Están cerca de cumplirse 10 años del surgimiento de Podemos y es un buen momento para repasar brevemente la trayectoria del partido morado y avanzar algunas ideas sobre sus retos.
La presentación en sociedad de Podemos se hizo llevando en la mano el manifiesto “Mover ficha”, en el que se defendía la necesidad de crear un partido que llevara las demandas del 15M al ámbito político, empezando por las elecciones europeas de 2014. Se puso como condición que sólo se daría el paso adelante si el manifiesto era respaldado a través de Internet por un mínimo de 50.000 firmas. Se superó esa cifra en 24 horas.
Para el profesor Manuel Castells las claves del impacto inmediato de Podemos fueron la conexión del caudal social procedente del 15M con el proyecto presentado por Podemos (antes se habían presentado otros como el Partido Pirata y el Partido X que no obtuvieron el respaldo que se proponían); en segundo lugar, su intensa actividad en las redes sociales de Internet y, en tercer lugar, su presencia en los medios tradicionales (TV y radio) de la mano de la capacidad dialéctica de Pablo Iglesias.

Podemos ha mantenido en su práctica muchos de los principios del 15M. Las decisiones sobre los asuntos importantes (programas, coaliciones electorales, acuerdos de gobierno) son tomadas por el conjunto de la militancia y las inscritas; la designación por la base de las personas candidatas a las instituciones mediante el método de elecciones primarias y listas abiertas; la elección de los órganos de dirección del partido a todos los niveles mediante Asambleas en red y votación en los círculos, sin “comisión de candidaturas” como usan a modo de filtro en los partidos tradicionales, y el rechazo a la financiación de la banca recurriendo al apoyo económico de la militancia del partido.
Partido transformador y partidos reproductores del sistema
Otra de las aportaciones fundamentales de Podemos ha sido su papel como transmisor a las instituciones de las reivindicaciones de los movimientos sociales respetando su independencia.
Como explica el profesor Castells, los movimientos son la fuente de todo cambio social y los partidos surgidos de ellos son quienes hacen posible el traslado de las reivindicaciones de los movimientos a las instituciones.
Siendo los vínculos con los actores sociales que se movilizan en la calle y en la red (movimiento feminista, pensionistas, sindicatos de inquilinas e inquilinos, movimiento por el derecho a la vivienda digna, movimiento ecologista, consumidores…) el elemento determinante que diferencia los partidos transformadores de los partidos reproductores del sistema de poder. O, como escribió recientemente Pablo Echenique, lo que diferencia los partidos partisanos de los partidos que transaccionan con el poder en momentos clave (hacen intercambios con el fin de mantener el status quo).
La prueba del Gobierno de coalición
Además de recoger las demandas de los movimientos sociales, el otro elemento central de la estrategia o “know how” de Podemos fue la apuesta por acceder al Gobierno de España sin presencia de fuerzas de derecha (Ciudadanos). Una aspiración que no tenía como fin ocupar sillones y estar calladas -como había ocurrido anteriormente con los gobiernos de coalición autonómicos nominalmente de izquierdas-, sino que la entrada en el Gobierno tuvo como objetivo llevar al BOE el mayor número de reivindicaciones de los movimientos sociales que fuera posible. Aunque ello implicara ser calificados de “cabezones” o responsabilizadas de causar “ruido” por hacer del consejo de ministros y ministras un espacio de disputa de los intereses en conflicto.

Después de cuatro elecciones generales, una larga pelea por el relato hasta convencer a Pedro Sánchez de que no iba a ver su sueño alterado y que aceptara que quienes votan a Podemos también tienen el derecho democrático de estar representadas en el consejo de ministros, Podemos logró que se formara un Gobierno de coalición entre fuerzas representativas de la izquierda por primera vez en la historia de España -incluida la II República donde los partidos republicanos burgueses formaron parte de los gobiernos del Frente Popular frenando las transformaciones que el país necesitaba-.
El acuerdo programático y de gobierno fue respaldado por más del 96% de la base de Podemos. Un elevadísimo porcentaje de apoyo que contrastaba con el debate suscitado entre sectores de la izquierda partidarios de la “vía portuguesa”. Esto es, de dar apoyo externo a un gobierno del PSOE en solitario. Hoy poca gente discute el acierto de la estrategia política de Podemos y del papel desempeñado por las ministras de Podemos peleando en el Consejo de Ministros.
El miedo cambió de bando, pánico en las elites
El crecimiento de Podemos, tanto en acción política como en perspectivas electorales, es un caso único en la historia reciente europea. Tan sólo un año después de su creación, en enero de 2015, las encuestas del CIS situaban a Podemos en primer lugar en intención directa de voto (o sea, lo que responden las personas encuestadas cuando se les pregunta a quién votarían si fuesen las elecciones mañana).
Ahí cundió el pánico en el establishment (léase elite financiera y empresarial), sonaron todas las alarmas y se desencadenaron todo tipo de ataques de manera concertada entre el poder político, las cloacas policiales, ultraderechistas en la judicatura y mercenarios del periodismo desde los grandes grupos de comunicación.
Las principales líneas de ataque fueron la supuesta financiación por parte de los gobiernos de Venezuela e Irán, el supuesto enriquecimiento de Pablo Iglesias mediante el cobro de cheques al portador en una cuenta en las Islas Granadinas, la apertura de más de 20 causas judiciales sin ningún tipo de prueba material que lo justificara (siendo todas archivadas) y un largo rosario de acusaciones falsas, calumnias, mentiras y semiverdades contra las y los dirigentes de Podemos. Todo ello ampliado y difundido profusamente por televisión, radio, redes sociales y portadas en la prensa escrita.
Destruir a Pablo Iglesias para acabar con Podemos
Una guerra contra Podemos que fue efectiva. De los 5.189.000 votos, 20,66% de la participación, que Podemos obtuvo en las primeras elecciones legislativas a las que se presentó en diciembre de 2015, cayó junto a IU cuatro años después, en noviembre de 2019, hasta los 3.119.000 votos, el 12,97% de los votos emitidos. Es decir, en cuatro años el respaldo electoral de Podemos se redujo en 2 millones de votos, casi 8 puntos.
Lo que se definió como “incesante hostilidad hacia Podemos” no se concretó en ningún momento en refutar sus propuestas políticas, sino que se concentró en “ataques personales”, día tras día, contra Pablo Iglesias y los principales dirigentes de Podemos, lo cual no fue por casualidad.
Pablo Iglesias conectaba con la gente, la gente sentía que es una persona auténtica, que cree en lo que dice. Por sus valores, capacidad de transmitir, autenticidad y confianza amplios sectores del electorado se identificaban con él y sentían que era uno de los suyos.
Como explica George Lakoff, cuando el electorado se identifica con un candidato o candidata lo hace porque conecta con sus valores, su integridad y por percibir coherencia entre su visión del mundo y sus acciones. Las propuestas políticas son importantes, pero más importante aún es que la gente se identifique con los valores y confíe en la honradez del candidato o candidata.
Que Pablo Iglesias haya aguantado siete años con todos los medios echando basura contra él día a día parece increíble, si tenemos en cuenta que Pablo Casado aguantó dos telediarios
Por ello la prioridad de la elite y sus mercenarios fue destrozar el vínculo de Iglesias con la mayoría social, de manera que se llevó a cabo lo que Manu Levin denomina “terapia de aversión visceral a Pablo Iglesias”. Una intervención que ha resultado eficaz para que mucha gente le deteste “sin saber muy bien por qué”, logrando convencer a medio país que el enemigo era Pablo Iglesias.
“Afirmar que la guerra sucia mediática es la principal causa de la destrucción personal de Pablo Iglesias y del retroceso electoral de Podemos no significa negar que existieran errores propios (…) pero no fueron los errores propios la variable central para explicar que Podemos, que siempre defendió básicamente lo mismo y lo hizo con gran habilidad comunicativa, pasara de los cinco millones de votos a los tres millones y pico”, asevera Levin.
La influencia causal de los medios de comunicación en las imágenes que tenemos en la cabeza de las y los políticos está bien documentada. La mayor parte de nuestro conocimiento sobre sus atributos, desde su ideología hasta su vida personal, nace de las noticias en los medios de comunicación. En este sentido los estudios sobre el “establecimiento de agenda” han verificado, en una amplia variedad de escenarios políticos y geográficos, como la descripción que hace la gente del perfil de las y los políticos se corresponde en una elevada correlación con la agenda de atributos sobre la que hacen hincapié los medios que ven, escuchan o leen. Que Pablo Iglesias haya aguantado siete años con todos los medios echando basura contra él día a día parece increíble, si tenemos en cuenta que Pablo Casado aguantó dos telediarios.
El cambio de ciclo y los efectos de la frustración
Junto a la guerra sucia mediática, la otra variable central explicativa del declive de Podemos es el cambio de ciclo político. Como apuntó Ignacio Sánchez-Cuenca, “Las elecciones de 2015 (y más todavía las de 2016) supusieron un jarro de agua fría para todos aquellos que estaban convencidos de que las ilusiones acumuladas desde el 15M se iban a traducir en un cambio político profundo (…) Es natural que mucha gente se sienta desengañada y se plantee para qué ha servido su esfuerzo”.
Es el mecanismo de la frustración que produce el ciclo de la pleamar y la bajamar de la acción colectiva, de manera que la participación en los asuntos públicos, junto a victorias, genera grandes decepciones, explica Albert Hirschman. Siendo muchas las ocasiones en las que los cambios logrados quedan muy por debajo de lo que se ambicionaba. Todo va más lento de lo esperado, todo es más difícil de lo que se creía. La frustración resultante lleva a renunciar al compromiso político y a volver a la esfera privada.

La frustración de las expectativas electorales con Podemos ha producido un doble movimiento. Un goteo continuo de gente, por un lado, que ha dejado la militancia para regresar a su casa. Por otro lado, la desaparición del “efecto moda Podemos”, por lo que pasa a ser visto como una opción no ganadora y parte de sus apoyos trasvasan su voto al partido que creen que tiene más posibilidades de victoria.
Aun así, Podemos cuenta con una importante base militante, como lo acreditan las más 52.000 participantes en la última consulta interna el pasado mes de junio.
Seguimos, siempre
Atendiendo a lo dicho por Manuel Castells, Podemos tiene futuro a condición de que su intervención política sea una prolongación de la reclamada desde los movimientos sociales, siendo fiel a los principios del 15M. La encrucijada de Podemos está entre querer suplantar al PSOE o a IU, metiéndose debajo de la mesa camilla de la negociación a oscuras, o escuchar a los movimientos sociales y su ansia de cambio.
Cuidar la relación con los movimientos sociales debiera ser la prioridad número uno de Podemos, escuchando sus diagnósticos y recogiendo sus principales demandas (como ha hecho el Ministerio de Igualdad con el movimiento feminista y el consentimiento como núcleo de la Ley sólo sí es sí); teniendo una interlocución periódica con quienes representan a los movimientos y asociaciones, es decir, privilegiando a los movimientos sociales en el diseño de las políticas frente a otros agentes administrativos y económicos y creando secretarias específicas en todos los niveles de la estructura organizativa.
Asimismo, hay que insistir en la idea de George Lakoff de que la gente vota basándose en los valores, la identidad y la autenticidad. Por eso en las campañas de mentiras y calumnias contra Iglesias, Monedero, Echenique y demás dirigentes, los marcos utilizados no se referían a sus declaraciones políticas sino a supuestos cobros indebidos o incumplimientos en sus obligaciones tributarias, con el objetivo de hundir su reputación y la confianza.
A los marcos reaccionarios que se difunden a través de los grandes medios de comunicación no basta con corregirlos con la verdad, sino que es necesario trabajar la comunicación simbólica a través de quienes representan a Podemos, véase el ejemplo de este titular: “Las ministras Ione Belarra e Irene Montero no asistirán a la jura de la Constitución de la Princesa Leonor en el Congreso, al entender que este acto solo persigue blindar la institución monárquica”.

Este es el camino para hacer más trasparente el comportamiento de los y las representantes de Podemos y hacer que quienes apoyan al partido se sientan orgullosas: dar muestras fehacientes de honradez y de que se viene a servir y no a servirse. Si se entiende esto y que los reglamentos éticos pueden verse mejorados con códigos de buenas prácticas y evaluaciones periódicas, resultará más fácil seguir manteniendo el apoyo de la ciudadanía.
Todo lo anterior no quiere decir que las cuestiones políticas específicas no sean importantes, al contrario, hay que estar muy atentas a la agenda del público. Es decir, a lo que le preocupa a la gente o lo que responde, que es lo mismo, cuando se le pregunta cuál es, a su juicio, el principal problema que existe en España, en Asturias o en su concejo.
Igual que es muy importante que Podemos siga hablando alto y claro, sin por ello renunciar a ensanchar su base social de apoyo. Y hacerlo sin mentir, engañar ni pretender ser lo que no es.
Para Lakoff, la tentación de aparentar nace de los innumerables mitos sobre los supuestos electores de “centro”. La realidad es que no hay una visión moderada o de “centro”, sino una visión conservadora y otra visión progresista que conviven en nuestro cerebro, cada una inhibiendo a la otra. Así es habitual ser conservador en unas cuestiones y progresista en otras, es decir, “biconceptuales”. Por ello, si se quiere atraer a personas políticamente indecisas o escasamente definidas lo mejor es hacerlo activando su identidad progresista, mediante una visión progresista, con propuestas progresistas y con lenguaje progresista. Si se emplean marcos conservadores para atraer a los electores que se autoubican en el “centro”, lo que se hace se activar su visión conservadora y votaran como conservadores.
En definitiva, sigamos trabajando por una política transformadora de izquierda, coherente, honesta y reconocible, de manera que cada día sea más gente la que diga de Podemos, “sí me representa”. Hay mucha gente decepcionada con la izquierda nominal porque ve sustanciales diferencias entre declaraciones y prácticas. El futuro está en la coherencia entre argumentos y comportamientos, en articular lenguaje y una práctica política posible. Ese es el reto de Podemos.