Viví momentos inolvidables en la plaza de toros de El Bibio. Uno de ellos fue el concierto por la libertad del compañero José Manuel Chico Pin, el primer insumiso asturiano que entró en prisión (otros dieciocho insumisos seguimos sus pasos y su ejemplo en los años siguientes), en el que participaron cantantes y grupos de folk, rock, pop, rap… Yo andaba por la arena del coso con mis colegas Diego y Xurde, desgañitándome con el puño en alto y con la garganta inflamada gritando ¡Nun hai prisión que pare la insumisión! ¡Pin, llibertá!
Otra nueche que nun voi escaecer na plaza de toros de Xixón foi la del Conciertu pola Oficialidá. La Xunta pola Defensa de la Llingua Asturiana ufrióme’l papel de presentador, cuido que lo fici más o menos bien hasta que, al dir a presentar a ún de los grupos participantes, escaecí’l nome de la banda. “Déxovos agora con…”. “Avientu”, apuntóme a la oreya ún de los miembros d’aquel grupu de rock que yo yá conocía (llevaba’l so casete nel mio coche), pero qu’olvidé nesi momentu. Había, cerca d’ún de los burladeros, un chigre de la Xunta nel que podíes comprar una birra o una camiseta, y pa mi aquella plaza de toros yera un espaciu de vida y de llibertá.
Mi imagen de El Bibio, la plaza de toros de Xixón, está vinculada a ese tipo de eventos en los que nadie excitaba sus bajas pasiones disfrutando del derramamiento de sangre sobre esa arena que pisamos y que respetamos miles de gijonesas y gijoneses que no comulgamos (no hay mejor semana que esta para conjugar este verbo) con la barbarie anacrónica que pretende pasar por espectáculo lo que es, simple y llanamente, la depravada tortura hasta la muerte de un animal.
La actual alcaldesa de Xixón, Ana González, erradicó las corridas de toros tarde y con argumentos evasivos, pero el caso es que al final lo hizo. Yo, como ciudadano gijonés, se lo reconozco y se lo agradezco. Lo que viene detrás de ella es aún peor. Al candidato a sucederla en el PSOE, Luis Manuel Flórez Floro, le faltó tiempo para anunciar en una entrevista que él no es taurino pero que los toros “no me molestan”. Blanco y en botella: Floro, que durante muchos años fue un referente social en esta ciudad pero que ahora es un muñeco de trapo al servicio del aparato del PSOE gijonés, está diciendo que si llega a la Alcaldía volverá a haber corridas de toros.
La ex alcaldesa Carmen Moriyón y aspirante nuevamente a la Alcaldía por Foro ha dejado aún más claro que con ella volverá a haber corridas en Xixón. Lo de Moriyón sorprende menos, a mí lo que me sorprende es que en ese partido que fundó Francisco Álvarez-Cascos, y que ahora reniega del casquismo, siga habiendo ‘asturianistas’; pongo el término entre comillas porque quizás no merecen este calificativo quienes apoyan a un partido taurino y que dinamitó la posibilidad que hubo esta legislatura de sacar adelante una reforma del Estatutu d’Autonomía para oficializar la llingua asturiana. Adrián Pumares, portavoz de Foro, que realmente creía en la oficialidad, acabó bajándose los pantalones ante el clan de Somió de su partido, para no entorpecerle el camino hacia la Alcaldía a Carmen Moriyón. La pregunta es qué tiene que ofrecer como hecho diferencial frente a la derecha estatalista esta derecha ‘regionalista’, tan inmovilista como la otra, que se posiciona contra la oficialidad y a favor de las corridas de toros.

En realidad, ni Ana González ni ningún otra alcaldesa podría, aunque lo quisiera, erradicar las corridas de toros de Xixón, el último reducto asturiano para esa mal llamada ‘fiesta nacional’. En eso debería mover pieza Adrián Barbón, pero el presidente se las sabe todas para ponerse de perfil ante este tipo de situaciones.
En Xixón no hay antitaurinos, en Xixón hay decenas de miles de personas que somos taurinas, en sentido estricto, porque estamos a favor de los toros, a favor de los derechos de los animales. Y, con esa literalidad, exigimos que nuestra ciudad nunca vuelva a acoger ningún espectáculo de tortura y muerte de toros de lidia. Exigimos que nuestra ciudad siga teniendo y manteniendo esa plaza de El Bibio, hermosa y centenaria, pero como territorio de vida, de cultura y de libertad, no como escenario de sangre y de tortura.