Exiliados y políticas de Estado en la franja de Gaza

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Entre la estridencia del debate sobre las nacionalidades periféricas y los esfuerzos separatistas y separadores de partidos anti y pro-españolistas herderianos, se defiende desde las filas indepes y el teórico progresismo federalista, la rectitud semántica de autocalificarse, o llamar a Carles Puigdemont, y seguidores como Toni Comín: exiliados/ exiliats. Sus derivas onomásticas, el que sube la montaña, y comino, este último término además poco respetado en el acerbo popular, habrían encantando a Crátilo, defensor de un signo naturalmente motivado frente al arbitrario de Hermógenes. Además, el que se tira al monte, o puede ser un Cristo contemplador, sermoneador y redentor desde el Monte de las Bienaventuranzas para su pueblo perdido, o bien se le puede colgar el sambenito de Anticristo apocalíptico y tentador, Segundo Satanás que se levanta en el Monte Quarantania ante el Mesías socialista Pedro Sánchez. Y éste se condenaría para la eternidad al aceptar las indispensables riquezas de los siete representantes de Junts per Catalunya para formar su gobierno, mientras se perdería espiritualmente España en manos de la división, y a cambio de una amnistía para los políticos catalanes involucrados
en el Procès desde 2013.
Mientras unos y otros se tiran los platos sobre estas posibilidades , el letrado Javier Melero, defensor de políticos indepes, ha señalado cómo Luis Jiménez de Asúa se había explayado en 1931 sobre la conveniencia de alejarse de las amnistías, ideal y románticamente, en aras de leyes justas y longevas: penúltimo presidente de la República española en el exilio (1961-1970), diputado socialista y ponente principal de la Constitución de 1931, y profesor de la Escuela Matritense de Estudios Superiores de la calle de la Luna 29, arrasada por el conflicto de 1936, y regida hasta 1935 por Isidro
Naharro López
, antepasado mío. Aquel afamado penalista acabaría desencantado por la política identitaria de los defensores de Galeusca, los cuales lograron desde el exilio hacer pervivir la idea de la autodeterminación de los pueblos, luego aceptada en Suresnes por el PSOE de la facción González-Guerra en 1974: esquizofrénico punto enfriado y hasta negado ahora por aquellas corrientes del partido.


De regreso a exilio, su abuso terminológico esconde su incorporación última al léxico
peninsular, ya que su origen galicista solo se puso en circulación a través de la presencia de refugiados españoles en América Latina, a partir de 1936-39, allí donde éxil y éxilé, del latín exilium, eran mucho más frecuentes. Y tienen razón los defensores del término exiliados para los indepes, si les atribuimos, en este caso, la acepción segunda del diccionario de la RAE como expatriación, generalmente por motivos políticos, es decir desplazamiento motu proprio. Pero siempre habría que probar la persecución opresora de un régimen por motivos antidemocráticos, en la raíz del liberalismo constitucional participativo y protector de expulsados políticos como en el artículo 120 de la Constitución Montagnarde de 1793 en Francia, nunca aprobada pero base para el asilo de las convenciones de Ginebra para refugiados, a partir de 1920. Y ya sé que algun@s señalarán que el que se tiró al monte defendía dicha participación respecto de lo que Charles Tilly califica como naciones sin estado de aspiración estatal. Pero es que para las Naciones Unidas, España, dudosamente aceptada en 1955 en plena dictadura franquista,
gracias a los intereses occidentales de la Guerra Fría, hoy aparece como un estado-nación de derecho, exento de colonias abiertas a la autodeterminación. Con una excepción: la de su antiguo territorio del Sáhara occidental, abandonado unilateralmente sin la pertinente decisión del Congreso de los Diputados, por el presidente Pedro Sánchez a los intereses, curiosamente, de la geopolítica árabe-israelita-estadounidense, a favor de Marruecos en 2022. Iniciada por el yerno de Donald Trump, Jared Kushner, la acaba de dinamitar Hamas a partir de su pogromo terrorista en la franja de Gaza, el 7 de octubre de 2023.
Por ello, en línea, desde la Guerra de la Independencia, con una política internacional española de escasos vuelos, se asume ahora una del síndrome de Almanzor, abierta al tacticismo marroquí, ante una emigración descontrolable desde Ceuta, Melilla, y/o de las aguas canarias, mientras cuán largo se lo fían a una Bruselas sin brújula alguna en política migratoria, durante la fracasada cumbre de la UE en Granada. Mientras, entre muestras de ocupación y regresión democráticas israelíes, de corrupción sátrapa árabe-norteafricana, de dominós chino-ruso-estadounidenses para el control de ese pedrero cenital de Palestina del que renegaba el emperador romano Adriano, siguen colándose los fundamentalismos terroristas de Hamas desde Gaza, o Hezbolá desde Líbano, bajo el paraguas de Irán. Y siguen sufriendo, por todos los lados y fronteras, los verdaderos pueblos de las diásporas:
espectáculos noticiables sensacionalistamente, cuando huyen, son heridos o mueren … en línea con el pionero foto-reporterismo de la penosa marcha durante el éxodo republicano de las Españas de enero-febrero de 1939. Incomparable, desde luego, la suerte de inocentes judíos, palestinos y/o saharauis al de las minorías autóctonas ibéricas actuales, algunas de ellas en Catalunya, muy sensibles ante la suerte israelí, y de repente, clamantes de los derechos palestinos, paradójicamente bastante olvidados
anteriormente. Cosas veredes, Sancho, entre categorías y derechos de exilios y autodeterminaciones.
Por ello, sería deseable desterrar el abuso de la semántica e historia naturalizables con la que busca legitimarse todo nacionalismo de corte herderiano de la tierra, y/o de la sangre, y/o de la teología, bien representados en las Españas por Aberri Egunas, Diadas, nieblas célticas, o presencias desde tiempos de Trajano, y hasta de Atapuerca, o modernas expatriaciones. Poco tienen que ver estas con los diversos destierros de liberales, – etimológicamente término español emanado de Cádiz en 1812 – y todavía simbolizado por el único monolito sobreviviente en la asturiana San Agustín de la Florida -, o de defensores de la Primera o Segunda República, que tuvieron que huir para evitar, en el último caso, las fosas comunes. Y desde luego, ninguna relación de estos exiliats con la retahíla de
refugiados palestinos de Gaza, en dirección a nuevos cementerios para su especie maldita.

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