Y el gobierno continúa ahí, sin filtros, sin majestuosidad, desplegando una vida mundana, cordial, a veces, incluso, mediocre y aburrida. Lejos queda el recuerdo de la concentración del movimiento feminista que tuvo lugar tras la investidura de Carmen Moriyón, mientras Santiago Abascal escupía soflamas de corte fascista, entre banderines verdes y enseñas rojigualdas, subido a la tarima levantada en El Nautico a principios de julio. Vivimos un tiempo tan acelerado que nos invita a pensar que la multitudinaria manifestación antitaurina de hace tan sólo quince días fue una minutísima anécdota de verano que no tardará muchos días en desbarrancar por el precipicio del olvido. Esto no tendría por qué ser así, si no fuera que la feria de Begoña tampoco tuvo una gran convocatoria entre el público. El feminismo ratificó su agenda durante el mundial de Australia y Nueva Zelanda y la tauromaquia desaparece paulatinamente de las plazas por muerte natural y la estupidez de quienes tienen el atrevimiento de defenderla. Manuel Ruiz “Manili”, veterano torero dedicado al cultivo de naranjos y la crianza de toros mansos, reflexionaba en las páginas de El País la razón por la que ya nadie acude a las ferias taurinas, ante el gran periodista Antonio Lorca: “¿Sabe qué pasa? Antes estábamos más acostumbrados al calor que ahora; hoy nos gusta más el aire acondicionado que los toros. Nos hemos vuelto muy cómodos”. El mundo es ansí.

Más allá de las reflexiones de “Manili”, estos dos recientes momentos de la vida política local, uno feminista y otro antitaurino, verifican que los movimientos sociales de la ciudad están conectados a un cambio de ciclo en España y mantienen tensa la cuerda política en la ciudad, recordando en las dos ocasiones a los ciudadanos que la Alcaldesa Carmen Moriyón los mintió cuando afirmó durante la campaña electoral del pasado 28 de mayo que nunca pactaría con Vox. Mientras tanto, el gobierno municipal (Foro, PP y Vox) trata de mantener un perfil de apariencia ideológica contingente, discreta, pobre, pero en cualquier caso, orientada durante estos primeros meses a desgastar al PSOE, quebrar su gestión y su imagen antes que a proyectar un programa político sobre el territorio que gobierna. Se trata de una derogación parcial del anterior gobierno pero también a la oposición.
Cada nueva línea amarilla trazada sobre las carreteras de Gijón se ha convertido en un latigazo político sobre la epidermis ambientalista de los ecologistas locales, desplegada con orgullo y sensibilidad por el ex-concejal de movilidad, Aurelio Martín. Por otra parte, todo indica que habrá anillo navegable en el río Piles. Varias sentencias judiciales y los planteamientos del nuevo gobierno frente a las previsiones aprobadas por el anterior han puesto de manifiesto el problema que amenaza al grupo municipal socialista en la oposición, grupo que todavía no ha logrado escapar de un mundo dual, determinado por dos discursos, uno pretérito y espectral y otro neblinoso posterior al gobierno de Ana González. Por si fuera poco, el anuncio del retraso en las obras del vial de Jove subrayan la extraña relación que hay entre el Ayuntamiento de Gijón y el Ministerio de Transportes, convirtiendo al partido de Moriyón en una organización política que gobierna la ciudad y, simultáneamente, hace oposición (al PSOE). En ese horizonte, Foro navega bien, conserva la tradición, pero el PSOE no acaba de definir su rumbo, ocupando un espacio defensivo que lo aleja de cualquier propuesta disruptiva, que pudiera estar apoyada por una nueva mayoría.

Curiosamente, durante las fiestas de este verano, Vox ha mantenido también un perfil bajo, por no decir inexistente. Se han mantenido en off. Y sin embargo, Vox sigue ahí. El discurso ultra de Sara Álvarez Rouco contra el asturiano y contra cualquier artista que se exprese en asturiano se ha silenciado completamente a finales de agosto y llega mudo a septiembre. Nadie habría pensado que Vox forma parte del gobierno este domingo, si no fuera porque el concejal que preside Divertia, Oliver Suárez, trata de dotar de normalidad y cierta mundanidad la vida cultural gijonesa, reuniéndose con promotores y directores de festivales, incluido el del FICX, como si en Gijón no hubiera pasado absolutamente nada, tras su irrupción en el gobierno. La vida cultural es tan vicaria de la política, como la vida política lo es de la cultural. En cualquier caso, lo cierto es que resulta imposible saber hasta cuándo se mantendrá esta estrategia. ¿El pragmatismo de Suárez encajará siempre con el fanatismo de Rouco? Es imposible saber si permanecerá ensamblado hasta que se celebre el Festival Internacional de Cine de Xixón, en noviembre, termómetro teórico, o si habrá que esperar a la negociación del próximo presupuesto municipal, que comenzará a discutirse probablemente a finales de octubre, termómetro práctico. En sus manos está que el Ayuntamiento tenga o no recursos con los que afrontar el ejercicio económico del 2024, año electoral en el que se celebrarán elecciones europeas y que, no lo descarten todavía, podrían coincidir con otras generales en España, si a Pedro Sánchez le vienen mal dadas durante los primeros meses de su legislatura.
De cualquier modo, en Gijón se prevé que Vox no aguantará mucho tiempo en el gobierno. La investidura fallida de Feijóo y el mal resultado de Vox en los comicios pasados han descompuesto a la derecha española y cronificado a Abascal, arrinconándolo con 33 diputados en el Congreso, dos menos que Sumar. Abascal, que se veía gobernando un país, hoy trata de librar una crisis similar a la que sufrió Ciudadanos con Albert Rivera. El Ibex no perdona y la política nacional permea directamente sobre la política local a través de vasos comunicantes que explican la conexión entre la vida global y la vida municipal. Cuando Álvarez Rouco entregue sus votos al presupuesto municipal del 2024, su partido estará más enquistado, y tanto PP como Foro podrán desprenderse del lastre que supone el partido ultra, al tiempo que también podrán aliviar su relación con el feminismo, prorrogar el siguiente presupuesto y todavía llegar vivos a un acuerdo en el 2026 con el PSOE y, por qué no, la abstención de IU. Conviene recordar que el Secretario de la Agrupación Socialista afirmó en una entrevista exclusiva a NORTES que estaría dispuesto a alcanzar acuerdos con Carmen Moriyón siempre que se respetasen sus planteamientos. También habrá que tener en cuenta que la abstención de Javier Suárez Llana y Noelia Ordieres durante la investidura de la Alcaldesa, fue una decisión que marcará el devenir de la izquierda, incluida Olaya Suárez, durante el resto del mandato.

Javier Suárez Llana ha trazado una línea desde la que hacer oposición: la inviolabilidad de la gestión del gobierno anterior. Con abstención o sin ella, la situación municipal de estos meses sólo está siendo útil al portavoz de IU, que tiene una autopista entera para defender la gestión del gobierno anterior y situarse a la izquierda de todo el arco político local, junto a Podemos. Por el contrario, el secretario socialista de Gijón, Monchu García, no puede hacer lo mismo y, probablemente, tampoco deba. Su electorado es otro, más diverso y plural, en el que cada palabra importa y alguna, además, conviene destacarla en negrita. Si el PSOE pretende ser el partido que encabece la oposición, debe definir con claridad sobre qué parámetros políticos lo quiere hacer y también quiénes deben ser los encargados de representarlos y ponerlos en práctica, alejándose del ruido y la confusión. Terminan las vacaciones. Comienza el partido.