“Una parte del Estado conspiraba para que PODEMOS desapareciera del mapa”

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Daniel Fernández
Daniel Fernándezhttp://lamayoria.online
Es ingeniero y redactor en La Mayoría.online

Juan Carlos Monedero (Madrid, 1963) no para entre clases, artículos, su programa En la Frontera, un nuevo libro, y videoconferencias como la que hoy imparte en la Escuela Clara Campoamor de Podemos Asturies. Sigue con preocupación los acontecimientos, pero también con esperanza, y se muestra muy ilusionado con que el “Ingreso Mínimo Vital sea una posibilidad defendida ahora mismo por España, por Portugal y por Italia”. Está convencido de la necesidad de que la salida progresista a la crisis en la UE pasa por un ‘frente mediterráneo’ que sirva de contrapeso a la Europa central, financiera, colonial del Tratado de Maastricht.

El coronavirus, inevitablemente, está en el centro de la actualidad. Pero no podemos olvidar que, por primera vez en muchos años, en España tenemos un gobierno de coalición, con fuerzas progresistas. Aunque es difícil separar la gestión del Gobierno de la gestión de la crisis, ¿cómo valorarías, hasta ahora, el trabajo que se está haciendo?

Una cosa que he constatado, porque estoy haciendo seguimiento de América Latina, es que los Gobiernos conservadores utilizan la crisis para fomentar sus propuestas conservadoras – incluso autoritarias. Los Gobiernos progresistas, por su parte, la utilizan para intentar avanzar en su agenda progresista. Eso pasa en Argentina, pasa en México, y pasa también en España.

Creo que es un gobierno que está empezando a rodar en un contexto complicado, porque tenemos una derecha sin ningún tipo de pudor, casi protogolpista. Siempre – es una constante – que no tienen el poder, intentan salidas ajenas a la Constitución. Lo hicieron el 18 de julio de 1936, lo hicieron el 23 de febrero de 1981, lo hicieron en la última etapa de Felipe González, intentaron acorralar igualmente a Zapatero… Han intentado, con la policía patriótica, una policía política, impedir que Unidas Podemos, a pesar de sus seis millones de votos, pudiese llegar a gobernar el país. Y ahora siguen, con esa lógica protogolpista, negando la legitimidad al Gobierno. Y eso dificulta la puesta en marcha de políticas en un contexto tan complicado.

Yo creo que donde nos la jugamos es en reconstruir el marco europeo, porque la gran pelea que tiene España es contra lo que probablemente es la dictadura del siglo XXI: la dictadura financiera. España tiene dificultades para distribuir la renta, para solventar sus heridas históricas, y siguen existiendo paraísos fiscales, siguen existiendo límites presupuestarios para el desarrollo del país, sigue existiendo una legislación que impida la armonización fiscal en el continente… Y por tanto, ya digo, en un contexto muy complicado se han logrado cosas muy esperanzadoras.

Si uno mira esto que Pablo Iglesias ha denominado Escudo Social, llama mucho la atención. Estamos hablando de millones de personas que en 2008 vieron como lo perdían todo, y en cambio ahora vemos que hay un esfuerzo para los más vulnerables: autónomos, trabajadoras domésticas, gente que apenas tiene ingresos… La idea de hacer un esfuerzo, con los ERTEs, para evitar la desaparición de empresas, forma parte de una batería de medidas que indica una forma diferente de hacer las cosas. Y es verdad que se cometen errores, es verdad que seguramente hubiera hecho falta más agilidad en los mecanismos de diálogo en relación a la condición federal de España, que hubiera supuesto mayores niveles de comunicación con Comunidades Autónomas y con municipios, sobre todo.

Siendo conscientes, aún así, de que la derecha ha intentado utilizar algunos gobiernos autonómicos como arietes contra el Gobierno Central. Pablo Casado, por ejemplo, ha utilizado Madrid como un intento de debilitar el Gobierno. Y eso dificulta esa España federal, porque si no hay lealtad por parte de algunos territorios – el caso de Cataluña, o el caso de Madrid – resulta difícil trabajar.

Y tendría que haber habido un poco más de astucia para operar en el mercado internacional con las compras de materiales. A mi me da rabia que nos hayan engañado en determinadas operaciones.

Has tratado ya algunos temas que luego profundizaremos en la entrevista – nuestra derecha particular, o la Unión Europea. Volviendo a la cuestión del Gobierno, aunque al final se concretó la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, recordemos que en su momento hubo cierto debate sobre la necesidad o no de entrar en el Gobierno, con algunas posturas defendiendo una ‘vía portuguesa’. Con todo lo que ha pasado hasta ahora, ¿valorarías la entrada en el Gobierno como un acierto, o te genera más dudas que certezas?

Bueno, se reafirma que la decisión que tomamos y que yo apoyé era la correcta. Por varias razones. Una, porque después del intento de acallar a los votantes de Unidas Podemos, con esa policía política, con seis años de ataques brutales, de descalificaciones, de mentiras… los votantes de Unidas Podemos necesitaban buenas noticias. Saber que sus votos servían para algo, porque el aparato del Estado ampliado, que diría Gramsci, conspiraba para que Podemos desapareciera del mapa. Entrar en el Gobierno era un mensaje para esos seis millones de españoles que en algún momento votaron a Podemos de que votar a fuerzas progresistas servía para algo.

“Podemos necesitaban buenas noticias. Saber que sus votos servían para algo”

Y luego, en segundo lugar, aunque no menor, el Partido Socialista tiene dos almas. Hay un alma liberal dentro del Partido Socialista que podía pactar, ni más ni menos, con Rivera, un tipo que había llevado a Ciudadanos a la extrema derecha. La perspectiva de un gobierno del PSOE con Felipe González, con Rivera, con negociaciones con el propio Pablo Casado… A mi se me antojaba muy duro.

Otra cuestión es en relación a lo que comentaba antes de que los países conservadores iban a utilizar la crisis para asentar políticas conservadoras. Creo que en España esto iba a ser particularmente pronunciado. Creo que habría asentado un retroceso brutal. Y como buen lector de Walter Benjamin, yo no creo eso de cuanto peor, mejor. Creo que cuanto peor, peor. El debilitamiento de las fuerzas progresistas se habría traducido en un incremento de la extrema derecha. Eso, en un país con un control oligopólico de los medios de comunicación, iba a dificultar mucho continuar la senda que abrió el 15M.

Hablando de la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno, ¿cuál ha sido, para ti, el elemento diferencial? ¿Qué crees que ha aportado Unidas Podemos, de forma distintiva? Se ha hablado del Escudo Social, de intervención pública en la economía – aquí en el norte, en Asturias, está sobre la mesa la posibilidad de control democrático de algunas empresas estratégicas.

Yo creo que Pablo Iglesias planteó con mucha contundencia que había sapos que Unidas Podemos no se iba a tragar. Y eso creo que implica, por un lado, asumir que gobernar es cabalgar contradicciones, que decía Lenin, pero que también hay elementos que no se pueden sortear.

Tenemos, por un lado, algo de lo que aún no se habla mucho, pero que creo que va a ser una cuestión esencial, que es la existencia de un Ministerio de Igualdad que va a llevar a buen puerto la revolución pendiente, que es la revolución de los cuidados. Creo que en algún momento nos daremos cuenta de la relevancia que tiene ese ministerio y lo que están construyendo en colaboración con una buena parte de la sociedad civil feminista. Es verdad que hay problemas, porque hay un feminismo más clásico, pero la incorporación de nuevas generaciones con este Ministerio va a abrir un diálogo entre ese feminismo más clásico y un feminismo más actual que creo que va a ser muy positivo para el conjunto del feminismo y para toda la sociedad.

Creo que también es esencial la idea, que es el corazón de Podemos, de no dejar a nadie atrás, que nace con la crítica profunda a la salida de la crisis del 2008, que intenta dinamitar un Estado social en el cual entramos muy tarde y salimos muy pronto. Eso es esencial. Se puede ver claramente en la subida del salario mínimo, pero también con la incorporación de los autónomos al mundo del trabajo, rompiendo con la visión clásica de la izquierda que consideraba al mundo de la empresa como un todo homogéneo de enemigos, cuando eso no es correcto. La relación con el mundo del taxi, de los trabajadores autónomos, de los pequeños agricultores y campesinos, es un aporte importante.

Esa lógica de que no quede nadie atrás es un elemento central de lo que está aportando Unidas Podemos. También es cierto que tiene mucho que ver con los ámbitos en los que se les ha dejado tener un espacio. Unidas Podemos hubiera querido tener, por ejemplo, un espacio en el ámbito de la transición energética, que yo sigo pensando que es la gran asignatura pendiente y donde tendríamos que centrar el grueso del esfuerzo para la reconstrucción económica de nuestro país. Porque está muy bien lograr que no quede nadie atrás, pero hay que poner en marcha todo un aparato productivo que no puede repetir los errores del pasado.

“La izquierda que asaltó el algoritmo” es el último libro de Juan Carlos Monedero.

Seguimos hablando sobre el Gobierno, pero lo hacemos ahora desde la perspectiva de la oposición, que ya has anticipado. Hemos visto cómo, desde el primer momento, la derecha inició una campaña de deslegitimación, acoso y derribo contra este Gobierno, que se ha endurecido aún más con esta crisis. Las acusaciones de la oposición son tan duras como inexistentes las alternativas que proponen. ¿Crees que esta guerra abierta puede terminar resultando contraproducente para la derecha? ¿O crees que saldrán reforzados?

Sí, claro que pueden salir reforzados. Ellos han declarado la guerra y tienen herramientas para ganarla, porque la han ganado en otros lados. La derecha española, tanto la extrema derecha clásica como la devenida, mira mucho a Donald Trump, mira mucho a Steve Bannon, y tienen, a través de la FAES, contactos con las redes digitales a través de las que envenenan las democracias. Hay una vinculación entre Bannon, FAES, Facebook, WhatsApp, muy muy evidente, más allá de que después puedan protestar y quejarse.

Pero hay un modus operandi que se repite. Envenenan, restan importancia a la verdad. No hay cosa más ridícula, que da verdadera vergüenza ajena, que ver a Abascal defendiendo a los homosexuales después de haber dicho que Madrid olía mal por culpa del Día del Orgullo Gay, o planteando Monasterio cosas durísimas contra el matrimonio homosexual, o contra la propia existencia de los homosexuales. Y de repente, se convierten en abanderados, sin que les tiemble el pulso.

O Ayuso, en Madrid, diciendo cosas que son radicalmente falsas, y que solamente se entienden por la cobertura mediática que reciben. Ayuso no podría haber superado la dimisión de la Directora General de Salud Pública, no podría haber resistido a pesar de sus mentiras, sus incongruencias, sus peleas internas, si por ejemplo esta mañana el programa de Ana Rosa Quintana no le hubiera brindado una alfombra roja.

Y por tanto, yo creo que sí, que pueden ganar la batalla, porque así ha ganado Bolsonaro en Brasil y ha ganado Trump en Estados Unidos. Ese discurso fácil, en un momento de enormes frustraciones, de incertidumbres, de miedos, creo que tiene un espacio. Así que si no estamos muy alerta, si no construimos un relato que sea eficaz frente a las mentiras de la extrema derecha, pueden llegar a convencer a una parte de la ciudadanía. O estamos atentos, o nos podemos jugar la democracia.

“O construimos un relato que sea eficaz frente a las mentiras de la extrema derecha, o pueden llegar a convencer a una parte de la ciudadanía”

Y aún más, mientras que en Europa hay un cordón sanitario contra esta gente, no ocurre lo mismo en España. En Europa, para poder ser demócrata, tenías que ser antifascista. En España no. En España, durante mucho tiempo, podías ser demócrata y ser fascista. Y de hecho, el fundador del Partido Popular es un ministro de Franco que, además, firmó sentencias de muerte. Eso permite que el tránsito entre la derecha y la extrema derecha sea muy tenue. Abascal viene del Partido Popular, como una buena parte de todos ellos. Lo hemos visto también en el caso de Rivera y Ciudadanos, como un partido aparentemente liberal termina disputando elementos y propuestas a la extrema derecha.

Hablábamos, efectivamente, de que en esa guerra que han lanzado llama la atención la ausencia, al menos en primera línea de discurso, de propuestas y medidas alternativas. De hecho, en una entrevista reciente con Carlos Alsina, cuando a Pablo Casado le preguntaron sobre ese tema, fue incapaz de dar una respuesta concreta. Con los ejemplos de Trump en Estados Unidos y Boris Johnson en Reino Unido, ¿qué habría cambiado su hubiera sido la derecha la que se hubiera enfrentado a esta crisis? ¿En qué situación nos encontraríamos ahora?

Lo hemos escuchado de primera mano a la patronal, que ha asumido que el Ingreso Mínimo Vital es una paguita, y por tanto considera que es negativo. Y yo entiendo su lógica egoísta, porque es verdad que una persona con un Ingreso Mínimo Vital no va a trabajar por un salario de miseria, donde el transporte se come buena parte de lo que ingresa. Hemos visto que hay un planteamiento de vaciamiento fiscal del Estado, con el modelo de Madrid a la cabeza, y por tanto veríamos cómo los más ricos verían satisfechas sus exigencias de pagar aún menos impuestos. Veríamos un endurecimiento de las condiciones laborales: es decir, que no solamente no se habrían derogado los aspectos más lesivos de la reforma del PP, sino que se insistiría aún más en esa misma dirección.

Creo que se frenaría mucho, también, todo lo que tiene que ver con los derechos de las mujeres, tanto laborales como de cuidados, porque hay una lucha desde la derecha contra las reivindicaciones de las mujeres en la medida en que éstas replantean el modelo tradicional, patriarcal, de familia, con un varón autoritario, representado por la caricatura de Bertín Osborne.

Creo que, si bien todavía está pendiente, y se ha detenido por culpa del Covid-19, todo el tema de la transición energética desaparecería también. Igual que Donald Trump considera que el cambio climático es un invento de rojos y comunistas, hay una parte importante de la derecha patria que razona igual. Hablamos de medidas que requerirían un gran consenso, porque afectan profundamente a la forma en que vivimos, y que no se pueden tomar si hay alguien rompiendo ese consenso. Ese es otro de los riesgos de esta extrema derecha: en el momento en que distorsionan la realidad con explicaciones sencillas pero falsas, dificultan el consenso maduro que necesitamos para afrontar retos que no admiten frivolidades.

A pesar de las dificultades, volviendo a lo más inmediato, parece que los datos indican que poco a poco la dimensión sanitaria de la crisis está siendo controlada. Con mucho esfuerzo, con mucho sacrificio, pero parece que vamos en la buena dirección. Cuanto más controlada está esa dimensión sanitaria, más se empieza a hablar de la dimensión económica. Teniendo en cuenta las crisis previas a las que nos hemos enfrentado, ¿cambiará algo con respecto al 2008? ¿Cómo podemos impedir que la mayoría social trabajadora termine pagando la factura?

Todos los caminos que nos han llevado a esta crisis han dejado un surco, y lo más sencillo sería continuarlo. O, dicho de otra manera, creo que el paciente cero, como vengo sosteniendo, no estaba en Wuhan, sino en la mercantilización de la ciencia, de la salud, de la investigación, de la naturaleza… Todos estos elementos nos situaban en un contexto de crisis previa al Covid-19. ¿La crisis va a ser capaz de revertir elementos en los cuales llevábamos instalados, cuando menos, cincuenta años? Yo ahí no soy tan optimista. Los gobiernos conservadores van a seguir su carril, su surco conservador, incluso autoritario, como estamos viendo en Ecuador, Brasil, Hungría, Polonia o Israel. Y los gobiernos progresistas pueden aprovechar el incremento de la sensibilidad social para hacer valer políticas públicas para el beneficio de la mayoría.

El problema es que el carril por el que transitamos, el surco hecho, es el contrario. Va ser muy importante la construcción del relato. Llevamos dos meses de pandemia, y ha habido una regresión absoluta en los medios de comunicación. Nos hemos encontrado con que hay un duopolio, en España, que ha reducido considerablemente la aparición de las miradas y perspectivas progresistas en los medios de comunicación, porque la oposición pensaba que podía tumbar al gobierno en estos dos meses. Es decir, que era consciente de que las contradicciones que podían generarse iban a ser alimentadas por los medios, y los muertos venían bien para ese discurso.

Sin embargo, es verdad que ha habido, en algunos lugares, una conjunción histórica que ha permitido que el gobierno tenga otro signo. El 15M permitió que lo que en otros lugares fue interpretado desde lecturas autoritarias, en España fuera interpretado desde lecturas progresistas. Y eso ha generado un caldo de cultivo que ha generado que la parte socialista del PSOE termine negociando con Unidas Podemos, que a su vez ha contactado con los elementos progresistas de los partidos nacionalistas, y ha permitido una mayoría que con muchas dificultades puede sentar las bases de una alternativa

Creo que un elemento central tiene que ver con lo que se haga en Europa. Es buena señal que haya un acuerdo, en relación al Ingreso Mínimo Vital, entre un vicepresidente español, un ministro portugués, y un ministro italiano. Creo que es un mensaje a Europa sobre la necesidad de cambiar la lógica, de replantear el surco que veníamos trazando… aunque los surcos se cambian con lluvias muy fuertes – esta aún tiene que calar – o con grandes máquinas, o con muchas azadas. La discusión ahora mismo está en esos términos: ¿somos capaces de concienciar a un grupo amplio de gente para que esa sensibilidad social ante la amenaza de la enfermedad y las limitaciones de lo privado para darle solución se traduzca en una exigencia de políticas públicas que abran nuevos horizontes?

¿Lo permitirá Nadia Calviño?

No se trata de Nadia Calviño en sí, sino de los actores que quieren influenciar a determinados gobiernos para velar y cuidar de sus intereses. La existencia de diferentes facciones del capital implican que no haya una coherencia absoluta entre ellos. En todos los países vemos que hay una pelea muy fuerte entre el capital financiero y el capital industrial.

En el caso de España, una fuerza política de izquierdas como Unidas Podemos puede dialogar con el capital industrial, y llegar a un acuerdo de país con sectores productivos para generar industria. En cambio, diría que es imposible que nos pongamos de acuerdo con los sectores financieros, con los sectores rentistas.

Ahí el PSOE también va a tener que tomar partido. Si escucha a los sectores financieros a los que representaría Nadia Calviño, habrá dificultades, porque entonces no hay salida. En cambio, si escucha a sectores industriales, agrarios, tecnológicos, que quieren invertir y hacer de España una pequeña potencia, entonces habrá puntos de encuentro.

Profundizando un poco en esta cuestión que planteas sobre las distintas fracciones o los distintos segmentos del capital, y teniendo en cuenta cuál es la historia de España, ¿crees que realmente existe en nuestro país un sector de la clase dominante desarrollista, que pueda actuar como lo que tradicionalmente se considera ‘burguesía nacional’, o crees que arrastramos una burguesía rentista, reaccionaria, que va a volver a oponerse de forma activa? Y, de ser así, ¿es posible que tengamos que recurrir al Estado como dinamizador de la industrialización?

El surco en España, una vez más, no nos hace ser muy optimistas. El capitalismo en España ha sido clientelar, ha sido rentista, ha funcionado mucho con una lógica de ‘cercanía a la Corte’. Los pocos premios Nobel que tenemos son una expresión indirecta del escaso desarrollo del capitalismo español.

Otro ejemplo muy claro es el caso de Díaz Ferrán: jefe de la patronal, encarcelado por ladrón, y tolerado por esa parte más dinámica del empresariado. ¿Cómo es posible que haya empresarios que toleren como presidente de la patronal a un tipo que está haciendo trampas, y que de alguna manera está siendo ventajista frente a los empresarios honestos? Mientras que unos ganan espacio y contratos a través de su impulso innovativo y su mejor gestión, otros lo hacen a través de su cercanía con la Corte: a través de pelotazos, o a través de la financiación ilegal del Partido Popular.

“Desde Felipe González venimos viviendo un desmantelamiento industrial de nuestro país”

No soy especialmente optimista. También es cierto, no obstante, que tiene que venir una renovación de todo el aparato productivo en España . Desde Felipe González, venimos viviendo un desmantelamiento industrial de nuestro país, que fue el precio que con mucha frivolidad el gobierno del PSOE ofreció a los capitales europeos para nuestra incorporación a la Comunidad Económica Europea. A cambio, nos dieron migajas como los fondos estructurales, que han dejado un desierto en nuestro país. Universitario, científico, en materia de investigación e innovación, y ahora nos estamos dando cuenta de que eso no funciona.

Una de las perspectivas que abre esta crisis es la constancia de que no podemos depender, en algunos asuntos, de unos mercados internacionales que se han convertido en un escenario del Far West. Un partido como el socialista, desde los tiempos de su fundación, era consciente de que la debilidad de la burguesía española tenía que compensarse con una mayor responsabilidad de la clase obrera. Si damos un salto de ciento cincuenta años a la actualidad, creo que tanto el PSOE como Unidas Podemos van a apostar por un desarrollo industrial, por las pequeñas empresas que se dediquen a la innovación, quizás abriendo la puerta a la reconstrucción industrial de un país que un día, por ejemplo, fue puntero en cuestión de tecnología verde. Creo que un país como el nuestro, con todos los recursos naturales que posee, es recuperable, siempre y cuando exista un apoyo público.

¿Y qué papel va a jugar la Unión Europea en todo esto? Ya hemos visto tensiones muy claras con respecto a la cuestión de los coronabonos. ¿Puede esta Unión Europea ayudar? ¿O está demasiado vinculada a los intereses del gran capital?

Yo creo que hay que diferenciar entre la Unión Europea, como grupo institucional que arrastra un proceso de neoliberalización desde el Tratado de Maastricht e incluso desde antes, desde el Acta Única Europea, y la propia ciudadanía europea, que también se expresa en términos políticos. Por lo que se conoce como ‘selectividad estratégica del Estado’, la Unión Europea tiene sesgos neoliberales que se han expresado claramente en los planteamientos contrarios a la mutualización de las deudas.

Pero al mismo tiempo, hemos visto que dentro de los propios Gobiernos, o dentro de los propios partidos o en el propio Parlamento Europeo, hay muchas voces que dicen lo contrario, que defienden la mutualización de la deuda y que entienden que esto es un problema conjunto del que tenemos que salir conjuntamente.

Por tanto, yo creo que hay una tensión, y una pelea que hay que dar. Es muy evidente que, si siguen primando las políticas de austeridad que solamente sirven para reforzar al capital financiero, nos vamos a encontrar con que la Unión Europea es probable que se rompa y que se produzca un auge de la extrema derecha. Por eso, tengo que insistir en que lo más positivo que hemos visto últimamente es que por vez primera nace un frente mediterráneo que, desde posiciones progresistas, reclama un elemento que puede ser una palanca que puede servir para reinventar la Unión Europea, como es el Ingreso Mínimo Vital.

Es decir, que tu concibes este ‘frente mediterráneo’ como una fuerza interna dentro de lo que sería la lucha de líneas dentro de la Unión Europea, antes que como una ruptura que de lugar a un nuevo espacio transnacional de dimensión mediterránea.

Es que eso no tiene ahora mismo mucho futuro, porque no tiene mucho apoyo popular. Si eso se produjera, tendría que ser porque los holandeses, los alemanes y los austriacos rompieran. Nosotros no queremos romper. En este mundo global, creo que la posibilidad de la Unión Europea de hacer valer nuestra manera de participar en el mundo es estando juntos. Si no, no tenemos espacio para pelear contra gigantes como China, Estados Unidos, con la más que previsible irrupción de la India… Si yo quiero defender, por ejemplo, mi modelo de Estado social, mi modelo de derechos humanos, aquello de lo cual he estado orgulloso siendo europeo y que ahora mismo creo que está en retirada, es necesario estar juntos.

Creo que hay mucha gente en Alemania que también entiende eso. Las reflexiones en ese sentido del viejo Häbermas creo que son acertadas, teniendo en cuenta lo que ha sido Europa y lo que ha sido Alemania. Él se da cuenta de que tenemos que estar juntos. Cuando estudié en Alemania, recuerdo una pintada que se repetía, que decía ‘Europeos, no nos dejéis solos con los alemanes’. Yo creo que tenemos que luchar por seguir juntos, pero es verdad que hay que enseñar un poco los dientes, y tenemos que decirle a los holandeses y a los alemanes que determinadas posiciones – actuar como un paraíso fiscal dentro de la UE, o arrodillar a Grecia sólo para enviar un mensaje – no son tolerables. Hay que hacer valer la vitalidad de los países mediterráneos, porque nos jugamos mucho en ello.

Puestos a imaginar, ¿cómo imaginas la Europa post-Covid? ¿Se impondrá, de nuevo, la voluntad de los superricos? ¿O conseguirá la mayoría social trabajadora hacer avanzar un programa diferente? Parece que, al menos de entrada, las fuerzas progresistas parten en desventaja. ¿Cuál será la clave para desequilibrar la balanza, de uno u otro lado?

Es indudable que partimos de una situación de desventaja. Ha habido miradas optimistas bastante torpes, como la de Žižek, diciendo que el Covid-19 iba a dar cinco golpes mortales al capitalismo. Es bastante más probable que nos de cinco golpes en la cabeza a los progresistas. Y de hecho, eso que se decía de que hay determinadas políticas que se aplicaron en China y no se van a poder aplicar en España porque nuestra manera de entender las cosas es diferente es mentira. Todo el control tecnológico que se va a aplicar a las empresas y a los trabajadores con la excusa de la enfermedad también va a llegar a Europa. Ese es el surco del que venimos. Hay empresas que están instalando máquinas de reconocimiento facial y de control de temperatura con la excusa del Covid-19, pero que al final va a implicar un control absoluto del mundo del trabajo.

Sobre todo, creo que es muy importante que entendamos la lógica de nuestro sistema. Es curioso porque a la derecha y a la extrema derecha les gustan mucho las teorías conspirativas, porque les sirven para despistarnos y alejarnos de la interpretación de fondo: que la lógica metabólica del sistema capitalista es buscar el beneficio por encima de cualquier otro tipo de razón – incluido el bienestar de la gente. Han sido capaces, en esa lógica metabólica, de ganar dinero con las residencias de ancianos, al precio de asesinar a nuestros mayores. Han querido ganar dinero privatizando la salud, y por eso tanto Madrid como Cataluña son las dos zonas con mayor número de muertes: porque hay una relación directa entre la privatización de la sanidad y la muerte de la gente.

Si pueden, a través del teletrabajo, fragmentarnos, aumentar la jornada laboral, dificultad la organización y la movilización, lo van a hacer

En esa lógica metabólica del capital de la búsqueda de beneficios, si algo pueden hacer, lo van a hacer. Si pueden seguir explotando la naturaleza para enriquecerse, lo van a hacer. Si pueden controlarnos con el móvil, lo van a hacer. Si pueden, a través del teletrabajo, fragmentarnos, aumentar la jornada laboral, dificultad la organización y la movilización, lo van a hacer. Como venimos caminando sobre ese surco, lo más probable es que después de la riada, las aguas recorran ese camino… a no ser que cavemos nuevos surcos.

Como no tenemos grandes maquinarias, tenemos que confiar en nuestras pequeñas azadas. Es muy importante que cada uno de nosotros nos demos cuenta de que si no reaccionamos, nos va a pasar como ha ocurrido en otros lugares del mundo después de un shock de estas características: que vamos a empeorar. La patronal europea considera que tiene que revertir todo lo que se puso en marcha después de la Segunda Guerra Mundial. La Constitución francesa del 46, la italiana del 48, la alemana del 49, están llenas de artículos sociales que contienen al capital, y por tanto les sobran.

Después del 45, nos plantearon que teníamos que trabajar muy duramente para salvar la democracia porque los rusos, como vivían en una dictadura, eran muy productivos. Después nos dijeron que la competencia de los japoneses era terrible porque era sabido que como eran de tradición oriental estaban muy comprometidos con la empresa y el Estado y por tanto eran muy competitivos y había que vencerles. Después, nos han dicho que teníamos que hacer lo mismo con los chinos, porque si no la competencia china nos iba a desbordar. Y ahora lo que nos van a decir es que tenemos que trabajar más por menos, como decía el ladrón de Díaz Ferrán, porque si no no vamos a ser tan productivos como los robots. En esa lógica, no tenemos más que perder.

¿Qué ocurre? Que es un momento también de lucha ideológica. La gente no puede estar viendo el programa de Ana Rosa y pensar que de ahí va a salir con ideas para un mundo mejor. Hay que hacer un esfuerzo de reflexión, de discusión, y todo lo que habíamos planteado antes de la crisis – que necesitábamos reinventar el modelo – sigue estando vigente. No hablamos ahora del cambio climático porque la crisis nos ha dejado noqueados, pero la naturaleza no entiende de virus. Mucha conciencia, y tener presentes las palabras de Gramsci: organicémonos, porque vamos a necesitar toda nuestra fuerza; instruyámonos, porque en este momento de incertidumbre tenemos que acertar con las respuestas; e inyectémonos un poquito de optimismo, porque los discursos pesimistas en la izquierda aceptan la derrota y tiran la toalla anticipadamente, cuando lo que necesitamos es entusiasmar a la gente.

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