“Algunas veces en turismo tocaría decrecer, pero eso es poco popular”

José Manuel Pérez, profesor de Derecho Administrativo en la Universidad de Oviedo, cree que el incremento del turismo está planteando “problemas”, “dilemas” que no se están resolviendo.

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Ismael Juárez Pérez
Ismael Juárez Pérez
Graduado en Periodismo. Ha escrito en La Voz de Avilés, Atlántica XXII, El Norte de Castilla y El Salto. Fue coeditor y redactor en la revista de cortometrajes Cortosfera.

El verano se acaba con la confirmación de que el turismo en Asturias se mantiene al alza. José Manuel Pérez, profesor de Derecho Administrativo en la Universidad de Oviedo no duda de que “el turismo ha llegado para quedarse” y su incremento en los próximos años va plantear “problemas”, “dilemas” y exigirá “toma de decisiones que no se están tomando”. Autor de los libros “Régimen jurídico del turismo rural” y “Derecho público del turismo”, José Manuel Pérez colaboró con el gobierno asturiano entre 2001 y 2014 asesorando en materia de turismo, comercio, urbanismo y telecomunicación y ayudando en la elaboración “de la ley que tenemos ahora mismo”. Desde su conocimiento del asunto, asegura que dicha ley “necesita una vuelta” aunque reconoce sentir cierto “pesimismo” porque cree que “no hay voluntad para hacerlo”.

¿Se están haciendo bien las cosas en Asturias en materia de turismo?

Asturias hace cosas muy bien en materia de turismo, por ejemplo, en la parte de promoción, pero el cortoplacismo político y las presiones que ejerce el sector turístico hacen inviable una intervención pública planificada que sea útil de verdad.

Se preveía un instrumento de planificación, que tenía que elaborarse en colaboración con el sector privado y con la ciudadanía, y que se llamaba ‘directrices sectoriales de ordenación de recursos turísticos’. Sin embargo, no se hizo. Sigue sin haberlo.

¿Cómo ha llegado a esa conclusión?

En el año 2001 metimos una parte en la ley bastante importante que tenía por título “ordenación territorial de los recursos turísticos”. Ahí tratábamos el tema de la protección de medio ambiente, del patrimonio cultural, de los recursos naturales, el tratamiento de la franja costera, la protección del paisaje, la forma de ordenar los usos turísticos en suelo urbanizable, el tema de los camping que estuvieran fuera de quinientos metros de la franja costera. Para todo ello se preveía un instrumento de planificación que tenía que elaborarse en colaboración con el sector privado y con la ciudadanía, y que se llamaba “directrices sectoriales de ordenación de recursos turísticos”. Sin embargo, no se hizo. Sigue sin haberlo. Hubo varios intentos y, de hecho, yo participé en algunos de ellos y no cuajó. El documento llegó a estar elaborado, pero no fue posible sacarlo adelante.

José Manuel Pérez. Foto: Alisa Guerrero.

¿Por qué?

Porque implicaba establecer limitaciones de crecimiento, establecer indicadores de cuándo una zona o un tipo de alojamiento están sobredimiensionados o un recurso turísitico está sobreexplotado. Y eso no gusta. Ahora hablan de actualizar la normativa y se mira el plan estratégico cuando hablan de planificación territorial, pero no han puesto nada de esto que he dicho, sino que hablan del desarrollo de líneas de incentivación de oferta, del desarrollo de líneas destinadas a la creación de productos turísticos o de un plan de oficinas de turismo. Eso no es una planificación territorial del turismo. Además, en la ley actual hay una figura que nunca se aplicó y puede que nunca se aplique que es la de declarar una zona turística saturada.

A lo mejor hay que plantearse que durante cierto tiempo esa oferta no puede crecer porque pone en riesgo el propio recurso. Pero, claro, ¿quién tiene agallas políticas para hacer eso?

Posiblemente ningún político se atrevería a hacer eso.

Esa es la cuestión. Algunas veces en turismo tocaría decrecer, pero eso es poco popular. Cuando se introdujo la figura que he citado, esta dependía de un desarrollo reglamentario en las que establecimos indicadores. Esto era necesario porque podía darse el caso de que, por ejemplo, en un camping con varios tipos de alojamiento hubiera una sobre oferta de alojamiento en una determinada modalidad y, sin embargo, tuviera déficit en otro tipo de alojamientos. Así que no tendría sentido seguir incrementando la oferta en esa modalidad de alojamiento. De esta forma, buscábamos que se pudiera limitar temporalmente esa forma de alojamiento para que hubiera un reequilibrio en la oferta turística. Con ello se intentaba que la oferta turística creciera por otra vía para que hubiera una mayor diversidad.

¿También se podían limitar los recursos turísticos?

Eso es. Por ejemplo, en el Sella siempre hay una colisión de intereses entre una actividad turística como la pesca y el uso de las canoas. Ahí lo que está saturado es el uso turístico de una modalidad concreta, por lo tanto, a lo mejor hay que plantearse que durante cierto tiempo esa oferta no puede crecer porque pone en riesgo el propio recurso. Pero, claro, ¿quién tiene agallas políticas para hacer eso?

Es complicado.

Mucho. El propio sector te presiona. Los ayuntamientos te presionan. Piensan que eso decrece la actividad, así que ese tipo de medidas necesarias son complicadas para implementarlas.

Foto: Alisa Guerrero.

Entiendo que, según usted, la autorregulación del sector es algo descartable si hablamos de un turismo sostenible.

Creo que la administración turística necesita dar una vuelta a la intervención. Históricamente la administración turística regulaba las ofertas turísticas, es decir, las modalidades de alojamiento o las agencias de viaje. Más tarde hubo que inventarse el turismo rural. Luego, el turismo activo. Tenemos una administración muy reglamentista que fija muchísimos reglamentos. Por ejemplo, cuántos metros cuadrados tiene que tener una habitación de un hotel de tres estrellas. O cuánto tiene que medir un baño. Y eso, hoy día, se podría hacer mediante la autorregulación porque la mayor parte de los hoteles son propiedad de cadenas hoteleras que tiene estándares a veces muy por encima de los de la propia administración. Además, el turismo es competencia autonómica por lo que hay diecisiete regulaciones que las cadenas deben cumplir en todas partes. Por lo tanto, para temas de calidad o de marcas yo estoy a favor de que se autorregulen. Mejor que el propio sector no lo va a saber nadie. Pero si hablamos de sostenibilidad, de identidad, de que nuestros recursos perduren, no solamente para los turistas, sino para los autóctonos, entonces sí que la administración debe intervenir con los instrumentos típicos: la ordenación territorial, el urbanismo y la planificación.

Hay que darse cuenta que los intereses de la población no siempre coinciden con los del sector turístico. A veces son contrapuestos.

¿Cómo se puede articular esa colaboración pública y privada para un turismo sostenible?

No es lo mismo el turismo en la zona costera que en el interior. En el interior no es lo mismo que operes en una zona, digamos normal, a que lo hagas en una zona que es espacio protegido. Hay que darse cuenta de que el ochenta por ciento del territorio interior de Asturias tiene algún tipo de protección de espacio natural protegido. O es parque o reserva o hay monumentos naturales. Todo esto condiciona mucho los usos turísticos porque ahí lo prioritario es proteger. Teniendo en cuenta este contexto y que el instrumento ha de ser a nivel autonómico a la hora de fijar un modelo turístico, hay que tener en cuenta también a los ayuntamientos y a las otras administraciones del Estado implicadas, por ejemplo, la Confederación hidrográfica del Cantábrico. Luego está la cultura. Y, por supuesto, el sector turístico. Pero siempre echo en falta algo que hay que empezar a tener en cuenta: la población. Hay que darse cuenta de que los intereses de la población no siempre coinciden con los del sector turístico. A veces son contrapuestos. Por lo tanto, hablo de que tendría que haber una participación real, no solo una consulta o de que se hagan alegaciones a un plan. La participación es necesaria porque en algunas zonas es complicado articular la convivencia entre la población que reside todo el año y la población turística. Nadie discute que el turismo genera riqueza y empleo, eso nadie lo discute, pero hay que controlar, y eso tiene que hacerse a la hora de elaborar el documento con una participación real de los que son residentes todo el año. Ahora bien, tengo mis dudas de que haya voluntad e intención de llegar a elaborar un documento de esta forma. Así llevamos desde 2001. Lo único que tenemos es el Plan de Ordenación del Litoral (POLA) que, eso sí, gracias a él, aunque con algunos excesos, tenemos la mejor costa protegida de España junto con una parte de la costa de Lugo.

Foto: Alisa Guerrero.

¿Entonces entiende que en algunas cosas la ordenación y planificación del impacto sobre la costa se está haciendo razonablemente bien?

En algunas cosas sí. En el POLA, sí. Y hay otro instrumento que se llama “subdirectrices para la franja costera”, que es la madre de la que sale el POLA. Pero todos esos instrumentos llevan varios años en proceso de revisión y no acaba de salir nada nuevo. Tenemos una costa bien protegida, lo que ocurre es que en esa costa también hay núcleos de población que están sufriendo transformaciones. Hay más población flotante, de segunda residencia, y eso son más gastos para el ayuntamiento. Hay que llevar el agua, hay que recoger la basura, hay que crear más asistencia médica, etc… De esta forma, por el invierno tienes a seis mil vecinos y por el verano te encuentras que tienes que atender a una población de ochenta mil. Y no hay capacidad. Y empiezan los problemas.

¿La Ecotasa, de aplicación en otras comunidades autónomas, podría paliar este problema del que habla?

No se qué efecto tendría, pero entiendo que efecto disuasorio no habría. En esas comunidades autónomas donde se aplica siguen teniendo teniendo turismo masivo. Pero, luego, ¿en qué se invierte ese dinero? ¿En mejorar las infraestructuras del ayuntamiento? Bien. ¿Pero para tener más capacidad turística o para mejorar la calidad de los vecinos que residen todo el año ahí? No lo se, sinceramente.

Es complicado fijar límites. Además, vivimos en un marco legal europeo que pone muy difícil poner límites al crecimiento económico. Por eso digo que el instrumento es la ordenación del territorio y el urbanismo.

Lo cierto es que la saturación turística ya llegó a Asturias hace años.

Principalmente en el oriente de Asturias y ahora se extiende hacia el interior. Aunque la zona de Picos de Europa ya está saturada. El turismo viene al resto de Asturias para quedarse. Tras el COVID mucha gente ha empezado a venir a Asturias. El incremento de las temperaturas está haciendo que vengan más. Y mucha gente está rezando con la llegada del AVE. Unos porque, por trabajo, les va a venir muy bien, pero el AVE traerá más gente, sobre todo turismo urbano del que se beneficiarán Oviedo, Gijón y Avilés. Como va a venir más gente, hay que pensar qué vamos a hacer. Hay zonas donde ya no tienen capacidad y otras en las que puede haber grandes transformaciones que hay que controlar y dilemas que hay que afrontar. Por ejemplo, los problemas de aparcamiento que empieza a haber en algunos lugares. Si se ponen más aparcamientos, más gente va. Luego está la oferta hotelera, los servicios que reclama el turista, los servicios sanitarios, de ocio, etc. ¿Para cuánto tiempo? ¿Tres meses al año? ¿Y para el resto de los meses serán rentables esas infraestructuras? Porque las urbanizaciones pueden quedar vacías, pero el ayuntamiento tiene que seguir limpiando. Es complicado fijar límites. Además, vivimos en un marco legal europeo que pone muy difícil poner límites al crecimiento económico. Por eso digo que el instrumento es la ordenación del territorio y el urbanismo.

Foto: Alisa Guerrero.

Si no se lleva a a cabo ese control y esa ordenación, ¿qué puede pasar?

Hay playas a las que antes iban cien personas. Ahora van mil. Y, además, meten el coche en cualquier sitio como si en Asturias los prados no tuvieran dueño. Al final llega un momento en que mueres de éxito, como les pasó en Ribadeo con la playa de Las Catedrales. Hay un turismo respetuoso que era el que inicialmente venía a Asturias, gente que ama el paisaje, la gastronomía o la cultura. Por ejemplo, en la zona de Oscos lo llevan bastante bien, pero porque allí hubo un modelo de desarrollo en el que se implicó la gente. Hubo también gestores políticos y establecimientos hoteleros que lo hicieron bien y de momento sigue funcionando porque la propia población del lugar se beneficia. Siguen viviendo de sus actividades, como la ganadería, no solo viven del turismo aunque este sea una parte importante. Lo malo son aquellas zonas donde el turismo se convierte en la actividad exclusiva. Entonces, cambia el comercio, solo dirigido a turistas. No hay comercio habitual por lo que los lugareños tienen que comprar fuera, incluso en centros comerciales. Cambia el modelo social y todo acaba girando en torno a la actividad turística. Eso es un desastre. En un principio, el turista ha ido a un sitio buscando algo genuino y lo genuino acaba desapareciendo porque todo el mundo termina alquilando casas o apartamentos o creando negocios de restauración. Vaya al muelle de Ribadesella a ver cuántos barcos de pesca quedan. Eso sí, el puerto deportivo creció, pero la pesca y las fiestas que hay en torno a ella desaparecen también. El turismo genera empleo y riqueza, pero altera el sistema, y si se prioriza al turista por encima de la población autóctona, mal vamos.

Concretemos entonces. ¿Qué entiende que hay que hacer?

Tiene que haber una estrategia a quince o veinte años, sabiendo que la prioridad es mantener los recursos turísticos que nos hacen atractivos, es decir, la identidad y la cultura, donde incluyo la gastronomía o el paisaje. La política tiene que saber priorizar y salvaguardar esos recursos paisajísticos, etnográficos y culturales para que eso siga funcionando de forma sostenible. Los jardineros del paisaje son la población autóctona a la que tienes que darle un modo de vida donde el turismo sea un complemento, pero no una razón de ser. Por eso, en las zonas rurales tendrás que procurar que haya población fija con los servicios más parecidos a la zona urbana, que para eso pagan impuestos también. Y que haya gente en la zona rural viviendo es lo que hará que la gente encuentre atractivo el mundo rural asturiano.

En algunas zonas de Asturias ya hay problemas y pronto llegará a las zonas urbanas con los pisos turísticos. Queremos todo a la vez. Queremos fijar población, pero también queremos sacar la mayor rentabilidad posible de lo que tenemos.

¿Puede haber un tipo de turista que no interese en esa estrategia?

Efectivamente. Y no es despreciar. A lo mejor solo nos interesa el turista al que le guste lo que tenemos aquí, más allá del cambio climático. Pero esto que digo no es nuevo, está escrito y dicho desde hace más de veinte años. Gente que es mucho mejor que yo ya lo ha dicho, pero ahí seguimos con la matraca de la sostenibilidad. En algunas zonas de Asturias ya hay problemas y pronto llegará a las zonas urbanas con los pisos turísticos. Queremos todo a la vez. Queremos fijar población, pero también queremos sacar la mayor rentabilidad posible de lo que tenemos.

¿Como con las viviendas turísticas?

La vivienda turística y las viviendas de uso turístico se han incrementado muchísimo. Tengo unos datos que dicen que de 2010 a 2019 el incremento ha sido del 625%. Y esto crea fricciones dentro del propio sector. Como ya he dicho, tenemos una administración muy reglamentista para la oferta de alojamiento tradicional de toda la vida: hoteles, pensiones, campings. Y la vivienda turística vacacional tiene mucho menos requisitos. Tú puedes tener cinco o seis viviendas, das la llave, y se acabó. Cuando se van, limpias y al siguiente. Claro, es un chollo. ¿Tengo una casa vacía? Pues la pongo de apartamento turístico. Y no puedes poner límite a eso. Los tribunales están tumbando cualquier intento de limitarlo, a no ser que las comunidades de vecinos en sus estatutos tengan prohibida esa actividad. Habría que distinguir claramente entre el alquiler de corta duración del alquiler de larga duración. Es en los de corta duración donde está el problema y habría que regularlo de alguna forma. Claro, los fondos de inversión y los grandes tenedores no están por la labor.

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