Hace 9 años de aquel 15 de Mayo en el que una generación harta de no tener perspectiva de futuro, de la precariedad, de la falta de democracia y de la corrupción, inundó las plazas bajo los lemas “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, “somos los de abajo y vamos a por los de arriba” o “que la crisis la paquen los ricos” dando comienzo a un gran ciclo de movilizaciones.
Aquella espontaneidad aparente no surge de la nada, estaba enmarcada en la crisis de las hipotecas subprimes y del ladrillo del 2008 y recogía los lodos de movimientos anteriores como las luchas universitarias, obreras o el “No a la Guerra”.
Hoy, 9 años después, nos vemos inmersas en otra crisis cuyas dimensiones solo estamos empezando a vislumbrar. Dicen que esta crisis no entiende de clases, que afecta a ricos y a pobres por igual y que solo saldremos de ella si nos mantenemos unidos, arrimando todos el hombro. Todo esto nos suena familiar ya que por aquel entonces también echaban balones fuera con el famoso “vivís por encima de vuestras posibilidades” o que aspirar a tener una casa y un trabajo fijo era anclarse en nuestra zona de confort. Pareciera que si en 2011 vivíamos por encima de nuestras posibilidades, en 2020 estamos sobreviviendo por encima de ellas.
Dicen que esta crisis no entiende de clases, que afecta a ricos y a pobres por igual
No es dificil encontrar la continuidad. Siguiendo la inercia del 15M surgen las mareas, como la marea blanca que luchaba por blindar el carácter público de la sanidad y denunciaba los recortes en servicios, personal, incremento de las listas de espera o falta de material. Aquellos recortes han debilitado el escudo de nuestra sanidad pública y de los servicios sociales para hacer frente a esta pandemia, y solo las comunidades y territorios donde el pueblo consiguió poner un mínimo freno a los recortes neoliberales consiguen minimizar levemente sus consecuencias.
Si en 2011 se denunciaba la destrucción de empleo a través de la deslocalizacion de industria para concentrarla en paises con mano de obra más barata, hoy, expertos epidemiólogos advierten de que la sobreexplotación de recursos, la contaminación o la pérdida de biodiversidad, que se ceban con los países más pobres, provocarán que este tipo de pandemias sean cada vez más frecuentes y violentas. Además, el cada vez más deteriorado tejido productivo y un sector primario ahogado o dedicado a la exportación, crea un Estado cada vez más dependiente del exterior, incapaz de proveerse por sí mismo de los recursos más básicos.

Esta crisis, al igual que aquella, sí entiende de clases. Y es la clase trabajadora la que ya está pagando con multitud de personas sin ingresos que no tienen para comer, miles de trabajadores en ERTE y la patronal presionando y buscando todas las fórmulas para deshacerse de trabajadores a toda costa, solo un anticipo de la crisis que se avecina.
Si en 2011 se salvaron los bancos, en 2020 son las grandes empresas las que continúan recibiendo subvenciones y esperan nuevas inyecciones de dinero público. Sacan brillo a los tópicos liberales de siempre, “los pobres son pobres porque no quieren trabajar” y las ayudas, como el ingreso mínimo vital, “son paguitas para vagos”, haciendo alarde de la mayor de las hipocresías: critican el control del Estado y las ayudas a la población mientras viven de él a través de subvenciones públicas millonarias.
Movimientos como el ecologista o el movimiento obrero recibieron con el 15M la entrada de aire fresco
Al igual que el 15M se nutrió de movimientos anteriores, sabemos que de las mil semillas que plantó el 15M muchas murieron o se quemaron, pero otras germinaron. Es el caso del movimiento feminista, fundamental para comprender la importancia vital de los cuidados y la necesidad imperiosa de poner la vida en el centro. Movimientos como el ecologista o el movimiento obrero recibieron la entrada de aire fresco. Otras están echando raices pidiendo soberanía en todos los frentes, soberanía asturiana, alimentaria etc. La crisis del covid-19 tiene que ser el abono con el que florezcan, estableciendo un nuevo frente común en defensa de los intereses de la clase trabajadora.
Frente a un periodo de recorte de derechos y de calidad de vida, no nos quedará otra que, al igual que en 2011, responder con una Asturies en pie de lucha y volver a gritar este 15M de 2020 “Que la paguen los ricos”.