La incomunicación entre los dos pueblos de la ría del Nalón, San Esteban y L´Arena, separados por poco más de un centenar de metros, que por carretera se convierte en una excursión de ocho kilómetros, ida y vuelta, es un anacronismo y una muestra de la falta de vertebración territorial en Asturias. Salvar ese escollo natural, resuelto en todas las rías de la Península, es un proyecto que ya se planteaba en el siglo XIX y que en el XXI de los avances tecnológicos y la Inteligencia Artificial sigue siendo un sueño para los vecinos de las dos orillas.
En 1895 José Robles, uno de los pintores paisajistas de La Colonia de Artistas de Muros, periodista de El Carbayón y pionero de la promoción turística de Asturias, ya proponía “un puente elevado, giratorio en su mitad para el paso del velamen de los grandes barcos de comercio”.
Robles, que falleció en 1911, solo pudo ver los primeros años de la transformación del paisaje idílico de la ría, que los pintores de La Colonia de Artistas llamaban La Arcadia, en un bullicioso puerto carbonero en San Esteban, que llegó a ser el primero de España. Uniendo en la tarea al capital vasco y al asturiano, como apuntó desde su chalet situado frente al muelle el historiador y jurista Rafael Altamira, una de las figuras de la Institución Libre de Enseñanza, el puerto de San Esteban fue una obra faraónica y un avanzado proyecto de ingeniería. Con el aliento de José Tartiere y de Víctor Chávarri, entre otros, se construyó un puerto en el que caben más de media docena de los asturianos, tras deshechar el gran fondeadero natural de La Concha de Artedo. Se complementó con un ferrocarril, el Vasco-Asturiano, que llevó hasta San Esteban millones de toneladas del carbón de las cuencas del Aller y del Caudal, extraidas de las minas del Marqués de Comillas y destinadas en su inmensa mayoría a Altos Hornos de Vizcaya (AHV). Aquel tránsito constante de barcos con rumbo a Bilbao y la presencia de tripulaciones vascas, que en muchos casos formaron familias en el pueblo, hicieron que a San Esteban lo llamaran aquellos marineros “El chiquito Londres”. Los últimos hablantes de euskera en San Esteban vivieron hasta los años 80.

Con el fin de la autarquía franquista en 1959 llegó el del transporte marítimo de carbón, que había tenido su época de esplendor en San Esteban con las dos guerras mundiales, aunque la decadencia fue lenta y prolongada. Cuando a partir de los años 60 AHV dejó de explotar el puerto de San Esteban y su flota abandonó el servicio, que era usado también por los vecinos en sus viajes a Bilbao, el silencio, el olvido y la melancolía sustituyeron a la frenética actividad en los muelles y las instalaciones fabriles, cuyos restos componen hoy un auténtico museo al aire libre del patrimonio industrial portuario de la industrialización asturiana. O lo que es lo mismo: cuando el capital vasco dejó de invertir en San Esteban por el cambio de los tiempos y la falta de rentabilidad, Asturias dejó que el puerto languideciera hasta morir en los años 70.
La Junta de Obras del Puerto, una empresa pública de la que vivían 50 familias de San Esteban en sus años postreros, fue cerrada, la primera en la historia de España. No hubo compensación alguna. Las esperanzas que se crearon en la ría del Nalón cuando apareció la autonomía asturiana y se hizo cargo del puerto se disiparon enseguida. Para el Principado y su burocrático Grupo de Puertos, instalado en Oviedo lejos del murmullo de las mareas, el de San Esteban no resulta un gran recurso, como salta a la vista, sino un problema: sencillamente le dio la puntilla con una huelga de inversiones. Su última actuación casi resulta de humor negro: para evitar arreglar el firme de la barra, en la idílica desembocadura del totémico río Nalón, por la que paseaban miles de personas al año, colocó unas vallas que impiden el paso desde hace un par de años.

El movimiento vecinal, que fue perdiendo presencia a la vez que descendía la población, alzó la voz con protestas y movilizaciones, frente al silencio y la sumisión de los ayuntamientos de Muros y Soto ante el Principado. A finales de los 80 fue sonora y tuvo eco nacional la de la Plataforma Antifango de San Esteban, que en una de sus acciones guiadas por el humor subversivo llevó a la Comunidad de Madrid centenares de firmas de los vecinos pidiendo el cambio de autonomía, en vista de que el Principado tenía el puerto tan abandonado que se podían hacer competiciones deportivas en bajamar. Pedro de Silva confesó recientemente que había sido su mayor ridículo en la presidencia. La Plataforma Antifango logró que el gobierno asturiano construyese una draga, La Nalona, aunque faena en todos los puertos asturianos menos en el que tiene su base, y unas piscinas de agua salada. Otros colectivos vecinales que llegaron luego, como Cambio Siglo XXI, que tuvo el mayor grupo de la oposición municipal en Muros durante doce años, también consiguieron a base de presión otras inversiones públicas, que sobre todo consiguieron remodelar San Esteban y acicalar su fachada marítima. Lo que no consiguieron nunca fue una de sus reivindicaciones esenciales: una pasarela para unir las dos orillas de la ría.
Que para ir de San Esteban a L´Arena, dos pueblos que casi se dan la mano, haya que recorrer ocho kilómetros en viaje de ida y vuelta es algo más que una sinrazón
Y eso que el proyecto llegó a ser aprobado en consejo de gobierno por el gobierno de Sergio Marqués, tras formarse una Plataforma vecinal en favor de la pasarela que unió a los vecinos de San Esteban y L´Arena, el pueblo que más la necesita por su incomunicación. Al concurso se presentaron cinco empresas con otros tantos proyectos. Pero cambió el gobierno, llegó a la presidencia Vicente Álvarez Areces y, como el comandante Fidel Castro, mandó “a parar”. Que se abortaba lo aprobado por Marqués lo anunció Areces en el ayuntamiento de Muros, rodeado por el alcalde local y el de Soto, asegurando que lo hacía porque se lo pedían los dos.

No era la primera vez que los vecinos presenciaban algo semejante. Pocos años antes, hace ahora justo 30 años, la dimisión de Juan Luis Rodríguez Vigil por el “Petromocho” supuso el fin de su ambicioso proyecto “Puerto Norte”- la gran oferta del Principado en el pabellón asturiano de la Expo 92 de Sevilla- para revitalizar la ría del Nalón. Su sucesor, Antonio Trevín, lo eliminó sin una sola palabra en contra de los alcaldes.
Como la pasarela sobre la ría ya se había aprobado, con una inversión prevista de casi 500 millones de pesetas, ese dinero se tuvo que destinar por vía presupuestaria a otro puerto. Navia fue el favorecido.
Frente a tal agravio los vecinos siguieron reclamando la pasarela con su Plataforma ciudadana, pero el Principado, con sus diferentes gobiernos y presidentes, ignoró siempre la reclamación. Cierto que para ello resulta básica la complicidad de los ayuntamientos, siempre sumisos y obedientes con Oviedo. El tamaño importa: en el Bajo Nalón hay pocos votantes y escasa masa crítica.
Llegan ahora unas nuevas elecciones autonómicas y la pasarela sobre la ría del Nalón sigue siendo la gran ausente en los programas de los partidos políticos. Adrián Barbón dijo en la campaña que condiciona su construcción a que lleguen fondos europeos, un nuevo agravio a una comarca que fue excluida de los mineros, aunque soportó que el carbón de las minas ensuciara las aguas del río Nalón hasta su desembocadura, algo aún bien visible en la playa de Los Quebrantos. Si alguien puede reclamar en Asturias una deuda histórica es la ría del Nalón, donde no sólo se incumplió una promesa, se hurtó una inversión pública que aprobó un gobierno. Algo insólito y sin precedentes.
Que para ir de San Esteban a L´Arena, dos pueblos que casi se dan la mano, haya que recorrer ocho kilómetros en viaje de ida y vuelta es algo más que una sinrazón y una injusticia para los vecinos. Sobre todo es una muestra de la falta de vertebración y solidaridad territorial en Asturias, además de la inexistencia de un proyecto de país. El Bajó Nalón está en el centro de Asturias, tiene tierra (buena comunicación por autopista con las zonas urbanas e inmensos terrenos portuarios en desuso), mar ( dos puertos, uno enorme e infrautilizado) y aire ( el aeropuerto de Asturias). También tren, porque San Esteban sigue siendo la última estación de la línea del viejo Vasco-Asturiano que nace en Oviedo. Toda una metáfora. También continúa intacta la gran belleza natural de la ría, porque la industrialización no logró enterrar a La Arcadia.
La pasarela sobre la ría, que a estas alturas no es un gran reto para la ingeniería, debería ser además de una moderna vía de comunicación, una obra de arte respetuosa con un entorno natural privilegiado y una admirable puerta de entrada a Asturias por aire y por mar.
En 1895, en El Carbayón, José Robles se lamentaba de la desidia y la apatía que Asturias demostraba con la ría del Nalón, convencido de que “transportada a Francia, Inglaterra, y aún a la misma Italia” sería un motor de desarrollo. Quedaría asombrado hoy al descubrir que nada ha cambiado.
Y el ocalito por todas partes. Ruina y desgracia paisajistica y cultural. Desperdicio económico. Otra desidia o peor
La apatía de los gobiernos locales, autonómicos y centrales con. No solamente San esteban de pravia sino el bajo nalon es de un calado tremendo, la culpa es de los propios ciudadanos que con su voto y su si buana han llevado a cabo a esta parte del bajo nalon a morir lentamente, sin mas,,,, quien veía a San estaban y quien la ve, penita, pena también es cierto que antaño se habló de donde hoy en día esta la papelera de Navia de instalarla aquí, pero hubo una total oposicion sin más,,, no nos quejamos tenemos lo que merecemos,,,,,