La mentira granítica de Feijóo congela la sonrisa de Sánchez

El único cara a cara de las elecciones generales se interpone en la remontada del PSOE.

Recomendados

Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Pedro Sánchez estaba incómodo y en algunas ocasiones, sorprendido, descolocado y perdido ante un Núñez Feijóo granítico, áspero y demoledor. Los asesores de Sánchez pensaron que una entrevista con Ana Rosa Quintana no distaba mucho de ser un debate con el candidato del PP al Gobierno del país. Le infravaloraron. De algún modo, todos lo han hecho. Feijóo vino con toda la artillería, incluidos violadores, independentistas, etarras y el cadáver del concejal Miguel Ángel Blanco. Durante cien minutos de debate embarrado, Feijóo desplegó un convoy de mentiras encadenadas a las que el Presidente del Gobierno no supo responder con la determinación que sí mantuvo a la hora de explicar a sus diputados, hace poco más de un mes, las razones por las que adelantaba las elecciones.

Sánchez no pudo explicar su gestión de gobierno con firmeza. Mantuvo una actitud tensa, con una sonrisa fría, fingida, plagada de frases comunes para tratar de apaciguar la dureza de Feijóo en cada una de sus mentiras. El Presidente del Gobierno parecía estar más dispuesto a justificarse que a defender la gestión de su gobierno. A diferencia de otros lideres populistas, Feijóo juega en otro terreno, el de la aparente seriedad. Sus mentiras son sobrias como el cemento y puntúan tanto como una verdad testamentaria. Feijóo no invita al espectáculo ni al escándalo. Juega al cualunquismo, a ser ese hombre vestido de cualquiera que, aparentemente, sólo quiere que los ciudadanos paguen menos impuestos, dispuesto a hacer frente común con Vox, con una indiferencia desconcertante, inamovible y desafiante. Su mejor propuesta, pactar con el PSOE que gobierne el partido mayoritario.

El debate fue un combate de boxeo donde no importaba tanto la verdad de lo que se decía como la contundencia con la que cada uno de los adversarios debía atacar y responder a los ataques del contrario. Y en ese sentido, Feijóo supo tener más aplomo político que Sánchez. El líder de la oposición logró colar el Falcon durante bastantes minutos, escenificar un acuerdo imposible, desnaturalizar el país de un modo grosero, blanquear a Vox incluyéndolo en el Pacto de Estado contra la Violencia Machista, culpar a Sánchez de la quiebra de Caja Madrid, imputarle la liberación de más de mil delincuentes sexuales y darle la vuelta a los datos de crecimiento económico. Feijóo tuvo más sentido de la oportunidad para fingirse claro, firme, previsible, victimista y tolerante. Supo dominar el debate jugando al contraaataque de modo constante. Consiguió que el Presidente del gobierno fuera incapaz de mantener su ritmo. El rostro de Sánchez estaba desencajado, descoordinado, desorientado, entre datos contrastados, con 2 millones de empleos y 21 millones de cotizantes a la Seguridad Social, datos que se percibían fuera del cuadrilátero como puñetazos al aire. La gestión no puntúa.

Sánchez compró cada marco político que Vox y el PP han tratado de definir durante los dos últimos años y redujo su propia gestión de gobierno a tres ideas que por repetidas, empiezan a resultar aburridas. El Presidente fue titubeante consigo mismo y dejó claro que la gran falla electoral de su gobierno es la pérdida de poder adquisitivo de la clase obrera La subida del Salario Mínimo Interprofesional y la Reforma Laboral no han conseguido sellar el malestar de una sociedad que no alcanza consuelo con los grandes datos macroeconómicos que ha sabido defender mejor en otras ocasiones. Está por ver si el único debate entre los dos principales candidatos interrumpe la remontada de Sánchez o sí el rostro granítico de Feijóo logra aterrar realmente a la izquierda.

Actualidad

2 COMENTARIOS