Mucho se está hablando últimamente de los coronabonos o eurobonos como la piedra filosofal de la economía europea. Capaces de convertir deuda basura en deuda triple A, queridos y denostados a partes iguales por los países centrales y periféricos de la eurozona, incluso las propias izquierdas los veneran como la solución a la sinigual crisis económica que se cierne sobre el horizonte. Pero, ¿de verdad son la fórmula mágica para combatir la recesión y reactivar la economía? Intentaré dar algunas claves de por qué es un debate en falso.
Los incrementos de deuda externa de la periferia europea son condición necesaria para la bonanza económica del centro
Los coronabonos o eurobonos serían un tipo de bono mutualizado emitido por una suerte de Tesoro Público europeo que, al estar respaldados por los diferentes estados que componen la Eurozona, tendrían un menor coste de financiación para unos países (España), pero a su vez producirían un encarecimiento de la deuda de otros países (Alemania). El que haya países que salgan perdiendo económicamente con estos bonos es el primer hándicap con el que se tiene que lidiar.
Para los países del centro europeo ver cómo sus primas de riesgo y sus gastos financieros se elevan por tener que mutualizar parte de su deuda con los gastizos vecinos del sur, es visto por su clase dirigente como un robo. Esto es cuanto menos curioso si observamos que los incrementos de deuda externa de la periferia europea son condición necesaria para la bonanza económica del centro, pero parece que las élites económicas de Alemania y Holanda viven mejor sin querer verlo. Evidencia de que la palabra solidaridad, que aparece escasamente en los tratados europeos, no tiene otra función que la de ser un hermoso y socorrido recurso estilístico.
El artículo 123 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea dice que el BCE no puede financiar directamente a los estados
La emisión de deuda pública por los estados suele tener que estar autorizada por ley y ejecutada por el Tesoro Público. En la Eurozona no existe tal institución, habría que crearla de forma pactada con el resto de socios del club de forma inmediata para poder emitir los títulos en los mercados a tiempo. Nos encontramos ante el segundo hándicap. Habría que pactar la participación de cada estado en ese supuesto Tesoro Europeo, establecer los límites de emisión de cada país y las responsabilidades sobre esa deuda mutualizada. Porque claro, una cosa es que se cree un Tesoro Europeo y otra que éste solo sea utilizado por unos países sin un límite de emisión de bonos definido. No sería raro que en el improbable caso de que se aprobase la creación de estos instrumentos financieros, su emisión estuviese firmemente limitada, controlada e incluso tuviese un estricta condicionalidad similar al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).
Aun sorteando estos dos hándicaps, todavía nos quedaría pasar la prueba de fuego. Esto es, la prima de riesgo. El que los coronabonos estén mutualizados no implica necesariamente que la prima de riesgo se mantenga en niveles asumibles por las economías. Actualmente con la política de Quantitative Easing del Banco Central Europeo (BCE) los países no van a tener problemas con la prima de riesgo, pero en cuanto esta política se suspenda (porque antes o después se suspenderá) los mercados volverán a presionar las primas de riesgo de los países. En esta situación la emisión de deuda mutualizada puede ser más sostenible que la emisión de deuda soberana de forma independiente por cada país, pero claro, el límite de deuda a emitir va a venir condicionada por la prima de riesgo, por lo que en realidad la cantidad total de deuda que puedes emitir te lo va a fijar el mercado. A medida que los países emitan deuda el coste de ésta aumentará, incluso emitiendo coronabonos. Nos podríamos encontrar en una situación en la que nuestro coste financiero se haga insostenible sin haber captado los recursos suficientes para relanzar la economía. Y, para entonces, con los mercados financieros cerrados, ya solo nos quedaría recurrir al MEDE, con las consecuencias que ya sabemos.
La sectaria ideología neoliberal considera que la política monetaria es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos
En resumidas cuentas, la emisión de coronabonos nos permitiría aumentar nuestro endeudamiento conteniendo nuestro coste financiero, pero no de forma ilimitada. El problema es que a día de hoy nadie se atreve a aventurar una cifra de los millones de euros que va a necesitar la economía española para reactivarse. En caso de que los eurobonos nos permitan alcanzar esa cantidad a un coste razonable, bienvenidos sean, pero en caso de que sean insuficientes nos encontraríamos con los mercados financieros cerrados, una deuda como una losa sobre nuestras espaldas, un desempleo superior al 20%, sectores enteros de la producción en la ruina y encima, gracias a las estrictas condiciones económicas del MEDE, con una nueva pérdida de soberanía económica, esto es, nuevos, dolorosos e incomprensibles recortes de gasto público.
En realidad hay una opción más óptima a nivel técnico pero que no se está barajando en la Eurozona (a pesar de que es la que se ha adoptado en el Reino Unido). Esta es la monetización de los déficits públicos por parte del banco central. La principal diferencia de esta opción con respecto a los coronabonos es que ésta no es una solución de mercado. Si el BCE comprase la deuda directamente a los países, como hace con los bancos privados o en los mercados secundarios, al tipo oficial del 0% no habría problemas con la prima de riesgo, ni de insostenibilidad de la deuda pública, ni necesidad de recurrir al odioso MEDE, los estados podrían endeudarse (o incluso recibir inyecciones de liquidez a fondo perdido) hasta que sus economías se reactivasen.
Si el BCE comprase la deuda directamente a los países al tipo oficial del 0% no habría problemas con la prima de riesgo
Pero esta opción tiene un problema nada fácil de solventar, el artículo 123 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE). Este artículo viene a decir que el BCE no puede financiar directamente a los estados. Dicho artículo, profundamente ideológico y carente de sentido económico (más allá del de servir a la economía particular de los bancos privados y grandes capitales europeos), supone un escollo de carácter político, no técnico. En su día se configuró el funcionamiento del BCE desde la sectaria ideología neoliberal que considera que la política monetaria es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos, esa es la razón de la independencia del BCE de cualquier órgano democrático representativo y de la propia redacción del artículo 123 del TFUE.
Es evidente que esto a día de hoy tiene que cambiar. Si hay voluntad política, en una situación tan dramática como la actual, la reactivación de las economías a través de la actuación del BCE no debería suponer ningún problema. Pero, en caso de que no exista esa voluntad política en la Eurozona, los países periféricos la deberíamos de buscar en nuestro propio entorno al margen de las instituciones de la Unión Europea.