Yolanda y la gran coalición

La configuración definitiva de Sumar tendrá que ser muy ágil; no hay tiempo de enroques ni de parsimonia.

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Mario Murillo
Mario Murillo
Es trabajador de Correos, sindicalista y secretario general del Partido del Trabajo Democrático.

Lo ocurrido durante la jornada electoral del domingo ha supuesto un movimiento tectónico de alta intensidad en la política de nuestro país. Tanto es así que Sánchez no ha tardado ni doce horas en salir a anunciar el adelanto electoral, citándonos nuevamente ante las urnas el 23 de julio.

Si a alguien afectan sobremanera estos acontecimientos –más allá de a quienes trabajamos en Correos y tendremos que abordar dos elecciones en menos de sesenta días- es a Yolanda Díaz y al espacio de la izquierda a la izquierda del PSOE. La Ministra de Trabajo ha cumplido de forma esmerada con su implicación en las campañas de las fuerzas progresistas de cara a los comicios del 28-M. Desde aquella emocionante visita a Alcorcón el 10 de mayo -que pude vivir en primera persona- para apoyar la candidatura de Jesús Santos, no ha parado de recorrer nuestra geografía de punta a punta.

La convocatoria de julio hace saltar por los aires cualquier planning que estuviera diseñado para la conformación definitiva de Sumar. Apenas hay margen de reacción y toca resolver con celeridad. Cualquiera que no estuviera consumido por un sectarismo extremo reconocía que era posible y sensato forjar una gran candidatura para las elecciones generales que congregase a todas las formaciones a la izquierda del PSOE, incluida Podemos, por supuesto.

Sumar o saber entenderse ya era un imperativo antes del 28 de mayo, pues cuando se dispone de unos parámetros programáticos más o menos coincidentes, se comparte (al menos teóricamente) la necesidad de cuidar las formas comunicativas y poner el acento en proyectar un país a favor -eso que algunos llamamos la construcción de un sí-, la división carece de base justificativa.

Acto de Sumar en Cimavilla, Xixón. Foto: Iván G. Fernández

Ahora más que nunca habría que tomarse en serio eso de “poner en el centro a la gente” que la izquierda de todo color ha repetido hasta la saciedad. Pues si se enfocan en quién controlará las butacas del espacio político es muy probable que actúen de forma bien distinta a si piensan en qué nos conviene a la mayoría trabajadora en España.

Hace mucho tiempo aprendí que los programas por sí solos no remueven voluntades, pero tampoco lo hacen los eslóganes si el cascarón está vacío. Soy un convencido de que es necesario ganar la mente pero también el corazón y Yolanda Díaz va a ser la candidata de todo un espacio político porque a día de hoy está más facultada que nadie para ello. Porque es la ministra de Trabajo que opera cambios en las cosas del comer de millones de personas, porque muestra mayor capacidad de entendimiento que el resto de actores políticos, porque mira al hoy pero bajo el brazo trae un contrato social para la próxima década fruto del proceso de escucha y el trabajo colectivo.

Yolanda venía aprovechando su margen de maniobra para recomponer y estimular un espacio fragmentado con serias limitaciones a la hora de despertar ilusión y esperanza entre los sectores sociales que habrían de ser su principal baluarte electoral, tal y como han demostrado los comicios del domingo. Ahora toca completar la tarea.

La configuración definitiva de Sumar tendrá que ser muy ágil; no hay tiempo de enroques ni de parsimonia. No debemos obsesionarnos por ver si Sumar se parece más a Podemos, a IU o a Más País. En su lugar, haríamos bien en reconocer que la gente trabajadora a la que la izquierda aspira a representar se parece más a lo proyectado por Yolanda, a su paso corto y mirada larga, a su voluntad de mayorías, y centrarnos en el para qué vamos a las elecciones y qué futuro queremos poner sobre la mesa. Tal vez eso sea lo más importante.

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