Internacionalismo, orgasmos y feminismos comunitarios

Activistas de Colombia, Kurdistán, Argentina, Guatemala, Sahara y Palestina participan en Xixón en el encuentro internacional "Hermanas de lucha".

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Diego Díaz Alonso
Diego Díaz Alonso
Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.

“Si soy corajuda, rebelde y con los ovarios bien puestos es gracias a las feministas”. Habla Lourdes Huanca, líder campesina e indígena peruana, exiliada de su país tras el golpe de mano que derrocó al presidente Pedro Castillo. Huanca es una de las invitadas por Soldepaz-Pachakuti al encuentro Hermanas de Lucha, unas jornadas que se celebran en la Biblioteca Jovellanos de Xixón, y que ponen en común a mujeres de Colombia, Kurdistán, Argentina, Guatemala, Sahara y Palestina, varias de ellas perseguidas en sus países por su militancia social y política.

Un café en La Revoltosa sirve a las activistas asturianas e invitadas que tomarán parte desde el jueves en el encuentro para presentarse y conversar de manera informal. La activista peruana destaca la importancia de “trenzar luchas y saberes”, y en ese sentido celebra la alianza que en Perú se logró establecer entre las feministas urbanas y las campesinas indígenas como ellas, estrechamente vinculadas al territorio y las comunidades. “Nuestras hermanas feministas de la ciudad nos enseñaron a defender el territorio de nuestro cuerpo. Nuestras abuelas nos enseñaron a defender la tierra, pero no nos habían enseñado eso”.

Lourdes Huanca. Foto: Alisa Guerrero

Huanca explica a sus compañeras de encuentro que las feministas indígenas como ella han tenido que liberarse de la doble opresión del patriarcado occidental, pero también del patriarcado de los pueblos originarios. Reivindicar el derecho a la diversidad sexual, al placer o a tener un orgasmo: “a no sentirnos mal por decir qué rico“. Huanca apunta ahora a otro enemigo de la autonomía de las mujeres: los nuevos fundamentalismos religiosos que quieran someterlas. Diferentes iglesias se han convertido en todo el continente americano en la punta de lanza de la reacción neoconservadora a los avances de los movimientos sociales y los gobiernos progresistas.

Reunión en La Revoltosa, Xixón, de las participantes en el encuentro.

De dobles y triples opresiones, pero también de exilios, sabe Elif Akgül. Profesora y sindicalista kurda, ex alcaldesa por el Partido Democrático de los Pueblos, la izquierda plurinacional turca, vive refugiada en Frankfurt desde que su vida y su militancia se hicieron insoportables en la Turquía de Erdogan. En su país fue juzgada y condenada a una pena de cárcel. ¿El delito? Defender el derecho a la autonomía política y cultural del pueblo kurdo, la principal minoría nacional del país, 15 millones de personas y el 18% de la población, a las que un Estado nacionalista y uniformizador sigue sin reconocer ningún tipo de singularidad o personalidad diferenciada.

Hilal Ünlu, Elif Akgül y Lolita Chávez. Foto: Alisa Guerrero

Pocas mujeres participantes en el encuentro desconocen lo que es el exilio y la represión. Lolita Chávez, de Feministas Abya Yala, es una activista maya que también ha sufrido el destierro por luchar contra los proyectos extractivistas impulsados por las multinacionales en Guatemala.

“Tenemos una barrera muy grande del imperialismo mediático”

Chávez lamenta que las luchas de las comunidades por el control de sus recursos naturales y no ser barridas del mapa por los grandes grupos económicos multinacionales, siempre con la complicidad de los estados, apenas es conocida. “Tenemos una barrera muy grande del imperialismo mediático” lamenta sobre el papel jugado por unos medios de comunicación que silencian los movimientos de resistencia, cuando no los criminalizan. Sabemos de la lucha de las iraníes por su liberación, pero muy poco de lo que pasa en América Latina, o de la propia solidaridad desplegada por las feministas del continente con las luchas en todo el planeta por la liberación de las mujeres.

Lolita Chávez. Foto: Alisa Guerrero

Casi todas las participantes se encuentran cómodas con la etiqueta de “feministas comunitarias”, quizá por lo que tiene de reivindicación de lo colectivo y ancestral, frente a lo líquido e individual. Adriana González se define como “infiltrada en la Universidad”. Es docente en la Cátedra de Feminismos Populares, Comunitarios y Campesinos en Jujuy, Argentina. De tradición kolla, señala que para alguien con raíces indígenas es “difícil entrar en la Universidad, complicado mantenerse y casi imposible egresarse”. Ella lo consiguió, un pequeño milagro, pero las cosas se complicaron mucho cuando comenzó a hacer trabajo sindical. Como investigadora su trabajo se ha orientado hacia la epistemología de los cuidados y tiene un fuerte componente político.

Adriana González. Foto: Alisa Guerrero

El tiempo del café se termina y las participantes se marchan para seguir con el intenso programa que Soldepaz-Packakuti ha preparado para ellas. Antes de irse camino de Cimavilla insisten en esa reivindicación de la lucha por la autonomía personal, el cuerpo y el placer. También es político: “mete en la crónica lo del derecho al orgasmo”.

El programa de “Hermanas de lucha” puede consultarse aquí.

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