Tierra de contrastes, de selva y desierto, de nieve y palmeras, de playas y cumbres andinas… Dicen los que conocen bien América Latina que por su diversidad paisajística, cultural y humana, Colombia bien puede considerarse un compendio de todo el continente. Colombia es también tierra de contrastes políticos. De esperanzas progresistas y resistencias armadas, de organización popular y desestructuración social, de ricos y pobres, de orgullosas comunidades afrodescendientes y de racismo institucional. Por eso algunos prefieren hablar más de Locombia de Colombia.
De Colombia o de Locombia acaba de regresar la Delegación Asturiana de Derechos Humanos tras dos semanas recorriendo de norte a sur y de este a oeste un país en transición. Este jueves presentaron en el local de Soldepaz Pachakuti algunas de las primeras impresiones de su paso por un país inmerso en un proceso de paz difuso, contradictorio e interminable, en el que el paramilitarismo se rearma, las violaciones de Derechos Humanos siguen estando a la orden del día y los escoltas que el Estado ofrece a los políticos y activistas amenazados pueden resultar a veces tan peligrosos como poner al zorro a cuidar de las gallinas.

Con todo, a pesar de que el ruido de las armas sigue sin cesar, no acaba el despojo de tierra a campesinos e indígenas, ni terminan los desplazamientos de comunidades enteras forzados por la presión violenta de terratenientes y multinacionales extractivistas, Colombia vive un tiempo nuevo marcado por la victoria de las izquierdas en las pasadas elecciones presidenciales.
Los integrantes de la Delegación tomaron nota del optimismo moderado, de la alegría prudente de los movimientos sociales con respecto a un gobierno Petro-Márquez que por primera vez resitúa en el eje progresista latinoamericano, de nuevo con el Brasil de Lula como locomotora, a la que había sido hasta hace poco una pieza geoestratégica clave en la política exterior norteamericana para la región. Tiempos de cambio en una Locombia en la que como recuerda el activista Yuri Neira, exiliado desde hace años en Asturies, nada es lo que parece, y hasta un grupo de música popular como Los Ocho de Colombia, puede tener en realidad quince componentes.
De estas notas de viaje saldrá el futuro informe de Derechos Humanos con el que la Delegación hará llegar a las instituciones y a la opinión pública asturiana la situación real de un proceso de paz inconcluso y que sigue necesitando de la solidaridad internacional para llegar a buen término.