Luis Fernández-Vega y el discreto encanto de la burguesía

El compromiso burgués es escasito en Asturias, tanto en los Vega, que no quieren pagar un 1% de sucesiones, como en otros empresarios asturianos.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

A escasos días de haber recibido la Medalla de Asturias, Luis Fernández Vega, Director del Instituto Fernández-Vega de Oftalmología ha afirmado que si no suprimen el impuesto de Sucesiones, tendría que marcharse de Asturias. Este es el compromiso económico que mantiene una empresa privada con la salud asturiana. No está de más recordar que su Instituto ha recibido muchísimo dinero público, al menos el necesario para que sus clínicas pudiesen llevar a cabo las inversiones necesarias en Investigación y Desarrollo.

Entre 2015 y 2022, sirva como ejemplo, la Agencia de Ciencia, Competitividad Empresarial en Innovación Asturiana, hoy conocida como Agencia SEKUENS y anteriormente como IDEPA, concedió al Instituto Oftalmológico más de 1,5 millones de euros en subvenciones destinadas a la investigación, la promoción internacional y la diversificación de mercados. Anteriormente, en 2008, la empresa de Fernández Vega también percibió de los Fondos de Reestructuración de la Minería cerca de 200.000 doblones de vellón de oro dedicados a la tercera fase de ampliación de su clínica en Oviedo.

Instituto Fernández-Vega.

Las declaraciones de Fernández-Vega no han sonado, de ningún modo, a una seria amenaza, tan solo a una hipócrita indolencia, una pequeña boutade dicha por alguien que no espera que otros puedan escuchar otra cosa. Si mis herederos tiene que pagar por morirme, mejor me voy. Pero después, Fernández-Vega no se va. Es lo que tiene ser parte de la alta burguesía asturiana. Se diría que todo, en la entrevista, fue expresado de una forma serena, casi vulgar, con una sonrisa complaciente, de tal suerte que la sentencia irrumpió inesperadamente, dictada con una absurda normalidad que se confundía con la insolencia y que a cualquiera que la escuchase o leyese, por necesidad, le habría ofendido al leerla y complacido al mismo tiempo. Pues claro, quién quiere pagar por heredar, quién esta dispuesto a pagar por un muerto.

Con estos datos y estas conjeturas, un simple ejemplo, ahora podríamos preguntarnos por qué en Asturias no ha florecido en los dos últimos siglos una burguesía tan pujante como la catalana o la vasca o por qué en Asturias no puede haber una derecha democrática y moderna similar a la representada en las instituciones vascas por el PNV. Quizá la respuesta la encuentren en eso que algunos llaman el compromiso burgués, escasito en Asturias, tanto en los Vega, a la luz de sus declaraciones, como en el de otros empresarios asturianos. En Asturias, el compromiso es, exclusivamente, con su dinero. No lo desprecian. Lo veneran. Es posible que a solo eso haya quedado reducido el discreto encanto de una burguesía, ansiosa por recibir el brillo de una medalla, vanidad manda, o una buena subvención, pragmatismo obliga, aunque es justo pensar que también permanezcan restos de una orgullosa renuencia a contribuir en el fortalecimiento de las estructuras económicas asturianas. Para eso, mejor que lo haga un cualquiera.

Luis Fernández Vega ha descubierto el discreto encanto de la burguesía cuando afirma que no quiere ningún privilegio, pero tampoco nada que le penalice “y no vale que si tu te mueres aquí, mi familia tenga que pagar no se cuánto por una cosa que ha costado mucho esfuerzo y mucho tiempo y si lo haces en otro lado, no. Por eso digo que si la vida nos lo pone muy difícil, habrá que que pensar en otra cosa”. Las dificultades de los Fernández Vega se miden por las cuantiosas subvenciones que han recibido a lo largo de los años. He aquí la figura de un emprendedor, consciente de que el alcalde de su ciudad le tiene en estima y el Gobierno regional le acaba de dar la medalla de Asturias. “Eso está muy bien, pero hacen falta otras cosas tangibles que puedan afectar a las próximas generaciones para que no se vayan, porque si se pierden las raíces…” afirma en la entrevista. Ah las raices!, qué ambivalentes son.

Lo cierto es que para Luis Fernández Vega existe una reducción del 95 % destinado a los herederos sin grados de parentesco pero vinculados a la Empresa Familiar en la gestión o la dirección al menos durante los cinco años anteriores. A lo que se suma un 4 % autonómico. Los herederos de Fernández-Vega tienen una exención del 99 %. ¿Está queriendo decir Fernández-Vega que su compromiso fiscal con los asturianos no alcanza a colmar un uno porciento? Realmente encantador.

En El discreto encanto de la burguesía (1972), Luis Buñuel vapulea los valores y clichés de la burguesía imperante, su clasismo, su ignorancia, sus obsesiones sexuales, sus miedos, todo a través de la historia de un selecto grupo de amigos que intenta cenar pero nunca lo consigue. Cuando no se equivocan enigmáticamente de fecha, hay un fallecimiento en el restaurante, se les presenta en casa un equipo de paracaidistas en maniobras o a uno de ellos lo detiene la policía. La película se va tornando paulatinamente más surrealista, hasta el punto de que realidad y sueño se confunden en el tercer acto final. La huida imposible de los Fernández Vega de Asturias es como esa cena eternamente diferida del selecto grupo de amigos dirigidos por Buñuel. Nunca se terminan de ir. Siempre hay un contratiempo que lo impide y cuando, por fin, lo consiguen, como en el film de Buñuel, sólo les espera un pollo de plástico en la mesa. Fernández Vega busca cosas más tangibles que una medalla o un pollo. Hace unos días, el oftalmólogo advertía que su Instituto requiere de una nueva ampliación en previsión de la llegada de nuevos pacientes con la incorporación del AVE ¿Está sugiriendo que necesita una nueva subvención? Ya están tardando. ¡Aj!

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