamames desde la frivolidad o, si por el contrario, desde un sentido de la institucionalidad, asumiendo que su obligación es canalizar el sentido material del artículo 113 de la CE con la más absoluta dignidad. Sólo en este caso, la moción de Tamames acabará diluida en el espacio tiempo y las leyes de la física newtoniana se impondrán a las de la cuántica, al menos, en la caja negra del Congreso de los Diputados. Pero eso, en sí mismo, es una paradoja tan absurda como el propio Tamames, ay.
Más preocupante que la moción de censura, son los vídeos de corte fascista como el que dice con 6 años de trabajo en España los inmigrantes tienen derecho a una Pensión Contributiva o con un certificado de invalidez de su País de origen tienen derecho a una Pensión de invalidez.
Y los hay que se creen la xenofobia del fascismo con odio como culpables del “déficit” de las pensiones.
Los tenemos que combatir diciendo MIENTEN.