Crónica agridulce de la noche electoral asturiana

“La democracia es el régimen de las opiniones relativas”, decía Octavio Paz

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Paco Álvarez
Paco Álvarez
Periodista, escritor y traductor lliterariu d'italianu. Ye autor de les noveles "Lluvia d'agostu" (Hoja de Lata, 2016) y "Los xardinos de la lluna" (Trabe, 2020), coles que ganó en dos ocasiones el Premiu Xosefa Xovellanos.

Mi padre, que en paz descanse, solía decir, usando un chascarrillo que se quedó desfasado, que en unos grandes almacenes no es lo mismo encontrarte con el alegre cartel de Tejidos y novedades en el primer piso que con la triste realidad de Te jodes, no ves nada y encima te pisan. No es lo mismo la Federación Socialista Asturiana que Convocatoria por Asturias ni esta es lo mismo que Podemos Asturies, pero tampoco son lo mismo las izquierdas, ninguna de ellas, que cualquiera de las derechas declaradas o camufladas; en este último apartado entrarían el difunto Ciudadanos (un partido que nació hormonado con el dinero de algunas de las grandes fortunas económicas del IBEX-35, que necesitaban urgentemente un ‘Podemos de derechas’ cuando el sistema bipartidista corría peligro de desmoronarse) y el agónico Foro Asturias (un partido post-casquista que ha buscado espacio como derecha regionalista renegando, con una tremenda torpeza, de la oficialidad de la llingua, que era el único gran elemento diferencial que tenía respecto al PP).

No es lo mismo votar a partidos que te prometen novedades que no vas a encontrar en el primer piso —pocas novedades puede haber y poca tela queda por cortar en la política, viendo que los ideólogos de los partidos que venían a derrocar el establishment de la partitocracia hace ya unos años que llevan cometiendo los siete pecados capitales, y alguno más, de los viejos partidos— que votar a partidos que van a hacer que te jodas, que no veas nada en la gestión de la política y que encima pisen derechos sociales que fueron conquistados con sangre, dolor y lágrimas.

No es lo mismo votar al menos izquierdista de los partidos de izquierdas que votar al partido conservador que menos enseña la patita derecha. Quizás me he quedado desfasado, como el chascarrillo de mi padre, pero creo que siguen existiendo las izquierdas y las derechas como eje diferencial y me descojono de los que dicen que ser de izquierdas o ser de derechas forma parte del pasado, y que hay partidos que pueden representar por igual los intereses de la oligarquía financiera y los del pueblo llano.

En el Parlamento asturiano las izquierdas sumarán en la nueva legislatura más que las derechas, y al menos para mí eso es motivo de alivio, por lo anteriormente dicho. No alcanzarán los 27 escaños (los tres quintos necesarios) para que la Xunta Xeneral del Principáu ponga en marcha el proceso de oficialización del asturianu y de la fala o gallego-asturiano, y eso para mí es motivo de tristeza.

Adrián Barbón seguirá en el edificio de Presidencia. Yo creo que Barbón y Pedro de Silva han sido los dos presidentes menos malos de los siete que ha tenido Asturies desde la aprobación del Estatutu d’Autonomía. Ha habido personajes siniestros, no solo por su ideario sino también por sus formas, ostentando indignamente la Presidencia de este país: Juan Luis Rodríguez-Vigil era, directamente, un chulillo y un caradura; Sergio Marqués, un déspota autoritario; Vicente Álvarez Areces no fue trigo limpio ni como alcalde de Xixón ni como presidente asturiano; Javier Fernández fue un resumen desganado de todo lo anterior (chulillo, déspota, no fue trigo limpio) y añadió a eso su insolente apatía: si no le apetecía o no se sentía con fuerzas para presidir este país que para él (con su mentalidad provinciana y sucursalista) nunca fue un país, mejor que hubiera ido a rascala, como dicimos n’asturianu. Estos cuatro personajes, además, afianzaron la terrible anomalía de un país llamado Asturies en el que sus máximos dirigentes no solo no se avergonzaban de no hablar ninguna de las dos lenguas propias del territorio, sino que presumían de ignorarlas. “Desprecian cuanto ignoran”, decía Antonio Machado. También gobernaron el efímero (y muy siniestro) Francisco Álvarez-Cascos y el invisible Antonio Trevín

Adrián Barbón, escogiendo las papeletas en su colegio electoral de Llaviana.

Barbón, que habla sin vergüenza una de las lenguas de este país, ha jugado magistralmente la baza del populismo en estas elecciones. En campaña repitió hasta la saciedad que es socialista desde los diecisiete años pero que es asturiano desde que nació, y que si hay conflicto de intereses entre una condición y otra él siempre optará por Asturies. Ha cambiado las formas y el fondo de hacer política, pero ha mantenido la perversa inercia de su partido de ponerle una vela a dios y otra al diablo: se hace el ofendido públicamente cuando a las asturianas y asturianos nos roban el derecho a un transporte ferroviario de cercanías de calidad, por poner un ejemplo, pero la Atención Primaria de la sanidad pública asturiana se desangra por la escasez de recursos económicos y humanos y él da la callada por respuesta, o si dice algo es para hacernos saber que en el Madrid de Isabel Díaz Ayuso están peor, y para facilitar desde el Gobierno asturiano que la multinacional Quirón abra en Xixón un hospital privado que va a parasitar los dineros públicos por la vía de lo que se llama eufemísticamente “derivación de pacientes”.

A Diego Canga, el bien pagado alto funcionario de la UE y candidato circunstancial del Partido Popular asturiano, hay que darle las gracias por participar en la timba electoral y desearle un plácido viaje de regreso a Bruselas, ciudad en la que votó por correo. Porque este hombre, que era la gran apuesta para el PP asturiano del iluminado Alberto Núñez-Feijoo, ejerció de paracaidista electoral en su propia tierra. No se me ocurre una imagen más patética para definirlo.

A Carolina López, candidata de Vox, voi manda-y un saludu n’asturianu, porque sé qu’ella entiende esta llingua y entiende’l feminismu, anque arreniegue d’ello: participó nun videoclip d’un cantar feminista n’asturianu de Silvia Quesada enantes de que decidiera facese ultraderechista (ella, Silvia non). Nun merez más comentariu la candidata fascista.

Ovidio Zapico nunca la vio más gorda con estos resultados electorales. En campaña intentó sacarle los colores a Barbón pidiéndole que mirara a los gobiernos de Areces y de Fernández como ejemplos de convivencia política (de connivencia política, diría yo). Vaya dos pájaros a los que citó como referentes frente a Barbón… Pero hay que reconocerle, a él y a su dirección, la generosidad y el arranque a la hora de integrar en las listas a gente y a organizaciones ajenas a IU.

Covadonga Tomé lo dio todo en la campaña electoral. Su candidatura se vio lastrada por la guerra intestina en Podemos Asturies: la dirección estatal y sus adláteres en Asturies nunca aceptaron el resultado de las primarias que ganó Tomé; tampoco ayudó que Daniel Ripa, que en otro tiempo fue un valor del partido pero que a día de hoy es un peso muerto, se empeñara en ‘pastorear’ con sus ocurrencias la candidatura asturiana desde la sombra (y la candidatura asturiana se lo permitió). Rafael Palacios, que ha ejercido en los últimos tiempos como prepotente personaje plenipotenciario de la dirección asturiana, ni siquiera ha logrado ser elegido como concejal en su propio concejo, Llangréu.

Adrián Pumares es un buen orador, creo que fue uno de los que brilló en el debate electoral de TPA, y eso tiene doble mérito, porque este año la televisión pública asturiana tuvo la extraña idea de hacer el debate en directo, a las diez y media de la noche, cuando las candidatas y candidatos a la Presidencia ya no alcanzaban a vocalizar después de una jornada electoral agotadora. Pumares fue de los que aguantó el tipo de principio a fin. Es buen orador, pero no le queda ninguna credibilidad: apostaba por la oficialidad en esta legislatura y acabó con el rabio entre las piernas como perrito faldero del ‘clan de Somió’ de Foro, abanderado por Carmen Moriyón, que no quería que la oficialidad estorbara en su camino de regreso a la Alcaldía.

“La democracia es el régimen de las opiniones relativas”, decía Octavio Paz. Esta son mis opiniones, lógicamente relativas, sobre una noche electoral agridulce en la que ha habido sonrisas, lágrimas, suspiros de alivio y suspiros de lamento. Eso es lo que tienen las noches electorales.

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