“La opinión pública no teme tanto la llegada de migrantes como el desorden en la frontera”

Gonzalo Fanjul, director de investigación de la fundación PorCausa, desmonta algunos de los tópicos más arraigados en torno a las migraciones

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Bernardo Álvarez
Bernardo Álvarez
Graduado en psicología y ahora periodista entre Asturias y Madrid. Ha publicado artículos en ABC, Atlántica XXII, FronteraD y El Ciervo.

Gonzalo Fanjul (Oviedo, 1971) es economista, investigador y activista contra la pobreza. Fue Director de Investigación y asesor estratégico sénior en Intermón Oxfam y Oxfam International, y ahora dirige el área de análisis políticos del Instituto de Salud Global. Hace una década fue uno de los fundadores de la fundación PorCausa, una organización sin ánimo de lucro que se dedica a la investigación, el periodismo y la comunicación en temas de migración. Fanjul es además editor y autor del blog “3500 millones” en el diario El País, por el que recibió en 2012 el Premio FAO. Su labor como director de investigación en PorCausa busca contribuir a renovar el debate público sobre las migraciones a través de la producción de estudios y análisis rigurosos y la formación y sensibilización de la sociedad civil. En esta entrevista, Fanjul desmonta algunos de los tópicos más arraigados y dañinos en torno a la cuestión migratoria.

Me gustaría empezar preguntándole su opinión sobre el Pacto Migratorio recién aprobado por la Unión Europea 

El acuerdo de la UE es un acuerdo de mínimos, del mínimo común denominador de los países de la UE, que es una obsesión enfermiza por el control migratorio y la detención de los flujos antes de que lleguen a la UE. En lo que se han puesto de acuerdo de manera unánime es en reforzar las fronteras exteriores, incluyendo la militarización de Frontex, la agencia que apoya a los estados para gestionar sus fronteras; y en una política muy agresiva de externalización de control migratorio que lleva las operaciones de control a países de origen y de tránsito. Lo que ha hecho este pacto es buscar una salida, una mala salida en mi opinión, al fracaso del sistema de acogida y protección internacional en la UE. Es decir, al hecho de que no consigan ponerse de acuerdo en un reparto responsable de las obligaciones de protección que tienen para la gente que solicita asilo o refugio. Lo que han hecho es una reforma del Pacto de Dublín donde finalmente obligan a la responsabilidad por la vía de las multas, forzando a países que claramente se oponen. El sistema va a seguir siendo disfuncional, porque las multas creo que tienen un recorrido corto. No cambias la opinión de los gobiernos, la cultura de la gente o la opinión pública de esa manera. La UE está mandando el mensaje de que ninguno de nosotros los queremos, pero al final no nos quedan más huevos que admitir a una parte. Lo que no han hecho es avanzar de manera mínimamente significativa en la gobernanza de la movilidad laboral de los trabajadores que vienen a la UE. En términos de magnitudes, este es el asunto: estamos hablando de entre el 80 y el 90% de la gente que viene a la UE. Además, es del interés existencial de los estados de bienestar de la UE el fomentar un modelo de inmigración más abierto y flexible que el que tenemos. Y nada de eso aparece. Hay una referencia a los migrantes de alta cualificación, pero en realidad hay una falta pavorosa de creatividad, de innovación y de coordinación de países que ya están dando pasos en este ámbito, como España y Alemania. Mi opinión general sobre el pacto es muy negativa. Es una monumental oportunidad perdida después de cuatro años de negociación. Esto demuestra hasta qué punto el asunto de las migraciones es un asunto radioactivo, y hasta qué punto el liderazgo de la UE está mal preparado para hacer frente a los desafíos del siglo XXI.

“Los sindicatos se han opuesto a cualquier medida para facilitar la llegada de trabajadores extranjeros o para mejorar sus condiciones”

Esta semana el semanario Der Spiegel publicaba en portada declaraciones destacadas del canciller federal socialdemócrata Olaf Scholz: “Debemos expulsar a lo grande”. ¿Qué le sugieren estas palabras?

Scholz está haciendo lo que el conjunto de la izquierda en la UE. Si miras el pacto de investidura que han firmado PSOE y Sumar, no hay ni una sola referencia al tema migratorio, más que un apoyo genérico al pacto europeo. No hay nada. Scholz dijo esto en unos días en los que se presentaba la candidatura de una mujer, Sahra Wagenknecht, que proviene de Die Linke y que ahora ha formado un partido que es abiertamente de izquierda, muy progresista en protección de los trabajadores y política fiscal, y abiertamente antiinmigración. Esa es una combinación explícita que ya se daba en la izquierda europea. Estamos hablando de que los sindicatos mayoritarios de nuestro país no han apoyado la regularización de trabajadores y trabajadoras que están sin papeles, y han puesto todo tipo de palos en las ruedas para facilitar la llegada de trabajadores extranjeros o para mejorar sus condiciones, por ejemplo, en el ámbito de la regularización. Se han opuesto a todo. Creo que en parte por cobardía, en parte por desconcierto político, en parte por pereza intelectual. La realidad es que la izquierda en la UE está tirando la toalla con el tema migratorio. En lo único en lo que son capaces de ponerse de acuerdo es en la protección de Derechos Humanos en frontera, y no lo llevan muy lejos, como hemos visto en España. Pero en el grueso del debate migratorio están absolutamente desconcertados.

Usted ha descrito cómo, en la última década, la postura de la ultraderecha ha ido ganando posiciones y condicionando el marco del debate migratorio, ¿cómo ha sucedido?

El nacionalpopulismo, y los movimientos populistas nacionalistas en general, pero sobre todo los de ultraderecha, son un producto propio de nuestro tiempo. No es un tiempo único en la historia, pero es un producto propio de eso que los expertos llaman la policrisis, donde se nos están meneando las costuras del sistema por esquinas muy diferentes, donde hay una percepción, yo diría en parte creada y en parte bien justificada, de inseguridad y de miedo en la población, unas clases medias de los países desarrollados que sienten que la globalización les ha dejado al margen, de incremento de la precariedad, de una sensación de dar marcha atrás… El nacionalpopulismo ha entendido perfectamente se caldo de cultivo emocional, y ha desarrollado herramientas para llegar a la opinión pública de manera muy eficaz. Esto nos retrotrae casi al 11S, cuando empieza la lógica de la migración como amenaza, pero después con la gran recesión de 2008, con la pandemia…ha sido una sucesión de elementos que alimentaban esos miedos. La ultraderecha utiliza la migración como una puerta de entrada muy eficaz para colarse en el debate público. España es una excepción en ese sentido. Aquí Vox y el ecosistema que le rodea entró por la vía del nacionalpopulismo catalán: una reacción nacionalpopulista a una actuación nacionalpopulista. Pero una vez que están dentro despliegan su agenda completa: clima, género, migraciones, identidad…En el resto de Europa, sin embargo, las migraciones han sido la puerta de entrada. Son partidos que han entendido muy bien cómo se desenvuelve el debate público en este tiempo. Apelan a las peores emociones de la gente: miedo, inseguridad, odio, rechazo al otro…Por eso el desafío de la izquierda no es contestar un debate esencialmente emocional con datos sobre la aportación fiscal de los migrantes, sino con una narrativa sustitutiva emocionalmente potentísima, pero que apele a emociones totalmente diferentes. Hemos hablado mucho de ese tema desde PorCausa. Donde yo creo que en los últimos años se está produciendo un punto de inflexión es que lo que era la consolidación de una propuesta ideológica y metodológica del nacionalpopulismo, se ha establecido en el centro de poder, en Europa y fuera de Europa. Y su poder no viene tanto de su capacidad de participar en los gobiernos, que también, como de influir en la esfera pública, de llevarse el debate a un punto en donde estamos obligados a discutir 24 horas con terraplanistas, y donde fuerzan no solo a la derecha moderada, sino también a la izquierda, a situarse en ese marco del debate. Y entonces tienes a Olaf Scholz diciendo que hay que deportar masivamente. Angela Merkel, criticable por muchísimas razones, en este asunto sí tenía una posición ética muy bien anclada sobre la responsabilidad moral e histórica de Alemania, y esa fue su respuesta durante la crisis de acogida de 2014.

“La hipertrofia informativa de la frontera sur distorsiona la comprensión de las migraciones”

Me gustaría presentarle algunos de los argumentos más habituales contra la inmigración utilizados por la extrema derecha. El primero, el más recurrente, es el que dice que la inmigración es un problema de seguridad nacional: ¿qué diría sobre esto?

Me cuesta un poco contestar estas preguntas, porque esto es exactamente lo que alimenta su discurso. En el momento en que hablas de seguridad y de migración en la misma frase ya estás estableciendo la idea de que hay una vinculación entre ambas. Y puede entrar alguien como yo a matizar los argumentos y a decirte que no hay ningún dato que relacione el incremento de la inmigración con el incremento de la inseguridad. Esto está muy estudiado en contextos muy diferentes. Pero lo mismo te podría decir de la fiscalidad, de la creación de empleo, del crecimiento de la economía, los salarios…Todo lo que sabemos, todo lo que la literatura económica nos dice, es que la inmigración es un fenómeno atávico que siempre se ha producido, y siempre en condiciones muy similares a las que se está produciendo ahora. Es curioso cuando algunos de los historiadores con los que colaboramos en PorCausa hablan de la inmigración española, también la inmigración asturiana, a Europa. Era mayoritariamente irregular y en condiciones muy similares a las de ahora. Sabemos que responde a incentivos perfectamente naturales y reconocibles que no tienen nada que ver con el efecto llamada, y sabemos que, en términos agregados, es esencialmente beneficiosa. Yo diría que sorprendentemente beneficiosa en términos de aportación fiscal al Estado o generación de empleo, y sin efectos reconocibles en la depresión de los salarios, aunque es verdad que se produce una competencia en unos sectores muy concretos de muy baja cualificación, sobre todo en los cuidados y la agricultura. En la campaña de regularización de esenciales, en la que PorCausa aportó algunos elementos, una de las cosas que hicimos con un profesor de la Universidad Carlos III fue un análisis del impacto económico de la migración. Llegamos a la conclusión de que cada persona regularizada tendría un impacto neto en la economía española de 3250 euros positivos en términos de sus aportaciones a la Seguridad Social y por impuestos directos. Detrayendo incluso todas las potenciales ayudas que puedan recibir, el beneficio neto para el fisco español era de 3250 euros por persona y año. Y esa es la lógica de unos flujos migratorios que son más jóvenes, que tienen una formación en todos los niveles de cualificación, que esa formación en sus países de origen tiene un valor X y en los países de destino tiene un valor X por 5, porque están en un entorno mucho más productivo. Pero al final lo que estoy haciendo de nuevo es discutir con terraplanistas, porque he caído en el marco del debate que han establecido ellos y estoy todo el día explicando por qué lo que usted dice es mentira, pero es la mentira lo que cuenta.

Gonzalo Fanjul

Otro tópico muy repetido es el tema de las mafias, de los grupos criminales que se lucran con la migración. Se presenta como solución a la migración la lucha contra estos grupos, ¿qué tiene de cierto?, ¿cuál es la importancia real de estas mafias?, ¿combatir a esas mafias tiene alguna relación para reducir el flujo migratorio?

Las mafias son realísimas y son un problemón, esencialmente para los migrantes. Son un intermediario. Primero hay que entender una cosa. Si miras de cerca el medio millón de personas que viven en situación irregular en España, el 80% proviene de América Latina. Es gente que llegó a nuestro país de manera legal, con una visa de turista o con una solicitud de asilo, como es el caso de muchos venezolanos. En esa parte mayoritaria de los flujos la importancia de las mafias es menor. Para quienes sí importan las mafias, y mucho, es para la gente que tiene que cruzar el Estrecho o tiene que venir por tierra. Las mafias son un negocio absolutamente extraordinario, y son el resultado del caos del modelo. Son la otra cara de la moneda de la industria del control migratorio. Nosotros hemos establecido un sistema que aspira a ser impermeable, y estamos gastando muchísimos recursos en evitar que la gente venga. Negamos cualquier posibilidad de una migración legal y segura y obligamos a la gente a ponerse en manos de las mafias. Esto lo saben las mafias y se adaptan perfectamente. Igual que los nacionalpopulistas y la ultraderecha entran en el debate por la puerta migratoria y después te sueltan la bomba de racimo de género, clima y toda la mierda que van contando, las mafias se establecen con el tema migratorio, pero también hacen narco, tráfico de armas…No se dedican a un único negocio. Con esto quiero decir que, si te preocupa el problema de las mafias, lo que tienes que hacer es considerar la reforma del sistema, no cavar más hondo en este mismo agujero, porque esto es un círculo vicioso en el que los negocios legales alimentan los negocios ilegales y al contrario.

Dice que la inmigración no es un problema de seguridad, pero también que no es apropiado abordarlo como un problema humanitario de víctimas y culpables, ¿podría explicar esto?

El debate migratorio está atrapado en un código binario: la inmigración como amenaza o como problema humanitario. Cuando reduces la inmigración a un problema humanitario, primero estás hablando de un problema, es decir, de algo que tienes que resolver. Algo bueno para la inmigración no es algo que evita la inmigración, sino algo que gobierna los flujos, que la ordena, que permite que todo lo que nosotros necesitamos y todo a lo que ellos aspiran encaje de manera natural. El lenguaje humanitario, que es el de muchas oenegés y de la mayor parte de los medios de comunicación, reduce al migrante a una víctima y establece una relación vertical con él. Somos nosotros los que salvamos. Deshumaniza a la persona y perpetúa esa lógica de ellos contra nosotros. En este caso no es el “ellos, musulmán, negro diferente a mí que me amenaza”, sino el pobrecito al que tengo que rescatar. Romper esa lógica de ellos y nosotros es el primer paso para establecer un sistema mucho más razonable del que ahora tenemos. Y aquí tengo que decir que el sector de las oengés y del desarrollo contribuye a perpetuar esa lógica del migrante como víctima. Por supuesto que hay un problema humanitario en zonas de frontera, pero insisto, las migraciones son esencialmente una excelente notica para las sociedades en las que se establece, no un problema que tengas que resolver. Es una cuestión de establecer políticas públicas que optimicen su impacto en la sociedad.

“Las mafias son la otra cara de la moneda de la industria del control migratorio”

Me llama la atención leerle que es una idea equivocada esa tan repetida de que la cooperación al desarrollo prevenga la inmigración

También ese es uno de esos mitos muy arraigados. Esto tiene una explicación económica muy simple: no emigra el que quiere, sino el que puede. Para emigrar necesitas dotarte de un mínimo de capacidades económicas y educativas, y dependiendo de esas capacidades tu salto será más largo o más corto. África subsahariana emigra, en términos relativos, mucho más que otras regiones del mundo, pero lo hace fundamentalmente dentro de la región de África subsahariana porque no tienen recursos para ir más lejos. Primero tienes un desplazamiento interno, y después se cruzan fronteras hacia países cercanos. Si hablamos de la migración a países desarrollados, es la consecuencia de unas condiciones de partida relativamente buenas en comparación con la media de tu país. La inmigración crece a partir de un determinado nivel de renta per cápita en los países: emigran las clases medias de los países de renta media. A partir de determinado punto, el incentivo para emigrar se reduce porque los riesgos son demasiado altos como para que merezca la pena. El resumen de esto es que África todavía no ha empezado a emigrar a los países del norte. Lo que vemos es absolutamente excepcional. Emigra América Latina, Asia, norte de África. Y esto no es una hipótesis, es algo demostrado en la literatura económica. Si esto es cierto, todo lo que hagas para inyectar ayuda y mejorar las condiciones en origen lo que va a hacer es acercar a la gente al punto de partida más que alejarlos. Por eso nosotros peleamos duramente contra la idea de que la ayuda deba estar al servicio del control migratorio. No solo para poner muros, sino para alimentar esta fantasía de las causas raíz de la migración. La ayuda sirve para muchas cosas, y una sería ayudar a financiar un sistema de migración más ordenado, pero no sirve para detener los flujos.

Un hombre ante la valla de Melilla Foto: Álex Zapico

¿La representación mediática de las migraciones contribuye a distorsionar la imagen que tenemos de este asunto? Le he leído alguna crítica a la espectacularización de todo lo que sucede en la frontera sur

La frontera sur tiene un peso, pero menor del que pensamos. El número de gente que entra por la frontera sur es mucho más pequeño que los que entran por aeropuerto de manera menos espectacular. En la medida en que ponemos todas las cámaras en la frontera sur, lo que hacemos es trasladar a la gente la idea de que la lógica migratoria es Canarias. En Canarias hay un problema humanitario serio, pero son 19.000 personas en un año, y en España a lo largo de este año es posible que entren cerca de 600.000 personas como migrantes. Creo que esa hipertrofia informativa de la frontera sur lo que hace es distorsionar la comprensión de este asunto. Lo que pasa es que para un medio de comunicación es poco sexy hablar de un trabajador que se levanta por la mañana, paga sus impuestos, cumple una función que nadie más quiere cumplir en nuestra sociedad y se acuesta a las 10 de la noche.

Esos picos o crisis de llegadas de migrantes, como el que se ve estas últimas semanas en El Hierro, producen una sensación de desborde que quizás tenga más de sugestión que de realidad

Todo lo que ocurre allí es real, aunque no tiene la relevancia que pensamos que tiene. Pero tiene una importancia clave en un asunto que me interesa cada vez más y que estamos explorando desde PorCausa, que es el modo en el que alimenta la percepción de caos. Esto es algo que está estudiado, y es que la opinión pública en general, e incluso en los contextos más aparentemente xenófobos, no teme tanto la llegada de los migrantes como el desorden en la frontera. La gente lo que rechaza es el caos, el desorden, y rechaza la idea de que sus estados no tengan la capacidad de controlar esto. Es muy interesante, porque este puede ser el punto de encuentro entre quienes pensamos que este sistema debe ser cambiado, pero tenemos opiniones muy diferentes, porque el caos no beneficia a nadie. No beneficia a los países de destino, no beneficia a los migrantes que mueren o sufren en la frontera, no beneficia a los países de origen que se benefician mucho menos cuando los procesos de migración son precarios o se producen de manera irregular. La aspiración debe ser no un sistema de puertas abiertas, pero sí un sistema mucho más ordenado, flexible y mejor ajustado a los verdaderos incentivos de la movilidad, y blindado con los derechos que una democracia como la nuestra debe garantizar. Conjurar el caos puede ser un punto de partida interesante para esta conversación.

“África todavía no ha empezado a emigrar a los países del norte. Lo que vemos es absolutamente excepcional”

Os referís con frecuencia a lo que llamáis la franquicia antinmigratoria y la industria del control migratorio, ¿podría explicar a qué se refieren?

Cuando hablamos de franquicia antimigratoria nos referimos a los movimientos nacionalpopulistas que están liderando el discurso antiinmigración. Lo que explicamos es que funcionan como McDonalds: venden la misma mierda en todas partes, pero la adaptan al contexto en el que se establecen. Le Pen tiene una política menos preocupada por cuestiones religiosas que la ultraderecha polaca; Vox tiene una política ultraliberal y Georgia Meloni más proteccionista, pero en la cuestión de la migración y la identidad dicen cosas muy similares. Esa lógica de franquicia está perfectamente diseñada y estimulada por una serie de organizaciones como la de Steve Bannon, y hay manuales de actuación que se repiten casi al detalle, y eso lo hemos podido ver en América Latina con Milei en Argentina o con Kast en Chile. La industria del control migratorio es una cosa diferente. Es un entramado muy complejo, oligopólico en algunos sectores, pero muy atomizado, de organizaciones y empresas que ganan dinero, prestigio político o presencia con las políticas de control migratorio. Son empresas y organizaciones que actúan en el ámbito legal y que pueden tener la mejor intención del mundo. Puede haber una empresa como Indra, que se está forrando con el sistema integrado de vigilancia exterior, pero puede haber oenegés que están jugando ese juego de que hay que ayudarles a no emigrar, recibiendo mucho dinero para ello y convirtiéndose en cómplices del sistema y de la contaminación de la ayuda europea por este discurso del control migratorio. Esa industria tiene un elemento fundamental, y es que gasta mucho dinero y esfuerzo en asegurarse de que las cosas continúan como están, con una lógica similar a la de la industria farmacéutica o de la defensa.

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