A vueltas con la batalla de Chile

La Ciudadana organiza una mesa de historiadores para debatir sobre la experiencia de Salvador Allende y la Unidad Popular.

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Diego Díaz Alonso
Diego Díaz Alonso
Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.

Medio siglo después del trágico 11 de septiembre de 1973, Chile y sus enseñanzas políticas siguen interesado a las izquierdas de todo el mundo. La asociación cultural La Ciudadana organizó este martes en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo y en El Manglar la segunda parte de su programa de actos dedicados a los 50 años del golpe de Estado contra Salvador Allende con una mesa de historiadores moderada por Amaya Caunedo sobre el laboratorio del socialismo democrático ensayando durante los mil días de la izquierda chilena en el poder.

Lisardo Cañón destacó la celeridad y audacia de algunas de las medidas adoptadas por un gobierno que al poco tiempo de ganar las elecciones, aunque por una ajustada mayoría, ponía en marcha el reparto de los latifundios entre los campesinos sin tierra, la nacionalización de sectores estratégicos de la economía como el cobre, y otras medidas con tanto impacto y simbolismo como fueron garantizar un litro de leche al día a todos los niños chilenos. Era el comienzo de un intento por alcanzar el socialismo por vías democráticas y legales en uno de los países políticamente más estables de América Latina.

Amaya Caunedo, Francisco Javier Morales, Lisardo Cañón y Francisco Erice. Foto: Alisa Guerrero

Lisardo Cañón definió la Unidad Popular, la coalición de socialistas, comunistas y otros partidos progresistas como el MAPU e Izquierda Cristiana, como el resultado de un “largo proceso de luchas sociales que arranca a partir de la crisis del 29”. Para el historiador, la victoria de las izquierdas llegó después del fracaso del programa reformista moderado que prometió e incumplió la Democracia Cristiana de Eduardo Frei, cuyo proyecto, inspirado en las ideas de Kennedy, había pretendido contener la revolución a través de ciertas concesiones a las clases populares.

El profesor de la Universidad de Oviedo Francisco Erice destacó que la burguesía golpista se apoyó en la movilización de una parte de las clases medias contra el Gobierno, el boicot económico de las organizaciones empresariales y los atentados terroristas de la extrema derecha. A su juicio, estos fueron los elementos que “dibujaron el escenario previo al golpe de Estado”. Para el historiador, los intentos de llegar a un pacto con la Democracia Cristiana por parte del Partido Comunista, Salvador Allende y una parte del Partido Socialista, chocaron con las resistencias de otra parte del bloque de izquierdas, en posiciones más radicales, pero sobre todo fracasaron por la negativa de la DC. Su evolución hacia posiciones golpistas sentenció a Allende y despejó el camino a la vía insurreccional.

Erice destacó el “componente ético, no violento” del proceso chileno, si bien señaló que quizá “tuvo algo de ingenuo” en su relación con el Ejército. Para el coautor de “Resonancias de un golpe: Chile, 50 años” (La Catarata, 2023), el gobierno de Allende sobrevaloró la fiabilidad de los militares, si bien el asesinato por la ultraderecha de altos mandos leales al Gobierno y a la Constitución, así como el apartamiento de otros, “jugó un papel importante en despejar el terreno a los golpistas”.

Foto: Alisa Guerrero

El historiador chileno Francisco Javier Morales Aguilera se centró en la resistencia contra la dictadura, creciente a partir de 1983, y el plebiscito de 1988 sobre la continuidad o no de Pinochet en el poder: “Pinochet no quiso reconocer la derrota y sacó a los militares a las calles, pero la movilización social y la presión internacional obligaron a admitir la victoria del No“.

Morales Aguilera señaló las deficiencias de la transición democrática chilena, en la que hasta finales de los 90 la figura de Pinochet no va a entrar en declive. “En el año 2.000 vuelve a Chile después de la detención en Londres, pero ya como una figura muy cuestionada”. El general sufre nuevas investigaciones, arrestos domiciliarios y tiene que abandonar su cargo de senador vitalicio. Para Morales Aguilera esta pérdida de la impunidad y en general revisión de la historia reciente del país, está relacionada con un nuevo ciclo de movilización social abierto con el cambio de sigo e impulsado sobre todo por las luchas estudiantiles contra “la educación neoliberal de Pinochet”.

En opinión del historiador, el relativo consenso allendista y antipinochetista que se vivió durante las celebraciones del 11S de 2013, se ha resquebrajado en los últimos tiempos gracias al fuerte rearme de las lecturas ultraderechistas de un pasado que sigue marcando la discusión pública en Chile.

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