El ego del boxeador: Sánchez planta cara al Frente Único de derechas

El Presidente del Gobierno explica en un discurso histórico las razones que le empujaron a convocar elecciones el 23J.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Ha sido el discurso más importante de su vida y uno de los más importantes de este país en toda la democracia. Esta vez el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no se dirigía a los socialistas sino a la mayoría de los españoles representados en los rostros compungidos de los diputados y senadores del PSOE en la Corte de los Leones. Lo pudo haber firmado Yolanda Díaz, Alberto Garzón, Iñigo Errejón, Ada Colau o Joan Valdoví. También la habría firmado Pere Aragonés o Íñigo Urukullu, Pepe Álvarez o Unai Sordo. Estoy convencido de que Pablo Iglesias también hubiera sellado con su nombre cada palabra, cada gesto, ante sus propios soldados. No sólo fue un alegato a favor de la democracia. Sus palabras fueron arcilla que sirvió para materializar y moldear, como un alfarero, el peligro que se cierne en España con la irrupción de la extrema derecha y la derecha extrema, el Frente Único, en los Ayuntamientos y en los Gobiernos Autonómicos.

La convocatoria del 23J exigía algo más que una declaración institucional. Necesitaba un desarrollo, a fondo, de las razones, los motivos, los medios y los fines. La clausura del Parlamento y el habitual acto de disolución del grupo parlamentario socialista sirvió de escenario para explicar por qué era necesario adelantar las elecciones, sacrificar el semestre europeo y, en última instancia, jugársela en el ring. O Cesar o nada.

Sánchez no quiso dejar tirados a sus alcaldes. “Donde ayer había un socialista mañana habrá alguien del PP o de VOX con un programa del que lo único que pretenden es derogar el sanchismo” Tampoco quiso desentenderse de su suerte, “no podía continuar como si no hubiera sucedido nada. Tomé la decisión con mi conciencia”. Explica Norman Mailer que un boxeador profesional tiene un enorme ego, pues su objetivo es derribar a un hombre del que no sabe demasiado. El boxeador es inmisericorde y domina la técnica. Es fácil ver la imagen de un boxeador en Sánchez. Todo su ego en el combate. Cada vez que se adueña del escenario, jamás amaga con dar un paso atrás para ceder su lugar a los demás actores. Sánchez es el centro del escenario. “Me gusta ganar y me duele perder. Me duele más cuando las consecuencias de haber perdido recaen en las personas que quiero. No me costó entenderlo. Por todos ellos tenía que asumir la responsabilidad del resultado, sin esconderme. Nunca lo he hecho y tampoco lo iba a hacer ahora”.

Pedro Sánchez. Foto: Emilio Naranjo/EFE

Ha sido el discurso de este siglo. Lo que está sucediendo con el Frente Único y los medios de comunicación que lo alimentan tiene el mismo valor que el asalto a Washington o al edificio de la presidencia en Brasilia. Miren aquí, pudo haber dicho, estamos a un asalto para que vaya a suceder lo mismo. Convirtió el misterio de su decisión en un discurso que demostró por qué el PSOE se parece tanto a España. Logra que las discrepancias no se produzcan con él, sino con nosotros mismos. Ha conseguido, de momento, que la derecha lo convierta en la fuente de su obsesión. “No son muy explícitos. Derogar el sanchismo para PP y VOX significa desmantelar todo lo conquistado, todos los avances logrados en los últimos 5 años”.

Y a partir de ahí, desplegó su monstruosa autoridad, como una sucesión de golpes ante el adversario dirigidos a la conciencia de los ciudadanos. Aquí comienza la verdadera movlización. “Tal vez, cuando hablan de derogar el sanchismo quieran decirnos que hay que derogar el aumento del SMI y volver a los 735 euros de Mariano Rajoy. Tal vez quieran derogar la Reforma Laboral e imponer la precariedad en los contratos. O puede que quieran suprimir el Ingreso Mínimo Vital al que han descalificado diciendo que era una “paguita”, o la ley de muerte digna, o la vivienda para volver a la ley del suelo, o suprimir los impuestos a las grandes energéticas o las grandes entidades financieras y volver a sus amnistías fiscales. Acaso pretendan acabar con las becas para los más necesitados e instaurar unas novedosas becas para los ricos que ya han ensayado. Acaso quieran imponer la segregación en nuestros centros educativos. Acaso a lo que aspiren es a recortar y no reforzar nuestro sistema sanitario y retomar con mayor intensidad su privatización. Acaso quieran acabar con la ley de cambio climático, frenar las inversiones en energías renovables y pasar a engrosar la lista de gobiernos negacionistas. Acaso lo que pretendan es demoler el Pacto de Toledo y que las pensiones se congelen de nuevo y olvidarse de que suban conforme al IPC”.

Lula y Pedro Sánchez. Foto: Ricardo Stuckert

Es la política del cuerpo a cuerpo. Aunque el Presidente parecía inclinarse hacia un talante más gentil, estilo Zapatero, Sánchez no leído a Borges. Viene del baloncesto y Los Planetas. En su modo de hablar hay contacto, placer y castigo. Habla el cuerpo, habla este traje azul imposible, habla el hombre escondido tras sus ojos que parecen mostrar arrojo antes que miedo. Importa quien habla y sobre todo a quién: “Los retos son enormes y España debe decidir qué dirección toma, si quiere continuar políticas de ampliación de derechos o derogarlos tal y como clama la coalición de la derecha extrema y la extrema derecha”. España debe decidir si estar del lado de Biden o Lula o, si por el contrario, quiere ser la América de Trump o el Brasil de Bolsonaro, una fuerza socialdemócrata o el tándem que copia al alimón los métodos y proclamas que hemos vitos en Washington, Budapést o Brasilia.

Apuntó el único método para clarificarnos. El método es la democracia y lo dijo con la solemnidad de quien no quiere noquear al sparring. “Que los españoles se pronuncien sin demora para decidir el rumbo político que debe tomar España”. Cuanto más frontal es su presencia, más desborda su percepción. Se expone de forma brutal precisamente para ocultarse. Cuanto más cerca está, menos le vemos. “Necesito un respaldo fuerte y rotundo ante los retos formidables de España”, dijo. De su presencia solo nos queda el abismo.

Y la pregunta, después de su intervención, sigue ahí: “¿Qué saldrá de las próximas elecciones del 23 J? Lo que decidan los españoles”. La tormenta será tremenda.

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